Basada en la novela de Donald Westlake "The Hunter", bajo el seudónimo de Richard Stark, John Boorman rueda su ópera prima, demostrando que es capaz de amalgamar todas las corrientes de vanguardia del cine independiente de los años 60 y condensarlas en un thriller de venganza.

Así, la película es una narración densa, compleja en su estructura y repleta de elipsis, flashbacks y saltos temporales; junto a estos elementos narrativos de vanguardia, Boorman utiliza una fotografía también precursora e innovadora al emplear el desenfoque en el plano-contraplano, planos contracenitales, travellings y, un sinfín de recursos varios; además, si sumamos la música perturbadora y disonante de Johnny Mandel, tenemos un film, quizás el primero, que pueda ser considerado como un "neo noir" de vanguardia a lo "nouvelle vague".

Junto a todo esto, el lenguaje físico y sexual de la cinta, sobre todo en el momento en que Lee Marvin seduce a Angie Dickinson de una manera violenta perversa y desagradable, demuestra lo evolucionado y transgresor del formato de película ante el que nos encontramos.

Boorman debutó dejando el listón alto y consagrándose en su ópera prima como un director con sello personal en su forma y plasmación de las imágenes.

Además el argumento es bastante sólido y presenta una historia de venganza con engaños y trucos de por medio que funciona y se sigue con interés.

Un film imprescindible por todo lo comentado.

Desde sus efectos especiales, hasta su maravilloso casting, pasando por su perturbadora banda sonora, sin olvidar los terroríficos decorados; todo es perfecto en esta maravillosa obra maestra de Peter Jackson (producida por Robert Zemeckis).

Cada primer plano observas tantos detalles de cada personaje, tanta riqueza visual y expresividad que solo puedes quedar rendido ante tamaña hazaña.

Por otro lado, el guión es tan bueno y tan entretenido que poco más se puede añadir. Una comedia terrorífica que perfectamente podría haber firmado Tim Burton, Sam Raimi, o el propio Robert Zemeckis.

El ritmo que imprime Peter Jackson a esta historia de fantasmas, timadores, muertes y psicópatas del más allá es, simplemente magnífico, sabiendo articular el guión y traducirlo en secuencias increíbles con su sello visual tan característico.

Incomparable película que no puedes dejar de ver. Y atención al cameo que realiza el propio director.

Primera película de Lumet y, primera obra maestra. Una obra de teatro realizada en un solo escenario: una habitación con una mesa y doce hombres que conforman un jurado deliberando sobre la inocencia o criminalidad de un reo por homicidio.

Sydney Lumet, hijo del actor Baruch Lumet, desde bien pequeño estuvo ligado al teatro, incluso montando espectáculos de vanguardia en el circuito independiente Off-Broadway.

A los 33 años debuta en el cine con esta adaptación de Reginald Rose (originalmente creada para televisión), abordando temas clave de su filmografía como las relaciones del hombre con las instituciones corruptas (y fácilmente manipulables), análisis de los sistemas de presion (decisiones complejas límite sobre la libertad o condena a muerte de una persona), lucha por la tolerancia, el ideal de justicia objetiva y la aclaración de los hechos juzgados (eludiendo cualquier atisbo de duda razonable).

Nominada a tres premios Óscar (no ganó ninguno), en 2007 la película fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Maravillosa y repleta de grandísimos actores encabezados por Henry Fonda (como abogado del diablo) y su antítesis, Lee J. Cobb.

Desde la publicación de la novela corta por Charles Dickens en las Navidades de 1843, este maravilloso cuento ha perdurado hasta nuestros días refulgiendo e insuflando bondad, caridad y generosidad en la humanidad.

La intención de Dickens fue la de esbozar y condensar la tradición anglosajona navideña en un relato que sirviese de reflexión moral a la sociedad victoriana de aquella época: parábola espiritual sobre la penosa situación de muchas familias y denuncia encubierta sobre la difícil situación de explotación de los niños (tema recurrente de sus grandes obras como "Oliver Twist", "David Copperfield", etc.).

Aunque una lectura posterior ha permitido alterar el significado de la obra original y observar en ella una asimilación y reinterpretación de las tradiciones rurales navideñas anglosajonas exportadas al mundo urbano burgués del siglo XX y XXI: la filosofía navideña de Dickens confirió un enfoque humanitario a las festividades que influyó sobremanera en ciertos aspectos de las Navidades, y que persisten en los festejos del mundo occidental, tales como las reuniones familiares, la comida y bebidas de temporada, los bailes, los juegos y, en general, el espíritu festivo y de generosidad. Esto ha tergiversado el mensaje "anticapitalista" original, prostituyendo su significado, contenido y apreciación para vendernos unas fiestas de consumo sin mesura, comilonas, gasto irracional y paganismo luminoso alegórico.

Su trama, ya universal, cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge y su conversión tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena y la madrugada de Navidad.

Desde la primera adaptación al cine de 1901 hasta esta última de 2009, cada versión ha puesto el acento en distintos aspectos de su mensaje, en función de la época histórica y contexto social vivido.

Para mí está versión de Zemeckis es capaz de amalgamar todas las virtudes y lecturas de las anteriores versiones, añadiendo algo de terror y la tecnología de la animación digital 3D, junto a una música maravillosa de Alan Menken y un Scrooge memorable asumido ejemplarmente por Jim Carrey.

Me encanta esta versión. Sí no la has visto, estás tardando.

Ocho películas ha sumado esta saga (1984-1994), la más extendida y productiva de los 80.
Ingenuidad, humor grosero (políticamente incorrecto) y recurrentes apuntes sexuales, son sus señas de identidad. Para nada es recomendable a menores.
Memorables son sus personajes principales, entre los que destacan Carey Mahoney (Steve Guttenberg) que nunca quiso ser policía, Larvell Jones (Michael Winslow) experto en sonidos especiales bucales, Moses Hightower (Bubba Smith) ex florista que quiere aniquilar delincuentes o, el aficionado a las armas Tackleberry (David Graf).
Como producto artístico cinematográfico deja mucho que desear; como mero entretenimiento sin mayores pretensiones, merece un visionado por lo menos.