Un gran misterio se cierne sobre la muerte del gran poeta (escritor y dramaturgo) Federico García Lorca. ¿Quién estuvo detrás de su muerte? ¿Por qué lo mataron? ¿Para quién suponía el hombre un estorbo? La respuesta puede intuirse, sin embargo, no está clara ni mucho menos.

Esta película, "Muerte en Granada", es un recorrido por las últimas horas de vida del poeta, a través de los ojos de un joven escritor granadino (como Lorca), que se exilió con su familia a Puerto Rico al comienzo de la Guerra Civil, y que conoció al poeta cuando era sólo un adolescente. En su planteamiento, el joven tratará de escarbar en lo más profundo para hallar al culpable (o al que dio la orden final) de acabar con la vida de uno de los mejores poetas del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de la colaboración de Ian Gibson, el historiador que, probablemente, más sabe de Lorca, la película no tiene ni la más mínima base de verosimilitud. Desde los primeros minutos, adolece de falta de veracidad y de profundidad; el guión es flojísimo y la mayoría de los actores están simplemente pésimos. Y la historia no funciona: los personajes van aportando su versión de los hechos y, sin remisión, se va cayendo en un final tramposo y maniqueo. Desdeluego, esta película no hace justicia al poeta ni por asomo. "La muerte de un poeta", sin más, la supera con creces.

Lo mejor: Cuando Lorca (interpretado por Andy García) recita en la cárcel es el único momento de cierta emoción.
Lo peor: La falta de verosimilitud y de profundidad.

El género gansteril, clásico donde los haya, es un género de los que tira fuerte, sin duda. Pocos directores (desde Coppola, Scorsese, De Palma, etcétera etcétera) se han podido resistir a agarrar una historia de gansters (ya sea en EEUU o en Sicilia, o en cualquier parte) y contarla a "su manera" y con la dosis perfecta de violencia.

Como hiciera Brian De Palma, a finales de la década de los ochenta, con "Los intocables de Eliot Ness", su particular visión ('remake' de la serie de televisión del mismo título) sobre la cacería que Eliot Ness y su grupo de intocables llevaron a cabo sobre uno de los mafiosos italoamericanos más famosos de la época, Al Capone, Michael Mann se atreve ahora a hincarle el diente a John Dillinger, uno de los ladrones de bancos más buscados de la década de los treinta.

La premisa no es original ni mucho menos. Se trata de la vieja historia del gato y el ratón: un hombre que roba bancos como si fuera el mismísimo Robin Hood y otro hombre, un hombre de ley, a quien se le ha encargado la misión de detenerlo vivo o muerto.

Sin embargo, Michael Mann tiene a su favor su innegable impronta de autor -lo que quiere decir que, desde el primer momento, por ejemplo, por la manera en que se mueve la cámara, una ya sabe que está frente a una película de Michael Mann-. Algo que puede ser positivo si te gusta el cine de Mann. El punto de vista, el de John Dillinger, es el de un hombre que lo quiere absolutamente todo (desde la chica hasta el dinero que le va a proporcionar la calma que no tiene en esos momentos). Pero sus propósitos no paran de chocar con la realidad.

Lejos del aire a tragedia clásica que tanto le ha gustado siempre a Coppola, Michael Mann opta por un thriller efectista, rodado con maestría, con un uso de la violencia efectivo y cierta pirotécnica (sobre todo, hacia el final), que funciona muy bien. Quizá la historia resulte un poco fría, como a veces ocurre con algunos films de Mann.

En el apartado de actores, todos sin excepción cumplen bien su cometido, especialmente Johnny Depp (¿para cuándo el Oscar? Quizá no por esta película en concreto, pero tiene muchos personajes que bien habrían podido premiarse) y Christian Bale, un actor que últimamente se prodiga bastante en el cine y cada vez va a mejor. Marion Cotillard, la chica de la película, tiene pocas escenas en la película, aun así es apreciable su trabajo.

Recomendable.

