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Críticas de Javi McClane
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Críticas 1.281
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
16 de junio de 2021
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El otro guardaespaldas (The Hitman’s Bodyguard) fue una comedia de acción que no engañaba a nadie, ofreciendo un entretenido espectáculo en el que destacaba su sensacional reparto, en especial los siempre geniales Samuel L. Jackson (mi actor favorito) y Ryan Reynolds (que siempre está dispuesto a pasárselo bien). Fuera de eso, poco más se podía rascar, pero la cinta fue un relativo éxito, y aquí estamos unos años después, con una secuela que seguramente nadie había pedido, pero que al menos recupera a las estrellas de la original y aumenta la apuesta con la incorporación de intérpretes de renombre como Antonio Banderas o Morgan Freeman.

La crítica no quedó muy satisfecha con la primera entrega, pero esta vez han vapuleado sin piedad alguna a la segunda parte, considerándola mucho peor y un absoluto desastre. Yo no esperaba gran cosa, conformándome con pasar un rato entretenido (tampoco pido mucho, y no siempre recibo lo que espero), siendo curiosas las nefastas reseñas, ya que estamos ante una propuesta mucho más hilarante, gamberra, desternillante y, por lo tanto, mejor. Cosas que pasan. El caso es que estamos ante una secuela consciente de su género (comedia de acción, para los despistados), y que se toma todavía menos en serio a sí misma, si es que eso es posible. El resultado es un disfrute que sólo apreciarán los que hayan venido a la fiesta a pasárselo bien. El resto no se ha perdido nada, aunque sabían dónde se metían si venían de la primera parte…

Patrick Hughes (Los Mercenarios 3/The Expendables 3) repite tras las cámaras, ofreciendo más tiroteos, explosiones y combates cuerpo a cuerpo la mar de convincentes, aunque nunca alcanzando la brillantez de otras producciones del mismo género. El director cumple bien su cometido, por lo que poco se le puede reprochar. Y es que la garra del conjunto está en el desquiciado guion, con una serie de gags tan hilarantes como divertidísimos (aunque es cierto que manos de otro director menos inspirado quizás no habrían tenido el mismo efecto), hasta el punto de que me han provocado la risa en no pocos momentos, algo que no me sucedía en un cine desde hacía mucho tiempo (demasiado…). Es una delicia que tiren la casa por la ventana y ofrezcan situaciones tan locas e imposibles, en una especie de cartoon movie donde todo es posible y en la que el personaje de Ryan Reynolds (que hace suyo el personaje) es el punching-ball de la función, siendo lo más parecido al sufrido Coyote, mientras el sicario interpretado por Jackson saborea cada momento. Impagable.

Obviamente, la magia no haría acto de presencia sin la estimable participación de Jackson y Reynolds, los cuales vuelven a formar una pareja imposible e indescriptible. Dos grandes actores que han venido aquí a que los espectadores se lo pasen en grande mientras ellos también lo hacen en el proceso, con un Jackson volviendo a derrochar carisma por cada uno de sus poros (podría leer las necrológicas sentado en la taza del váter que seguiría siendo interesante) y un Reynolds que se lo pasa pipa en su rol de pringado al que usan sin rubor alguno. Menudo dúo, aunque no se queda atrás una tronchante Salma Hayek, la cual gana protagonismo (de hecho tiene el mismo que sus dos compañeros de reparto), siendo un acierto darle más minutos a un personaje que ya apuntaba maneras en la anterior entrega. La actriz sabe perfectamente en qué producto está, y no desentona en absoluto con los otros dos protagonistas, formando un trío todavía más rocambolesco. Sin ellos, la película no sería lo mismo.

