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España España · West Coast
Críticas de Dabi
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Críticas 113
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
25 de enero de 2020
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Waves es el tercer largometraje del americano Trey Edward Shults, quien debutó hace tan solo unos años con el drama Krisha y dirigió el thriller de terror Llega de noche un par de años después. Hasta ahora, todas sus películas (incluyendo esta) han sido distribuidas por A24, y todas han recibido el beneplácito de la crítica. A mí, siendo sincero, no me entusiasmaron sus dos primeros trabajos, por lo que me acerqué a Waves con bastante cautela. Tras verla dos veces, puedo confirmar que estamos ante la que, al menos para mí, es la primera gran película de Shults.

Lo primero que merece la pena destacar de Waves es su enorme potencia visual. La película rebosa estilo y belleza. Shults aprovecha todas las herramientas cinematográficas que tiene a su disposición para establecer una unión indivisible entre forma y contenido. El movimiento de las cámaras, el montaje, el inteligente empleo del aspect ratio a lo largo del metraje... Todo en su fotografía cumple un propósito narrativo. Cuando aumenta la tensión, la imagen oscila con violencia, el montaje se acelera. Cuando nos centramos en un personaje turbulento y dramático, la cámara nos lo hace saber. Cuando la historia nos muestra una relación dulce y serena, todo se relaja, todo es más suave y más delicado. Waves empieza en 1.85:1, cuando Tyler está en su mejor momento. Las cámaras rebosan vitalidad. Movimientos circulares, cortes precisos. Poco a poco, las cosas se empiezan a torcer. Nos vamos al 2.35:1. Y en el climax de la primera mitad, cuando todo se va a la mierda, nos quedamos encerrados en el claustrofóbico 4:3. Todo el estado emocional de los personajes, todo el proceso, se expresa utilizando el lenguaje cinematográfico.

Y es que esta claro que Waves es, ante todo, una película puramente emocional. Seguimos a dos personajes distintos, y sus desarrollos se complementan en perfecta simetría, dando a la película una sensación de finalidad, a pesar de su final abierto. Si la primera mitad trata sobre la responsabilidad y el sufrimiento, sobre cómo todo se desmorona, la segunda trata sobre el perdón y el proceso curativo, sobre recoger todas las piezas y recomponerse. Ambas mitades comparten sutiles paralelismos visuales repartidos entre el bien llevado melodrama, haciendo el viaje enormemente satisfactorio. El primer amor de la adolescencia y la familia son pilares temáticos evidentes, y si una mitad de Waves te muestra una parte, la otra te mostrará la contraria. Es cierto que hay algún momento excesivamente histriónico, además de un par de ideas a medio cocer (el componente racial se menciona de pasada pero nunca se trata en profundidad), pero creo que el conjunto funciona, y mucho, porque Waves siempre nos mantiene anclados en unos personajes bien definidos, que se relacionan de manera orgánica.

Las interpretaciones son espléndidas. Kelvin Harrison Jr. ya hizo un trabajo sólido en Luce hace tan solo unos meses, y aquí sigue demostrando que es una auténtica promesa. Taylor Russell está aún mejor como Emily. Sterling K. Brown hace un papelón interpretando al patriarca de la familia Williams, y me parece surrealista que haya pasado tan desapercibido en la temporada de premios. Lucas Hedges vuelve a ofrecer otro papel solvente en una película independiente, y no sé cuántos van ya. Tal vez sea Alexa Demie la más floja del elenco, pero bueno, cumple.

Y por favor, hablemos por un momento del soundtrack, porque es que está compuesto por temazo tras temazo, la gran mayoría salidos de la última década y que están elegidos con un gusto exquisito. Animal Collective, Kendrick Lamar, Kanye West, Tame Impala, Frank Ocean, Radiohead... Un lujazo, vaya. Y lo mejor es que, como la fotografía, la música también cumple una función narrativa. Las canciones están súper bien hiladas, se entrelazan con la historia y contribuyen mucho a crear la atmósfera ligeramente neblinosa de la película, a darle un rollazo muy fresco y muy actual. Más bandas sonoras que apuesten por este tipo de música, por favor, que a mí también me gustan Buffalo Springfield y Stevie Wonder pero estoy un poco harto de que se escojan siempre las mismas canciones.

