No esperaba más que una simple película que me entretuviera pero, "Generación Low Cost" es uno de los mejores retratos generacionales de los últimos tiempos. Además, el hecho de que la protagonista sea azafata de vuelo, es decir, que su patria sea un continuo vaivén, es una metáfora perfecta de la inestabilidad que viven, a todos los niveles, los jóvenes de hoy en día. Adèle Exarchopoulos plasma con su mirada y gestualidad la esperanza agria y decadente, y tan artificial como las torres infinitas de Dubai, que no es sino la bandera generacional del mundo occidental. El enfoque de Lecoustre y Marre es mucho más profundo de lo que pudiera parecer, precisamente por ir más allá de ideologías, movimientos o identidades: nos habla de los sentimientos.

"Muertos S.L." es una fiel demostración de que no siempre la misma fórmula que sirve para una serie de éxito, se puede aplicar para otra. Parte de los creadores de "Aquí no hay quien viva" o "La que se avecina" tratan este nueva producción con un tipo de humor manido y anclado en un pasado no tan cercano como el que ellos, quizás, piensen. "Muertos S.L." está hecha con buena voluntad, pero el hecho de emplear el mismo tipo de humor que en otras series, es decir, el hecho de no haber tratado esta creación como algo distinto, es el gran error. Lo que hace a esta serie increíble (en el mal sentido) -y no es que los creadores pretendan hacerla creíble- es la mala dirección actoral, el vacío en el simbolismo de algo tan trascendente como la muerte. No hay riesgo, ya que se sigue el mismo patrón de siempre. Crear una serie o una obra sobre la muerte requiere de una sensibilidad especial que, aquí, no se da. El humor no debería estar reñido con la sensibilidad, el problema es que no es sencillo. "Muertos S.L." es una serie prescindible, carente del humor negro de Azcona o Berlanga, con un casting fallido y con un tratamiento de la muerte banal.

El terror aquí (y casi ¡por fin!) está bien entendido en el cine español. Por eso mismo, es y será ya una de las mejores películas de terror españolas: prevalece lo psicológico, la tensión, lo que tiene de thriller, sin renunciar a un humor negro "azconiano". Desde el comienzo, su absurdidad es creíble y, con esa capacidad de que nos creamos todo, Caye Casas, nos flagela el cerebro. Las gotas de sudor "in crescendo" de David Pareja, también son las nuestras. Además, todos los elementos que van apareciendo alrededor (véase la niña vecina) se vuelven piezas clave de este tablero de ajedrez, tan sencillo de entender y, a su vez, tan macabro, descabellado y negro. En algunos momentos se podría estar hablando, incluso, de un "gore intelectual". Este film nos habla más de miedos profundos que de sustos artificiales con buena fotografía (que es como parecía que se estaba entendiendo el terror en España).

Si analizo la serie desde mi opinión sincera, alejado de la influencia del pensamiento "mainstream" que todo lo abarca y que dictamina lo que es válido y lo que no, disiento de que "Mi reno de peluche" sea una serie tan buena como dicen. Aquí, el reclamo de marketing es Martha (Jessica Gunning), esa contemporánea Annie Wilkes de "Misery", que es quien te empuja a ver la serie: es ella la que atrapa, la que nos interesa y la que posee carisma. De hecho, la serie, sin ella, carecería de interés. Sin embargo, bajo mi punto de vista, equivocadamente, la serie se centra en relatarnos y psicoanalizarnos los tormentos interiores y exteriores de Donny Dunn (Richard Gadd), un personaje que, a medida que van sucediendo los capítulos, va decayendo en cuanto a interés (en especial, dada la excesiva didáctica del sexto episodio, el peor de toda la serie). Hubiera sido inmensamente más interesante enfocarse en la mente de Martha: un personaje lleno de aristas, con un mundo interior fascinante, emocional, desequilibrado, tierno y psicótico. Pero, quizás, esto era mucho más difícil.

En todo caso, ¿por qué si la serie se centra en Donny, la imagen promocional está dominada por Martha?

Lo contradictorio de "Poquita fe" es que, uno de sus recursos humorísticos más efectivos, su didáctica excesiva, también acaba por limitar muchas de las situaciones. Da la sensación de que ese efectivo recurso, no permite explorar no solo el humor, sino otros géneros que tan solo quedan abocetados en la serie. A veces cae en cierta autocomplacencia, parece disfrutar mirándose su propio ombligo, pero sabe salir de ese ensimismamiento precisamente con el sentido del humor, pues también en esto es diferente: al saber reírse de sí misma, toda licencia es válida. Si le doy un 6 es porque creo que todavía puede ser mejor, porque creo que es la gran base para crear algo atemporal.