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España España · Madrid
Críticas de loganxxx
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
1
24 de febrero de 2007
14 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La desmedida incultura cinematográfica del espectador medio español no es una novedad. Es un hecho irrefutable que una gran parte del público va al cine pensando más en la nacionalidad de la película que en su calidad artística; y que cualquier cosa que venga de EE UU le va a resultar despreciable y que todo lo hecho en España le va a parecer magnífico. Es una patología como otra cualquiera, no hay que preocuparse.

Este chusco patriotismo cañí fruto de la más completa ignorancia y del un despreciable, absurdo e irracional nacionalismo es la única explicación para que esta cosa llamada “Alatriste” se haya ganado la más mínima palabra de aprobación por parte de aquellos que sueñan con ver todos los días “Betty la fea” y se masturban viendo a Manolo y Benito y absorbiendo por sus retinas enfermizas cantidades de Torrentes, Isis Disis, Juanas las Locas y demás abominaciones artísticas fruto de la fornicación de una boina con un arado.

“Alatriste” es aburrida, plúmbea, ridícula y patética, y, además, está mal interpretada, mal planificada, mal iluminada, mal rodada, mal estructurada, mal fotografiada, mal escrita, mal montada, mal decorada, mal sonorizada, mal resuelta y, sobre todo, muy muy muy mal dirigida. Es un amasijo de frases sin sentido que no significan absolutamente nada, un desfile de maniquíes que se creen actores pintados como puertas y con pelucas y disfraces de carnaval, un aquelarre de sinsentidos disfrazados de pretenciosos encuadres que rayan la demencia terminal, un espeluznante y aburrido desfile de estupideces que alguien tiene las desfachatez de llamar “cine” sólo por el dineral que ha costado y, sobre todo, porque es española.

Afortunadamente, en el resto del planeta, este bodrio de proporciones ciclópeas habrá durado un suspiro en las salas cinematográficas y los espectadores (más objetivos que el becerril público español) habrán huido en espantada de los cines ante semejante desaguisado repleto de referencias históricas para adornar un guión inexistente, una trama incomprensible y un porcentaje de ridiculeces por fotograma que amenaza con sumergir a los admiradores de esta película en un proceso de autodestrucción mental cercano al tratamiento psiquiátrico.

No hay palabras para describirla. Sólo un apunte: la escena de las ovejas se ha ganado ya un puesto en el Olimpo de las Sumas Memeces Universales. Que exista alguien en este planeta nuestro que haya permitido que semejante escena se haya proyectado en un cine da que pensar con respecto a la salud mental de nuestros mal llamados profesionales cinematográficos. Ahora, eso sí, si alguien quiere descojonarse durante horas y acabar tirado por el suelo muerto de la risa, que vea la escenita de marras. ES IMPAGABLE.
loganxxx
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5
15 de septiembre de 2010
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es la gran mentira, la mentira lujosamente perpetrada, esa hábil triquiñuela que nos hace soñar, emocionarnos, reír y a veces hasta llorar. Durante muchos años ya, cineastas de múltiples nacionalidades han tratado de contar sus historias de la forma que creían más adecuada, y a veces esa forma implica usar la magia.

La magia nace del corazón, como la música cuando se interpreta, y lo mágico, como lo musical, dinamita las emociones de forma efectiva y descarada. Cuando al ver una película percibimos una sensación parecida a la que experimentamos al soñar, todo se vuelve mágico... ya nada importa. Nos da igual el resto... La chispa, la magia, lo justifica todo.

Pero esa chispa no está en "El concierto". Podría estar... casi está... se acerca... pero, desafortunadamente, la poca habilidad del director no consigue el gran engaño: que nos olvidemos de lo real y soñemos. Solo hay 12 minutos envolventes para un cierre sublime cuyo mérito pertenece a ese genio irrepetible llamado Tchaikovsky... a nadie más. Porque la gente parece confundir en esta película genio cinematográfico con genio musical... y no es lo mismo.

Se puede rodar de forma bellísima, intercalando flashbacks en blanco y negro dramáticamente efectivos y estudiadísimos insertos a cámara lenta. Se puede retorcer la historia para provocar la lágrima fácil (acompañados por música como esa... pues se puede), incluso se puede rodar de forma épica, sublime: convirtiendo el movimiento de la batuta en una danza y los rostros de los protagonistas en máscaras emocionales.