En fin, que me ha encantado Waves. Su ostentosidad visual, su habilidoso montaje, la sensibilidad de su historia, el talento de sus actores... Todo me parece de bastante calidad. Me habría gustado que desarrollara un poco más la relación del padre con los demás miembros de la familia, tal vez porque Sterling K. Brown está tan fantástico que el tiempo que se le dedica en pantalla me sabe a poco. Y a veces admitiré que es algo postureta. Pero no puedo ponerle muchas más pegas, la verdad. Creo que el contraste entre sus partes no gustará a mucha gente, pero yo, por mi parte, estoy muy satisfecho con el resultado y no puedo hacer más que recomendarla.

Calificación: Imprescindible
Dabi
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7
19 de enero de 2020
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Honey boy es un trabajo singular. Tan singular que de hecho surgió en las sesiones de terapia a las que se sometió el actor Shia LaBeouf durante su estancia en un centro de rehabilitación. Fue allí donde descubrió que sufría estrés postraumático desde su infancia. Como ejercicio, LaBeouf escribió el guion que luego se acabaría convirtiendo en Honey boy. Es decir, llamar a esta película "un proyecto personal" es quedarse muy corto. Honey boy es mucho más que eso. Es un exorcismo.

La película nos muestra la relación entre un actor infantil llamado Otis y su padre, un antiguo payaso de rodeos llamado James que ahora se dedica a acompañar a Otis y ser su representante. Otis (supongo que llamarlo Shia habría sido ya demasiado) está interpretado por Noah Jupe cuando es un niño y por Lucas Hedges cuando es ya un adulto en rehabilitación. Las escenas de Hedges funcionan sobre todo como marco narrativo para contar la historia de la infancia del personaje, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo. Y madre mía, qué infancia más chunga.

La disfuncional relación entre Otis y James es el núcleo de toda la película y el foco de los traumas de LaBeouf. James (interpretado, mirad por dónde, por Shia) es un padre de mierda. Es agresivo, controlador, posesivo, ridículamente exigente. El retrato que hace Shia de su propio padre es duro, deliberadamente oscuro, pero a pesar de todo es capaz de humanizarlo. James es complejísimo. Él también arrastra sus propios traumas y sus propias frustraciones, y los paga con su hijo. Otis, por otra parte, necesita afecto más que cualquier otra cosa. Su madre no está. Busca el cariño de su padre, pero no lo encuentra, por lo tanto, acude a otro lugar. Los diálogos son aguijones, nunca sientes la sensación de paz. Hay algún que otro momento tierno entre padre e hijo, pero duran poco. El aislamiento y el estrés los asfixia. Es un guion muy sólido, fantásticamente estructurado y que destila dolor y honestidad.

Lo más destacable de Honey boy, sin embargo, está en las actuaciones. Lucas Hedges está muy bien, como siempre. Noah Jupe demuestra mucha madurez interpretativa para su edad, y su trabajo me parece fantástico. Y Shia LaBeouf hace la que es, para mí, una de las mejores interpretaciones del año. Me cago en mi vida. No sé hasta qué punto tiene que ser jodido interpretar a tu propio padre, y encima a un padre como este. Gracias a LaBeouf, en cambio, James cobra vida. Es un personaje absolutamente despreciable que fácilmente podría haber sido plano o caricaturesco. Sin embargo, LaBeouf consigue que hasta sienta lástima por él.

