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Críticas de Blanch
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de septiembre de 2007
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la hora de opinar sobre el remake de una película que no he visto me da un poco de apuro, porque no se puede tener una opinión completa si no se ha visto la original. No puedes saber si es igual, si ha sido mejorada o si lo ha empeorado. En los tiempos que corren en los que abundan los remakes hay dos opciones: o se pone uno al día viendo las dos películas y las compara o bien analiza al remake por sí sólo. Eso sí, teniendo siempre presente que el mérito no es del todo suyo.
Aunque a decir verdad, si uno lo piensa poco ya resulta verdaderamente original. La mayoría de las películas son secuelas o adaptaciones de libros, cómics, series, obras teatrales... En este caso de otras películas.

Mejor no entrar en el espinoso tema de la utilidad de los remakes, toca hablar de uno en concreto: "Sin reservas", remake de "Deliciosa Martha". La película cuenta la historia de una chef reputada un poco borde que tiene que afrontar un cambio en su vida por una tragedia familiar (no quiero destapar el pastel, aunque si ya han visto el trailer ya se sabrán la película entera). Una recuperada Catherine Zeta Jones interpreta este personaje, que ya llevaba un tiempo sin hacer nada en el cine, y como suele ser habitual en ella actúa realmente bien. Aaron Eckhart y Abigail "Sunshine" Breslin la secundan de forma notable.

A decir verdad, "Sin reservas" es técnicamente irreprochable. La fotografía saca buen partido de los paisajes urbanos de Nueva York. Cuenta con una buena banda sonora a cargo de Philip Glass, y como ya he dicho las actuaciones son buenas. Es una película que combina drama y comedia pero de forma sutil, puede que no te rías a carcajadas pero es de las que fácilmente te dibujan una sonrisa en la cara. Y con tanto plato refinado en la pantalla te entran unas ganas de comer...

Sin embargo, ese buen sabor que da mientras la estás degustando se pierde cuando ha acabado la película. Mientras la ves es muy disfrutable pero pasado un rato te das cuenta de que tampoco ha sido para tanto.

Para finalizar con una metáfora culinaria, "Sin reservas" es como la comida rápida: te sientas, la saboreas y a otra cosa. Sin el sentimiento de culpa, eso sí.
Blanch
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8
5 de abril de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha tenido que pasar más de una década para que Sienna Miller pudiese conseguir un papel de protagonista absoluto desde 'Factory Girl' (2006). Al principio nadie la tomaba en serio por su fama de “it-girl”, mientras que en los últimos años se ha especializado en papeles secundarios de “mujer de…”, una decisión deliberada para poder pasar más tiempo con su hija'. Aún así, Miller ha conseguido sacar punta de esos roles menores, véase 'Z. La ciudad perdida (2016), y le han permitido trabajar a las órdenes de directores del calibre de Clint Eastwood, Bennett Miller o James Gray. Con todo, pese a que ahora es más actriz que famosa, sigue un tanto infravalorada. De hecho, consiguió el rol protagonista de 'La mujer americana' después de que Anne Hathaway se desvinculara del proyecto. Y Miller ha aprovechado la oportunidad que se le ha brindado con creces.

Es una pena que no se haya encontrado para la película un título menos genérico que 'American Woman'. El cartel y la promoción tampoco le hacen justicia, pues parece vender la historia en torno a la desaparición de una joven. Si bien es cierto que el detonante de la trama es ese, los derroteros van por otro lado. En concreto, la película abarca más de 10 años para centrarse en los esfuerzos de la madre de la chica perdida, Debra, por salir adelante y cuidar de su nieto. Cuando la conocemos es puro “white trash”, con un gusto terrible por los hombres, una ristra de malas decisiones a sus espaldas y un temperamento imposible. Con el paso de los años, vemos el efecto que ha tenido la desaparición de su hija en esta joven abuela, y aunque sigue arrastrando algunos defectos, se esfuerza por corregirlos. Porque 'La mujer americana' nos enseña que el crecimiento y la madurez es un proceso que conlleva tiempo y esfuerzo, reparando en cómo la clase obrera debe secarse las lágrimas y sobreponerse a la tragedia... puesto que no le queda otra si no quiere acabar en la calle. Debra no se autocompadece, ni menciona continuamente a su hija, pero se nota que el corazón se le encoge ante cualquier recuerdo de ella.

