La señorita Novak (Mia Wasikowska) es una docente que es contratada en un prestigioso colegio, impartiendo clases de nutrición y compartiendo una ideología de "comer con conciencia”, estableciendo un lazo cada vez más complejo con un grupo de estudiantes y llevando esa forma de alimentación a niveles extremos.

Nuevo largometraje de la realizadora Jessica Hausner, con guion propio elaborado junto a Géraldine Bajard, guionista con la que también colaboró en su filme anterior, Little Joe (2019). Una obra que se atreve a aproximarse a un tema tan polémico como delicado, el de los problemas alimenticios, aun más complejo tratándose de jóvenes de secundaria.

Lo hace desde su particular visión y su particular estilo, Hausner desenvuelve con total naturalidad el personaje de Novak, a pesar de lo incómodo que resulta para el espectador lla ideología que busca transmitir, envolviendo al filme con una estética aséptica, llena de espacios limpios, ordenados y con colores llamativos.

El largometraje está bellamente filmado, la fotografía de Martin Gschlacht juega bien con los colores y la composición de las tomas, en ocasiones estáticas y en otras con movimientos sutiles, dejando así varias postales pero a su vez, esto contrasta con el argumento tan agreste que desarrolla, es probable que a muchos le choque esta forma de mostrar y tratar el tema.

Julien (Julien J. Blaschke) regresa a Albania casi 20 después de que su esposa fuera brutalmente asesinada, su objetivo es descubrir que fue lo que sucedió que llevó a tan macabro hecho, de esta forma, va ahondando en misteriosos personajes, grabaciones, leyendas y mitos propios de la Albania más profunda, mientras se va ofreciendo un contexto histórico sobre este país balcánico que apoya bien con el halo enigmático que rodea la obra.

Ciertamente Albania se convierte en un escenario ideal para la realización de este filme, inicialmente por esa marca de Estado ateo, el primero del mundo allá por los años sesenta, a esto se le suman las oportunas creencias sobre demonios y posesiones, así como la turbulencia social acaecida a mediados de los años noventa en este país que lo llevó al borde de la guerra civil , época que es donde se da el asesinato de esta mujer.

The Invocation of Enver Simaku es una película escrita y dirigida por el cineasta y productor Marco Lledó Escartín, filme que navega entre el terror y la intriga, que se construye en momentos iniciales como de “metraje encontrado”, así como de “cine dentro del cine” porque se va observando la composición de un documental, mientras el protagonista se encuentra buscando respuestas.

Falla en aspectos elementales, por ejemplo, la atmósfera de terror no siempre está bien conseguida, además que la trama no aprovecha todo el universo fantasioso de terror que crea, su desarrollo es trabado y palidece de un clímax chocante, por el contrario termina siendo hasta complaciente con el antagonista de la obra.

Alexandre (Gregory Karr) es un reportero que se dirige a un poblado fronterizo entre Grecia y Albania, con cientos de refugiados en busca de esclarecer su situación política, en una suspensión temporal que crea todo un microcosmos, donde la frontera más que nunca se refleja como un sin sentido, una simples líneas trazadas en medio de un puente o un río fronterizo que separa dos comunidades inevitablemente anexadas por elementos más allá de los geopolíticos.

En su andanzas por este sitio, al que asiste con un equipo de cámaras y sonidistas, filmando a los migrantes en la búsqueda de un reportaje, Alexandre se va a interesar por dos situaciones que se van a entrelazar, por un lado la búsqueda de un afamado político (Marcello Mastroianni) desaparecido diez años atrás, y por otro, su interés en una atractiva joven (Dora Chrysikou) que llama su atención.

Así, el filme se desarrolla entre militares que vigilan a los migrantes y los pasos fronterizos, la intervención de un coronel (Ilias Logothetis) junto con el protagonista da luz sobre el contexto del lugar al inicio de la película, mientras Alexandre cada vez se va introduciendo más en este cosmos comprendiendo la incoherencia de como se van maquinando las relaciones en tan particular “sala de espera”.

El director griego Theo Angelopoulos centra su mirada en la crisis de migrantes, tema tan actual en Europa y el mundo, que no va más que acrecentarse durante la década de los noventa en dicha región y más hacia el norte, con la desintegración yugoslava. El paso fronterizo entre Albania y Grecia es el escenario, los Balcanes con sus migrantes, con la búsqueda de mejores condiciones de vida.

