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Críticas de Luis Guillermo Cardona
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Críticas 3.333
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
3 de marzo de 2024
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Cerca de 30 películas se habían realizado sobre el célebre pistolero, Billy the Kid, hasta que el director, William Castle, decidió ocuparse de su historia, en 1954… y otra veintena se han hecho desde entonces, porque es un hecho que, Billy the Kid, sigue siendo muy apreciado por los cineastas… y bueno, ya ustedes saben que, en Hollywood, la alta imaginación y las ideas novedosas, no son de lo que más abunda.

¿Por qué es tan famoso, William H. Bonney, mejor conocido como Billy the Kid? Primero, porque cargó en su conciencia con 21 muertes en los escasos 21 años que logró vivir, muchas de ellas en defensa propia. Después, porque se comportó como un rebelde justiciero, dispuesto a ir contra las laxas y acomodaticias leyes de la época, para vengar el vil asesinato del hombre que lo acogió como un hijo en los últimos años de su vida; y también fue muy admirado Billy, por su destreza con el revólver, y por su estrecha relación con el luego sheriff, Pat Garrett, quien finalmente sería el destinado a acabar con su vida.

Entre las versiones cinematográficas que se hicieran previamente, para mi gusto las más interesantes son: la de, King Vidor (“Billy the Kid”, 1930), hecha con cierto aire de comedia y con muy buenos actores de conjunto; y la de, David Miller (“Billy the Kid”, 1941), con una calificada producción y en un grato tono pacifista.

Ahora, el director William Castle -mejor conocido por sus filmes de intriga, misterio y terror-, tiene aquí su quinto western, enmarcados todos ellos dentro de esa serie B en la que, cada tanto, surgían verdaderos aciertos.
Se partió esta vez de un guion escrito por, Bernard Gordon, autor que fue nombrado por uno de los delatores ante la HUAC (Comité de Actividades Antiestadounidenses) como hombre de izquierda, y esto valió para que lo despidieran de la productora Columbia Pictures ya que, de inmediato, fue puesto en La Lista Negra. Por esta razón, Gordon tuvo que usar como testaferro a un tal, John T. Williams, quien aparece en los créditos.

Su historia está bastante centrada en los hechos históricos que rodearon los últimos años de Billy the Kid, e incluso se conservan casi todos los nombres originales, cambiando principalmente el apellido del oscuro sheriff del condado Lincoln, en razón de que originalmente se llamaba, William Brady, y esto empañaba el nombre del protagonista del filme, Scott Brady.

Castle, resulta acertado en las escenas de acción; la dirección de actores es muy convincente; y también logra simpáticas situaciones, como aquella en la que, Billy y Nita, salen de “viaje por New York”, o esa otra en la que Billy vende una decena de caballos.

Surge, en la historia, una interesante disyuntiva entre la ley y la conciencia, y con un agradable reparto que, además de Brady, incluye a, Betta St. John (Nita), James Griffith (Pat Garrett), Alan Hale Jr. (Bob Ollinger) y Paul Kavanagh (John H. Tunstall), <<LA LEY CONTRA BILLY EL NIÑO>>, resulta un western muy digno de ver.

Título para Latinoamérica: EL ÚLTIMO RENEGADO
Luis Guillermo Cardona
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9
23 de febrero de 2024
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Publicista con 23 años, André Noblet hace honor a su apellido, y aunque su aspecto físico es el de un hombre del montón, su honestidad atrae a las mujeres que se sienten muy a gusto con un hombre amable y manipulable. Luego de haberse casado con Catherine Michaud, André volverá la vista atrás para recordar a las mujeres que previamente pasaron por su vida, y entonces, entrarán en escena una serie de “adorables criaturas” de esas que son hábiles para seducir y sobre todo para manejar el timón.

