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España España · Albacete
Críticas de Juan Pablo
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Críticas 333
Críticas ordenadas por utilidad
5
21 de enero de 2019
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joel Edgerton firma su segunda película como director y tomando una historia real, se acerca al mundo de la homosexualidad. Centra su atención en las terapias o pseudoterapias vigentes hoy en día en numerosos estados de Estados Unidos, que pretenden curar a aquellos que sienten atracción física por los de su mismo sexo.
Refleja una religiosidad estricta y rancia, predominante en eso que se ha dado en llamar la América profunda, dónde gays y lesbianas son tratados como enfermos; pecadores que alejándose de las enseñanzas del Señor, han de ser guiados de nuevo por el buen camino.

Internados en un centro difícil de calificar, un grupo de homosexuales van a padecer los grotescos tratamientos del director del mismo, interpretado por el propio Joel Edegerton. No faltaran humillaciones de todo tipo y condición, abonados por un sectarismo que provocará la reacción del protagonista (Lucas Hedges), que se niega a ser conducido como un borrego hacia la anulación completa de su personalidad.

No resulta sencillo entender como la primera nación de occidente puede amparar y apoyar institucionalmente estas prácticas que desafían el sentido común y el más elemental consenso científico sobre el tema. No es una excepción. En numerosos condados, en las escuelas se incluye en el currículo escolar el creacionismo, negando mediante una singular interpretación de la biblia, esa maravillosa obra del pensamiento y la ciencia humanas que es “El origen de las especies”, de un tal Charles Darwin.

Con un reparto de lujo, los hechos se narran con corrección, pero no llego a implicarme ni a creerme del todo los padecimientos, las contradicciones internas del protagonista. Me parece que el film arriesga poco, y me invade la sensación de haberme quedado a medias. Me reconforta ver a Nicole Kidman, en un papel muy secundario, como abnegada madre y mujer de un pastor que ejerce un patriarcado amparándose en unas creencias, que me siguen produciendo mucho miedo.
Juan Pablo
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6
30 de octubre de 2019
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Rudolph Giuliani, alcalde republicano de Nueva York, se propuso transformar la gran manzana, implementó una política que ha pasado a la posteridad como ”tolerancia cero”. Se trataba de una serie de medidas, de amplio espectro, que transformaron la ciudad. Hubo una reducción drástica de la delincuencia, los crímenes y otros delitos menores. Pasó a ser una de las grandes urbes más seguras del mundo, pese a que su política aún a día de hoy continua bajo el escrutinio de la controversia. Entre aquellas medidas, una era la de acabar con la endémica corrupción policial. Descentralizó la cadena de mando, brindó grandes poderes a los agentes, que pasaron a ostentar una remuneración nunca antes vista. Así de crudo. Pagarles mucho para evitar la tentación del soborno. La serie ‘El padrino de Harlem’, creada por Chris Brancato y Paul Eckstein, que emite HBO, no tiene a la corruptela policial entre sus elementos nucleares. Pero sin su concurso no se explica la repercusión y el ascenso de figuras como las de Ted Bundy (Forest Whitaker), sobre la que se basa la serie.

Mucho se ha escrito sobre la putrefacción que aquejaba a la policía de Nueva York. El director que mejor lo ha plasmado en el cine ha sido el gran Sidney Lumet, con títulos como ‘Serpico’ o ‘La noche cae sobre Manhattan’. En la primera lució Al Pacino una soberbia interpretación, haciendo de la integridad personal un valor imperecedero ante un ambiente de deshonestidad generalizada. En la segunda era Andy García como fiscal, quién se las tenía tiesas en un thriller de sombría complejidad.

La historia del mafioso Ted Bundy no puede entenderse sin la corrupción policial y de ciertas élites (políticas, religiosas, activistas) que conviven con actividades ilegales bajo la escusa del mal menor. O recurriendo directamente a las mismas, haciendo bueno aquello de que el fin sí justifica los medios. ‘El padrino de Harlem’ arranca con Bundy saliendo de la cárcel. Habiendo estado casi una década a la sombra, va a iniciar un tortuoso camino para recuperar el poder perdido. Lo más interesante de la propuesta radica en el entramado de intereses que se cuece a su alrededor. La etapa histórica en que transcurren los hechos atesora unas potencialidades que Brancato y Eckstein exprimen con soltura.

