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Críticas de DavidCarideS
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de noviembre de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cary Joji Fukunaga, americano de padre japonés y madre sueca. Director de cine, guionista, y director de fotografía, que debutó como realizador en una road movie mexicana sobre una inmigrante hondureña; que retrocedió hasta la Inglaterra del siglo XIX, donde puso en escena una famosa novela de Charlotte Brontë; que viajó a la américa profunda de Lousiana y la cultura Cajún, y se ganó un Emmy entre guiones de Nick Pizzolatto, detectives filósofos, fumadores, y alcohólicos; y que ahora se consolida (y consolida el formato Netflix) gracias al inolvidable periplo de un niño soldado en África.

'Beasts of no nation'. Pónganlo en singular. Bestia de ninguna nación. Hasta el título le va perfecto. Bestia como director, por tener una sensibilidad narrativa/visual plenamente lírica, por sacar lo mejor de cada actor en cada plano, y por extraer belleza de la sangre derramada por la violencia más extrema. De ninguna nación concreta, pero de muchas a la vez, por el mosaico de épocas, culturas, conflictos, y géneros, que este japonés-sueco-americano moldea en lo que es, hasta el momento, una filmografía ecléctica e irrepetible.

Cary Joji Fukunaga ya es un hijo de la humanidad, y cualquier palabra que se diga sobre 'Beasts of no nation', buena o mala, probablemente no le haga justicia.
DavidCarideS
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7
5 de diciembre de 2015
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno ve el cartel de 'Rampage 2' y luego la película, y le entran ganas de denunciar a la distribuidora por publicidad engañosa. Yo no sé ustedes, pero si yo veo a un sujeto armado en Kevlar, tras el que se vislumbra el capitolio destruido, disparar un par de uzis, vista al frente, se me pone la porra entre dura y superdura. Pero nada. Todo era una argucia, un reclamo falaz en el que no debería caer el ser humano espabilado, no como un servidor.

El cartel y el trailer me hacían tener esperanzas de que Uwe Boll hubiera dilatado el factor explosivo y el recuento de bajas en la secuela de su incuestionable mejor película. Maldito vendehumos alemán. Eso sí, cuando el humo se disipa y uno toma consciencia de que no va a ver algo ni remotamente parecido al despliegue de brutalidad de 'Rampage', 'Rampage: Capital Punishment' gana, y mucho, como cine de encierro eminentemente discursivo.

Toda la película pertenece al soliloquio, a ideas sin contraideas susceptibles a ser malinterpretadas como demagogia barata. Nada de eso es real. Uwe invita a juzgar los medios de que se vale el personaje de Brendan Fletcher, quien convence como Bill Williamson incluso más que en la cinta original por una interpretación que crece simultánea al desarrollo y matización su ideología.

Quizá lo mejor que se pueda decir de Uwe, es que, a pesar de su por momentos incoherente realización, esta vez no molesta ni tras ni ante las cámaras, donde se reserva un pequeño rol secundario, y hasta se debería ganar cierta admiración de la cinefília por tener las pelotas necesarias para sacar adelante un proyecto tan visceral como este.

Uwe Boll aprueba.
DavidCarideS
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8
3 de febrero de 2022
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si 'Alicia en las ciudades' (Wim Wenders, 1974) y 'Luna de Papel' (Peter Bogdanovich, 1973) se hubiesen carteado durante 50 años y Mike Mills hubiera accedido al contenido de las misivas para escribir una síntesis de sus ideas clave, pero aplicadas al mundo contemporáneo. Como dicen algunos, debemos ser una sociedad condenada a vivir estética y culturalmente en el pasado (ahí quedan los evidentes paralelismos, ya no sólo narrativos sino fotográficos, con las películas antes mencionadas), y así lo somos porque nuestra naturaleza humana nos empuja ello. Por tanto, no es de extrañar que el impacto en la infancia de los conflictos de un mundo adulto incapaz de superar sus traumas infantiles ni sus ideas irracionales sea un fenómeno universal y atemporal que la cultura se encargue de apuntalar periódicamente. En este caso (y de nuevo), en una carta de amor a la infancia, que ruega por su cuidado y puesta en valor. Y tampoco me resulta extraño que Joaquín Phoenix protagonice esta película tras ser padre. Decía un filósofo barbudo y esloveno que el cine nos enseña más de la realidad que la propia realidad. Y bien sé yo -permítanme el engreimiento- después de tantos años tomándome demasiado en serio todo esto, acompañado o en la más oscura soledad, que a veces las mejores lecciones nos las dan las buenas historias. Y 'C'mon, C'mon' lo es.
DavidCarideS
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8
25 de noviembre de 2015
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Polemizar sobre 'Pink Famingos' lleva afecto un viaje en el tiempo hasta la antigua Grecia. Concretamente hasta la escuela de Atenas. En ese tiempo y lugar, Aristóleles, pupilo de Platón, intenta rebatir a su maestro su conocida teoría del "mundo de las ideas"; lugar metafísico en el que cada cosa encuentra su forma perfecta, y de donde parte todo el conocimiento antes de caer al mundo terrenal. Aristóleles argumenta que si cada objeto halla en ese mundo su estado ideal, lo malévolo, e innoble, lo encontrará de la misma forma que la más hermosa de las flores, cosa según él, impensable.

La mejor réplica al pederasta de Macedonia se la dá John Waters un par de milenios después con la presente obra maestra de la pestilencia. 'Pink Flamingos' es una verdadera guarrada que lleva sus convicciones de ser una auténtica mierda al extremo de destruirlas y levantarse como la mayor oda a lo grotesco jamás realizada, y no, como se ha dicho, como un berrinche de provocaciones escatológicas fáciles. 

Primero hay que pillar la sonrisa sardónica de John Waters, quién equipara en todo momento su película a Divine, la cachonda travesti obesa, orgullosa de ser la persona más inmunda del mundo. Comprendido el guiño que nos hace director, los diálogos sobre mierda suenan más pulidos que un poema de Walt Whitman, y cada encuadre asqueroso parece inagurar un nuevo estilo de cine.

La obra de un genio chiflado; un Demiurgo de la basura.
DavidCarideS
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1
16 de octubre de 2018
9 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé que 'Bocadillo' tiene sentido. Es el reflejo de algo. Algo líquido. Algo que no permanece. Algo que se resignifica a cada paso en un bucle infinito. Lo único que cambia es su superficie. Sus personajes viven en los fallos de racord. Diferentes personas interpretan el mismo rol. Nadie se entiende. 'Bodadillo' es una definición postmoderna y completamente antinarrativa del espectáculo diario. La película deja ser importante para obligar a los espectadores a socializar entre ellos. La narración deja paso una fiesta colectiva que se consume tras el primer visionado. Una narración líquida que se evapora en sus pretensiones trolls. Una película suicida. Un 10.
DavidCarideS
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