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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 321
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
27 de enero de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “All Is True” (“El ultimo acto”, 2018, RU), dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh [1960-] –reconocido como uno de los actores y directores que mejor conoce las obras shakesperianas–, y con guion de Ben Elton. El reparto es de lujo: Kenneth Branagh (aplausos), Judi Dench
(aplausos), Ian McKellen (aplausos) y Jack Colgrave Hirst, entre otros. La película narra los últimos años de la vida del mejor escritor en lengua inglesa: William Shakespeare, quien se retira a su hogar, con su esposa e hijas, luego de que su teatro, el famoso Globe Theatre, se quemara en 1613. En dicho retiro con su familia, Shakespeare intenta cerrar el duelo por la muerte de su hijo y reencauzar la relación con su esposa e hijas. Ahora bien, la cinta se caracteriza por estar entre el drama romántico y el biopic. Pero no crea el espectador que es un filme histórico de uno de los personajes más controvertidos (a la vez del que no se conoce tanto como se cree) de la historia de las letras, sino que es una versión libre, con algunas conjeturas y especulaciones, del período menos conocido de Shakespeare. Desde el plano estético, hay méritos importantes como las interpretaciones estelares. Por ejemplo, es magnífico el diálogo entre el Conde de Southampton (Ian McKellen) y Shakespeare (Branagh). Aplausos merece, además, la fotografía, responsabilidad de Zac Nicholson. En cuanto al contenido, ya aclarado que la obra no pretende darle al espectador una verdad sino una interpretación especulativa en tono dramático –como le hubiera gustado al propio Shakespeare–, podríamos mencionar el relevante toque de humor y los matices de ternura que terminan por humanizar al ídolo. A fin de cuentas, toda gran persona no deja de ser eso, una persona, sometida a intrigas públicas como privadas, con problemas que pueden ir desde lo digestivo hasta asuntos de Estado. Aquí Shakespeare está representado como alguien atravesado por el drama del autoexilio (el retiro de un hombre exitoso a sus aposentos privados), las tragedias familiares y los traumas personales, como cualquier mortal de la era isabelina, aunque resalta la narración es que son problemas intensos –aunque comunes– de un ídolo universal. Es que un daño de estómago no será retratado igual si quien lo padece es un soldado o un mariscal. Con base en lo anterior, quisiera invitar a meditar lo que significa reconocer la humanidad del deificado, en este caso, la dramaticidad (que supone la cotidianidad y la normalidad) de la vida privada de un hombre público. Empero, poner las luces del cine (que son públicas) sobre esa cotidianidad-normalidad de los grandes hombres, sigue siendo la lógica de pensar como público lo que es privado o personal. Solo si la película pudiera mostrarnos que los padecimientos personales son comunes en dicha época, pero no por ello menos intensos para quien los sufre, podría el espectador entender la humanidad del ídolo. Tristemente, esta cinta centra demasiado su lente, que es público, en la vida privada de un hombre más que público, una persona que, como Aquiles, ya es universal. La recomiendo entonces. 2020-01-27.
