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Críticas de antonio lopez herraiz
Críticas 1.197
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de marzo de 2019
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de engrosar la más que respetable lista de thrillers policíacos producidos en nuestro país, '70 Binladens' supone el feliz regreso al Koldo Serra más brutal, crudo y retorcido de 'Bosque de Sombras', tras ese monumental pastelazo romántico, pseudobélico y soporífero con el que pasó por el trámite de las superproducciones en 'Gernika'.
'70 Binladens' (2019, Koldo Serra) es otra cinta de atracos, y en su concepción más clásica, tal y como lo era '100 años de perdón' (2016, Daniel Calparsoro), pero con una nimia variación geográfica -de Valencia a Bilbao- y el brusco viraje en cuanto a ejercicio de estilo que supone el cambio de realizador, ya que, a día de hoy, Koldo Serra se sitúa a años luz de un Daniel Calparsoro cada vez más desganado, opaco y gris.
Al igual que en todo buen relato repleto de adrenalina y tensión, '70 Binladens' se hace más grande con la presencia de una perturbadora y desfigurada ratera, ejecutada con brillantez por una Nathalie Poza que se regala a sí misma el capricho de dar rienda suelta a su vena más histriónica y malvada, sin quedarle a la zaga -bueno, un poquito sí- Hugo Silva como un pordiosero drogadicto que habría provocado una moderada sonrisa de aprobación en los finados José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia.
A Emma Suárez sólo cabe reconocerle su voluntarioso empuje, energía y versatilidad a la hora de mutar en inesperada (anti)heroína contra su voluntad, a la misma altura que Carmen Maura en puntuales trabajos de Álex de la Iglesia -aquí productor, a través de Pokeepsie Films-.
'70 Binladens' (2019, Koldo Serra) va al grano y, una vez se desata el jaleo, funciona como una frenética espiral de violencia y tiros en la que no te dará tiempo a aburrirte. Muy, muy recomendable.
antonio lopez herraiz
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6
26 de octubre de 2018
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al cabo de sólo tres películas, puede decirse que un rasgo distintivo en la filmografía de Carlos Vermut es su pretensión -llevada a buen puerto, por cierto- de conjugar en un mismo espacio la factura visual del anime y el cine asiático contemporáneo, incluso cuando, tal y como sucede aquí, tenemos que esperar a que de carpetazo a su relato para descubrirle en su lado más salvaje y truculento; y frente a eso, su pausada exposición narrativa y la visceralidad con que sus personajes femeninos desatan sus emociones partiendo del dolor más íntimo. Son, éstas ultimas, dos cualidades indisolublemente adscritas al lenguaje dramatúrgico del cine clásico norteamericano, y de igual manera, es imposible asistir a ese rifirrafe continuo de admiración y rivalidad entre Lila Cassen (Najwa Nimri) y Violeta (Eva Llorach) sin recordar a Norma Desmond y Joe Gillis, Jane y Blanche Hudson, Petra Von Kant y Karine, Boris Lermontov y Victoria Paige, y por qué no, Katherine Kenton y Hazie Coogan en 'Al desnudo' (Chuck Palahniuk, Ed. Mondadori) -si bien, ese símil encaja mejor con el papel desempeñado por Carme Elías-. Separar a Carlos Vermut de sus ambiciosas referencias (y aspiraciones) se antoja tan complicado como tratar de avistar, en el cine europeo reciente, otros ejemplos afines de transgresión y modernidad camuflados bajo la grandilocuencia formal del melodrama clásico. Que Carlos Vermut haya bautizado a sus dos criaturas -Lila y Violeta- con tan poca sutileza, o el halo artificioso de divismo orquestado alrededor de una estrella del pop, son simplemente retazos de irrealidad utilizados para coronar un imponente monumento a la cultura kitsch, la soledad y el precio de la fama.
antonio lopez herraiz
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4
8 de julio de 2023
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente te estabas subiendo por las paredes y preguntándote (o puede que no) qué habría sido del director de la última de Rambo peleándose contra unos mexicanos -de mentirijilla-, como cuando se estrenó la última de Rambo peleándose contra unos mexicanos -de mentirijilla- y te preguntabas que habría sido del dire de 'Vacaciones en el infierno', una de Mel Gibson en la que se peleaba con mexicanos... auténticos.