El filme cuenta con guion del propio Angelopoulos, junto Petros Markaris y Tonino Guerra constantes colaboradores del maestro griego, que fiel a su costumbre filma con una belleza inusitada, hasta irreal, pausado en el tiempo como ese mítico espacio en la frontera donde los migrantes esperan, con una historia que se va tejiendo con calma y donde la mirada atenta del espectador es esencial.

Pero ante todo es una propuesta inquieta, sobre el significado de las fronteras, sobre esas personas que esperan encerradas donde se ciñen nuevas y distintas fronteras, donde también se encierra el misterio, ¿qué llevó a ese político a desaparecer? ¿Es realmente él? ¿Por qué se vio seducido por ese inexorable espacio-temporal que parece no culminar?

La película inicia en el momento en que la policía irrumpe en la casa de Jacques Keller (Jean-Louis Coulloc'h), es arrestado y su hija Dalva (Zelda Samson) es enviada a un centro de acogida para menores de edad en estado vulnerable, ahí conocerá a la conflictiva Samia (Fanta Guirassy), una joven que se encuentra viviendo en este lugar y a Jayden (Alexis Manenti), el trabajador social asignado al caso de la protagonista.

Dentro de todo este panorama inicial destacan dos cosas, primero la desesperación de Dalva al ser separada de su padre, segundo que ella viste y se maquilla como una mujer adulta. Con estos elementos empieza a dilucidarse una historia que se va volviendo cada vez más turbia, donde la novel realizadora no cae en el sensacionalismo o la sobreexposición gratuita del aberrante tema que toca.

De hecho el guion escrito por la propia Emmanuelle Nicot se centra en el devenir de la protagonista, en su transformación luego de esos eventos fuera de cámara que le torcieron la vida, es el regreso a algo que se le privó. No será algo sencillo, siempre habrá cierta resistencia, tanto por el lavado de cerebro sufrido, como por el contexto al que llega, así como por la confusión que le genera toda la situación.

Dalva es una pequeña pero enorme película por su historia y como está contada, con un contenido fortísimo pero esperanzador, muy bien interpretada, el dueto de Dalva y Samia, ambas debutantes, se encuentran seguras y a buen paso, cada una con interpretaciones muy diferentes, mientras que Coulloc’h, a pesar del poco tiempo en pantalla, un par de ocaciones nada más, en su simpleza está abrumador.

Una muy buena propuesta.

Checoslovaquia, 1961. Tres jovenes estudiantes de cine llega al pequeño poblado de Cesky Sternberk, adornado con el hermoso castillo medieval que es la postal principal de este lugar aun en nuestros tiempos. El arribo es para filmar la tesis de graduación, una película que según se entiende es una mezcla entre ficción y documental sobre la fabricación de motocicletas en la fábrica de este lugar.

El protagonista del largometraje es Leke (Nik Xhelilaj), un joven albanés que migró para estudiar, acá es importante contextualizar que tanto Checoslovaquia como Albania quedaron con regímenes socialistas tras la II Guerra Mundial, por tanto, hasta ese momento existió una apertura para, por ejemplo, cursar estudios, siendo países “aliados”, aunque Albania va a ser un país más cerrado en este sentido.

Precisamente, la mención del régimen liderado por el dictador Enver Hoxha va a abrazar al protagonista en el cierre del metraje, tras sus andanzas filmando e involucrándose con los locales, especialmente con las chicas del lugar, algo normal en los tres jovenes veinteañeros, Leke se va a interesar amorosamente en la señora Snajdrové (Anna Geislerová), casada con el policía del pueblo y con un hijo.

¿Qué hacer? ¿Mantenerse en Cesky Sternberk o volver a su país? En un momento donde Hoxha va a recrudecer su administración tras el quiebre con la URSS, su acercamiento a China y la crisis económica que va a asolar al país, exige el retorno a Albania de todas las personas albanesas fuera del país, ¿volver con su familia a un país retrasado o mantenerse en el desarrollo que representaba Checoslovaquia para él?

Smutek paní Snajderové es una película bastante correcta, de desarrollo fluido y entretenida, con algún momento gracioso y con planteamientos fuertes para su protagonista, al que el contexto histórico de su país va a engullir, una historia que según se entiende en los créditos finales, fue verídica, ¿autobiográfica para alguno de los Milkani? Muy probablemente.