Andres Botero
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7
24 de enero de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Once Upon a Time in... Hollywood” (“Había una vez en… Hollywood”, 2019, EEUU) dirigida y escrita por el archiconocido Quentin Tarantino [1963-] y con un reparto lleno de estrellas de todos los tiempos del cine: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell, etc. La cinta narra la vida de una estrella de Hollywood, Rick Dalton (DiCaprio), quien, junto con su doble de riesgo –Cliff Booth (Pitt)–, lucha por mantenerse en una industria que se revoluciona continuamente. Paralelo a ello, se reescribe la historia de la masacre producida por la secta liderada por Charles Mason [1934-2017] donde murieron Sharon Tate (Robbie), la esposa de Roman Polanski, y otras cuatro personas. Para empezar, las películas de Tarantino, por el mero sello en su realización, pasan de inmediato al salón de la fama, no solo porque el director imprime un sello de calidad en sus obras, sino también porque hay toda una religión de seguidores que logran volver casi de culto cualquier obra de este aclamado director. Y no es para menos si tenemos en cuenta que estamos ante un filme de gran envergadura, que transmite una oda, un homenaje si se quiere, a la transformación del cine y a los últimos años de lo que se ha conocido como la “era dorada” de Hollywood, en la que se forjaron los gustos cinéfilos del adolescente Tarantino. Otro gran mérito está en que solo un director experto en escribir diálogos relajados, a la vez que entretenidos, puede lograr balancear el carisma de dos monstruos del cine, como lo son Pitt y DiCaprio. A esto se le suma las decenas de cameos donde aparecen varias estrellas de la industria, lo que hace pensar, exagerando un poco, que quien no apareció en la cinta, aunque fuese un par de segundos, es porque no está “fresco” en Hollywood. Habría que agregar que Tarantino se dio el gusto de que todas sus escenas tuviesen cuanto capricho quisiera, de manera tal que la ambientación pasa de magnífico a excesivo en cuanto el apego a los detalles. Solo una producción de casi 100 millones de dólares se permitiría tal despliegue en cada escena. Finalmente, aludiendo a los méritos de la película, señalo que estamos ante una espléndida “fábrica de sueños” que se verifica, especialmente, por la reconstrucción de los hechos de la masacre en la que muere Tate y otras personas. Al finalizar, parace que el amor cinéfilo termina en una fábula donde solo los malos, como acaece a menudo en los Western, salen perdiendo. Esta reconstrucción de la historia, aprovechando que la ficción permite imaginar pasados diferentes a los que conocemos, también la encontramos en otras obras del mismo director, en especial “Inglourious Basterds” (2009) con la muerte de Hitler en una sala de cine (!) en París. ¿Para qué la ficción si ella no puede enfrentarse y cambiar la realidad? Estamos pues ante un filme que logra, sinceramente, entretener a un espectador que se siente atraído por la oda al cine y la fábula de un Hollywood que sobrevive a los chicos malos. Tal vez un espectador más crítico eche de menos la falta de referencias políticas propio de una época, como la de 1969, donde hasta lo privado se volvía público. Empero, vale la pena verla. 2020-01-24.
Andres Botero
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6
18 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mimosas (2016, España) dirigida por Oliver Laxe [1982-] y escrita por el propio director junto con Santiago Fillol. La fotografía es mérito de Mauro Herce (aplausos) y el reparto, actores naturales, está integrado por Ahmed Hammoud, Shakib Ben Omar y Said Aagli, entre otros. El género de la cinta, por motivos que veremos más adelante, es difícil de determinar. Podría decirse que pivotea entre el drama, la espiritualidad y el road movie. El filme narra dos mundos paralelos, el primero, trata de una caravana que intenta llevar el cadáver de un anciano a su lugar de origen para ser enterrado con los suyos; y el segundo, un viaje, en tiempos modernos, para rescatar a los caravaneros. Claro está que son tantos los puntos de fuga de la narración que cualquier resumen se queda corto. Antes que nada, la película tiene varios méritos estéticos. El primero, es la buena fotografía (que saca provecho de las imágenes de las montañas y del desierto); y el segundo, es un guion transgresor, lo que siempre está bien en tanto saca de su zona de confort al cine y al espectador. Sin embargo, digámoslo de una vez, por su forma narrativa tan poco convencional, por su excesivo conceptualismo y por sus tomas tan largas, la obra se vuelve en varios momentos aburridora. Es, en el sentido más estricto, toda una prueba de resistencia al espectador. Ahora, el que sea capaz de afrontar el reto (esta cinta no es para cualquiera) podrá sacarle jugo a ciertos aspectos que la narración le arroja para su análisis. Como lo insinué, estamos ante un filme indomable, toda una provocación, en especial porque el guion mismo no permite una lectura lineal, sino que está llena de conceptos y metáforas que deben ser interpretados en la lógica de dos mundos paralelos que se tocan, por medio del protagonista que participa en ambos escenarios, en clave de espiritualidad y fe que dan sentido a los rumbos que, externamente, parecen darse sin sentido. Pero en vez de ser los mundos platónicos-agustinianos (el mundo terrenal del dolor y el mundo divino de la verdad) aquí ambos mundos son mundanos, donde la principal diferencia está en el tiempo que rodea la narración. La fe comunica dos partes de la vida, la odisea de un viaje a las montañas y la espiritualidad que acompaña a los protagonistas (pues la fe es, en sí mismo, un camino sobre los caminos de la vida). Por demás, las tres partes de la cinta, según parece, corresponden a las tres posiciones del rezo musulmán. Empero, son tantos los conceptos y las metáforas que ir más allá de esos dos mundos, vía interpretación, queda a criterio de cada espectador. Desde mi experiencia personal, es muy difícil que dos interpretaciones de esta película coincidan, lo que no hace que alguna puede ser considerada falsa y la otra verdadera. Como bien dijo Nietzsche, no hay verdades, sino interpretaciones. En conclusión, esta obra es para un público que acepte que lo saquen de su zona de confort y que espera del cine algo más allá que mero entretenimiento. Que no espere una historia lineal, sino una provocación interpretativa donde lo único medianamente claro es que hay dos mundos que se conectan por la fe de los protagonistas. Dejo en manos de cada cual valorar una obra como esta, tan provocadora como enigmática. 2019-11-18.
