La película trata tres historias (y una más de regalo para poner final a la peli y comienzo a algo más allá) con tres mujeres como protagonistas. Historias con fuerza, de momentos decisivos en la vida, de decisiones… de duras decisiones que hay que tomar en la vida, interpretaciones muy convincentes (qué buenas son la veterana Carme Elias y la joven Aura Garrido)…

Bueno, todo bueno.

El formato está un poquito visto ya: las tres historias se presentan de forma independiente con un nexo común acontecido en la red viaria (sigo con este tema en spoiler… que no quiero desvelar nada)

A medida que avanza la película va ganando en intensidad y en implicación del público.

Creo que lo más destacable de este film es la habilidad que tiene de presentar unas situaciones emocionales muy intensas de una forma muy convincente. Aquellos que han pasado por alguna historia similar no sólo se pueden ver reflejados sino que podrían identificar diálogos vividos. Las interpretaciones de esas historias (comunes e intensas) son tan convincentes que te parece un reflejo de lo conocido en la vida propia…

Me gusta el final. Si lo relacionamos con el título es dar un impulso a la perra vida que a veces tenemos. Hay que seguir para adelante… Sólo se tiene una vida, a veces es dura, sí, pero hay que verla con optimismo y seguir echándole ganas y fuerza.

Merece la pena ver los títulos de crédito finales: formato original y fotos muy bonitas.

PLAN 75
Una “solución final” gubernamental cuando ya no eres productivo sino un estorbo para la sociedad.

“El envejecimiento de la población en Japón está frenando su economía y son los jóvenes los que sufren las consecuencias.
No creo que los ancianos quieran ser una carga para nuestra sociedad. Los japoneses recordamos con orgullo un pasado lleno de sacrificios por el bien de nuestro país”

Así comienza una película que, con un planteamiento distópico en el que el Gobierno decide aprobar una Ley del Plan 75 para ayudar a morir a aquellos ancianos que así lo deseen, para frenar los asesinatos y crímenes de odio contra ellos.
El Plan 75 ofrece un suicidio asistido por el Gobierno, gratuito, donde los ancianos solicitantes, pasan sus últimos días gastando como quieran 100.000 yenes (1000 euros) que les regala el Gobierno, con un tutor asignado que les asiste telefónicamente varias veces a la semana durante 15 minutos para ofrecerles información, acompañarles en su decisión y atenderles.

La historia que, en principio sería distópica, no nos resulta así cuando se presenta en una sociedad como la de de nuestros días, donde al no mostrar la reacción del resto de la sociedad hacia estas medidas o para con los ancianos, se percibe que no las hay, que a la sociedad no le interesa lo más mínimo. Igualmente plantea el aprovechamiento de cualquier oportunidad para hacer negocio, como que surgen empresas de tratamiento de residuos como las cenizas de crematorio, o las que ofrecen el suicidio en un resort de lujo para gastar el abono del Gobierno y el resto de los ahorros de los ancianos, o la solución del propio Gobierno, al que le sale más a cuenta encargarse de asistir la muerte de sus ancianos, gratis y regalándoles un bono, que ocuparse de ellos y pagarles pensiones, o las prácticas de los tutores del Gobierno que acompañan a los ancianos telefónicamente que, lo que anuncian es que dado que los ancianos se sienten muy solos y que les encanta tener a alguien con quien hablar, sus verdadera intención es asegurar que no se arrepientan y reconducirles si tienen miedo o dudan.

La película presenta tres historias entrecruzadas:
Una anciana de 78 años que, junto a sus amigas de la misma edad, se ven despedidas por el hotel donde trabajan porque la empresa no quiere arriesgarse a seguir teniendo trabajadoras ancianas, dadas las medidas actuales. Coincide que van a derruir el edificio de pisos donde ella vive, que sus amigas van muriendo, que no encuentra un nuevo trabajo para subsistir y que al sentirse inútil y sin otra opción en una sociedad donde si no trabajas eres un estorbo, acaba solicitando el Plan 75, porque se rinde, sin ilusión ni esperanza.
Un joven funcionario comercial del Plan 75 que, tras la entrevista casual con su tío, adquiere conciencia de lo que está pasando, de la soledad en que vive toda la sociedad y la distancia que toma con sus ciudadanos y en el que nace en él el interés por conocer el pasado y comprender el presente. Es un personaje que pasa desde el plano comercial y distante con los ancianos a la búsqueda de orígenes y el acercamiento personal con ellos.
Una joven filipina, con hijos, que trabaja en el centro donde se practica el Plan 75, limpiando y recogiendo los objetos de los ancianos fallecidos. Es la historia más floja, desarrollada sin apenas interés, por lo que apenas se justifica más allá de mostrar los entresijos de la ejecución del Plan 75, en un edificio cuya estructura recuerda los hospitales con masivas celdillas para instalar a los pacientes que en lugar de paredes tienen cortinas, similares a lo que conocimos en los peores tiempos de Covid.