Nuestro querido y español Antonio Banderas hace de griego (de momento nadie se ha quejado, y más teniendo en cuenta su maquiavélico plan…para mear y no echar gota), siendo un villano que derrocha elegancia pero que no llega a dar con la tecla adecuada, debido a las limitaciones del personaje, no del actor. Y es que era la oportunidad perfecta para que el malagueño se desmelenase como en otras producciones del género (Asesinos o Expendables 3), sumándose al descontrol del trío protagonista. Quizás los guionistas hayan optado por hacer un villano más comedido para que no se les vaya la función de las manos, pero estoy seguro de que Banderas podría haber ofrecido un rival más fascinante, si no es por las limitaciones de su rol. Otra vez será. Respecto a lo de Morgan Freeman, un despropósito que se le haya usado para un personaje tan endeble e irrisorio (el actor merece más, sobre todo teniendo en cuenta su edad), aunque más sangrante es lo del siempre genial Richard E. Grant, en un personaje que aparece diez segundos de reloj (no es broma), a pesar de estar acreditado. Huele a escena eliminada a kilómetros, pero lo dejo como curiosidad.

Llegados a este punto, tampoco estoy diciendo que estemos ante una gran comedia de acción, pero oye, cumple su cometido y sus actores se lo pasan en grande (al menos la mayoría), siendo una producción que hoy en día es machacada, pero que en los 80 o los 90 habría sido aplaudida a rabiar. También es cierto que esto no sería lo mismo sin ese reparto cinco estrellas (el trío protagonista merece cada dólar ganado), pero al menos sus responsables han querido divertir todavía más al público, siendo una secuela que ofrece las mismas dosis de acción pero más risas, lo que siempre es digno de aplauso. Una secuela que supera a la original (aunque las críticas digan lo contrario), descerebrada y sin tapujos, que gustará a los que quieran pasárselo bien sin ruborizarse. Y a los que no, como dice uno de los protagonistas, “me suda la p****”. Bienvenidos a la fiesta.

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Javi McClane
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7
16 de junio de 2021
24 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar tranquilo (A Quiet Place) fue una cinta que combinó con sabiduría el thriller, el terror y la ciencia ficción. Dirigida por John Krasinski (nuestro querido Jim Halpert de la estupenda The Office) y protagonizada por él mismo y su esposa en la vida real, Emily Blunt, la película fue aclamada por crítica y público, gracias a su curiosa premisa y su angustioso clímax. A pesar de que me convenció como producción del género, tampoco quedé tan fascinado como el resto de los espectadores, pareciéndome una mala idea que se continuase con este universo, por mucho que la primera parte tuviese un final tan abierto.

Debido al inesperado éxito de la original (el presupuesto fue bajo y la rentabilidad muy alta), poco tardaron sus responsables en dar luz verde a una secuela, y aquí estamos, pocos años después, aunque hay que recordar que esta segunda parte se tendría que haber estrenado a principios de 2020, pero el estallido de la pandemia retrasó su llegada a las salas más de un año. Y bueno, parece que no fue mala idea, ya que hablamos del mayor éxito en cines desde la pandemia, confirmando más entregas (y, por lo tanto, una saga), lo que no suele ser buena noticia para la calidad de los films y el prestigio de las originales (que se lo digan a los Warren). Pero estamos aquí para hablar de una secuela que muchos esperaban con altas expectativas, aunque servidor no las tenía todas consigo. Pues bien, no sólo tiene sentido como continuación (lo que ya es complicado), sino que además es superior a la original, siendo algo que ya presagiaban las entusiastas críticas.

La película tiene un espectacular arranque (en el que se recupera al personaje de Krasinski de forma muy inteligente), no bajando el ritmo en sus siguientes compases, notándose que al bueno de John no se le da nada mal eso de estar tras las cámaras (atención a los planos secuencia). Es obvio que Krasinski tiene las cosas claras y la intención de cumplir la máxima de las secuelas, que no es otra que ofrecer más y mejor, y la verdad es que lo consigue. Una vez se ha presentado el conflicto y los personajes en la primera película, la historia se puede centrar en la acción, circunstancia que Krasinski no desaprovecha al poner toda la carne en el asador en un producto eficiente, entretenido y que da lo que promete, sin dar tregua al espectador con una monster movie que engancha y hace sufrir, como debe ser.

