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Críticas de Wladimyr Valdivia
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Críticas 157
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
19 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Hombres de Montaña fueron cazadores que vivían regularmente en las Montañas Rocosas de América del Norte entre 1810 y 1880, dedicados a la exploración y a la caza de animales para la extracción y posterior comercialización de pieles. Hugh Glass fue, sin duda, uno de los más conocidos, por sus increíbles periplos y, principalmente, por una historia que pocos podrían contar: sobrevivir al ataque de un oso grizzly y subsistir durante meses, herido casi de muerte, sin abrigo ni alimento, y expuesto a los ataques de los indios rojos en medio de la nada.

Basado en su historia e inspirado en la novela de Michael Punke de 2002, el mexicano Alejandro González Iñárritu (‘Birdman’) dirige ‘The Revenant’, film que se alza como la gran candidata para los próximos Premios Oscar en gran parte de las categorías. Nuevamente junto a Emmanuel Lubezki en la fotografía, arman un relato impresionante de supervivencia, de una tensión y dramatismo que cala los huesos y con interpretaciones que rozan la perfección de la mano de, probablemente, dos de los mejores actores del nuevo milenio, Leonardo DiCaprio (‘The Wolf of Wall Street’) y Tom Hardy (‘Mad Max: Fury Road’).

‘The Revenant’ es un cuento de sobrevivencia y venganza, un western que reemplaza la aridez del desierto por el frío invierno de montaña, una epopeya sobre la traición, un viaje espiritual de un hombre que fue dado por muerto y, que de las cenizas, renació. Iñárritu sorprende nuevamente con un trabajo perfecto detrás de la cámara, donde los largos planos secuencia son un deleite visual; donde a la shaky camera nunca se le dio un mejor uso, situándonos en medio del frío y los tiroteos; donde la maravillosa fotografía de Lubezki conmueve a lo largo de una cinta que evoluciona constantemente a través de su tiempos y mecanismos. Iñárritu saca chapa de heredero de Terrence Malick (la evocación mental es inevitable), conmoviendo sólo con imágenes por sobre los diálogos y devolviéndole un valor natural al paisajismo, esta vez en un contexto de dolor físico que acompaña al del corazón.

Mientras que Riggan (Michael Keaton) externalizaba sus deseos y anhelaba por la identidad que lo convertía en un ser absoluto en ‘Birdman’ (2014), Glass creció ensimismado y se convirtió en el héroe que fue destinado a ser y, quizás, lo cambiaría todo por recuperar la decencia y contagiársela al mundo. Y DiCaprio es el responsable del triunfo de Iñárritu, con el mejor papel de su vida, en el que sus líneas en el guión se reducen al mínimo para sobresaltar una interpretación monumental de un hombre que lo ha perdido todo y sólo le queda la voluntad de redención y venganza. Y no pudo tener mejor compañero de reparto que Tom Hardy, que consolida su estado de gracia. Ambos cargan con el peso dramático de la cinta, en veredas opuestas, uno como el renacido Glass, otro como Fitzgerald, el miembro del equipo que nunca empatizó con él y sólo quiere enterrar sus esperanzas y salvar su propia vida. El resto del reparto también se luce, donde destacan Domhnall Glesson (‘Ex Machina’) y Will Poulter (‘The Maze Runner’).

Tras los kilos de loas y aplausos, al igual que en su anterior trabajo, Iñárritu no consuma la perfección por la excesiva y constante necesidad de agotar recursos en la forma por sobre su contenido. Si bien el trabajo narrativo es completo, queda algo corto en potenciar las escalofriantes imágenes con un mensaje más trascendental que la cinta, evidentemente, intentaba alcanzar. Existe cierto desequilibrio entre el poderoso trabajo técnico, de sonido, dirección e interpretación, por sobre el valor del guión, que se esfuerza en darle contexto a la emocionalidad del protagonista con recuerdos y alusiones espirituales que no fortalecen del todo la línea de vida de Glass. La extensa duración del metraje tampoco ayuda a paliar esta falta de matiz narrativo. Esto no es más que una máxima exigencia para un director que de manera propia fue capaz de elevar tan alto su vara, y no una gran mancha que pueda opacar el brillante resultado de la cinta.