Andres Botero
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8
18 de noviembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “The Favourite” (“La Favorita”, 2018, RU), del director griego Yorgos Lanthimos [1973- ], con guion de Deborah Davis y Tony McNamara. El reparto es de lujo (incluso se instaura un triunvirato femenino difícil de olvidar): Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz. La narración, ligeramente biográfica pero que no puede considerarse como histórica completamente, y con algunos toques de comedia negra y humor excéntrico, se centra en la última reina de los Esturdos, Anne (Colman), quien gobernó entre 1707 y 1714, y cómo ella afronta (o delega) los temas del gobierno en dos mujeres: Lady Sarah (Weisz) y Abigail (Stone). Es de señalar que la cinta ha merecido muchos premios, destacándose, sin ser el único, el Óscar a mejor actriz concedido a Olivia Colman. Estéticamente, la película tiene el sello propio de Lanthimos, al que se suma el extraño pero interesante manejo de cámaras, la buena fotografía (mérito de Robbie Ryan) y la contundencia de la música. Es de señalar que el director busca conscientemente reflejar la soledad de los personajes al ubicarlos en grandes espacios, así como inquietar al espectador al poner la cámara en lugares poco convencionales. Agrego, con aplausos, que las actuaciones protagónicas femeninas son de altísimo nivel. Ahora, pasando a temas de contenido, la obra toma elementos biográficos, pero no está interesada en modo alguno en reflejar con veracidad lo que sucedió, por lo que el espectador no puede creer que el filme le expone un pasaje de la historia política inglesa. Sin embargo, sí tiene valor político en tanto que la cinta logra expresar cómo la vida privada de los gobernantes termina por fundirse con la vida pública de sus organizaciones políticas. Si se me permite ser algo reduccionista, aquí la ambición, travestida de amistad, se retrata perfectamente en la conquista del cuerpo (y por ende del poder) de la reina. Los pecados se difuminan para terminar siendo políticas públicas. Una buena película para meditar los detalles privados del poder público. Podría pensarse que esa privatización de lo público, que permite que los asuntos íntimos de los poderosos terminen siendo políticas de Estado, fue algo muy presente en las monarquías, pero sigue siendo un sello propio de culturas donde se cree que el poder es moneda heredable entre familias poderosas. Otro aspecto que rescato, para un análisis posterior, es cómo se refleja el sistema de gobierno inglés, en este caso el cogobierno existente entre Parlamento y Reina, que si bien ha mutado mucho hasta nuestros días sigue, por el peso de la tradición, manteniendo algunos elementos que han logrado sobrevivir hasta nuestros días (para empezar, el espacio donde sesiona el Parlamento). Finalmente, debo señalarlo, la obra exige un compromiso del espectador, porque su forma narrativa (con su particular comedia grotesca), tan diferente a los usos comerciales a los que estamos acostumbrados, la hace lenta y, en algunos momentos, un poco aburridora. Pero si el espectador piensa, en los momentos en que el filme le permite divagar, en la fotografía, las actuaciones y el manejo de cámaras, podrá darle un merecido sitio a lo que ve. La recomiendo, con los matices ya vistos. 2019-11-15
Andres Botero
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8
15 de noviembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Roma” (México, 2018), dirigida y escrita por el maestro Alfonso Cuarón [1961- ], con un reparto que ha merecido, justamente, grandes aplausos: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira y Marco Graf, entre otros. La cinta narra la vida de una familia en la Colonia Roma de Ciudad de México a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado. En esta familia, el lazo central está tendido por Cleo (Aparicio), la joven doméstica indígena. Para empezar, Cuarón recrea con gran nostalgia el valor de las mujeres que lo criaron