Krasinski también se encarga del guion, y quizás éste sea el punto más endeble de la cinta, debido a algunos caprichos argumentales, utilizados como excusas para avanzar la trama y que los personajes se muevan. Entiendo el objetivo (no aburrir al espectador), pero no negaré que me ha puesto (en no pocas ocasiones) muy nervioso la inconsciencia de los personajes, en especial la de los niños. Y es que los protagonistas de la película tienen la insana afición de ponerse constantemente en peligro y sin sentido alguno, obsequiando a los espectadores con momentos tensos (que al final es lo que se busca en un producto de estas características), pero haciendo que nos preguntemos si no se podrían haber resuelto las cosas de una forma más elaborada y lógica, porque hay instantes que claman al cielo. No obstante, el resto de elementos funcionan, con unos personajes bien dibujados y por los que te preocupas, incluyendo la nueva incorporación, siendo un conjunto humanizado (aquí no hay héroes imbatibles) y acorde a la distopía realista que nos presentan.

En el reparto volvemos a tener a una entregada Emily Blunt (para algo es la película de su marido), aunque quizás su personaje esté algo desaprovechado en pro de otros, aunque es un paso lógico que no chirría, a pesar de que la actriz protagonice todos los posters. Los niños protagonistas vuelven a estar impecables y a la altura de los actores adultos (y, por lo tanto, más experimentados). Como nueva incorporación tenemos al siempre enigmático y genial Cillian Murphy, actor al que no se valora lo suficiente y que vuelve a regalarnos una interpretación repleta de matices en un rol que podría haber caído en saco roto en otras manos, pero que a él le viene como anillo al dedo (también es verdad que este camaleón de la interpretación puede hacer de todo). Sin lugar a dudas, un gran acierto de casting. Eso sí, se desaprovecha a actores como Djimon Hounsou o Scott McNairy, a los que se les podría haber sacado mucho más partido, en especial al segundo.

En conclusión, estamos ante una secuela que supera a la original, ya que ofrece más tensión y espectáculo, en un film que estoy seguro de que sumará más adeptos, justificando la anunciada saga. En esta ocasión reconoceré que no me desagrada la idea, porque de momento tenemos dos buenas películas del género (thriller, terror o ciencia ficción, lo que prefiráis) que cumplen su cometido y funcionan. Estoy seguro de que convencerá a los que disfrutaron con la primera parte (son muy similares, pero una es más entretenida que la otra), pero seguramente también satisfaga a los que no, entre otras cosas porque la secuela no da casi ningún respiro al espectador (al contrario que la primera entrega, donde todo se cocinaba a fuego lento), y éso siempre es digno de elogio. Buen trabajo, Jim… perdón, John. Nos vemos en la siguiente parte.

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Javi McClane
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El dragón de la tetera
China2021
6,4
2.111
Animación
4
13 de junio de 2021
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía muchas expectativas depositadas en El dragón de los deseos (Wish Dragon), nueva producción animada de Netflix, entre otras cosas porque la plataforma la ha estrenado por la puerta de atrás, sin apenas promoción y notándose que no tenía demasiada confianza en ella. A pesar de las favorables críticas, no me extraña en absoluto que haya llegado a nuestros hogares sin hacer apenas ruido, porque se trata de otra película animada insustancial, sin garra y que se conforma con poco, con el único objetivo de entretener a los espectadores. Pero la pregunta es, ¿es suficiente?

La animación es simplista (que no mediocre), y más teniendo en cuenta los tiempos en los que vivimos, en los que las técnicas empleadas en otras producciones de la competencia evolucionan a pasos agigantados. Algo me dice que no han sido muy generosos con el presupuesto, pero cumple su cometido y no chirría, aunque sorprende que Sony Pictures esté detrás del proyecto, cuando suelen ofrecer productos mucho más vistosos.

Respecto a la historia, es lo más flojo de la cinta, con una originalidad que brilla por su ausencia, siendo un calco del clásico de Disney, Aladdin. Soy consciente de que hay una historia folclórica detrás, pero es que hay líneas de diálogo que son exactamente iguales a las del citado film, como cuando el Dragón le explica al protagonista los deseos que no puede cumplir. Sorprende que nadie haya dicho nada al respecto, ya que esta historia la hemos visto todos con anterioridad, en un conjunto que sólo puede calificarse de insípido (no es graciosa) y predecible (no hay lugar para la sorpresa).