El grado de realismo, la crudeza de las imágenes y la interpretación de Leonardo DiCaprio, que nos regala una de las escenas más impresionantes –quizás- en la historia del cine moderno, hacen de ‘The Revenant’ una de las candidatas a todos los premios del orbe, y confirman el talento de Iñárritu como uno de los mejores directores de la última década.

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Wladimyr Valdivia
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6
6 de enero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una decena de documentales y dos largometrajes basados en la vida y obra del fundador de Apple, como ‘Pirates of Silicon Valley’ (1999) y ‘Jobs’ (2013), llega ‘Steve Jobs’, protagonizada por Michael Fassbender (‘Shame’, ‘Prometheus’) en el rol principal, dirigida por Danny Boyle (‘Trainspotting’, ‘Slumdog Millionaire’) y basada en la biografía autorizada “Steve Jobs” (2011) de Walter Isaacson, esta vez adaptada al cine por Aaron Sorkin (‘The West Wing’, ‘The Social Network’).

Para nadie es un misterio la importancia de Steve Jobs en la evolución de la computación y la tecnología de manera transversal hasta nuestros días. A partir de su creación, la revolución llegó no sólo con la aparición de los computadores personales Mac y posteriormente los Iphone, también influenció y desarrolló su trabajo hasta la industria del entretenimiento, la música digital y el mundo de la animación. También son sabidas las dificultades con las que tuvo que lidiar y lo costoso que le resultó convencer a jefes, pares y al mundo entero, que su perfección representaba el futuro de la tecnología. Y no se equivocó. Pero su personalidad fue siempre su enemigo, y aquí es donde se detiene Boyle.

La cinta en ningún caso pretende ser un resumen de su biografía ni mostrarnos sus orígenes ni sus últimos años de historia. ‘Steve Jobs’ se centra exclusivamente en tres momentos claves dentro de su ascendente carrera: el lanzamiento del Macintosh en 1984 en California, el lanzamiento del NeXT Computer en 1988 en San Francisco, y el lanzamiento de la iMac en 1998, también en San Francisco. Y más concretamente, en la antesala de cada uno de estos multitudinarios eventos. Somos testigos de los minutos previos y, como espectador, con el objetivo puesto en dos particularidades muy especiales: su obsesión y el descontrol ante la búsqueda de la perfección, al borde de la arrogancia; y su complicada relación con su hija Lisa y la madre.

La personalidad de Steve Jobs era controlada por el sarcasmo, el narcicismo y la perfección. Esto se refleja en la cinta en su relación con Steve Wozniak (Seth Rogen), cofundador de Apple; John Sculley (Jeff Daniels), primer CEO de Apple; Joanna Hoffman (Kate Winslet), mano derecha de Jobs; y Chrissan Brennan (Katherine Waterstone), madre de Lisa, su primogénita. Wozniak se esmeró siempre por que Jobs reconociera su trabajo, Sculley siempre estuvo a su lado a pesar de haberlo despedido de Apple, Hoffman vivía en un constante amor y odio con él, y Brennan tuvo que dar una dura lucha para conseguir que Jobs reconociera a su hija y la apoyara económicamente. Todos estos elementos se enfrentan durante todo el metraje ante Steve Jobs, graficados en la película siempre minutos antes de cada presentación, ya sea mediante discusiones de pasillo, flashbacks o largas conversaciones entre los mencionados con él.