Lo desconcertante y casi desilusionante con esta perspectiva de historia, de personajes y de una gran actriz como la abuela protagonista, es que la película se pierda en el ritmo y en el entrecruce de sus tres narraciones, sin llevarte a un punto culmen en alguna de ellas y discurriendo sin alcanzar la expectativa de lo buena que podía haber resultado.
En este sentido, esta película recuerda bastante a Drive my car.

Es una película de rango suspense psicológico, que con muy buenas intenciones y un planteamiento interesante quizás no llega al fondo del corazón del espectador.
Cuesta un poco entrar en la película. Los primeros minutos en la presentación de los personajes hay escenas de cama, ilusionados jóvenes que quieren triunfar en sus respectivos trabajos, y una mujer que se ha forjado tanto a sí misma como a su prestigioso negocio de moda de vestidos de novia, tan sólido como su aspecto.
La temática es un duelo de traiciones o extorsión femenina: ambas mujeres protagonistas tienen sus propios anhelos, deseos e inquietudes en las que apuestan tan a fondo que no les importa lo que arriesgan en sus vidas. Van a por todas, aunque eso implique extorsión, mentiras, ilegalidades o aprovecharse de las carencias o deseos vitales de la otra. Ese es un buen planteamiento que, aunque recuerda mucho a “La hija” de Manuel Martín Cuenca, se va por otros derroteros.
Lo mejor de la película es Aitana, tanto en su aspecto como en su buen hacer y sobre todo su expresividad facial y corporal, que llega a mostrar eficazmente la solidez o dureza de una mujer segura de sí misma, plasmar la tensión, miedo y angustia de ataques de ansiedad, expresar la maldad en su cara. Es una mujer radiante que conquista la pantalla.
Igualmente las interpretaciones de Pedro Casablanc y María Fdez Prat lo hacen muy creíble, pero cuando alguno de los tres no están presentes la película pasa a recordar un poco al formato serie televisiva y quizás sea eso lo que no llegue al espectador.
En ese punto de no-enganche que queda al acabar de verla proviene de la sensación de que, teniendo un buen planteamiento y tan buenos actores, es como si la película parece que promete pero nunca acaba de implicar al público del todo. Al mismo tiempo es bastante predecible, con la muestra de elementos que ya te dan pistas muy certeras de lo que va a pasar más tarde o para qué se van a utilizar, como un premio de costureros con la escultura de unas tijeras, alguien atado con cuerdas, alguien subiendo a una escalera de mano, quitándote el factor sorpresa tan disfrutable.
En cuanto a la música empleada en la película un muy buen punto es que toda es española, todas las canciones salvo una de ellas, con muy buenas elecciones, pero…. Que no acaba de encajar del todo con las imágenes a las que acompañan, con las que no acaban de encajar del todo, por el volumen un poco excesivo y porque quizás es una buena música para escuchar de forma independiente. La música cobra un protagonismo desmesurado con ese volumen o esa calidad y, como consecuencia, resta más que aportar.
En definitiva, es una película entretenida, que no está mal, pero que como suspense psicológico, como duelo interpretativo emocional, no acaba de pillarte hasta el fondo.

Veintiuna razones para que pase desapercibida.

Es una película pequeñita, que tiene alma, pero que se queda corta en su conjunto.
Es la historia de amor de una pareja que sube videos a una red social de videos caseros pornográficos, en la que, a través de 21 escenas diferentes, rodadas cada una de ellas como plano secuencia, comienzan queriéndose mucho, follando mirando a cámara pero sin pasión y terminan discutiendo encarnizadamente, poniendo en la disputa la pasión que les falta en la cama, en la escena que es lo mejor de la película, donde cada uno grita y vomita lo que siente por y a causa del otro.
El sonido es directo y en muchas ocasiones suena hueco, no se entiende lo que dicen y en algunos de las escenas hay un ruido de fondo, como la nieve de la radio, que ensucia y te hace creer que en el exterior del cine está lloviendo… pero no.
La posición de la cámara a menudo es en el vano de una puerta, para que no se vea la totalidad de los personajes, pero sin aportar nada en ello; otras veces se mueve provocando mareo en el espectador, sin que tenga más sentido que mostrar que es un trabajo casero, familiar.

Escenas tituladas como Bailando sobre un abismo, Tu calma es mi calma, Pasos sin huella, Peligro cautivo, La sonrisa que sangraba, Ay tu querer, Lo que florecía, Los silencios que dolían, Resúmenes de libros, Tú recorriendo mis venas, Hay un eclipse de sol… Títulos que dan la frescura, lo bonito y lo poético que le falta al conjunto global de la película.

Todo comenzó casualmente cuando Isabel Herguera encontró el libro de El sueño de la sultana en una vieja librería de Ahmenabad en la India. Nada más leer el cuento y saber de su autora, Rokeya Sakhawat Hossain, decidió que este sería su siguiente proyecto.
Este libro es un clásico de la literatura de ciencia ficción feminista donde la autora presenta Ladyland, un mundo al revés donde las mujeres tenían el conocimiento, por lo tanto el poder político, económico y los hombres, que eran ignorantes sin acceso a la educación, vivían en casa y se ocupaban de las tareas domésticas.
El cuento fue publicado por primera vez en el Indian Ladies magazine de Madras en 1905. Su autora Rokeya Sakhawat Hossain fue una conocida activista y reformadora social que fundó las primeras escuelas para niñas musulmanas en Bengala porque estaba convencida de que solo a través de la educación la mujer lograría su emancipación.

