Muy divertida. Esta comedia fantástica de ciencia ficción da un vuelco original a las películas de extraterrestres y nos adentra en una agencia secreta encargada de lidiar con los problemas intergalácticos que amenazan a la Tierra. Los alienígenas están por todas partes, disfrazados, y no todos tienen buenas intenciones.

Los agentes no solo se limitan a salvar a la humanidad a diario, sino que lo hacen con estilo, molando, siendo los putos amos. Will Smith y Tommy Lee Jones hacen una pareja carismática e hilarante, Linda Fiorentino pone el toque femenino como la forense que lo ve todo solo para olvidarlo, mientras Vincent D'Onofrio se marca una interpretación memorable encarnando a un inolvidable villano.

Los efectos especiales han envejecido de forma notable, aunque lo que destaca de verdad es el maquillaje del malo, deliciosamente grotesco. Danny Elfman pone la música redondeando el conjunto.

La película se permite el lujo de desarrollar un humor que enmascara pensamientos más profundos de lo que parecen. La nimiedad de nuestra existencia, la verdadera importancia de la vida, la idiotez de la masa social contra la inteligencia del individuo. Al final, para vivir, lo que hay que hacer es disfrutar, quitarle hierro al asunto y hacer aquello que nos gusta, siempre molando, porque no somos más que puntos minúsculos en galaxias que los alienígenas utilizan para jugar a las canicas.

Estimable muestra de ciencia ficción de los 90, con un estilo clásico que puede recordar a aquellas cintas de invasiones silenciosas en blanco y negro, cuyo argumento vuelve de vez en cuando a la gran pantalla, porque siempre funciona una buena historia de conspiraciones mundiales sobre extraterrestres que nos están conquistando sin darnos cuenta.

La película es entretenida, tiene mucho ritmo, se mueve entre momentos de gran suspense, acción frenética, toques de terror y ciencia ficción seria. Es una cinta familiar, para todos los públicos. Consta de cierto trasfondo ecologista, criticando la falta de interés del ser humano por cuidar el planeta. El argumento es un poco predecible, pero no es algo que le pase factura. Charlie Sheen es el protagonista absoluto y está ligeramente sobreactuado, lo que en verdad no queda mal, pues le otorga al personaje un aire de fanático conspiranoico medio loco bastante simpático. Buena realización, maravillosos escenarios y sólido guion. Tiene, por cierto, uno de los intentos de asesinato más originales y absurdos que yo haya visto (el de la bañera).

Si te gusta la ciencia ficción no deberías perdértela. Puede que no deslumbre pero cumple su cometido de alumbrar una tarde a esa gente que cree que la verdad está ahí fuera.

Es cierto que la historia está narrada con frialdad, pero a diferencia del dictamen popular, esa siempre me ha parecido una característica positiva. Me siento más a gusto adentrándome en un relato observado con el ojo clínico de la lejanía, que paseando por obras que buscan el sentimentalismo y la emoción. Puede que sea porque soy una persona fría.

Sin embargo, veo esta película y puedo entender el conflicto interno del personaje principal, esa contradicción de hacer algo egoísta y al mismo tiempo sentirse atormentado por sus acciones, la lucha entre la frialdad y la emotividad, el querer ayudar pero decidir no hacerlo porque quiere terminar la maldita historia, ser consciente de que eso lo convierte en una persona horrible, la pesadumbre de frivolizar en público sobre un tema en el que se ha adentrado demasiado personalmente, risas entre conocidos se transforman en solitaria depresión. El personaje interpretado magistralmente por Philip Seymour Hoffman es gris, cae bien pero no cae bien, mientras desprende un magnetismo que consigue, de alguna forma, que todos giren a su alrededor, incluso los espectadores. ¿Era así el verdadero Truman Capote? Tiene pinta.

La película no lo abandona en ningún momento, por lo que el resto de personajes quedan fuera del foco, aunque el argumento también se para en hacernos entender un mínimo la mente del asesino, si es que podemos aspirar a tal cosa. La dirección es más que correcta y el guion despunta.

No es un biopic al uso, sino una incursión en los tormentos de una persona tan falsa y ególatra como sensible e inteligente. Merece la pena.

Partiendo de que es otra secuela mediocre tan innecesaria como prescindible, lo cierto es que personalmente me lo he pasado bien, mejor que con la anterior, la cual no era más que un copia y pega de escenas vistas a lo largo de la franquicia.

Esta entrega tiene ciertos aspectos positivos, al menos para los que aún seguimos aquí visionando infinitas secuelas absurdas de nuestro ‘psycho killer’ favorito. Veamos:

- Muertes numerosas, variadas e incesantes.
- Un poco de análisis social mediante el uso de la metáfora, pero sin perder de vista la simpleza necesaria en un slasher. No me ha disgustado ese intento de desarrollar el tema del mal y el miedo, usando a Michael como el catalizador de la liberación de la verdadera naturaleza humana: el salvajismo, el odio, la maldad. Michael no solo es el mal, incita al mal. David Gordon Green dirige con torpeza, pero es el primero desde John Carpenter que entiende la naturaleza del personaje.
- Banda sonora potente, actualizando la mítica música y llevándola hacia lo electrónico o el rock.
- Y para rematar, aunque este punto puede ser discutible que sea positivo, la película es una parodia. No tengo claro si esa es su intención, probablemente no, pero lo es, y yo me he partido el culo viéndola desde ese punto de vista. Resulta complicado creerse que gran parte de las escenas pretendan ser serias, es que no me entra en la cabeza, por eso dudo. Me cuadra mucho más que hayan sido pensadas como números cómicos.

Si no fuese porque se hace un poco larga, por las lamentables interpretaciones, porque Laurie es un simple reclamo comercial que no pinta absolutamente nada en la trama, por los diálogos artificialmente explicativos, porque revisita el pasado para traer personajes que a nadie le importaron nunca, y porque en el fondo es una ridiculez, la hubiese aprobado.

En el spoiler cito algunas de las escenas más graciosas.

Coñazo. Esa es la mejor palabra para definir este exasperante trabajo de Scorsese. Aplicar el ritmo contemplativo del cine independiente más cargante y monótono a una historia propia de un thriller (va del enriquecimiento de unos pocos a base de la confabulación y el asesinato) está tan fuera de lugar que solo hay dos posibilidades: o el director sufre demencia senil o está llevando a cabo un experimento para poner a prueba la paciencia del público, demostrando que se traga cualquier cosa.

Más de tres horas dura, vaya tela. Escenas interminables, artificialmente alargadas, se cargan cualquier género posible. No hay intriga, no hay acción, no hay western, no hay drama, no hay interés. Su único propósito es llegar a la meta lo más lentamente posible, a paso de tortuga.

Eso sí, a nivel técnico es la bomba. Impresionantes localizaciones, escenarios, sonido, planos, fotografía… Nada que reprocharle, o sí, porque casi resulta más irritante ver que el tío que dirige esto sabe lo que hace y aún así jode el resultado final con sus caprichos.

Si algo puede salvar un poco la pesadez reinante es el reparto, cuyas interpretaciones se merecían un producto mejor. DiCaprio, que se mete en la piel de un paleto pusilánime cada vez más atormentado por sus acciones, realiza una actuación brillante, creíble, incluso llegas a compadecerte de él, cuando el personaje es a todas luces ruin.

Pero ninguna interpretación ni plano bonito justifican soportar la tortura fílmica que supone el visionado. Por si fuera poco al final sale el propio Scorsese a hacer un monólogo encima de un escenario, lo que me lleva a mi cuestión inicial: ¿Será la edad o se estará riendo de mí?