La dirección de Alma Har'el es efectiva, muy espontánea. La fotografía, con mucha cámara en mano, recuerda a menudo a un documental, especialmente en su forma de enfocar a los personajes y de seguirlos por la escenografía. El resultado funciona, le da a la película un aspecto muy inmediato, muy real. La banda sonora está bien, pero no tiene demasiado de memorable. Eso sí, tengo que reconocer que acabar con All I really wanna do de Bob Dylan es una idea fantástica.

En resumen, Honey boy es un proyecto único desde su misma concepción. Funciona como desahogo para su guionista y te hace comprender muchas de las idas de olla que ha perpetrado en los últimos años, desde su arresto por conducir borracho hasta su performance con una bolsa en la cabeza en una galería de arte, pero también se puede disfrutar si no se está familiarizado con la figura de Shia LaBeouf, porque a fin de cuentas, Honey boy es una película muy íntima y muy humana sobre los sueños rotos, las relaciones paternofiliales y los abusos de la infancia, y a pesar de su tono severo e incómodo, sus ideas son universales.

Calificación: Notable
Dabi
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1
29 de diciembre de 2019
249 de 283 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay Dios mío. A ver, os cuento. Ayer fui a ver Cats, por fin. Llevaba esperándola meses. La sala estaba prácticamente vacía. Una madre con su hija, mis dos amigos y yo. La niña tendría unos cinco o seis años. Una niña valiente, os lo digo en serio. Vaya ovarios. Si yo hubiera visto Cats con esa edad, me habría echado a llorar de puro terror. Y es que Cats es, y no sorprenderá a nadie a estas alturas, un espectáculo grotesco, un desastre absolutamente impagable. Pero hablemos antes del musical, por favor, que por algún lado tengo que empezar.

Cats se estrenó en West End en 1981 y en Broadway en 1982 y, contra todo pronóstico, se convirtió en uno de los musicales más exitosos de la historia (se calcula una recaudación rondando los cuatro mil millones de dólares desde su inauguración). Este éxito apabullante es algo que yo no entenderé en la vida, porque qué queréis que os diga, a mí me parece un musical terrible. TERRIBLE. La principal razón es que Cats no tiene argumento. Y esto no es una forma de hablar. Voy a deciros cosas que igual parecer spoilers, pero creedme, no lo son, porque repito, NO HAY PUTO ARGUMENTO. Y ahora vamos con la película.

Hay una tribu de gatos que son los Jélicos (no se da ninguna información sobre qué es un Jélico, quién forma parte de esta tribu, cómo se llega a formar parte, nada) que cada no sé cuánto tiempo se reúnen para que un gato viejo elija quién merece renacer en una nueva vida. Esto te lo dicen en los primeros cinco minutos. El resto son gatos presentándose. O más patético aún, gatos presentando a otros gatos. La mayoría no tienen ninguna función en la trama. A los cinco minutos de acabar, el gato viejo revela al elegido (decir quién es es lo único que podría considerarse spoiler) y la película acaba. Y YA ESTÁ, Y TE CALLAS LA BOCA. Gatos presentándose, bailando, frotándose, poniendo caras y posturas extrañas y, en ocasiones, pareciendo estar extrañamente cachondos. Cats es una fantasía para fetichistas. Estoy convencido de que Andrew Lloyd Webber es un furry, y un furry particularmente raro.

Y es que hostia puta, el apartado visual. Ya no son solo los efectos especiales (que siguen siendo bastante reguleros), es que aunque el CGI estuviera bien, el diseño seguiría dando muy mal rollo. Que son gatos con caras humanas, y las caras como que flotan. Las manos y los pies también son humanos. El sinuoso movimiento de los rabos es una clara incitación a la locura. El conjunto es jodido, muy jodido. Muy perturbador. Los escenarios son muy poco creativos, y el uso de las proporciones es vergonzoso. Dependiendo de la escena y del entorno que rodee a los personajes, los gatos parecen tener un tamaño diferente. Los ratones (los ratones tienen cara de niños, no me preguntéis por qué, y se mueven como a saltitos, en serio, son aterradores, ni en los mayores delirios de Cronenberg he visto algo parecido) y las cucarachas (que van como en procesión, no entiendo nada) tienen prácticamente el mismo tamaño. Visualmente, lo único que salvaría serían las coreografías, pero tampoco, porque de vez en cuando te meten unos pastiches súper raros de música urbana que desentonan mucho. Es todo una vorágine de pura enajenación, no sé qué estoy viendo, me estoy volviendo loco.