Y es que los responsables se conforman con lo básico, desaprovechando a sus personajes (el dragón y el protagonista daban para más, mucho más), presentando una trama romántica que no va a ningún lado, villanos sin chispa o una búsqueda desesperada por emocionar al público, cuando llega un punto que te da igual todo. No todo es malo, ya que el film es simpático hasta cierto punto, y sirve si no tienes nada mejor que ver, pero es otra más y da la sensación de que llega tarde y mal, cuando hace treinta años se presentó una película muy similar e infinitamente superior. Y sí, me refiero de nuevo a Aladdin.

Y poco más se puede decir de esta sosa producción, en la que apenas destaca nada y que te deja igual que estabas una vez aparecen los títulos de crédito. Lo dicho, entretiene, pero nada más, siendo una cinta que todos habremos olvidado en breves. De hecho, Netflix la ha olvidado incluso antes de estrenarla, y no me sorprende. Si queréis ver una buena película de deseos, tenéis (una vez más) Aladdin. Si queréis ver una buena película de dragones, tenéis la reciente y estupenda Raya y el último dragón. Por último, si queréis ver una buena producción de dragones y deseos, tenéis Dragon Ball, pero no creo que se os haya perdido nada en ésta, por mucho que la crítica diga lo contrario. Y es que el nivel de la animación ha decaído bastante en los últimos años (y no me refiero al apartado técnico), con un exceso de producciones que no emocionan ni satisfacen. Cine de usar y tirar, y El dragón de los deseos es otro nuevo ejemplo. ¿Será el último? Lo dudo, y más si viene de Netflix. Prescindible.

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Javi McClane
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7
10 de junio de 2021
26 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de un cómic de Vértigo (sello de DC Comics), El niño ciervo (Sweet Tooth) es la nueva propuesta de Netflix, en la que se nos presenta un peculiar cuento en el que su protagonista se embarca en una aventura junto a otros improbables compañeros de viaje, mientras un extraño virus sigue asediando a la humanidad en un futuro distópico de esos que tanto tememos (y que están a la vuelta de la esquina…). Sinceramente, no las tenía todas conmigo a la hora de enfrentarme a esta nueva producción de la plataforma (cuesta fiarse de la misma), pero las excelentes críticas cosechadas hasta el momento me dieron el empujón final. Y menos mal, ya que estamos ante una serie tan fascinante como emotiva, con unos personajes extraordinarios, y que ofrece un mensaje claro y conciso.

Y es que asustan, y mucho, las similitudes que hay entre la serie y la pandemia que sigue asolándonos (aunque afortunadamente parece que la cosa mejora), ya que el argumento versa sobre un virus que está acabando con la humanidad, coincidiendo con el nacimiento de unos híbridos (mitad humanos, mitad animales) que parecen estar relacionados, y a los que los humanos dan caza por ser diferentes y considerarlos responsables de la pandemia. Son tantos los parecidos (por lo del virus, no por lo de los híbridos…) que cuesta creer que la idea original sea de 2009, cuando el cómic llegó a las estanterías, siendo increíble todo lo que se ve en los ocho episodios que dura esta primera temporada, abordando un asunto de rabiosa actualidad.

Dicho esto, estamos ante una de las mejores producciones que nos ha traído la plataforma en los últimos años, en una aventura que emociona y cautiva sin renunciar a la crueldad de algunos momentos. Y es que cuesta encontrar esperanza y positividad en producciones de esta índole, siendo la que nos ocupa un relato cargado de buenas intenciones y optimismo, en lo que es una sabia combinación de cuento con moraleja (en algunos compases recuerda a El Mago de Oz) y fantasía postapocalíptica que invita a la reflexión. También es un acierto que la serie se aleje de la moda de episodios de una hora (maldita moda…), durando algunos menos de cuarenta minutos (una delicia) y presentando ocho capítulos que dan lo justo y necesario, dejando con ganas de más, como debe ser.