La lucha por los derechos civiles, el endémico problema racial, los clanes repartiéndose el jugoso pastel de los opiáceos y el juego, alternan en un baile de doble moral dónde la política, a lomos de una sociedad que vive el vértigo del cambio, actúa de manera camaleónica. Así figuras como Malcolm X (Nigél Thatch) y el congresista Powel (Giancarlo Esposito), cuecen entre bambalinas un menú no apto para estómagos delicados.

‘El padrino de Harlem’ atesora un lenguaje directo y explícito que le sienta muy bien, y en el que los subtextos apuntalan unas personalidades complejas, difíciles de etiquetar. El reparto es de lujo. Vemos al Forest Whitaker de las grandes ocasiones. De tez impenetrable, rara vez exterioriza sus sentimientos. Hay un retrato crudo, sin aliño de un vil criminal. Lástima que los actores que dan vida a la mafia italiana ( Vincent D’Onofrio, Chazz Palminteri y Paul Sorvino) estén en gran medida desaprovechados. No estamos ante una obra maestra. Pero sí frente a una serie más que digna.

Un consejo: véala en versión original.
Juan Pablo
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6
5 de febrero de 2021
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
'The Marksman', segunda película como director de Robert Lorenz, quién fuera ayudante de Clint Eastwood en las laureadas 'Los puentes de Madison', 'Mystic River' y 'Million Dollar Baby', nos traslada al sur del estado de Arizona. Una de las fronteras más porosas del mundo (la que separa México de Estados Unidos) indomable a pesar del árido desierto, a prueba de vallas y muros, es el escenario en que el drama de la inmigración adquiere toque de western. Liam Neeson interpreta a un ranchero cuya propiedad radica en la frontera.

Periódicamente pulula por sus dominios en la típica ranchera, ataviado con su rifle, dando aviso a las autoridades cuando ve algún espalda mojada. En su camino se cruzará un niño que huye junto a su madre de un cártel mexicano. Su delito es ser familia de alguien que ha traicionado a los criminales. Mostrando su lado más humano, este hombre protegerá al joven: de la policía estatal que lo deportará y de las largas manos de una mafia para los que la vida no tiene valor alguno.

Liam Neeson, de nuevo imponente, es la viva imagen del desgaste, de una vejez marcada por la soledad (ha perdido a su esposa) y la precariedad económica. La ayuda que presta a este chico surge no sólo por obligación moral. Es una forma de sentirse vivo, mostrar que aún puede reverdecer viejos laureles. Empresa complicada que afronta a pecho descubierto. Ligero de equipaje, vence al miedo porque tiene ya poco que perder.

La caracterización que realiza Robert Lorenz de su protagonista recuerda al Eastwood crepuscular de cintas como 'Gran Torino' (de casta le viene al galgo). Aunque en 'The Marksman', ese ejercicio con regusto a testamento vital, queda lastrado por un guion que se va haciendo convencional conforme avanza el metraje. La persecución que narra, con su entramado de corruptelas, es probable que fuera más creíble si se desarrollara en el vecino del sur. A Neeson le hemos visto muchas veces hacer esto, y mejor, pero no ha perdido la capacidad de dotar de nervio a una cinta correcta, bien hecha.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es/
Juan Pablo
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7
12 de diciembre de 2019
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kantemir Balagov filmó en 2007 su ópera prima ‘Demasiado cerca’, cinta que versaba sobre la violencia en lugares lejanos, alejados del foco y atención mediáticos (República de Kabardia-Balkaria). Y se le consideró una joven promesa del cine europeo. Con su segundo trabajo ‘Una gran mujer’, adquiere el estatus de realidad. Si en su primera obra obtuvo el premio FIPRESCI, en la segunda se alzó con la mejor dirección dentro de la sección ‘Una Cierta Mirada’, ya saben que Cannes siempre mima y cuida a sus hijos.

La acción nos sitúa en el otoño de 1945, en la ciudad de Leningrado. Habiendo sufrido durante la guerra uno de los asedios más despiadados de la historia, 900 días estuvieron sus habitantes falleciendo de inanición y frío, la reconstrucción de la que en su día fuera capital cultural de la Rusia Zarista parece tarea titánica. Otra cosa es la vuelta a la normalidad de muchos de sus habitantes. Esas gentes que habiendo padecido el horror de las privaciones, la violencia y la muerte, deambulan por sus calles como almas errabundas.

