No salí de mi asombro al ver este esperpento. "Alien, el octavo pasajero", la primera, tampoco me fascinó, supongo que los jóvenes de hoy en día ya lo hemos visto todo como para sorprendernos con una de extraterrestres de hace cincuenta años. No obstante, valoro su calidad cinematográfica.

De esta, no valoro nada más que el descalabro que supone. Pasamos de un terror sutil y cuidado en el que al bicho lo vemos muy poco, como debe ser, a Sigourney Weaver montada en un robot gigante matando aliens como si fuesen solados de la Segunda Guerra Mundial. Francamente, pasé vergüenza.

Lo de la niña ya es para echarse a llorar. Cómo no, mucho era pedir que a uno los pocos personajes femeninos alejados de la maternidad no le endosasen una mocosa por la que luchar. Luchar por sí misma queda pobre. Y, encima, va la Academia de cine, esa tan purista, y nomina a Sigourney Weaver. Pasaron de ella en "Copycat", en "La tormenta de hielo" y en "Mi mapa del mundo", pero la nominan por "Aliens: el regreso". Ay, señor.

No alcanza a comprender tanta devoción por esta secuela, a mi modo de ver obtusa, bruta y burda.

Todo en la vida es cuestión de contextos, de épocas y de comparaciones. Si nunca has visto el cielo azul, el día que lo veas te parecerá impresionante, pero si lo ves todos los días, probablemente ni te fijes en él, ni siquiera el día que esté más esplendoroso. Pues con "Atracción fatal" me ha pasado un poco lo mismo.

Mi madre la vio en el cine en su momento y siempre me había dicho que le fascinó. "Es muy buena", me dijo cuando supo que la vería. ¿Y qué me encontré? ¿Una buena película? Sí, eso es indudable, pero el argumento, en 2019, está mil veces visto. La estructura de la película podría ser la de cualquier telefilme de un domingo por la tarde, es realmente básico, siendo el final la mayor muestra de ello. Evidentemente no se puede comparar con un telefilme, en ningún apartado, y quiero dejar claro que la culpa no es de la película, ya que su antigüedad le avala, porque en todo caso serán los telefilmes los que se basan en ella, pero por lo que a mí respecta, no ha llegado a sorprenderme.

Glenn Close destaca en esta historia en la que interpreta a una mujer obsesiva hasta la extenuación. Realmente está bien escogida, porque la cara de mala la lleva de serie.

El choque de trenes que se produce entre una cómica desfasada de setenta años y una joven guionista muy feminista, muy bisexual y muy todo resulta realmente divertido, así como la relación tirante de jefa-empleada que se establece entre ambas. Pero hasta ahí.

Pronto empieza a abusar de hablar de sexo y drogas, y lo que en un principio resultaba descarado termina siendo cansino. Al mismo tiempo, sus episodios viran hacia la antología y separan a ambas protagonistas en tramas individuales que gozan de escasa gracia. Las actuaciones de Jean Smart y Hannah Einbinder son lo único que se mantiene a un nivel extraordinario.

"Hacks" comenzaba como una de las ficciones más prometedoras del año, fresca e irreverente, pero termina desinflándose como un globo olvidado en un rincón tras una fiesta de cumpleaños, rancio y ridículo.

"La milla verde" me ha dejado frío como un témpano. No niego el empeño por hacer un producto original y grandilocuente, y no digo que sea una película defectuosa, ya que me entretuvo de forma moderada, pero el resultado es maniqueo y baladí.

El paradero de los personajes que transcurren por ese corredor de la muerte me interesa más bien poco, honestamente. Podrían ser ellos o cualquier otro. El reparto, lo mismo: Tom Hanks, ni para delante ni para atrás; Michael Clarke Duncan, insuficiente (que rule lo que se fumaron los de la Academia); James Cromwell reusando su personaje de "L.A. Confidencial"; David Morse, emotivo; y Sam Rockwell, fulgurante. Las mujeres no pintan nada.

No consigo emocionarme en ningún momento. Percibo el ansia de la película por ser algo grande, pero no que lo logre, exactamente como ocurre con "El resplandor", "Misery" o "It". Todas ellas son impresionantes, inolvidables y todo lo que queráis, pero ninguna es trascendental. Ninguna consigue, ni por asomo, la profundidad ni la intensidad emocional de sus textos originales. Quizás, y sólo quizás, ese genio infinitamente adaptado es, esencial y paradójicamente, inadaptable.

Como sucedía en "El rey león" tras la muerte de Mufasa y la huida de Simba, los friquis han hecho lo mismo con el cine. Se puede ser friqui, incluso se puede estar orgulloso de serlo, pero lo que no es posible es ser friqui e ir de guay, que es lo que le ocurre a Christopher Nolan y su séquito.

"El caballero oscuro" sólo es otra película de Batman. Y puestos a escoger, me quedo con el prisma que le otorgó Tim Burton, porque además es un ladrillo como el Coliseo de grande. No sé si en su última hora mejora porque me quedé dormido, pero hasta ese momento sólo hay una explosión tediosa de artificio, desde el guión hasta el montaje, pasando por un argumento que se cae por su propio peso*.

A los actores les pasa como al director, que se lo toman demasiado en serio para ser una de superhéroes. El primero Christian Bale, el heredero del nuevo "método". Se creerá Marlon Brando... Como si Marlon Brando necesitara algún "método" para hacer de Batman. Si lo piensas bien, es todo de coña. Luego están los demás, muy buenos actores pero que aquí sólo son comparsas del héroe y el villano, un Heath Ledger que da vergüencita. Él siempre fue más iceberg que intérprete, pero su personaje aquí no le ayuda, entre otras cosas porque cada vez que aparece es para soltar peroratas sobre lo loco que está, lo mucho que sufre y lo malo malísimo que es. Perro ladrador...

En conclusión, un rollo todo. Entiendo que a los entusiastas de Batman les guste, pero de ahí a considerarla una de las mejores películas de la historia... Y cómo no, ya tardaban en compararla con "El padrino". Zapatero a tus zapatos. Si te gustan los superhéroes me parece muy bien, pero no ensucies el nombre de Coppola para lavar tu consciencia de friqui.