Con un sólido guion que define de maravilla ciertos caracteres femeninos, firmado por, Charles Spaak, Jacques Companéez y Christian-Jaque -quien también asume la dirección-, la película es un brillante tratado de la astucia con cabellos largos, al punto de dejar marcadamente claro que, el cacareado cuento de ‘el sexo débil’, ofrece mucho que objetar, pues, con más frecuencia de la que imaginamos, el hombre propone y la mujer dispone; el varón hace y la hembra deshace; el marido cree que va adelante, pero, sin que siquiera lo imagine, la esposa le lleva kilómetros de ventaja.

Como en un torrente, brillan aquí esos espeluznantes recursos como la histeria, la hipocresía, el cálculo, el engaño, la apariencia, la enfermedad como triquiñuela… pero también resaltan la belleza, la sensualidad, la gracia, la recursividad… y aunque, al final, algunos quizás queden odiando a las mujeres, la mayoría nos daremos cuenta de que, contra todo, es imposible prescindir de ellas… al fin y al cabo, la vida es un intrincado juego y los ganadores serán siempre los que aprendan a jugarlo.

En el mundo siempre hay guerras, pero ninguna tan duradera y aleccionadora como la guerra de los sexos. <<ADORABLES CRIATURAS>>, es un perfecto ejemplo de este ángulo de la vida… y es bueno darse cuenta de que la balanza no siempre se inclina para el mismo lado.

El reparto es estupendo: Daniel Gélin es André Noblet, el joven galán que entrará en la más alta escuela de la sagacidad femenina; Danielle Darrieux, encarna a Christiane, la casada infiel todo terreno… ¡y que nadie se atreva a ocupar su lugar!; Martine Carol es la sensual Minouche, la suerte de hembra indecisa que, al final, demuestra que sobre cálculo lo sabe todo. Edwige Feuillère, impecable como la locuaz Denise, la dama de alta cuna y de baja cama, cuya relación con la “exladrona” Alice (Renèe Fauré) es toda una sorpresa; y, Antonella Lualdi, es la jovencita Catherine, con más mundo del que uno es capaz de imaginar.

La película goza de muy frescos diálogos, incluidos los comentarios del narrador (Claude Dauphin); la ambientación es muy precisa y sin excesos; la edición en cortinilla da cuenta de cómo pasan las páginas de la vida; y todo está contado con un pícaro toque de humor que reafirma el talento del director, Christian-Jaque.

Para recordar, la frase que, sobre André, murmura su jefa en la agencia de publicidad:
“Bonitos ojos, gran corazón… ¡lástima que sea hombre!”
Luis Guillermo Cardona
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7
20 de febrero de 2024
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Desde que produjo, “Les Sept Péchés Capitaux” (1952), un filme en segmentos que dirigieron talentosos directores como, Yves Allégret, Claude Autant-Lara, Eduardo de Filippo, Roberto Rossellini y otros, a la productora Franco London Films le pareció que era este un buen filón, y diez años después quiso volver con la misma temática, pero probando con guionistas y directores diferentes. Valía la pena, pues, alguna vez en su vida o ahora mismo, casi todo el mundo ha caído en la trampa de estos pecados capitales que tantas enfermedades, desgracias y tantas muertes han causado en estos largos siglos.

El filme lo dirigieron esta vez (en su orden): Sylvain Dhomme, Edouard Molinaro, Philippe de Broca, Jacques Demy, Jean-Luc Godard, Roger Vadim y Claude Chabrol, pero, como suele ocurrir, algunos segmentos son más afortunados que otros:

“La Ira”. El director, Dhomme, partiendo de un guion de Eugène Ionesco, muestra cómo, un pequeño incidente -en este caso una mosca en la sopa- basta para que, un ambiente familiar aparentemente satisfactorio, de pronto se convierta en un alegato… un deplorable recordatorio de cosas del pasado… y finalmente en una gresca… Una suerte de conflicto que, en casos, involucra a los habitantes de un apartamento, de todo un edificio, una ciudad o todo un país… hasta convertirse en una guerra mundial y en toda una catástrofe. Puesta en escena e insertos impecables. *********

“La Envidia”. Molinaro nos trae un simpático cuentecillo en el que, una doncella (Dany Saval) envidia a su aborrecida patrona y desea tener a su adinerada pareja para sí… pero quizás comprenda que el dinero no lo es todo. ******

