Lamentable recreación de la China medieval, con decorados de porexpam, vestuario conseguido en alguna subasta por cierre, e interpretaciones bajo mínimos. La historia es simplísima, pero una dirección nefasta la narra de tal manera que no hay cristiano que se aclare. Por momentos parece un remedo de western con miserable presupuesto: hay localizaciones idénticas al Monumental Valley, el desierto aparece en casi todos los planos, y las aldeas recuerdan de tal manera a los poblados mexicanos de esas producciones, que uno no deja de esperar en qué momento aparecerán John Wayne o Gary Cooper (incluso los protas deben defender un fuerte, en mitad del desierto, en aplastante inferioridad numérica... eso es El Alamo, joer...). Además, para colmo de la desverguenza, hay una especie de piedra milagrosa que provoca una algarabía de efectos infográficos, tan pobres de ejecución como fuera de lugar, que añaden una tonelada más de caspa al bochornoso resultado final.

Resumiendo: tan poco recomendable como hacer malabares con hojas de afeitar.

Absurdidad aún mayor que la primera parte, con un sin número de escenas lamentables y sin ningún tipo de coherencia o lógica. Faltándome sólo un par o tres, ya he visto suficientes películas de la filmografía del tal Miike como para poder decír que no me gusta en absoluto su excéntrico cine sin pies ni cabeza, que no se si son peores los gafapasta o los frikis a la hora de recomendar, y que a mis almas gemelas ya les rezaré un responso (si nuestros gustos coinciden, que baje Dios y lo vea).
No se la recomendaría a ningún amigo. A mis enemigos sí, y con vehemencia.

Los dibujos tiene cierto buen nivel, excepto algún diseño de personajes como pueda ser el malo en su forma demoníaca o el lince antropomorfo, que son de pura pena esquemática, amén de que el propio Gisaku parezca recién salido de la factoría Disney. El argumento es simple como el mecanismo de un botijo (tan español que no entiendo cómo no lo sacan), y el guión tiene aberrantes lagunas que te hacen rebobinar la película para asegurarte de que no te has perdido nada. Pero lo peor es ese inmenso mirar el propio ombligo con el que se regala la película en todo su metraje, a base de plasmar las zonas más turísticas de un chorro de ciudades y hacer gala de larguísimos discursos rancios sobre lo maravilloso, ecologísta, intelectual, industrial y tradicional que es este país, siempre según los autores (o según quienes pusieron la pasta).
Muy recomendable para turistas que no sepan qué visitar, y para todo aquél que luzca en su solapa la banderíta roja y gualda, que aquí encontrará motivos para sentirse aún más orgulloso de pertenecer al octavo país más industrializado del mundo, o al segundo consumidor de pescado (así mismo se regodea uno de los personajes).
Eso sí: tras ver éste panfleto españolísta, a uno le entra la vena carca y se pone a tararear el famoso estribillo "Ay, pena, penita, pena..."

Pese a una buena fotografia y unas correctísimas interpretaciones, esta película logra aburrir soberanamente recorriendo, con lentitud extrema, un argumento desaprovechado que concluye en un final tan ridículo como precipitado. Recomendable para después de comer o cenar.

Imagino que la millonada invertida en la pelicula no sólo se fué en gran parte en efectos especiales, sino también en la gasolina del helicóptero que nos ofrece un bonito documental de Nueva Zelanda a vista de pájaro. Para quien no se haya leido el libro igual le parece una maravilla, pero para quien tuvo el placer de perderse en sus hojas solo le produce retortijones ver cómo Tom Bombadil ni aparece, los hobbits son expertos y valientes espadachines, Legolas le da al skate y Gimli es poco mas que un bufón. Solo recomendada para legos en la obra de Tolkien, insomnes y defensores acérrimos de que el cine sea tan solo un videojuego en el que no se puede participar.
(Por cierto, que a Gollum sólo le falta el código de barras para parecer mas artificial)