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España España · Oviedo
Críticas de Gould
Críticas 664
Críticas ordenadas por utilidad
9
30 de diciembre de 2018
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basado en una novela del también director Samuel Fuller titulada “Dark Page”, Karlson combina a la perfección cine negro y periodismo en este despiadado retrato de la prensa amarilla. Son numerosas y de gran calidad las películas sobre el periodismo – desde “Ciudadano Kane” (1941) de Orson Welles, pasando por “Deadline USA” (1952, El cuarto Poder) con Humphrey Bogart, las numerosas versiones de “The Front Page”, la obra teatral de Ben Hecht y Charles MacArthur estrenada en 1928 o, mismamente, la fantástica película que el propio Fuller rodó en 1952: “Park Row”

Con un estilo directo y nervioso y unos diálogos secos, el especialista en el thriller de serie B Phil Karlson nos cuenta la enésima historia de un periodismo buitre e irresponsable. Broderick Crawford da vida a Mark Chapman, jefe de redacción del “New York Express”, que ha cambiado la línea de un periódico otrora serio pero con pérdidas en un diario de éxito basado en el escándalo y las bajas pasiones. Cuenta para ello con su periodista estrella Steve McCleary –John Derek-, un periodista sin escrúpulos que miente o se hace pasar por policía para conseguir declaraciones exclusivas de los testigos –la fantástica panorámica con la que se abre la peli y el primer plano del testigo es excelente y esclarecedora del tono áspero de la película-.

La película cuenta con un excelente guion escrito a varias manos que sabe alabar igualmente la capacidad investigadora del periodismo y la necesidad de obtener, ante todo, la verdad. Además, hace un gran uso de los escenarios, especialmente nocturnos, con conseguidas atmósferas en la redacción, los bares y tugurios de mala muerte que frecuentan los personajes, entre los que destaca sobremanera la excelente prestación de Broderick Crawford con su magnética presencia y cavernosa voz.

Fantástica película.
Gould
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10
19 de agosto de 2017
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo es extraordinario en esta película, segunda parte de la llamada “Trilogía de la caballería”, tras “Fort Apache” (1948) y antes de “Rio Grande” (1950): el guion de Frank Nugent, la excelente fotografía en Technicolor de Winton Hoch que ganó el Oscar ese año –sólo por la escena de la tormenta ya se lo hubiera merecido– o el matizado trabajo de John Wayne –hace ya muchos años que los absurdos infundios sobre su calidad como actor pasaron al basurero de la historia- junto a un grupo de secundarios admirable.

Tras la muerte del general Custer en 1876 a manos de los sioux, la situación de guerra se hace incontenible por lo que el veterano capitán Nathan Brittles, a seis días de su jubilación, debe llevar a la mujer y a la sobrina del coronel lejos del fuerte. En su traslado se encontrarán con numerosos problemas y dificultades ocasionadas por los envalentonados indios lo que les hará volver sobre sus pasos.

Western de aire crepuscular, cuando esta expresión aun no existía, Ford mezcla sabiamente, como en tantas de sus películas la acción, el melodrama, el humor y la melancolía para ofrecernos un western reflexivo y. para algunos, estático. Lo que parecen no darse cuenta algunos de los detractores de esta sublime película es que Ford es consciente de esta elección, de esa renuncia a la acción, para centrarse en los personajes, en su vida cotidiana, en los ritos de la caballería y en sus códigos de honor, participando del recorrido melancólico del capitán, de su vacío ante el retiro próximo, de su soledad, y de su intimidad, acompañándole en sus visitas a la tumba de su fallecida esposa. Es un western, sí, pero también un bellísimo y negro poema crepuscular, emotivo y ligeramente amargo, depurado e intenso, muy emparentado en el tono con otra posterior obra maestra fordiana, “The last hurrah” (1958) protagonizada por un maravilloso Spencer Tracy.

En la “Trilogía de la caballería” Ford compone una suerte de variaciones sobre un mismo tema: la primera, “Fort Apache”, tiene un carácter más épico; en la segunda, que ahora nos ocupa, predomina un tono melancólico y, a ratos, sombrío para desembocar en la tercera, “Rio Grande”, elegíaca e íntima. El carácter global que quiso dar a estar tres hojas de un mismo árbol se ve confirmada por la combinación de los nombres o roles de los personajes atribuyéndoselos en unos casos a unos u otros, pero también por su sentido coral, aunque siempre conozcamos perfectamente el carácter de cada personaje.