Aaron Sorkin es conocido por ser un guionista de largos parlamentos y diálogos rápidos e inteligentes, utilizados por un gran número de personajes que el director de turno despliega en pantalla. ‘The Social Network’ (2010) y la serie ‘The Newsroom’ (2012-2014) son el mejor ejemplo de ello y qué mejor personaje como Steve Jobs para ser retratado con este formato. Sin embargo, la decisión de Danny Boyle y compañía (Sorkin incluido) por acotar la cinta a tres escenarios limitados que plantean lo mismo, sin ningún grado de tensión ni ritmo narrativo, sólo provocan que la pluma de Sorkin no sólo no luzca, sino que se desvanezca por completo. La narrativa intencionada –aunque mayormente bien ejecutada- se desaprovecha en pantalla, sumando sólo monotonía y un letargo poco apropiado para una mejor comprensión de la historia, que ejecutada con disciplina y estilo por Boyle, no deja de ser interesante.

El director recurre a sus acostumbradas elipsis para situarnos en un momento intermedio en la carrera de Steve Jobs; y se hace de un gran elenco que no requiere elogios porque la calidad interpretativa de Fassbender, Winslet y Daniels está más que probada. Todo –excepto lo mencionado- funciona para poder comprender a este monstruo de la tecnología, un hombre que al nacer fue dado en adopción y siempre cuestionó de manera casi natural el concepto de familia, un anti social incapaz de respetar a subalternos, lleno de heridas y fantasmas que le recuerdan día a día cada uno de sus errores, carente de criterio cuando se trata de relaciones humanas y sabedor de su inmenso ego, pero convencido también que, en parte, gracias a su intolerante genialidad y macabra personalidad, su sitio está donde siempre quiso que estuviera: en lo más alto.

Probablemente la dupla Boyle/Sorkin siempre fue la más indicada para llevar la historia de Steve Jobs al cine, no así la decisión de desarrollar sólo la suma de tres capítulos. Una biografía detallada y dinámica, tal cual se la mereciera Zuckerberg un par de años atrás, habría sido la obra cumbre y definitiva sobre un tipo visionario que siempre supo que para conquistar el mundo, primero había que pensar diferente.


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Wladimyr Valdivia
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9
6 de enero de 2016
110 de 184 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no podemos confirmar si Quentin Tarantino cumplirá su promesa de retirarse tras su décima película o no. Lo cierto es que tenemos su octavo film, ‘The Hateful Eight’ (Los 8 Más Odiados’), la que es probablemente su película más honesta y apegada a su gran placer cinéfilo, los western. Si bien en toda su extensa filmografía ha mostrado, en distintos grados, la clara influencia de dicho género, ya sea con repartos corales, el enfrentamiento de dos bandos y una narrativa que ahonda en la psicología de sus personajes; es en ‘The Hateful Eight’ donde definitivamente se decanta por un trabajo que homenajea, en su forma, al más clásico western de Sergio Leone o John Ford, a su estilo, por cierto.

Ocho personajes se dan cita en una posada en medio de las nevadas montañas de Wyoming. Muchos de ellos se reconocen, pero ninguno confía en el otro. El protagonismo lo lleva inicialmente John Ruth (Kurt Russell), quien lleva a la horca para cobrar la recompensa a Daisy (Jennifer Jason Leigh), lo que genera una tensión constante. En la posada, la desconfianza aumenta a medida que pasan las horas y todos saben que, indeclinablemente, nada podrá terminar bien.

Tarantino se hizo acompañar por Ennio Morricone tras la banda sonora para ambientar un film donde el principal elemento que perdura a lo largo de todo el metraje es una tensión insoportable, manejada de forma magistral como sólo el director lo sabe hacer. No es necesario caracterizar las cintas de Tarantino para reconocer un estilo: puestas en escena minimalistas, diálogos largos e inteligentes (ya sea trascendentes para la historia o sólo aportando el grado de humor e irreverencia), una dirección de actores brillante y un guión que crece exponencialmente en intensidad, no necesariamente lineal y contado en capítulos. En ‘The Hateful Eight’, Tarantino se libera de cualquier recurso facilista y no cede ante la posibilidad de fallar porque refleja cuánto confía en su libreto y su impresionante reparto. Toda la carne al asador. En esta ocasión, poco importa que la cinta dure casi tres horas o que el público no acostumbrado a su cine abandone la butaca a los 30 minutos; es Tarantino en su estado más puro, incluyendo violencia brutal, parlamentos políticamente incorrectos y un desenlace intenso y sin aliento.