Y hablemos de la música. Porque vamos a ver, Andrew Lloyd Webber, QUÉ ME ESTÁS CONTANDO. Quitando Memory, las letras de las canciones son de vergüenza ajena, JÉLICOS GATOS GATOS JÉLICOS SON JÉLICOS LOS GATOS DE MIS HUEVOS JÉLICOS ESTOY DROGADÍSIMO CON DROGAS JÉLICAS LOS GATOS SON JÉLICOS JÉLICOS LOS GATOS. Y este tío escribió El fantasma de la ópera, es que no puedo con la vida, os lo juro. Lo peor es que ni Memory funciona. Pretende ser un baladón del calibre de I dreamed a dream, pero no lo es. I dreamed a dream es la culminación de las desgracias de Fantine, y tiene una resonancia emocional tremenda porque todo el viaje hasta ese punto ha sido un descenso a los infiernos, y hemos estado con ella a cada paso. En Cats, Grizzabella se cuela en la escena de repente con su cara de pena y los demás gatos la llaman la gata del glamour (no me hagáis hablar de los sobrenombres de los gatos porque es que entonces no termino). Tras esto, desaparece por completo de la película. Reaparece media hora después para cantar la mitad de Memory y se vuelve a pirar, y unos cuarenta minutos más adelante vuelven a rescatar al personaje para que acabe la canción. La canción no funciona porque Grizzabella no tiene trayectoria, porque, como he dicho, ESTO NO TIENE PUTO ARGUMENTO, NO ENTIENDO NADA, QUÉ COSA MÁS FASCINANTE.

Por falta de espacio, me voy a la sección spoiler para hablar de los actores. Ay, los actores. Vaya panda de desgraciados. Vayamos uno a uno, por favor:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dabi
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5
24 de diciembre de 2019
88 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
A beautiful day in the neighborhood (Un amigo extraordinario en España, pero me niego a llamarla así porque me parece un título horroroso) es el tercer trabajo de la directora norteamericana Marielle Heller. He visto los dos anteriores trabajos de Heller, y ambos, sin ser espectaculares, me han parecido moderadamente disfrutables. Este año ha decidido homenajear a la figura de Fred Rogers, educador norteamericano que presentó durante décadas el programa de televisión infantil Mister Rogers' Neighborhood. ¿El resultado? Pasable, pero tengo que admitir que, en líneas generales, yo no he disfrutado demasiado la película.

Esto se debe sobre todo a dos motivos, el primero es culpa de la película, el segundo es culpa mía. El primero de ellos es el poco interés de su fotografía. A beautiful day in the neighborhood es, como los dos anteriores proyectos de su directora, visualmente inerte e impersonal. A Heller le falta estilo. No hay nada interesante ni característico, no trabaja la narrativa visual. Uno ve una película de Heller y si no se fija en los créditos lo más probable es que no sepa quién la dirige. Esto es algo que le pasa a muchos directores, pero el suyo es, en mi opinión, uno de los casos más claros.