Pese a que la vida de Debra sea bastante desdichada, la película no es nada tremendista, al contrario, es humilde, no se recrea en la tragedia y se siente muy real. En buena parte es gracias a lo bien trazadas que están las relaciones interpersonales de Debra con su madre (Amy Madigan), su cuñado (Will Sasso) y, sobre todo, su hermana. Christina Hendricks y Miller no se parecen mucho físicamente, pero son perfectamente creíbles como hermanas que viven una enfrente de la otra, que se cuidan, se pelean y se preocupan la una de la otra, exhibiendo una gran complicidad. También está por ahí Aaron Paul, como la esperanza de que Debra pueda encontrar a alguien que le aporte estabilidad y felicidad, y es que a lo largo de la película se labra ese tipo de conexión entre espectador y personaje por el cual el primero desea genuinamente que las cosas le vayan bien al segundo. Debra al principio no es precisamente simpática, pero más pronto que tarde empatizaremos con ella.

Que sea tan fácil ponernos en el lugar de Debra se debe a lo robusto que es tanto el guion como el trabajo interpretativo de Sienna Miller. Realiza uno de esos “tour de force” donde se demuestra lo bien que puede aguantar el peso de un film, así como una amplia variedad de registros que van desde la contención a la rabia, pasando por la comedia, la vulnerabilidad y la entereza. De haber tenido la película una distribución más potente, la presencia de Miller en la temporada de premios no habría sido nada descabellada. Con todo, no deja de ser un triunfo para ella, pues ya debería disipar cualquier duda que quedase de su talento como actriz. Y al margen de eso, Jake Scott, hijo de Ridley, ha logrado con 'La mujer americana' un drama sólido y notable en torno a la dignidad inquebrantable de la clase trabajadora.
Blanch
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7
16 de mayo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los arcoíris son hermosos, un espectro que da color a un escenario gris, que parece que pueden ser tocados… pero no son más que una ilusión óptica. La dupla de directores formada por Anna Boden y Ryan Fleck los utiliza en su último trabajo conjunto, 'La última apuesta' ('Mississippi Grind'), como metáfora de la esencia de la ludopatía: la posibilidad de ganar parece tan real y es tan seductora que resulta casi imposible resistirse a seguir jugando, pero como el arcoíris, esa ilusión no tarda en desvanecerse… aunque las nubes permanecen.

En las Antípodas del glamour que caracteriza a la gran mayoría de películas sobre juegos de azar, La última apuesta se centra en el retrato de su pareja protagonista y en los aspectos que los asemejan y diferencian entre sí: Gerry está atrapado en una espiral de autodestrucción, convencido de que en algún momento su mala suerte debe terminar, y justo lo hace cuando conoce a Chris, pretendido amuleto de la suerte que, a diferencia de su nuevo amigo, sí sabe cuando tiene que parar, pero que va por la vida sin rumbo fijo, cambiando de ciudad y de amigos cada vez que se aburre.

Ambos son un desastre y un tanto amorales, pero gracias a lo bien construidos que están y a las interpretaciones de Ben Mendelsohn y Ryan Reynolds, tan diferentes como complementarias entre sí, les seguimos con interés a través de su viaje por carretera, en busca de una fortuna tan ilusoria como los gigantes que perseguía Don Quijote, y con la misma empatía que sentimos por el profesor drogadicto al que daba vida Ryan Gosling en 'Half Nelson' o por el adolescente encerrado en un psiquiátrico de 'Una historia casi divertida', anteriores trabajos de Fleck. Mendelsohn y Reynolds conducen la película sin problemas, el primero desde la contención y el segundo valiéndose de su habilidad para la verborrea, pero también habría estado bien dar más cancha a esas acompañantes profesionales a las que dan vida unas encantadores Sienna Miller y Analeigh Tipton.

'La última apuesta' es la mejor película que se ha hecho sobre adictos a juegos de azar desde el estreno de 'The Cooler' (2003), aunque es normal que haya pasado desapercibida porque, además de no dar más minutos de los suficientes a las partidas, se fundamenta principalmente en la dinámica del dúo protagonista, sin grandes aspavientos. Su mayor ‘pero’ está en que Fleck y Boden no consiguen rematar la faena en su desenlace, introduciendo una benevolencia que hasta entonces había brillado por su ausencia en la historia de estos perdedores amantes de los arcoíris.
Blanch
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7
27 de septiembre de 2018
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el (injusto) batacazo de 'Cazafantasmas' (2016), el nuevo proyecto de Paul Feig se anunció como un radical cambio de registro del director, aparcando la comedia femenina, género en el que se ha especializado, por el thriller. Sin embargo, el titular tiene trampa como la película resultante, pues aunque 'Un pequeño favor' parta de una novela de suspense escrita por Darcey Bell, cuenta con unas buenas dosis de humor negro muy marca de la casa, lo cual se traduce en un estupendo ejemplo de lo interesante que puede ser que un director se lleve un material ajeno a su terreno y lo haga suyo, en vez de ser esclavizado por esa absurda norma no escrita de que una adaptación debe ser fiel a su referente a pie juntillas.

