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Críticas de Gabi Oldman
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Críticas 96
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
6 de marzo de 2016
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El aislamiento como forma de protección contra el horror de una guerra, mientras se forman no peores conflictos interiores. Así es como tres hermanas de Ramallah luchan por sobrevivir bajo la ocupación israelí, un escenario que se hace mucho más presente de lo que parece tanto dentro como fuera de la película.

Y es que se trata de un film que mantiene polémica incluso en su financiación por parte de Israel, que debido a la intención de la directora de nacionalizarla palestina, renegó de la cinta dejándola sin nacionalidad. Suha Arraf, en lista negra de las autoridades israelíes a pesar de sus orígenes, dirige de igual forma un film que al igual que el Estado Palestino carece de una tierra determinada. No es un drama puramente político, aunque el hecho de localizarse en medio de un conflicto hace inevitable la trascendencia.

La aristocracia palestina cristiana, representada por las tres hermanas, que tratan a toda costa de sobrevivir bajo la ocupación israelí desvinculándose por completo de sus compatriotas musulmanes. En esta situación aparecerá una sobrina, salida del orfanato, y es entonces cuando los recuerdos les harán revivir épocas pasadas. Como si del comienzo del cuento de la Cenicienta se tratase, vemos cómo los rencores y frustraciones de las mayores, principalmente, son volcadas sobre la nueva inquilina.

La película está narrada de forma teatral, con grandes silencios donde se pueden escuchar los disparos y bombas que provienen del exterior, y que nunca veremos, así como el intenso sonido del reloj del salón de la vivienda que nos remite a ese paso lento y angustioso del tiempo. Las protagonistas viven aisladas por elección, inmersas en la fe y ancladas en un pasado que saben no volverá. Sin embargo, es ese hecho de aislamiento, de ojos ciegos a la situación del resto del pueblo palestino en Cisjordania, el que les hace seguir adelante y a la vez ahogarlas.

Un film muy interesante y original en cuanto a su desarrollo que, a pesar de tratarse de una tragedia, como no puede ser de otra forma, combina pequeños elementos de humor con drama psicológico. Además cuenta con una fotografía muy trabajada que hace hincapié en el detalle.
Gabi Oldman
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6
28 de febrero de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el relato de Albert Camus, El Huésped, como punto de partida, el director francés David Oelhoffen nos lleva en su segundo largometraje, que él mismo adapta a la pantalla, a un pueblo perdido en la Argelia de 1954, durante la colonización francesa y el inicio de la guerra de independencia del país africano. Lejos de los hombres no trata tanto el conflicto político, al igual que hacía Camus, sino que se centra más en lo humano, de modo que la lucha por la independencia argelina se convierte finalmente en la lucha por la independencia individual.

En un film con un desarrollo claro y sin pretensiones artísticas, Viggo Mortensen interpreta a un lobo solitario, veterano de guerra, que en su retiro trabaja como profesor de escuela. Un hombre que ha vivido siempre bajo la condición de forastero, de origen español, nacido en Argelia y de aspecto francés, intenta sobrevivir en un ambiente que se le hace ajeno y que sin embargo se verá involucrado cuando recibe el encargo de acompañar a un árabe, Reda Kateb, acusado de asesinato para ser juzgado.

A partir de ahí, el film se transforma en un western, donde ambos personajes, a modo de carismática pareja de aventuras, deberán luchar por su propia libertad contra los dos bandos del conflicto. La obra se va recrudeciendo a medida que avanzan los minutos sin que el autor tome más parte que la de los protagonistas, quienes son al fin y al cabo víctimas, instrumentos de una guerra que no les concierne a pesar de ser hijos de la misma tierra.

El encuentro de dos personas, en principio, opuestas y condenados a no haberse conocido en aquella situación histórica, y que por caprichos del destino descubren que no son tan diferentes como les habían contado. Se critica así de forma directa la falsedad de la patria, o la absurda forma que tienen las naciones de crear individuos marcados con un determinado color, obligándolos después a morir por algo tan aleatorio como el lugar donde se nace.

Se trata de un film que pese a no ser todo lo perfecto que podría viniendo de una obra de Camus, se hace igual de necesario que valiente, ante todo por el punto de vista que adopta el director (francés) posicionándose en contra de sus compatriotas. Una película donde los diálogos, tan intensos como escasos, llegan a aparecer en tres idiomas diferentes, razón de más para visionarla en versión original. A destacar, finalmente, la maravilla de banda sonora compuesta por Nick Cave y Warren Ellis, de los Bad Seeds, acompañando a una fotografía de corte muy clásico.
Gabi Oldman
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7
14 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay nada como admitir la muerte de un género para que éste resurja de la mejor forma posible. Si hace unas semanas se hablaba de una renovación con carácter clásico con la cinta de Tommy Lee Jones Deuda de honor, en esta ocasión el debutante John Maclean escribe y dirige un western atípico que combina de manera inteligente e innovadora los elementos típicos del género con construcciones más modernas que en un principio podrían chocar.

La historia gira en torno a un joven escocés, Kodi Smit-McPhee, visto en The Road (John Hillcot, 2009) o El amanecer del planeta de los simios (Matt Reeves, 2014), que viaja por el oeste norteamericano con la intención de reencontrarse con su amor, la debutante en la gran pantalla Caren Pistorius quien se refugia junto a su padre, Rory McCann, más conocido como “El Perro” en Juego de Tronos, en una cabaña por haberle puesto precio a su cabeza.