El segundo aspecto es, como he dicho, más cosa mía que de la película en sí, y es que, simple y llanamente, este no es mi tipo de película. Fred Rogers, para los que no lo conozcáis (que seréis muchos porque, al menos aquí en España, no es una figura demasiado conocida) es un icono de la televisión norteamericana, una de sus figuras más queridas. El público que ha crecido con él (que son millones y millones, dado que su programa se emitió desde 1968 hasta 2001) lo adora. Yo, que no lo conocía hasta el año pasado, no siento ningún tipo de apego hacia él. Eso influye mucho en mi experiencia de la película, pero influye aún más el hecho de que lo que él representa me tira muy para atrás. Y repito, es problema mío. A mí, que soy un cínico y un pesimista de mierda, la actitud tan bondadosa, tan optimista y tan inspiradora que desprende Rogers (y este trabajo, por extensión) siempre me empalaga, no lo puedo evitar. Y lo vuelvo a decir, no es culpa de la película. Se nota que el guionista ama a Fred Rogers y se siente conmovido por él, y lo representa como una figura mística, casi celestial. No dudo que haya sinceridad en el retrato de Rogers, pero yo, tal vez por mi forma de ser, soy incapaz de comprarlo.

La película, inspirada en hechos reales (un eufemismo que lo que en realidad quiere decir es que el guionista ha cogido un par de elementos reales y el resto se los ha sacado del ojete) utiliza a Rogers casi como antagonista. Sus enseñanzas sirven para guiar a Lloyd, que es realmente el personaje que tiene un arco argumental claro. A beautiful day in the neighborhood trata de las heridas y los resentimientos del pasado a través del prisma de las relaciones paternofiliales. El conflicto de Lloyd se deriva de su relación con su padre y se extiende a las inseguridades que eso le provoca. Lloyd no sabe (o no puede) ser un buen padre, porque no es capaz de reconciliarse con el suyo. Es un sustrato temático visto otras veces, pero con muchas posibilidades argumentales. La película lo trata y lo resuelve de manera algo tosca, en mi opinión. Falta desarrollo. Progresa con solvencia, pero la resolución llega demasiado pronto, no se siente merecida ni da la sensación de haberse profundizado en ella lo que se debería. Aun así, es este hilo conductor el que produce mis escenas favoritas de la película. Cuanto más nos alejamos del algodón de azúcar que es Fred Rogers, más nos acercamos a los conflictos humanos y más conecto con la película.

A nivel interpretativo no tengo nada malo que decir. Matthew Rhys y Tom Hanks hacen un trabajo impecable, y ambos se complementan bastante bien. Rhys es contenido y natural, nunca fuerza demasiado la máquina, nos mantiene anclados en el mundo real. Hanks emula con habilidad los gestos y los patrones de habla de Fred Rogers, pero por suerte su actuación no se queda en la mera imitación. Con él, Rogers cobra vida. Por desgracia, y por la misma naturaleza del guion, el personaje es más un recurso narrativo que otra cosa, y permanece inmutable durante toda la trama, lo cual creo que limita un poco al actor. Pero vaya, que lo que hace, lo hace muy bien. En cuanto a Chris Cooper, pues bueno, funciona. Siempre es agradable tenerlo en la película porque es un actor estupendo. Le he visto mejor en otras ocasiones, pero tampoco es que se le dé mucho con lo que trabajar.

En resumen, no creo que A beautiful day in the neighborhood sea una mala película. Es muy bonita, muy motivadora, limpia y cálida en su enfoque, hasta el punto de que a ratos da la sensación de ingenuidad, pero bueno, es que así era Fred Rogers, una persona que irradiaba positividad y buenrollismo. Si la intención era utilizar su figura para exponer un conflicto humano, supongo que el objetivo está cumplido. Pero no está hecha para mí. Si te gustan las películas alentadoras, tiernas e inspiradoras, te recomiendo que la veas. Si eres un triste como yo, pues igual no conectas. Me habría gustado disfrutarla más, lo digo en serio. Qué le vamos a hacer.