El buen hacer de Feig orquestando historias de mujeres queda evidente desde el comienzo del film, al empezar a trazar la psique y la relación de las dos protagonistas, radicalmente opuestas entre sí en carácter (Emily es una pantera, Elizabeth un conejito de pascua) pero unidas por un extraño vínculo sustentado por una mezcla de empatía, curiosidad, atracción y necesidad. De repente, la que llevaba una vida aparentemente perfecta pero ahogada en ginebra desaparece sin dejar rastro, y su candorosa amiga se implica demasiado en su búsqueda. El planteamiento del misterio y la presentación de los personajes son el marco perfecto para montar una suerte de revival de 'Mujeres desesperadas' con mujeres fabulosas, secretos turbios, amistades peligrosas, vecinos criticones, mucha mala baba y mucha insatisfacción emocional revestida por un lado de glamour y por el otro de maternidad y vlogs.

Hacia la mitad de la película empiezan a sucederse los giros de guion, a cada cual más rocambolesco. Sin embargo, lo que salva a 'Un pequeño favor' de convertirse en un telefilm de sobremesa de domingo o de caer en la sobriedad soporífera de 'La chica del tren' (2016) es que Paul Feig, que también ha escrito el guion junto con Jessica Sharzer, no se toma nada en serio la trama. Sabiendo que no tiene entre manos un material tan jugoso que el que tenía David Fincher con 'Perdida' (2014), Feig ha optado por la vía de la parodia, y lo que podría haber sido un thriller absurdo y decepcionante con aspiraciones ‘hitchconianas’, se transforma en una elocuente comedia en torno a los mecanismos trileros del cine de suspense. Eso no quita que la resolución del misterio sea un poco chusca y que la jugada no sea del gusto de aquellos que esperaban un thriller puro y duro, pero dota a la película de una identidad peculiar y atractiva.

En cualquier caso, 'Un pequeño favor' no sería tan efectiva sin la complicidad de Anna Kendrick y Blake Lively, ambas igual de reinas y entregadas a sus respectivos registros, tan efectivas en los momentos cómicos como en los más dramáticos. El fondo de armario que luce Lively es espectacular, al igual que la mansión donde se desarrolla buena parte de la trama, una lujosa jaula de cristal que tiene como hilo musical un repertorio de canciones francesas con temazos de Serge Gainsbourg, Zaz o Jacques Dutronc en el que de repente suena La Mala Rodríguez. Resulta igual de sencillo como injusto depreciar los placeres que encierra 'Un pequeño favor', que es algo así como cuando en un bar se equivocan con el cocktail que has pedido, pero está tan rico que acabas pidiendo otra ronda de lo mismo.
Blanch
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5
25 de febrero de 2007
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unas semanas se estrenaba en España "Diamante de sangre", una película que combinaba el cine de acción con la denuncia social.
Pues parece ser que esta forma de hacer cine está muy de moda porque ahora llega "Ciudad del silencio", una película con una temática similar, ésta vez centrada en los asesinatos sin resolver de cientos de mujeres de la ciudad de Juárez, en Méjico.

Sin embargo, aunque "Diamante de sangre" haya encontrado un vehículo adecuado para denunciar un hecho gravísimo, no es el caso de ésta película, puesto que como se demuestra a lo largo de ella han adornado el tema con los clichés del cine hollywoodiense. Y esta vez no pega.

El comienzo es muy prometedor, mostrando de forma cruda y violenta la agresión a una joven, pero a continuación se van sucendiendo acontecimientos que no acaban de encajar con el asunto de la película.
El director Gregory Nava ha querido abordar el problema en una película con tintes de drama social y thriller con el fin de llegar al gran público, pero se ha olvidado de darle credibilidad al conjunto. Y es que hay cosas en la cinta que chirrían, como la aparición de un cantante muy popular, al estilo de los que aparecen en series de televisión cuando les toca promocionar su último disco.

Las buenas intenciones del equipo son evidentes. Es importante que actores reconocidos por todo el mundo, como Jennifer Lopez y Antonio Banderas participen en estas películas para que puedan llegar a cuanta más gente mejor. El problema llega cuando el mensaje no cala hondo y la gente se olvida del tema al abandonar la sala del cine. La película conmueve, pero se queda corta.
Se necesita más realismo y menos edulcorante y artificio.

Un tema muy interesante, una película que se queda a medias.
Blanch
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