Volvemos a ver parte de su acostumbrado set de actores. Kurt Russell (‘Death Proof’), Samuel L. Jackson (‘Pulp Fiction’), Tim Roth (‘Reservoir Dogs’), Michael Madsen (‘Kill Bill Vol. 1’), Walton Goggins (‘Django Unchained’) y Bruce Dern (‘Django Unchained’) se repiten el plato, ahora juntos a Jennifer Jason Leigh, Demián Bichir y Channing Tatum, que se reparten protagonismo a lo largo de la cinta, en un juego de pistas, miradas y suspicacias; un thriller salvaje en el lejano oeste que resume lo mejor de una carrera exitosa como director y guionista de uno de los más grandes artistas detrás de la cámara y los actores.

Cuesta creer que Quentin Tarantino siempre sea capaz de superar su anterior película, y esta vez lo vuelve a hacer. Tras ‘Inglourious Basterds’ (2009) y ‘Django Unchained’ (2012), dos trabajos de corte más comercial, con mucha más pretensión y que buscaban acercarse a un público más familiarizado con la taquilla, ‘The Hateful Eight’ es, probablemente, su obra más redonda en términos técnicos y narrativos, y en donde la crítica social tampoco se hace esperar a la hora de reflejar una sociedad en formación con Abraham Lincoln a la cabeza, donde el racismo ya era un tema instalado. Un juego sucio entre cazarrecompensas, comandantes bastardos, criminales y peligrosas bandas herederas de la violencia y hambre de poder.

Cine de autor que, definitivamente, no es y nunca será bien recibido por cualquier paladar, pero un deleite para quienes saben reconocer en el cine de Tarantino esa mirada retorcida detrás de cada contrapicado, de cada tiroteo a mansalva, y cada conversación en escena, que exuda, de manera compartida, dramatismo, tensión, violencia y siempre, una fascinación profana por el arte más complejo de todos. Una joya.

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Wladimyr Valdivia
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6
26 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
J. J. Abrams ha demostrado ser un director innovador, pero honesto, y su nueva cinta lo confirma. Fiel al arte y la estética de la saga, replicó de manera íntegra el interior de las bases, naves, nuevos planetas y escenarios. Tampoco se arriesgó con la edición y el montaje y mantuvo la sobriedad, los grandes planos, las batallas numerosas y los personajes carismáticos. En ese sentido, ‘The Force Awakens’ (TFA) resulta atractivo para cualquier seguidor (y no) de la saga, recreando correctamente el universo más famoso y querido de Hollywood. Algo que no podemos decir de la segunda trilogía, que gracias al exceso de tecnología terminó por alejarse del espíritu de la saga. Abrams nos regala una primera mitad intensa, llena de nueva información, personajes que, a priori, resultan interesantes y el desarrollo de pequeñas sub tramas que van conformando un derrotero sólido hacia la segunda mitad del film.

Es en esta segunda parte donde la acción se vuelve predecible y casi como siguiendo el manual dejado por la trilogía original. En esto, la segunda trilogía supo desarrollar, si bien con cintas de menor intensidad, nuevos mundos y partes del Universo Star Wars que desconocíamos. Algo que se extraña en TFA.

Ahora con los ojos de un espectador muy exigente, los otros dos elementos fundamentales de la historia y de la que esperábamos mucho más, sucumben ante la necesidad de rememorar en exceso: el guión y los personajes.