Calificación: Insuficiente
Dabi
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6
23 de diciembre de 2019
171 de 220 usuarios han encontrado esta crítica útil
Taika Waititi ha tenido una década muy interesante. Su estupendo mockumentary Lo que hacemos en las sombras vio la luz en 2014 y se ha ido convirtiendo poco a poco en una de las películas de culto de la década. En 2016 enamoró al público de Sundance con la comedia de aventuras Hunt for the wilderpeople, y tan solo un año después plantó su sello en Marvel, la propiedad cinematográfica más valiosa del momento, con una Thor: Ragnarok que revitalizó al personaje de Thor y que es probablemente una de las mejores películas de la saga. Dos años después nos trae Jojo Rabbit, una comedia sobre la Segunda Guerra Mundial que le hizo ganar el People's Choice en Toronto, el premio más importante de todo el Festival. La anterior ganadora de este premio fue Green book en su camino al Oscar a mejor película el año pasado.

¿Que por qué menciono Green book? Pues porque una vez vista Jojo Rabbit, se entiende que ambas ganaran el mismo premio, ya que, aunque el trabajo que nos ocupa me parezca superior, sí que creo que comparten ciertas similitudes. Ambas cogen un tema delicado (el racismo en la década de los 60 en Estados Unidos vs el antisemitismo nazi durante el Tercer Reich) y lo convierten en una comedia dramática bastante accesible para el gran público. He leído en varias ocasiones que Jojo es una película irreverente, y no puedo estar más en desacuerdo. De hecho, creo que aborda el asunto con muy poco riesgo. Parodiar a los nazis no es algo novedoso, y el tratamiento en esta película es bastante inocuo. La interpretación de Hitler que hace Taika Waititi es moderadamente divertida, y su función de contrapunto es efectiva a la hora de retratar el conflicto psicológico de Jojo, pero el humor de la película es bastante blanco, le falta mala leche. Que oye, tampoco me parece mal. El resultado es simpático, y la progresión temática de la relación entre Jojo y Elsa es tierna, previsible, a menudo sensible y ocasionalmente sentimentaloide. Funciona. Ahora bien, ¿irreverente? Vamos, no me jodas. Irreverente es Ser o no ser.

En mi opinión, el punto fuerte de la película está en las interpretaciones. La vena cómica de Taika está más que demostrada a estas alturas, aunque en ocasiones se acerque demasiado al sketch. El debutante Roman Griffin Davis hace un trabajo más que sólido y Sam Rockwell y Scarlett Johansson (vaya pedazo de año está teniendo esta mujer) están fantásticos. Dicho esto, para mí quien se hace con la película es la magnética Thomasin McKenzie, quien ya demostró el año pasado que es una de las promesas actorales de su generación con su papel en Leave no trace. Por el contrario, Rebel Wilson repite el tipo de interpretación que lleva haciendo siete u ocho años, y ya me empieza a dar bastante pereza.

En el resto, Jojo Rabbit es lo suficientemente solvente. La banda sonora, con clásicos de la música pop cantados en alemán, es una idea interesante. La factura técnica está muy en sintonía con el resto de trabajos independientes de Waititi. Encuadres simétricos pero alejados de la obsesiva perfección formal de Wes Anderson, cámaras sobre todo estáticas, montajes al servicio de la comedia. En este aspecto, todo bien, pero tampoco nada para tirar cohetes.

En resumen, como pasó el año pasado con Green book, creo que Jojo Rabbit acabará siendo una de las películas del año, y a mucha gente le flipará. A mí me ha gustado, especialmente por la calidad de sus interpretaciones y la absurdez de buena parte de su comedia, pero me parece demasiado segura para ser una sátira. Su intención no es provocar, sino trasmitir un mensaje de fraternidad y de igualdad de una manera afable y asequible. Una decisión noble y muy loable, no digo que no, pero personalmente el resultado me parece correcto, no memorable. A pesar de eso, la recomiendo, pero tienes que saber lo que vas a ver. Si la falta de veneno y el mínimo atisbo de sensiblería son cosas que te echan para atrás, tal vez Jojo Rabbit no sea tu película.

Calificación: Recomendable
Dabi
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