Así parece 'Grease': un golpe de suerte, un momento de lucidez único e irrepetible en la mente (y corazón) de un director cualquiera. Kleiser está devaluado, y este film da buena cuenta de ello. Resulta un tanto triste comprobar lo mucho que prometía con su ópera prima y darse cuenta de qué películas realiza ahora...

Este derivado de la entretenida 'Cariño, he encogido a los niños' no es una mala película. Simplemente, está falta de magia, todo resulta infantil y superficial, como hecho con desgana. Su humor es bastante escaso y pobre, y falla a la hora de ganarse (como mínimo) el atributo de "agradable" o "simpática". Este niño tamaño 'king size' no tiene carisma, no engancha ni con su carácter de entrañable criaturilla. Algo falla. No hay encanto.

Es lo que ocurre cuando te has divertido tanto dirigiendo una película como 'Grease', y no eres capaz de repetirlo, de lograr la chispa adecuada... Debería haberse quedado en mito, como Charles Laughton. Y no exagero.

Aunque quién hubiera hecho 'El lago azul'...

Amenábar, con sus excelentes y anteriores trabajos pertenecientes a géneros poco explotados por el cine patrio, ya había demostrado un gran talento y mucho interés por las historias de intriga con reminiscencias hitchcocknianas, con o sin elementos fantásticos.

Con 'Los otros' crea su película más apegada al género de terror propiamente dicho, y la envuelve en niebla, la pinta con un acertado estilo gótico y la desarrolla (entre sombras) con buen pulso. No sólo contó con apoyo internacional en lo que a producción se refire, y pudo atraer a una bella Nicole Kidman y extraer lo mejor de ella (y uno de los gritos más impactantes en mucho tiempo). Buena música, estupendas interpretaciones de todos los secundarios, excelente ambientación, conseguida atmósfera y tensión (y terror) bien dosificados son el resto de elementos que hacen de éste su tercer film una interesante película de terror que, no obstante, no acabó de engancharme porque, reconociendo sus interminables méritos, no se acaba de redondear y no proporciona, finalmente, lo que podríamos denominar una gran película de terror. No creo que en mi opinión influyan los evidentes paralelismos con la (ésta sí) gran película de M. Night Shyamalan. Pura coincidencia, y una estúpida polémica derivado de ello, a propósito.

En resumen, nos encontramos ante una película digna, bien elaborada, entretenida y, por momentos, realmente aterradora que no acaba de apasionarme.

Amenábar sigue apuntando alto y no ha perdido su sexto sentido.

Básicamente, poco hay que comentar acerca de este correcto film, sentado sobre unas bases predefinidas que aseguran efectividad pero pocas opciones de lograr una gran película.

Reiner rueda con correción, y la historia jamás se le va de las manos. No es más que una intriga entretenida, con dosis de moralidad anti-racista de fondo, sustentada en unas interpretaciones más que aceptables y un ritmo narrativo bueno. No va más allá de su carácter de TV-movie simplón y previsible, pero consiguió entretenerme y mantenerme con cierto suspense.

Efectividad y correción como elementos principales de un producto interesante.

Con un cohete espacial que ha colisionado contra el ojo derecho de la cara (no oculta y deliciosamente humanizada) de la Luna, queda una imagen fantástica para la posteridad, para el ojo del buen cinéfilo con ganas de saborear lo añejo, de echar la vista atrás y ver nacer al cine. En este caso, somos testigos del bautismo del género de la ciencia ficción.

Méliès, tras una prolífica carrera cinematográfica y pasar a la historia del cine, se atrevió con una historia fantástica que iba a basar su capacidad de fascinación en la utilización de efectos especiales (que vistos con nuestros ojos, claro, son entrañables y enternecedoramente inocentones), contando la historia de uno de los sueños del hombre del siglo XX: viajar a la Luna y, consecuentemente, navegar por el espacio.

La película es un mito, una (entretenidísima) leyenda cinematográfica de apenas un cuarto de hora de imágenes fascinantes, mágicas y llenas de cariño e imaginación, rebosantes de ingenio y encanto que conforman, sencillamente, una obra maestra, un hito del séptimo arte y que supone el comienzo de la ciencia ficción.

Sin duda, una especie única, imprescindible, mítica.

'El rey león' era una pura maravilla, una obra maestra de la animación y la cumbre creativa de Disney. En los tiempos que corren, parece que hay que retocar y actualizar todo (debido a una falta de creatividad alarmante) y, así pues, nos han plantado esta secuela de 'El rey león'.

Por supuesto, ni le llega a la suela de los zapatos a su antecesora. Esto era de esperar, pero el resultado está tan falto de magia y emoción que asusta. No siguieron el ejemplo de 'Aladdín: el retorno de Jafar', una secuela estupenda y digna de otro clásico Disney, y así les fue. Ni una pizca de la magia de su predecesora se puede aquí encontrar en esta pobre e infantiloide película. Habrá quien diga que entretiene, lo que consigue a medias, pero el modelo era tan brillante que esta secuela me sabe a poco. A muy poco. Hay clásicos que no se deben tocar.

Menos mal que cuando pienso en 'El rey león' sólo me vienen a la mente las imágenes de la obra maestra de Rob Minkoff y Roger Allers.