Sin embargo, no todo funciona en esta primera temporada, debido a una subtrama (la del médico) que no acaba de cuajar del todo. Nada que reprochar a la aventura principal, siendo pura magia y entretenimiento del que ya no se hace (hay cierto encanto del cine de los 80 y los 90), o a la historia de la cuidadora del Zoo (atención a la estupenda presentación del personaje), pero la del médico y su esposa no acaba de funcionar. Quizás el problema sea que los personajes no transmiten, o que estas partes parezcan de otra serie que poco o nada tiene que ver con la premisa principal (por mucho que aborde el tema del virus de primera mano), perdiéndose el interés cuando los grandes protagonistas no hacen acto de presencia. Obviamente, todo tiene un sentido y todas las piezas acaban encajando, pero esa trama no engancha ni está a la altura de las otras dos. No obstante, tampoco es nada demasiado relevante ni que empañe el conjunto final, pero sí impide que la propuesta acabe siendo todavía más redonda.

Y bueno, qué decir de los maravillosos personajes, empezando por Gus (el niño ciervo), siendo un protagonista entrañable y al que se le coge cariño desde el minuto uno, en especial gracias a la asombrosa actuación de un Christian Convery en estado de gracia, siendo el corazón de la historia. Le auguro un gran futuro, y espero que Hollywood no lo desaproveche como a tantas otras prometedoras estrellas. Y hablando de sorpresas, Nonso Anozie (Juego de Tronos) está impecable como Tommy Jepperd (Grandullón para los amigos), totalmente entregado a su papel y siendo el contrapunto perfecto de la inocencia del personaje principal, cumpliendo el rol de compañero de aventuras rudo, incorregible y, finalmente, bonachón. Y hay una tercera en discordia, ya que Stefania LaVie Owen también encandila con su Oso.

Respecto al resto, todos se entregan a sus personajes, destacando un genial Will Forte (totalmente alejado de su registro cómico) o una Dania Ramirez (Heroes) en el que seguramente sea su mejor papel hasta la fecha, siendo una actriz que no me ha convencido hasta el momento, pero aquí lo da todo. Y es que se nota lo bien dibujados que están los personajes, siendo auténticos caramelos para los actores que los interpretan, en especial en el caso de Gus y Grandullón. Menuda pareja.

Técnicamente la serie cumple con creces, con una ambientación y fotografía fabulosas, notándose el cariño que le han dedicado sus responsables a la producción, aunque los efectos especiales pequen en ciertos momentos de rudimentarios. Destacar también la estupenda banda sonora, otorgando todavía más epicidad al conjunto, siendo una partitura que casa a la perfección con las intenciones del relato y que conmueve en no pocos momentos. Y es que estamos ante un cuento que cautivará a los adultos y dará qué pensar a los más pequeños.

En conclusión, estamos ante una serie más que notable y recomendable, siendo una interesante fábula con mensaje (el virus o la crueldad del ser humano), que emociona y deja con ganas de más, gracias a unos personajes que se quedan grabados, un reparto a la altura de los papeles que les ha tocado interpretar, una historia que engancha (aunque haya ciertos momentos cuestionables) y una dirección ejemplar. Y sí, habrá segunda temporada (a no ser que la temible plataforma cambie de parecer a última hora…), ya que todavía hay mucho más que contar, estando justo en el inicio del viaje del inocente Gus y su inseparable y cascarrabias protector. Quiero más, aunque sólo espero que no metan la pata con las sucesivas temporadas, porque la primera entrega ha dejado el listón muy alto (quizás demasiado). Una grata sorpresa.

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Javi McClane
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10
10 de junio de 2021
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No solemos reparar en los cortometrajes, y mucho menos en los mediometrajes, siendo producciones que suelen pasar desapercibas (salvo honrosas excepciones), reduciéndose su recorrido a festivales de cine, donde este tipo de propuestas tienen buena acogida pero sin hacer el suficiente ruido como para llegar al gran público. Y la verdad es que es una lástima, porque de vez en cuando aparecen experiencias realizadas con buen hacer y amor por el cine, y Allan Ellen es un ejemplo de ello, habiendo obtenido prestigiosos premios en su paso por festivales, como el de Mejor película en el Chicago Indie Film Awards, en el Prague International Indie Film Festival o en el Hollywood Golden Film Awards, este último incluyendo un premio a la mejor actriz, y no me extraña.