La historia resulta siendo finalmente la repetición de una película que ya hemos visto una infinidad de veces: ‘A New Hope’ (1977), esta vez con nuevos personajes que, aunque entrañables y de relativa definición, replican de manera exacta a cada uno de los protagonistas: Del lado de la fuerza y la resistencia conocemos a Finn (Boyega), Rey (Ridley) y a BB-8, una trilogía que cumple la función de Luke, C-3PO y R2-D2; del lado del nuevo Imperio tenemos a Snoke (Serkis) y a Kylo Ren (Driver), quienes reviven lo hecho por Palpatine y Darth Vader, respectivamente. Y como factor común, reaparecen Han Solo y Chewbacca, sumándose a la resistencia. La comparación es inevitable y la exigencia es máxima, por tanto, no se puede permitir que personajes resulten tan poco creíbles y que tomen decisiones tan inexplicables. El personaje de Boyega es quien lleva el hilo durante la primera mitad de la película, pero opera como un soldado inexperto, bordeando la hilaridad en todo momento, y de comportamiento fortuito en la mayoría de sus acciones; Harrison Ford ya no tiene el despliegue físico que le exige un personaje tan principal dentro de la cinta; la presencia de BB-8 resulta forzada ante la ausencia de R2-D2; el rol de Oscar Isaac, siendo uno de los más acabados, termina siendo desaprovechado; y el personaje de Adam Driver no tiene el carisma ni la personalidad para asumir el legado interpretativo de Darth Vader como el nuevo super villano. Todo esto, a modo de ejemplo, puede tener alguna explicación si se analizan por separado dentro del argumento de la cinta, pero no funcionan para estar a la altura de un film que requiere que este tipo de detalles no opaquen su desarrollo, y lo hacen. Casi operan a modo de homenaje para representar a nuestros héroes de siempre, pero no se profundiza en sus propios intereses, sentimientos ni vidas pasadas, otorgándole un grado de superficialidad a la cinta que no merece. Punto aparte merece Daisy Ridley que se roba la película como Rey, la nueva heroína de la saga. Carismática, resuelta, fresca y comprometida con su rol, consigue elevar el nivel, quedándose con los mejores momentos de la cinta, apropiándose de un papel para el que pareciera nació para cumplirlo.

Si no hago ninguna mención sobre Gwendoline Christie en su tan comentado rol de Capitán Phasma, por ser la primera mujer en interpretar un líder femenino dentro de las fuerzas del mal, es porque su participación en la película es tan insignificante e intrascendente que prefiero obviarlo, por respeto. Respeto que al parecer no tuvieron al hacerla parte incluso del afiche oficial, para luego darle menos de dos minutos en pantalla. Insólito.

Resulta curioso que después de tantos años de espera, el equipo detrás del guion de la cinta haya sido sólo capaz de reciclar una historia y reponerla en pantalla. Los escasos combates coreográficos son irrisorios, casi rozando el ridículo; la forzada participación de un personaje que emule al de Yoda termina siendo innecesario; y la poca importancia y profundidad al darle contexto histórico a los hechos y el presente social y político (fundamental para los conocedores de la historia) de ambos bandos, entre otros, tampoco suman en positivo para esta nueva edición que, ni siquiera, nos regala una partitura épica por la que poder recordarla.