y, además, aprovecha para mostrarnos el contexto social y político que le tocó vivir en sus primeros años. La película, por los méritos de los que luego hablaremos, ha obtenido muchos premios y reconocimientos, entre ellos tres premios Oscar (Mejor película extranjera, mejor director y mejor fotografía). Empiezo con lo estético, aunque no hay mucho que decir (por la calidad evidente del filme en este aspecto), salvo que Cuarón buscó conscientemente la perfección. Los excesos estilísticos son manifiestos y cada toma fue pensada para romper con los clichés y las formas fáciles de la industria cinematográfica. Esta búsqueda de la perfección artística le costó sendas críticas a la película, en especial entre espectadores habituados a las producciones más comerciales, donde predomina la acción que la estética de la imagen. Y si sumamos lo anterior el predominio del lenguaje emotivo, se tiene que para un buen sector del público esta obra pase por aburridora. Sin embargo, desde mi perspectiva, este exceso estético no recarga el filme hasta hacerlo pesado o hasta lograr colapsar la narración. Pasando a otro asunto estético, aplaudo, además de las actuaciones protagónicas, la gran recreación y ambientación de época, que vuelve completamente creíbles las denuncias socio-políticas que se entremezclan con la narración familiar. Yendo ahora a temas más de contenido, algunos críticos han rechazado la cinta desde aspectos políticos, porque describe, sin hacer una denuncia expresa ni comprometida, varios males íntimos y sociales mexicanos (y por extensión latinoamericanos) de aquel entonces. A ellos podría responderles que una película no tiene el deber de ser política y revolucionaria, además de que sí es posible encontrar trazos de crítica en el filme que ahora reseño, en tanto que la descripción es política en sí misma. Efectivamente Cuarón muestra con nostalgia las mujeres de su infancia, en relaciones que en ese momento eran tomadas como normales e incluso como buenas, pero que hoy día, serían cuestionables. El mejor caso de ello es la posición ambivalente con la que la familia trata a Cleo. Pero a pesar del personalismo de la obra, al espectador le queda muy fácil sacar de allí una visión crítica. De lo personal, por el manejo que Cuarón le dio a la narración, se obtiene lo político, aunque para ello se requiere una acción activa, comprometida, del espectador. No estamos ante una cinta que le da todo masticado a quien la ve. Y uno de esos tonos críticos que propone está en el ambiente de represión y las formas de penetración política del gobierno estadounidense en la vida cotidiana de los mexicanos. Volviendo sobre los aspectos personalísimos, es claro que estamos ante un homenaje del director a su pasado, lo que supone un apelo a la nostalgia en todos los niveles posibles (como por ejemplo mediante el uso del blanco y negro). Esto nos lleva a la reflexión de la importancia de la memoria en la construcción de la identidad, pero una memoria que es además un arma de la crítica política. La añoranza nos impide la pasividad afectiva, pero también nos abre las puertas a la reflexión crítica pues la película así lo permite. La memoria no es solo una herramienta personal y familiar para la construcción del yo con otros, sino que es política también, de allí que la (construcción y la escogencia de la) memoria es uno de los principales campos de batalla de toda organización política, desde la cuna de las civilizaciones humanas. En este caso, Cuarón nos propone una añoranza muy personal que afecte nuestros recuerdos familiares de un pasado que, aunque imperfecto, fácilmente sigue siendo idílico, pero también una memoria, dentro de las muchas posibles, de lo que pasó y afectó el desarrollo social y político de un país que despertaba del sueño en que fue puesto en plena Guerra Fría. Es por ello que digo que la película no es ajena a lo público, como algunos han creído verlo. Por lo anterior, la recomiendo con gusto. 2019-11-15
Andres Botero
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