Este sentido acercamiento a la figura del escritor cubano Reinaldo Arenas, cuya vida corrió paralela a la suerte de Cuba tras la llegada de Castro al poder, es un "biopic" de cuidada factura que consigue en muchos, muchísimos, momentos conmover.

El director, Julian Schnabel, una especie de hombre orquestra en el sentido amplio de la palabra (por sus muchas facetas artísticas), es aquí un realizador entregado a la causa, como debe ser, que propone un interesante acercamiento a la vida del atormentado escritor desde la admiración. Se nota la entrega de contar una vida envuelta en la crudeza y la penúria, pero también las ganas de reivindicar la libertad a la que todo ser humano debería tener derecho. Y no me olvido también de las ganas de experimentar artísticamente, por esos pasajes en que se narran fragmentos de la obra de Reinaldo Arenas, así como algunas imágenes especialmente cuidadas y elocuentes, algo que sin duda la aleja de los 'biopics' al uso (cercanos a los telefilms de sobremesa) que suelen abundar como setas.

Pero la película, desde luego interesante, tiene además un punto fuerte a su favor: JAVIER BARDEM, así en mayúsculas. Simplemente, Javier es Reinaldo Arenas. Su interpretación es de una calidez y de una intensidad que difícilmente podrían mejorarse. Su transformación es tal que conmueve en muchos momentos. Sin él esta película no sería lo mismo.

Atrás quedaron esos años en que la factoria "Disney", solita, se merendaba literalmente las taquillas de medio mundo con esas brillantes películas de animación -léase, por ejemplo, "La bella y la bestia", "La sirenita", "Aladdin" o, las más clásicas, "Blancanieves y los siete enanitos", "Bambi", "Pinocho" o "Dumbo", entre muchas otras-.

Parece que los nuevos tiempos requieren nuevas historias, amén de nuevas tecnologías... para enganchar a un público infantil-adolescente-adulto mucho más exigente y, por tanto, más difícil de contentar. Algo que, desde hace unos años, está cumpliendo con creces la factoria Pixar (y también la "Dreamworks" con Srek -o, al menos, con las dos primeras partes de la trilogia).

"Up" está predestinada desde ya a convertirse en un clásico del cine de animación. Todo en ella fluye de un modo mágico y atractivo, desde su extraordinario prólogo (ese portentoso paseo por la vida del protagonista hasta llegar a la actualidad) hasta los instantes finales de la película que, extrañamente, me recordaron nada más y nada menos que a "Gran Torino", la última película de gran Clint Eastwood (¿será posible?).

Hay un equilibrio perfecto entre lo cómico y lo dramático, y esos momentos dramáticos están tratados con un tacto tan especial que fluyen de un modo sencillo y directo, pero que poco a poco van dejando su mella en el espectador. Los personajes despiertan una singular ternura, especialmente los dos protagonistas, aunque no me olvido de tan singulares mascotas. Es una película realmente mágica que no está muy lejos del cine clásico.

Extraña película la que ofreció Jean-Luc Godard. El planteamiento no podía ser más interesante y más controvertido y provocador: ¿qué pasaría si Maria, la madre de Jesús, hubiera vivido en nuestros tiempos (léase a principios de los 80)? Sin embargo, Godard, autor después de todo, sirve una película inclasificable y extraña, una visión que rompe con todas las ideas preconcebidas (si es que alguien las tuvo antes de verla) y propone una especie de viaje espiritual lleno de sensualidad hacia la aceptación de uno mismo (en este caso, la misión de María) y de sus "cargas" y sus responsabilidades (sin duda, parir al hijo de Dios).

Dejando de lado su vertiente "sagrada" o bíblica, la película es, sobre todo, una obra provocativa y sensual, aunque a veces cae en la repetición a pesar de su innegable brevedad. Debo reconocer que la primera vez que la vi me dejó literalmente K.O. (no supe entenderla y, simplemente, no entré en la historia), pero posteriormente pude apreciar mejor los matices de esta historia de amor y de sacrificio.