A partir de ahí, y junto a un llanero solitario interpretado por uno de los mejores actores del momento, Michael Fassbender, iniciará un viaje marcado por la codicia y la supervivencia en una época donde la vida valía muy poco y se traficaba con el precio de la muerte, fuese de quien fuese. A éstos se les une una misteriosa figura, también típica del oeste, en forma de Ben Mendelsohn, visto recientemente en Lost River (Ryan Gosling, 2014) que se mete en la piel de un forajido sin escrúpulos.

Una historia que por cruda se nos narra de manera amable y sin recurrir al drama fácil, con toques de imaginación y dosis de humor negro que no desentonan ni quitan seriedad al film. También incluye elementos de suspense introducidos de forma original, sin ningún efectismo y tratando al espectador con respeto. Durante la mayor parte del metraje, los primeros cincuenta minutos, la película fluye lentamente haciendo honor al título mientras se nos narra de forma solemne, mediante flashbacks bien introducidos y sin excesos.

Pero es en el segundo acto donde la película consigue su mayor fuerza, en un momento que, sin llegar a romper el ritmo, se acelera hacia su final, pero manteniendo el estilo, sutil y calmado. Aquí, la influencia de los clásicos del western es donde más queda en evidencia, escenas crudamente violentas que sin embargo tienden más a lo poético gracias a los movimientos de cámara y los planos generales.
Gabi Oldman
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7
7 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salir de una guerra para entrar en otra guerra. Jacques Audiard, director que ya ha traído buenas muestras de drama social como Un profeta (2009) o De óxido y hueso (2012), relata aquí una profunda reflexión sobre la inmigración, cruda, muy cruda, y verosímil, que puede valer como cura de la visión occidental que se tiene del extranjero.

Una película, bajo la visión del miedo del protagonista, que viaja de la guerra civil de Sri Lanka hasta las peligrosas afueras de París junto a una mujer y una niña que hará pasar por su familia. De esta forma se puede entender el comportamiento de cualquier persona que tiene que dejar su país y adaptarse a otro cuyas condiciones no son tan buenas, ni diferentes, a las de su origen y lidiar una guerra más personal pero no menos peligrosa contra aquéllos que lo ven como un peligro sólo por su color de piel.

El protagonista, interpretado por el debutante Antonythasan Jesuthasan quien hasta ahora era escritor y había tenido una vida paralela al personaje de la película, algo que dota de mayor credibilidad a la cinta, formó parte de los Tigres de Liberación de Eelam Tamil, en continua guerra con el gobierno central, y también huyó a Francia.

Una guerra de 30 años, finalizada en 2009 de la que, como en todas las guerras donde el capitalismo no tiene nada que aprovechar son invisibles para el mundo occidental. De todo ello se desprende la llegada de un ser desconocido para Europa, donde es rechazado y en el que ha de sobrevivir como sea.

La marginalidad y el hecho de encontrarse solos obligarán a los tres protagonistas de la falsa familia a crear un vínculo para protegerse de su nuevo hábitat. Así aparece el peligro en forma de clan mafioso, con su habitual gángster en arresto domiciliario al que no le caen demasiado bien los extraños.

Una película que funciona como bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar. La tensión, a pesar de algún altibajo, se mantiene constante durante todo el metraje hasta un epílogo inevitable que no lo da todo por perdido.
Gabi Oldman
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Taxi
Documental
Irán2015
6,6
3.938
Documental, Intervenciones de: Jafar Panahi, Hana Saeidi, Nasrin Sotudé
6
31 de enero de 2016
Sé el primero en valorar esta crítica
Hacer cine cuando te prohíben hacer cine es el leitmotiv de esta película en clave de falso documental rodada casi al completo en el interior de un taxi que recorre las calles de Teherán durante un día.

Su director, Jafar Panahi, es considerado persona non grata en su país por “atreverse” a denunciar al régimen y “actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado”. Acusaciones que le impiden salir de Irán, cuyo gobierno le ha impuesto además una pena de 20 años sin dirigir ni declarar en ningún medio.

A pesar de ello, Panahi encuentra la fórmula para expresar su denuncia. Una película que no llega a ser del todo una película: no hay música, no hay fotografía, apenas montaje y el guión tiende más a lo improvisado. Matices que funcionan dentro de lo que la producción pretende. No es una película, ni tampoco un falso documental… es un desafío directo a sus censores con cierto tono humorístico. De esta manera coloca una cámara en el interior de un taxi, que el propio director conduce y, a partir de ahí, seremos testigos como un pasajero más de las historias de los variopintos personajes que subirán al vehículo a lo largo del metraje.

Desde un punto de vista amable y con bastante ironía, se tocan varios temas controvertidos para la sociedad iraní, como la pena de muerte o la censura, sin tapujos y con un lenguaje sencillo que hace que el espectador occidental pueda comprender alejándolo a su vez de ideas preconcebidas sobre el mundo musulmán. Los personajes, actores reales o no, se nos presentan como gente ajena a todo lo que se vende de Irán al resto del mundo, consiguiendo que una sociedad que a primera vista se hace extraña, aquí vemos mucho más cercana.

Una película sin corte victimista, que quizás y por motivos obvios peque de cierta liviandad. Pero no por ello deja de ser, conociendo un mínimo de historia, un film valiente y comprometido.
Gabi Oldman
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