“La Gula”. Divertida anécdota -escrita por Daniel Boulanger- la que nos ofrece, Philippe de Broca, sobre una familia de glotones (padre, esposa y suegra) que, al enterarse del fallecimiento del abuelo ¡a causa de una indigestión! parte de inmediato con el ánimo de asistir a la misa… y lo que ocurre en el camino –un tanto surreal- es lo mejor de este festivo cuento. ********

“La Lujuria”. Lo interesante de este segmento escrito y dirigido por Demy (según idea de Roger Peyrefitte), está en la anécdota de infancia que le cuenta Bernard (Jean-Louis Trintignant) a su amigo Jacques, en la que resaltan jocosos diálogos con los que se busca definir que es la lujuria. *******

Con, “La Pereza”. Jean-Luc Godard, consigue el propósito de ‘aburrirnos’ con ese tipejo (Eddie Constantine) que apenas tiene impulso para llevar en su coche a una linda chica hasta París… pero no consigue ella despertarle el menor ‘ánimo’. ******

Roger Vadim con, “La Soberbia”, propone un juego de infidelidades donde la esposa (Marina Vlady) decide a toda costa marcharse con su amante… pero algo cambiará cuando de repente ella escucha una llamada telefónica. *******

Y, Claude Chabrol, cierra el filme con “La Avaricia”, anécdota sobre unos cadetes que deciden apostar una salida con una chica prepago, y el favorecido (Jacques Charrier), va a llevarse una curiosa decepción. *****

<<LOS SIETE PECADOS CAPITALES>>, resulta un filme entretenido.
Luis Guillermo Cardona
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10
18 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué delicia es tener bien claro que tú y yo somos iguales, porque fuimos hechos de la misma materia, desde la misma mente y con el mismo efluvio del espíritu! ¡Qué gusto saber que no existe el, tú y yo, porque tú y yo somos los mismos haciendo parte de un Todo! ¡Qué bueno sentir que tú importas tanto como puedo importar yo… y que, aunque pareces distinto, lo que hay dentro de ti también está en mí aunque sin duda se exprese en diferentes niveles! Cuando ves al otro(otra) como tu igual, le escuchas, le valoras, le respetas… y le amas. Porque así como el Enamoramiento se centra en la apariencia (aquel modelo ‘ideal’ que se brinda al comienzo de una relación), el Amor se centra en el Todo, y es cuando se acepta con faltantes y defectos a la pareja que elegimos.

Quizás, lo más hermoso de, <<RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS>>, es esa relación de igualdad, de tú a tú, de yo cuento y tú cuentas que se da entre los personajes protagónicos. El punto más alto se da entre la pintora, Marianne y su modelo Héloise, pero lo grato es que también se da entre ellas y la doncella, Sophie, y en menor escala -por su menor presencia- entre la madre de Héloise y la artista. En pleno, hay comunión, y en ese modo de verse la una a la otra, es que se da espacio al conocerse… al sentirse… y al darse.

La película está hecha con un gusto exquisito desde la fotografía (reconocimiento a Claire Mathon), quien se sirvió del 8K (la resolución más alta definida en la Rec. Estándar 2020 UHD) con la cual se obtienen unas tonalidades impecables. La puesta en escena, ambientada en el siglo XVIII, es de una marcada simpleza y se reduce a muy pocos espacios, como si la directora hubiese querido que fueran invisibles para centrarnos todo el tiempo en el sentir, el decir y el actuar de sus magníficos personajes.

En este punto, la historia se propone una suerte de ‘decoupage’ del enamoramiento: El encuentro con reservas partiendo del que ‘ahora soy’… la admiración derivada del ver, oír y comprender… la turbación cuando se siente lo que se cree que no se debiera sentir… y la entrega cuando se define que han caído todas las barreras. La interacción entre los personajes se da entre diálogos de gran altura, en medio de situaciones definidas con suma sutileza… y ni siquiera se extraña la ausencia de música, porque en sus movimientos, en sus miradas y en sus palabras, los planos-secuencia emanan ‘música’ a borbotones.