Dylda (Viktoria Miroshnichenko) trabaja como enfermera en un hospital para veteranos de guerra. Las secuelas del conflicto dejan en esta joven un extraño trastorno por el cuál se queda inmóvil, hierática, ”helada” dicen sus compañeros, incapaz de reaccionar a estímulos externos. Jugando con su hijo de corta edad en el suelo, sufre un ataque que termina con ella sobre el pequeño, que muere aplastado. Es una escena brutal, desgarradora. La ternura abre paso a la tragedia sin solución de continuidad. La incomodidad que genera no es más que el prolegómeno de una sensación que irá in crescendo a lo largo del metraje.

Cuando Masha (Vasilisa Perelygina), una amiga de los tiempos en que lucharon en el frente regrese a la ciudad, se articula una relación entre dos mujeres rotas por dentro, dónde la obsesión por la maternidad es el reflejo de un trastorno profundo.

‘Una gran mujer’ tiene una fotografía esplendorosa, aflorando imágenes cálidas, en contraste con la ruina material, también moral, en que se desenvuelven los personajes. Balagov ha escogido a actores de marcados rasgos, de fisonomía pronunciada. Con gestualidad extraña, sus movimientos e interacciones reflejan la anomalía que les asola. Logra una puesta en escena casi teatral, hipnótica en muchos de sus encuadres.

Estamos frente a una película compleja, de gran belleza formal, a la vez que perturbadora en el fondo. De revisión obligada, los matices y los subtextos martillean una idea subyacente: la guerra no termina con el último disparo, para muchos continua de manera indeleble, probablemente hasta el fin.
Juan Pablo
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El diablo de al lado (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Estados Unidos2019
7,0
1.381
Documental, Intervenciones de: John Demjanjuk, Yoram Sheftel
7
12 de noviembre de 2019
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo largo y ancho de la Europa ocupada por Alemania durante la II Guerra mundial, sobre todo en Polonia, florecieron los tristemente célebres campos de concentración. Lugares de exterminio industrial de judíos y otros enemigos de la raza aria. Que un capitoste nazi, guardia en uno de ellos, sobresaliera por su atrocidad, adquiere un mérito siniestro. ‘El nazi Iván el terrible’, documental de cinco capítulos que emite Netflix, es un drama judicial de reluciente factura. Casi cinco horas para desgranar el juicio que se siguió en Israel contra un jubilado, ciudadano americano de origen ucraniano, John Demjanjuk.

Afincado en Clevealand, antiguo trabajador de una fábrica de Ford, religioso, familiar y bien considerado dentro de la comunidad, va a seguir un patrón muy similar al de otros genocidas, que buscaron en el anonimato de una vida abúlica, una vía para no rendir cuentas de sus actos. Acusado de ser Iván el Terrible, un guardia de Treblinka aficionado a la tortura de judíos, va a ser extraditado a Israel.

‘El nazi Iván el Terrible’ sigue el tortuoso proceso judicial que se siguió en su contra. Los directores Daniel Sivan y Yossi Bloch manejan a los protagonistas del juicio creando una atmósfera inquietante. Dónde la rigurosidad en la exposición no anda reñida con un suspense muy logrado. El interés mediático que tuvo, la sordidez de los crímenes juzgados, la desaparición física de víctimas y verdugos ante el inexorable paso del tiempo, más lo extravagante de algunas personalidades implicadas, se ponen al servicio de un relato que afronta la complejidad a pecho descubierto.

Con un gran manejo del tempo narrativo, es notable la capacidad de los autores de desnudar a los protagonistas frente a las cámaras. Desde la responsabilidad ante la historia de los jueces que dictaron sentencia; los temores de fiscales por la consistencia de las pruebas; el circo montado por el abogado defensor, un provocador libertino crecido ante la polémica; y las razones de familiares y amigos, engrasan un drama adictivo.

Es de agradecer la mesura, que no displicencia, con que ‘El nazi Iván el Terrible’ aborda acontecimientos terribles, repugnantes. Lo peor de la condición humana se exhibe con la dosis justa de emotividad. Y no es tarea baladí. Lo escrupuloso de un sistema judicial garantista florece como ejemplo de superioridad moral, para que la barbarie no acabe por aniquilarlo todo.
Juan Pablo
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