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Críticas de Anibal Ricci
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Críticas 364
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
8 de marzo de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Phil viaja en su auto desde Los Ángeles a Nueva York, retratando todo con su polaroid. Vaga de motel en motel y los encuadres de sus fotografías dan cuenta de la soledad que observa. Les falta vitalidad a esas instantáneas y el protagonista emprende esta road movie para encontrar su esencia, su alma en cierta medida. Wim Wenders es un especialista en “películas de carretera” e insistirá en este viaje eterno (algunas veces sin guion) para que sus personajes se encuentren a través del movimiento de un lugar a otro. Entonces Phil le dice a su agente que viajará a Europa para poder escribir acerca del mundo americano. En Estados Unidos ha visto paisajes solitarios y las imágenes televisivas, alienantes y sin sentido, que lo han descolocado del todo. Wenders acompaña a su protagonista con unos simples acordes de guitarra (al igual que a Travis en “Paris, Texas”), profundizando el vacío de su experiencia. Lo pierden las carreteras, los trenes, ese “movimiento falso” que lo hace sentir ajeno en cualquier lugar.

La película es un viaje tanto físico como emocional, sin recurrir a sensiblerías. En la medida que Alicia le muestra las ciudades a Phil, ellos se van acercando hasta encontrarle sentido al viaje que emprenden juntos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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9
7 de marzo de 2016
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es un nuevo documental de Patricio Guzmán (ha realizado treinta a la fecha), cuyo punto de vista siempre es comparativo, informado, sobretodo poético. Tal como en “Nostalgia de la Luz” (2010), donde comparaba la distancia entre la luz y los seres humanos, entre la mirada hacia las estrellas y la de aquellos que buscan la historia enterrada por la infamia, en este nuevo trabajo, Guzmán busca la memoria del agua, la voz de cada indígena y de cada desaparecido por la dictadura de Pinochet.

El guion es perfecto: imágenes de gran belleza contrastan con la dolorosa verdad surgida desde el fondo del mar, donde la analogía inteligente surge siempre de la mano de este gran cineasta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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8
28 de febrero de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen películas efectistas, pero también las hay bien hechas. Spielberg es un gran contador de historias, narra bien, pero suele excederse, digamos que suele manipular nuestro punto de vista (Rescatando al Soldado Ryan, La Lista de Schindler), aunque a veces nos deja perplejos, como en el caso de "Munich" (2005), sensacional a secas. "American History X" no es de Spielberg, pero utiliza todo su repertorio. Mezcla de fotografía en colores y blanco y negro; presente y pasado surgido de la mente de un personaje definido (Danny Winyard), cuyo hermano será el centro de los excesos (contenciones) y cuyo accionar pasado ya no podrá alejar las consecuencias futuras. También hay lugar para las escenas de niñez ralentizadas. La historia es sobrecargada y atrincera a los personajes en muy buenos y muy malos. Algo huele a moralina, pero si en el papel principal (Derek Vinyard) tenemos a Edward Norton, es probable que la cinta no caiga en pozos sin fondo, simplemente debido a que el actor se muestra multifacético: violento o reflexivo, implacable o compasivo, dotando al personaje de la profundidad psicológica ausente en el guión, quizás algo obvio. La fotografía está a gran nivel y algunas escenas quedan impregnadas en la memoria. La película es una eficientísima crítica al racismo, violenta y al hueso, curiosamente pasó sin pena ni gloria al lado de la sobrevalorada "La vida es bella" (1997) de Roberto Benigni. Ambas abordan el tema nazi, una desde la radicalidad y la cinta italiana desde la comedia algo absurda, distintas formas de experimentar la intolerancia humana.
Anibal Ricci
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10
25 de febrero de 2016
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es de las primeras de cine sonoro que produce alemania y, por otro lado, es la cinta que da paso a un cine más realista, alejándose de los prolíficos años del "expresionismo alemán", cuyos frutos principales fueron sembrados por Fritz Lang (Metrópolis, M, El Testamento del Doctor Mabuse), y por Friedrich Wilhelm Murnau (Nosferatu, El Último, Amanecer). Este nuevo realismo presente en "El Ángel Azul", no renuncia a la opresión de las cintas precedentes, sino más bien, dota a las escenas de cierto clasisismo narrativo, que es enriquecido en el montaje con elementos metafóricos como el ruido de campanas, pájaros enjaulados y figuras de reloj en primer plano, todas con el objeto de prefigurar a la muerte. Se trata del primer largometraje que protagonizó Marlene Dietrich (Lola Lola, actriz de cabaret), pero es el profesor Immanuel Rath (Emil Jannings) el personaje que se roba la película. Una interpretación mezcla de ingenuidad y suficiencia, en un minuto admirando el show de Lola Lola desde la altura de un balcón, para hacia el final sumirse en las profundidades de la mente humana. Un ser odiado por sus alumnos e incapaz de entender un abrazo, un beso o una palabra cariñosa, un ser emocionalmente primitivo que nos sumerje en la degradación del amor. Las escenas de soledad son conmovedoras y dan cuenta de una progresión irremediable, sin vuelta atrás, donde la cámara se aleja y el sonido desaparece. La película simboliza cierta caída moral del pueblo alemán en los años posteriores a su derrota de la Primera Guerra Mundial. La letra que canta Dietrich refleja a la perfección esa degradación y alienación, siendo el contrapunto ideal a las escenas más crudas.
Anibal Ricci
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10
20 de febrero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Travelling de cuatro minutos, fabulosa música de Henry Mancini con cierto toque latino, se van develando uno a uno los personajes, Vargas (Charlton Heston) y ese picado envolvente que denota al héroe, luego Quinlan (Orson Welles) con un encuadre picado, pero esta vez fijo para introducir al mal. Ambos representantes de la ley y, a continuación, la ambigüedad del poder, traición de por medio. Magistral uso de la grúa, gran angulares, contrapicados, sombras en las paredes, cielos asfixiantes, focos de luz en el suelo, neones intermitentes y lámparas oscilantes... todo eso es Welles, gestor de un cine barroco que no da respiro. Hace unos años tuve el placer de visionar esta maravilla en una sala de cine, con perfecta sincronía entre planos generales y primeros planos con nuestros personajes amenazando con escapar de los márgenes. Cine con mayúsculas, gran angular y profundidad de campo. El ritmo va in crescendo desde la secuencia inicial contemplativa, hasta un final delirante, de una fuerza narrativa descomunal, con telón sonoro que aporta al dramatismo. Estamos frente a un meticuloso estudio de la corrupción, desde ambos lados de la ley, una representación sin época de la esencia del ser humano. Película de 1958, aún goza de modernidad estética. Welles, un pintor de imágenes y movimientos de cámara para nada gratuitos. Quizás debido a este genio, hoy hablamos de séptimo arte.
Anibal Ricci
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