Adrian Grünberg -también curró como asistente en 'Frida' o 'Amores perros'- aúna su amor por Mexico y los géneros populares con el juguete veraniego primigenio ¡el cine de tiburones! entregando fresquito y evasivo al público sediento de desmembramientos, palomitas y aire acondicionado (o de verdad si la ves en su habitat natural, un autocine) su relectura jalapeña de 'Deep Blue Sea', tan gozable y ligera como te anticipa su algo engañoso cartel con un ocasional -no se prodiga mucho- tiburón megalodón con poderes psíquicos capaz de causar ilusiones ópticas en sus víctimas:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
antonio lopez herraiz
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6
21 de julio de 2019
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Al agua, gambas' (2019, Maxime Govare & Cédric Le Gallo) no pasará a la historia por inventar algo que no hayamos visto ya en múltiples ocasiones. Otra cinta deportiva sobre un grupo de discriminados u/o inadaptados -¿a qué hay que adaptarse y por qué?- tratando de demostrarle al mundo que a veces la virtud reside en ser diferente. Ahí tendríamos otros precedentes como 'Somos los mejores' (1992, Stephen Herek), 'Elegidos para el triunfo' (1993, Jon Turteltaub), 'Semipro: Un equipo de pelotas' (2008, Ken Alterman), el remake sandleriano 'El clan de los rompehuesos' (2005, Peter Segal) o 'Cuestión de pelotas' (2004, Rawson M. Thurber). Y claro está, el referente europeo más próximo del que esta comedia olímpica trata de sacar tajada, el filón de 'Campeones' (2018, Javier Fesser), con cuyo argumento está más emparentado que en cualquier otro de los ejemplos mencionados: un deportista de élite cuya imagen se ve empañada por su conducta homófoba tendrá que rehabilitarse y, por orden de la Federación, limpiar su imagen entrenando al desastroso equipo de waterpolo 'Las Gambas Purpurina', que representa a Francia en los Gay Games.
La mofa paródica (y autoconsciente) diseñada con premeditación para que te sientas como Homer Simpson dentro de una fábrica metalúrgica, o los constantes gags a costa del amaneramiento siguen ahí, pero circulan con inofensiva liviandad bajo el tamiz ejemplarizante de una moraleja basada en la igualdad y la superación personal.
Govare y Le Gallo manejan los elementos de comedia bufa con el grado justo de incorrección para no resultar ofensivos ni pasarse de políticamente correctos.
antonio lopez herraiz
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7
26 de agosto de 2022
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ande donde ande, es difícil no imaginar a Andrew Davis haciéndose cargo de un thriller de huída y supervivencia como el de los primeros siete episodios de 'La Lista Final', bien hace casi treinta años con Harrison Ford, o 20 años con Arnold Schwarzenneger, buscando de igual forma venganza por la muerte de su familia.
Y no alejándonos, en cierta manera, del círculo de influencias de ese insigne austríaco al que he aludido, no voy a ser yo quien niegue la permanente sombra que gravita entre 'Commando' (1985, Mark Lester) y la pronosticable traca final chusquera y sangrienta -como el resto de la serie, que conste- con home invasion militarizada en su puerto final (y 8°) del entramado.
En algo tenía que notarse la mano produciendo (y dirigiendo el primer episodio) de uno de los más desinhibidos herederos de la acción noventera (Antoine Fuqua), del retoño (Patrick) del roble austríaco poniendo de su parte en el punto desencadenante, y a su yerno en el rudo desempeño de la vendetta.
Lo cierto es que de haberse tratado de un actioner de los 90's también habría cabido una Jeanne Triplehorn en otro o en un idéntico rol al que acomete aquí (y que no detallaré).
Taylor Kitsch sigue recuperándose de su costalazo como cowboy espacial en Disney -aún escuece aquello- y redimiéndose como escudero secundario.
Riley Keough -que hace mucho ganó su derecho a dejar de ser señalada como nietísima ilustre- extrae petróleo de un papel de florero pero catalizadora de la ira de James Reece (un impertérrito Chris Pratt que no le ofrece concesiones al humor).
Un divertimento para amantes -como lo soy yo mismo- del actioner más puro, genuino y reaccionario (me la sopla).
¡Pim! ¡Pam! ¡KABOOM!
antonio lopez herraiz
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