No voy a negar que suelo tener ciertos reparos (por no llamarlos directamente prejuicios) cuando se combinan los conceptos de festival y cortometraje (o mediometraje), por lo que no las tenía todas conmigo a la hora de aventurarme en esta peculiar historia de amor. Afortunadamente, el director y guionista Juan Ros logra lo impensable, y es que disfrutemos de una historia amena y cercana, sin renunciar a los simbolismos o metáforas tan propias de este tipo de propuestas que buscan hacer reflexionar al espectador. Se puede, y Ros ha dado con la tecla adecuada, en una aventura romántica con ecos de Terry Gilliam (atención al inicio).

Para mí es una delicia encontrarme ante un producto tan experimental y diferente, y que no peque de petulante, no tratando al espectador de menos, siendo algo bastante insólito cuando hablamos de producciones de esta índole y que recorren los festivales de todo el mundo. Se trata de una cinta accesible y apta para todo tipo de público, realizada desde la humildad y que tiene un poderoso y necesario mensaje. Obviamente, no voy a dar muchos más detalles, por lo que es mejor que descubráis vosotros mismos los entresijos de la trama (que los tiene, y muchos).

En cuanto a la labor tras las cámaras de Ros, poco tiene que envidiar a productos más grandilocuentes, en especial teniendo en cuenta el reducido presupuesto con el que ha contado para cumplir su sueño. Los efectos especiales no chirrían, y hay momentos de un gran poderío visual que sorprenden y cautivan, recordándome a clásicos de la década de los 80 y 90 a los que entiendo que pretende homenajear. No es fácil trasladar una historia como la que nos ocupa al celuloide, y el director y guionista sale totalmente airoso de esta ardua papeleta, en lo que es un espectáculo cargado de inventiva y magia.

Por otro lado, tenemos un reparto a la altura de las circunstancias, con dos protagonistas totalmente entregados a sus personajes. Maarten Dannenberg está genial con un personaje cargado de matices y plasmando una evolución que podría haber fallado en otras manos, saliendo victorioso en un papel nada sencillo. No obstante, quien se lleva la palma es una sensacional Karina Kolokolchykova, siendo el corazón de la historia gracias a una actuación entrañable y enérgica. No me extraña que la hayan premiado, augurándole un gran futuro en la industria.

Y es que la película (me cansa lo de llamarla mediometraje por su duración, así que llamemos a las cosas por su nombre) es puro optimismo y esperanza, no cayendo en el pesimismo y crudeza de otras propuestas que buscan dejar un sabor agridulce, con tal de que las aplaudan por plasmar lo dura que es la vida. Eso ya lo sabemos todos, no hace falta que nos mortifiquen a cada momento, ya que el cine también está hecho para entretener y emocionar, y eso es algo que Ros ha entendido a la perfección. Ya era hora de que alguien le buscase la gracia, el sabor y el sentido a la vida, y más en los tiempos que corren. Necesitamos más films positivos y que dibujen una sonrisa en el rostro del espectador, y Allan Ellen cumple este cometido.

En conclusión, estamos ante una propuesta que es una carta de amor al cine (y a las relaciones de pareja), además de coquetear con la ciencia ficción, en lo que sólo se puede definir como una película arriesgada e innovadora, que deja buen cuerpo y que cumple su cometido a la perfección. Y es que hacen falta más producciones así, porque los finales felices existen, y no todo es negro, por mucho que los pedantes de siempre nos quieran convencer de lo contrario. Si te gusta el cine diferente, el género romántico o las propuestas que tienen algo más que ofrecer, seguramente quedes más que satisfecho con Allen Ellen, una cinta realizada con cariño y mucha ilusión, notándose en el resultado final. Una pequeña sorpresa.

Por cierto, si tenéis curiosidad en el debut de Juan Ros, que sepáis que la tenéis en la plataforma de Filmin. Yo os aseguro que merece la pena, y al fin y al cabo dura unos cuarenta minutos que se pasan como un suspiro, por lo que poco más se puede decir al respecto, más allá de que auguro un gran futuro en el cine para Ros (tiene un interesante largometraje en marcha). Buena suerte, te la mereces.

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Javi McClane
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