El soberbio trabajo de John Wayne, uno de los mejores de su carrera, se ve acompañado de la habitual troupe de Ford: Harry Carey Jr., Ben Johnson, Arthur Shields o el inconmensurable Victor McLaglen, cuyas intervenciones aportan la dosis justa de humor, el contrapunto gamberro y sentimental, para que todo funcione a la perfección en este inatacable clásico, indiscutible obra maestra del cine de todos los tiempos.
Gould
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3
15 de abril de 2017
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un impresionante plantel de estrellas en horas bajas, a saber Sean Connery, Karl Malden, Natalie Wood, Brian Keith, Trevor Howard o Martin Landau, cine de ciencia ficción, de catástrofes y de guerra fría a un tiempo se dan la mano en esta esclerótica y superficial producción en la que, bajo una envoltura típica de los años 70 nos encontramos en el fondo con una producción “vintage” que nos retrotrae a las producciones de serie B típicas de los años 50. Sorprendentemente premonitoria en alguna de sus escenas –véase la destrucción de las torres gemelas de Nueva York-, el correcto tono de tensión queda devaluado al estirar en exceso toda la parte final. Años antes Ronald Neame –grandísimo director de fotografía pero impersonal, si no mediocre director de cine- había rodado una infinitamente más interesante “Odessa” (1974) que junto a “El hombre que nunca existió” (1956) conforman, posiblemente lo más destacado de su carrera. Innecesaria.
Gould
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6
31 de julio de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a ser una de las obras más reconocidas del neorrealismo italiano, hoy en día juega en su contra el excesivo melodramatismo de esta historia coral, casi totalmente femenina, trágica mezcla de denuncia social y crónica de sucesos costumbrista. Su tono ligeramente didáctico resta enteros a una propuesta interesante de partida con un guión, entre otros, del sempiterno Cesare Zavattini pero que se queda en la superficie de la historia y de los propios personajes sin llegar a la maestría de las obras de otros grandes del cine italiano del momento –no citaré nombres-. Lo más interesante, y no especialmente por sus actuaciones memorables, es el plantel de conocidísimos actores italianos de los 50: Lucia Bosé, Eva Vanicek, Massimo Girotti o Ralf Vallone. En todo caso, interesante.
Gould
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5
3 de agosto de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si de algo nos sirve esta película es para apreciar, con mayor admiración si cabe, la difícil, milagrosa química de las grandes obras de Ford, a caballo entre el humor y el drama, entre la emoción desatada y la contención, a través de esa manera de hacer cine, en apariencia sencilla, pero de una complejidad inimitable.

Rodada en Technicolor y SuperPanavision con un pomposo acompañamiento musical de Alex North, Ford no termina de adaptarse al modelo de superproducción épica y se despide de su amado western con un fracaso artístico que le sentó a cuerno quemado, al no conseguir dar con la alquimia exacta y milagrosa de gran parte de sus anteriores producciones en esta sentida elegía por el pueblo Cheyenne.

El guion de James R. Webb, poco pulido y descompensado –qué decir del ridículo y prescindible episodio de Dodge City- y el tono casi bíblico de la película, con la voz en off algo engolada de Richard Widmark, resulta en ocasiones plomizo y parsimonioso, cuando no hipertrofiado y algo impostado. No desarrolla a casi ningún personaje ni hay una sola de esas maravillosas escenas de cámara –especialidad de Ford- en la que un par de personajes se pasan un buen rato hablando en plano fijo con la única excepción de la breve escena entre el sargento y el capitán, por cierto, bastante divertida y que resume toda la trama de la película:
“-Soy polaco. ¿Sabe qué hay en Polonia, además de polacos?
-¿Qué más hay?
-Hay Cosacos. ¿Y sabe lo que es un cosaco?
-¿Qué?
-Un cosaco es un hombre a caballo con un gorro de piel en la cabeza y un sable en la mano que mata a los polacos sólo por ser polacos, igual que nosotros matamos a los indios por ser indios.”

A pesar de ello, le faltan los habituales rasgos de humor y la sensibilidad fordianas; es demasiado seria, trascendental, suntuosa, sin la cáustica socarronería que envolvía sus grandes producciones. Es como un permanente prólogo de 3 horas a una película que no termina nunca de arrancar ni articularse dramáticamente. Tiene, cómo no, algunos buenos momentos y el prodigioso sentido de la composición de Ford le impide darnos planos feos. El plantel de actores está muy bien –en especial mi muy admirado Richard Widmark- pero todo parece hecho con poca convicción, con incomodidad y una inaudita gelidez expresiva. Muy decepcionante.
Gould
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