Pero ¿es que alguien con dos dedos de frente se cree que un montón de gente sin haber tocado jamás juntos y habiendo ensayado mínimamente son capaces de llevar a cabo esa interpretación tan perfecta del concierto de Tchaikovsky? Cualquiera con un mínimo de conocimiento musical será consciente de que eso es IMPOSIBLE. La magia lo habría enmascarado, habría conseguido que nos olvidáramos de ese detalle... pero la magia no está.

Esta vez la realidad ha triunfado sobre la gran mentira del cine, y ocurre porque el guión no está bien construido, no es creíble. Las pautas de la película, desde su inicio, son las de la realidad. Es el mundo real, son personas reales, no pueden hacer cosas imposibles (Superman sí porque no existe, es irreal y desde el principio sabemos que estamos viendo una película fantástica).

Pero "El concierto" no es una película fantástica. Habla del mundo real, de política real, de países reales, de seres humanos reales (que no pueden volar ni lanzar rayos por los ojos)... así que ¿cómo es posible que un puñado de desconocidos interprete así esa pieza musical? Pues de ninguna forma. ES ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE.

Qué pena. Faltó la chispa... triunfó la realidad.
loganxxx
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10
23 de abril de 2010
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando todo parece hecho y contado, cuando todas las historias parecen agotadas, películas como esta demuestran lo sublime que puede llegar a ser el género fantástico, y cómo con sabiduría y capacidad cinematográfica se puede dar a luz una película diferente, arriesgada, única, valiente y profundamente bella.

Partiendo de un sencillo cuento de apenas diez frases, Spike Jonze y Dave Eggers han escrito una historia soberbia, una fábula simbólica única y hermosa sobre el primer paso que ha de dar todo ser humano para dejar de ser un niño y convertirse en un adulto.

La pesadilla de la infancia rebelde e indiscriminada, la psique fraccionada en facetas aún no talladas de un diamante en bruto, que buscan un vínculo, un artesano que les dé forma, un nexo que las coordine para funcionar como un todo, adquiere forma en esa bellísima isla de desiertos inmensos, amaneceres luminosos, grutas sombrías, bosques en penumbra y mares embravecidos. Con una estética acertadísima al recrear esos inmenso peluches vivos y entrañables, reflejos del interior de una mente inmadura que lucha por comprenderse a sí misma, la película destila poesía en cada fotograma, se recrea en su propio universo de criaturas mágicas y hace creíble lo increíble con una naturalidad abrumadora fruto de la impecable puesta en escena, la estudiadísima iluminación y la medida dirección de Jonze, alejada de los clichés del cine infantil y con una más que adecuada utilización de los elementos lúdicos e intrascendentes, que solo adornan el relato y no desvían la atención de lo que realmente se quiere contar. Atención también a la extraordinaria banda sonora, que encaja con milimétrica perfección en cada secuencia y deslumbra por su sencillez y belleza.

Cada diálogo con esos fabulosos seres, auténticos monólogos interiores sobre la soledad, el abandono, la felicidad, la belleza, lo aceptado, lo anhelado y, sobre todo, sobre la necesidad de combinarlo todo para conformar una estabilidad psicológica que nos permita relacionarnos con los demás y alcanzar el ansiado equilibrio que gobierne nuestra existencia, supone una reflexión soberbia y de profundo calado para el espectador atento.

Sencilla y brutal, demoledora en diálogos y situaciones y escalofriantemente bella. Soberbia en realización y forma. Una absoluta obra maestra del fantástico que perdurará años en la mente de todos los aficionados al género. Que se arrastra hasta nuestro corazón y que se aferra con fuerza a él, desnudando nuestros miedos, nuestras debilidades y nuestras inquietudes, en ese lugar secreto que rellenamos con nuestras emociones, en ese reducto reservado a nuestros sueños, en esa tierra secreta, que todos llevamos dentro, donde viven nuestros propios monstruos, aquellos que una vez aprendimos a gobernar, pero que siempre acechan, cada noche y cada día de nuestra preciosa y civilizada vida.

Indescriptible.
loganxxx
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7
19 de abril de 2010
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es imposible no tratar de explicar por qué no le he colocado a esta película el implacable 1 que se merece desde un punto de vista estrictamente racional, y también por qué no le he puesto el 10 que emocional y cinematográficamente hablando se merece.

Es una película alucinante en el sentido más literal del término. Una apuesta arriesgada del fantástico que, solo por eso, se merece atención y el máximo de los respetos. Por eso y por dejar alucinados e indignados a más de la mitad de los espectadores de a pie, que ni entienden ni les interesa lo más mínimo el cine fantástico y la ciencia ficción.

