Cuando te gustan los musicales clásicos, las galletas de jengibre y las comedias dramáticas con líneas de diálogo para adultos es difícil resistirse al encanto de esta peculiar familia. Todos sus miembros están un poco desequilibrados y parecen necesitarse unos a otros para no caer o mejor aún para poder levantarse de nuevo, y por eso es tan extraño comprobar cómo a pesar de alguna que otra pequeña muleta del guión todo se desenvuelve con facilidad, con naturalidad y sin los aspavientos de las comedias supuestamente graciosas.

No nos engañemos, la navidades no existen, así que lo mejor que nos puede ocurrir es que nos entreguen un cuento navideño al que poder volver cada año con ventanas empañadas por el frío y confortables iluminaciones indirectas.

Hollywood ya no suele hacer películas así, por eso es mejor disfrutarla antes de que desaparezcan los últimos intentos de firmar un guión clásico al estilo de las viejas películas de los 30 y 40.

La verdad es que según iban pasando los minutos de la película se intensificaba la sensación de que estaba viendo la versión carca-reaccionaria y burdamente infantiloide de Harry Potter. Hay demasiadas "coincidencias" en la trama y los personajes como para no notar con fastidio cómo la Disney, que podía haber hecho una tonta película de instituto y otra tonta película de superhéroes (aunque evidentemente a mucha distancia de los X-Men, por poner un ejemplo de cierta calidad) se empeña en mezclar dos conceptos como si un ejecutivo desesperado hubiera dicho ¿Y si hacemos Harry Potter a a la americana sustituyendo el zumo de calabaza por refresco de cola y los malos de miedo por "chupetes"?

Los efectos especiales son cutres, las bromas hacen escasa gracia, los adultos son poco menos que estúpidos y sin embargo los adolescentes protagonistas salen bien parados a pesar de su juventud aunque la pobre chica "eterna novia enamorada que no dice ni mú de sus ardorosos sentimientos" tiene un momento Poison Ivy del que tendrá sin duda que arrepentirse el día de mañana.

Sabía que sería mala, pero no sabía que sería tan... aburrida.