Le pareció tan increíble que fuera escrito por una mujer que no había tenido acceso a la educación formal, porque ser educada significaba tener más dificultades de encontrar un marido porque era una amenaza.
Pensó que era un material muy valioso con el que hacer algo y comenzó a buscar financiación, como un crowdfunding con el que obtuvieron un dinero que permitió ir a la India a hacer talleres con mujeres, para ver cuál era la vigencia del cuento en la actualidad. En los talleres participaron muchos grupos diferentes de mujeres, desde niñas muy chiquititas hasta adolescentes o mujeres más mayores, o mujeres artistas del tatuaje temporal con henna. Esas mujeres se dedicaban durante el día a limpiar, a trabajar la tierra, a vender flores en el mercado, a dibujar con henna a otras mujeres la víspera de su matrimonio, y por la tarde, en el taller, descubrieron el relato de El sueño de la sultana y compartían sus experiencias, además de realizar sus dibujos. Estas mujeres están acostumbradas a pintar sobre sobre la piel sobre el cuerpo y vieron de manera podían adaptar esa misma técnica al papel, utilizando una pasta con un poco de poliéster para una mayor permanencia.

TÉCNICA DE DIBUJO:
Para definir las atmósferas y el tiempo en el que se desarrolla la trama se han utilizado tres técnicas diferentes y estilos de dibujo: el viaje de Inés es en 2D y está inspirado en los dibujos de tinta y acuarela de los propios cuadernos de viaje de Isabel, que representan el punto de vista de una artista en busca de una historia.
La vida de Rokeya Sakhawat Hossain está tratada con un estilo que recrea el teatro de sombras una forma tradicional del entretenimiento en la India a comienzos del siglo XX. Ladyland está inspirado a partir de los diseños y ornamentos que elaboraron unos grupos de artistas del tatuaje temporal. Esto tiene un valor simbólico, de una gran tradición en la Indica, que consiste en decorar el cuerpo de la novia con ornamentos mu elaborados y de henna el día antes de su boda.
Los storyboards se hicieron directamente en acuarela, como pequeñas viñetas y ahí ya empezaron a definir cómo iban a ser los personajes. Rokeya Sakhawat Hossain iba a llevar siempre un Sari turquesa con puntos blancos y lo trasladamos luego y al personaje en marionetas.
Los fondos están pintados en papel de seda, que al ser transparente se puede poner sobre una mesa de luz y conseguir las transparencias casi como acuarelas.
También utilizaron ramitas reales, que se ven a lo largo de toda la peli. También todos los fondos que vienen de lugares reales que están documentados, como una escuela que hoy todavía existe en Calcuta, visitaron todos los lugares, en los que también grabaron el sonido para que tuviera esa calidad creíble en cada uno de los lugares que se lleva a cabo la peli.
El tatuaje temporal, todos los elementos están hechos por las mujeres artistas de mendy.
El equipo de la película lo que ha hecho es componer las imágenes a partir de los elementos que tenían, por ejemplo, si a uno le falta la cabeza la sacas de otro lado, con Photoshop, pero absolutamente todos los elementos vienen de la India.

Esa parte de acuarela es la más difícil técnicamente. La acuarela permite no tener tanta precisión en el dibujo. Los personajes dibujados a lápiz quedan mucho más definidos y, sin embargo, la acuarela permitía crear e imbuir dentro de una atmósfera, evitando la precisión en el dibujo de los personajes.

Los fondos están hechos a base de manchas, hechas por Ángel Peris, que es un pintor y gran artista de Valencia que acababa de venir de China de recibir un taller de pigmentos, que hizo un catálogo de manchas sobre las que construir los fondos.
Se formaron una gran librería de personajes que se van viendo por todos lados y otra librería de plantas, plantas de verdad, que también formarán parte de las capas de los fondos.
Después están los elementos particulares de cada escena, en primer plano, dedicándose con las diferentes técnicas de dibujos.

HISTORIA DE LA PELÍCULA:
La película de El sueño de la sultana ha tardado en hacerse 10 años, desde el momento que encontró el libro hasta el estreno. La preproducción fue lenta porque en un principio sabían que querían hacer algo con el libro de Rokeya Sakhawat Hossain en torno al país de las mujeres y de la figura de la escritora, pero no sabían cómo englobar todo para que funcionara. Después de montar ese puzle también fue muy laborioso conseguir la financiación, han usado técnicas poco habituales, fuera del proceso más industrial.

Hicieron entrevistas y se documentaron exhaustivamente para encontrar las claves para llevar adelante esta película. El argumento de la película es Inés, una joven artista española un poco perdida e incapaz de soñar descubre Sultan's Dream. Fascinada por el cuento y por su autora, Inés se agarra al libro como a un salvavidas y decide hacer un viaje a través de la India buscando el país de las mujeres y siguiendo las huellas de su autora Rokeya Sakhawat Hossain. El viaje de Inés es el hilo conductor que aglutina todas las partes.