Richard Kelly, que ya sorprendiera con la fabulosa "Donnie Darko", ha tomado como base un estupendo cuento de Richard Matheson y ha hecho, directamente, lo que le ha dado la gana. Porque el cuento acaba a la media hora de película, y el resto es fruto de la alucinante y perversa mente de este rebelde del cine, intransigente e indómito visionario capaz de rodar sin ningún pudor escenas que rayan el más absoluto de los ridículos y de desarrollar tramas que más que contar historias las insinúan, y que más que concretar y encajar piezas las incrustan a martillazos en un delirio solo justificado por su tremenda capacidad para crear ambientes y retorcer y deformar la realidad a su antojo.

La película podrá ser criticada por su argumento (discutible como el que más), pero posee una fuerza visual y una capacidad de hipnosis que ya quisieran muchas producciones planas y convencionales de nuestros días. Es una apuesta arriesgada solo apta para mente abiertas a la interpretación y con capacidad para la extrapolación. ¿Por qué, entonces, no se merece ese ansiado 10 desde mi punto de vista? Porque Kelly comete un gravísimo error final: concretar demasiado, y, lo que es peor, concretar, sin demasiada inspiración, bajo baremos estrictamente religiosos, lo cual decepciona profundamente a cualquier espectador inteligente y consciente de lo estúpida e inservible que es la religión y todo lo que con ella se relaciona. Además, la excesiva truculencia emocional del final distancia de la frialdad narrativa hasta ese momento desarrollada, y no logra que la cinta cuaje. De ahí mi 7, que podría haber sido un 10, o al menos un 9, si este delirio visual desacompasado y agobiante no estuviera coronado por un pestazo tan místico y procristianismo (hasta escribir la palabra me da asco). Aun así, y exceptuando el fallido final, muy recomendable.
loganxxx
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9
13 de agosto de 2006
11 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una película como esta desata casi una discusión en las críticas de esta página es porque algo raro se cuece en el ambiente. Los extremos son malos, y cuando algo fascina a media humanidad siempre habrá otra media que esté en desacuerdo. Es ley de vida, y no tiene por qué ser malo. Cada cual que opine lo que quiera.

"El sexto sentido" es una película lenta, de ésas que generalmente suelen aburrir al espectador medio; sin embargo, goza de una popularidad increíble y gusta a una gran cantidad de gente. Por supuesto, para mí lenta no es sinónimo de mala, pues el ritmo de una película es completamente independiente de su calidad.

Shyamalan se recrea en la narrativa porque lo que busca es crear atmósfera, y para ello cuida la fotografía hasta extremos perfeccionistas y añade la música con calma y una dosificación que roza la maestría. El resultado es una película densa y de ritmo pausado que consigue inquietar al espectador al tratar un tema tan delicado como los fantasmas y la vida después de la muerte, así como las promesas incumplidas en vida y el amor más allá de la muerte. El ambiente y la tensión están perfectamente medidos y los actores llevan a cabo su trabajo de forma impecable.

Ese tipo de cine no suele ser popular, la prueba es que las siguientes películas del cineasta (de irregulares resultados, todo hay que decirlo) prácticamente no gozan del beneplácito del que goza ésta, y eso que están dirigidas con el mismo estilo y sobriedad, e incluso las hay mucho mejores, como es el caso de “El bosque”, infinitamente mejor que “El sexto sentido”. ¿Por qué será, entonces, que esta película gusta tanto? La respuesta es muy simple: La gente recuerda más un golpe final de efecto que el metraje completo de una película, y la valora más en función de la sorpresa final que por su auténtica calidad cinematográfica a lo largo de sus dos horas de duración.

El final de "El sexto sentido" es, con mucho, lo menos importante de la película. De hecho, podría haber acabado de cualquier otra forma y seguiría siendo una película prodigiosa. Ponerse a discutir si el final es o no previsible o si yo lo supe y tú no porque soy más listo y tú más bobo, pues, francamente, es un sinsentido propio de la habitual competitividad de chupete que inunda nuestra sociedad y que parece más una pelea de guardería que otra cosa.

Y, por último, un detalle. “El sexto sentido” y “Los otros” se parecen lo mismo que un huevo y una castaña. O sea nada. Eso si se contempla la película en conjunto y se valora la forma de narrar y el objetivo del director (lo cual exige un proceso crítico e intelectual) y no se queda uno sólo con los cinco minutos finales (que suele ser lo más fácil y lo más propio de los de las peleas de guardería, claro).

Y, por cierto, “Los otros” es bastante mejor película que ésta porque Amenábar es bastante mejor director que Shyamalan y porque los temas tratados están mejor desarrollados.
loganxxx
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