Si TFA hubiese sido concebida como un homenaje a la cuarta película de la saga, funcionaría perfectamente, sin embargo, apenas sirve para iniciar una nueva historia de varios capítulos, con personajes sin historia y motivaciones que sólo debemos imaginar. Una película que cumple en su trabajo de arte, en efectos especiales e incluso, en la creación de escasos momentos conmovedores echando mano al colectivo imaginario, a la nostalgia y guiños del mundo Star Wars, pero que dejó atrás cualquier atisbo de originalidad, fuerza y pasión, con personajes indefinidos y una misma historia contada nuevamente por segunda vez. Un éxito del entretenimiento del gusto absoluto para los más fans que la disfrutarán de principio a fin, atrapados por el fanatismo. Una pequeña deuda para algunos quienes admiramos la saga y esperábamos algo más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wladimyr Valdivia
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7
22 de diciembre de 2015
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Nunca he sido muy fan de Robert Zemeckis. Si bien es imposible no reconocer sus triunfos con ’Romancing the Stone’ (1984), la trilogía de ‘Back to the Future’, ‘Forrest Gump’ (1994) o ‘Contact’ (1997); su trabajo como productor lo ha obligado a dejar de lado una filmografía más constante como director, y su decisión de acercarse a la animación en la última década, han provocado que no siempre uno espere el éxito en su siguiente cinta. Por ello, quisiera detenerme en algo que, creo, más relevante, alcanzado con su última película: Así como Zemeckis fortaleció y le dio un nuevo puntapié a la animación digital en 1988 con ‘Who Framed Roger Rabbit’, hoy impone un nuevo precedente, esta vez en el uso del 3D, con ‘The Walk’.

Basada en la odisea imaginada y ejecutada por Philippe Petit en 1974, la cinta detalla cómo el famoso equilibrista francés producía y cumplía su máximo sueño: caminar sobre una cuerda de acero apoyada entre las torres sur y norte del World Trade Center, en New York. Zemeckis lleva a la ficción, casi en un riguroso homenaje, el documental ‘Man on Wire’ (2008) de James Marsh, Si bien este premiado trabajo se acercaba mucho más al aspecto humano de Petit y su equipo de trabajo durante la hazaña, ‘The Walk’ lo convierte en un imponente espectáculo narrativo y visual.

Contado por el propio Petit (Joseph Gordon-Levitt) en el presente, el film recurre a los adornos musicales y al humor para cargar de fantasía una historia que bien podría ser un sueño imposible de alcanzar. Este riesgo lo toma Zemeckis y, sin pender de la cuerda, saca adelante un triunfo del entretenimiento, liviano y muy fácil de digerir. Como en sus mejores años, saca el cuentacuentos que lleva dentro y le da forma a personajes sencillos con pequeñas historias que, hiladas, completan el camino de Petit, desde su formación como equilibrista hasta llevar a cabo su sueño.

Joseph Gordon-Levitt sorprende, no sólo por su acertado acento francés nativo hablando inglés, sino que reproduciendo (aunque exagerando) el temple y carácter de Petit, con su arrogancia, disciplina y grado de locura, indispensable para convencer a sus “cómplices” de apoyarlo hasta el final para así cumplir su meta. Otro acierto es que el reparto se aleje de caras conocidas, otorgando protagonismo absoluto a Levitt. Sin embargo, y quizás uno de los pocos reproches al film, es un desaprovechado Ben Kingsley -que interpreta a Papa Rudy, una suerte de mentor de Petit-, quien tenía material de sobra para cargar con un mayor grado de protagonismo.

Zemeckis demuestra conocer a la perfección el lenguaje que el espectador desea definir con la película y lo despliega en pantalla con un relato que crece y explota en su último tercio. Es acá donde la fotografía del experimentado Dariusz Wolski y el 3D se ponen a la disposición de la historia (y no al revés) y completan un final de una tensión dramática como pocas veces se han visto en los últimos años.

Sin ser perfecta, ‘The Walk’ deslumbra por lo mencionado. Además, nunca pretende hacer una apología sobre la convicción, los sueños inalcanzables o un mensaje trascendental sobre nuestros temores más allá de la esencia; simplemente relatar un hecho histórico, conocido como “el crimen artístico del siglo”. Aún más, es capaz de otorgarle a las extintas Torres Gemelas un valor y un reconocimiento sutil, con homenajes en entrelíneas y sin caer en absurdos nacionalismos. Uno de los films más entretenidos del año en Hollywood.

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Wladimyr Valdivia
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