Ver pintar a Marianne (en realidad la pintora, Hélène Delmaire, quien se dispuso a compenetrarse con el personaje cual si fuera ella la actriz), nos deja ese gusto a arte por excelencia porque, los retratos que hizo de Héloise resultaron tan perfectos y significativos que, con razón la directora decidió pasearlos por numerosos países alrededor del mundo.

A, Céline Sciamma, ya la conocíamos y recordábamos por la sensibilidad que demostró en, “Tomboy” (2011), acerca de una chica que siente que dentro de ella hay un hombre. Ahora, y siguiendo su propia condición sexual, nos desmonta toda suerte de prejuicios al demostrar que -en lo esencial- el amor no surge de las diferencias de sexo, sino de la identificación con el otro(a) y de la capacidad de extraer la belleza plena (Cuerpo-Mente-Espíritu) que en cada uno existe.

Noémi Merlant (Marianne), Adèle Haenel (Héloise), y Luàna Bajrami (Sophie), magníficas en sus respectivos roles. Con ellas se consolida uno de los filmes más bellos y románticos que hayamos visto en el presente siglo.
Luis Guillermo Cardona
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10
15 de febrero de 2024
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El enamoramiento es probablemente la trampa más efectiva que nos ofrece la vida. Un día cualquiera, dos personas se encuentran, y por el aspecto físico, la manera de actuar, la forma de hablar (o todo esto junto), se sienten atraídas. Cada persona comienza a necesitar de la otra… o la que primero se siente atraída, comienza a frecuentar a la otra hasta persuadirla de que él (ella) es su tipo. En cada encuentro, cada miembro de la pareja aflora lo mejor de su personalidad: procura estar de buen humor, es divertido, generoso y complaciente… y si comienza a haber cama de por medio, esas primeras ocasiones son intensas, amorosas y apasionadas. Entonces, brota esa trampa del enamoramiento que nos obnubila haciéndonos sentir que la persona que tenemos al lado es adorable y que ya no podemos vivir sin ella.

La palabra, enamoramiento, es bastante precisa y bien podría fragmentarse en: en-Amor-a-Miento, algo así como, “al enamorar miento”, y es así porque, durante el noviazgo, y por miedo a perder al otro(a), cada quien oculta hasta donde puede el sesgo oscuro de su existencia, y así, cada uno muestra su lado luminoso (seductor), dejando para el matrimonio el descubrimiento inevitable del lado oscuro de la luna.

Es entonces cuando, en algún momento de crisis, él o ella, con un fuerte sentimiento de frustración, exclama: “¡Tú no eres el que yo conocí!”, “¡Eres un fiasco de mujer!” Pero, ninguno cambió, es solo que frente a la convivencia cotidiana, nuestras debilidades, torpezas e impertinencias, afloran porque afloran… y con el paso de los años, el romanticismo se apaga, la pasión comienza a extinguirse, la rutina ocupa un penoso lugar… y nuestra capacidad de respuesta se mengua en un alto grado.

Es entonces, cuando los matrimonios se acaban… pero si hay ciertos valores de peso que hacen llevadera la existencia, se sostienen por la fuerza de la costumbre y porque de alguna forma nos necesitamos… mucho más cuando hay hijos de por medio que a ambos los quieren.

Madeleine Beudet, una pianista dedicada ahora a interpretar a Claude Debussy -en particular su muy diciente, “Jardins sous la pluie” (Jardines bajo la lluvia), inspirada en una noche de tormenta-, está pasando por el penoso ocaso de su matrimonio, pues, está ya harta del aspecto descuidado de su esposo, sus risas burlonas, y sus bromas macabras con pretensiones suicidas. La suerte de actitudes que cada uno asume ante esta situación, la directora Germaine Dulac, las toma de la obra escrita por, Deny Amiel y André Obey, y consigue plasmarlas con una gran profundidad psicológica apoyándose, muy eficazmente, en la recreación de pensamientos, deseos y emociones, para lo cual se sirve de una impecable composición de imágenes en las que aplica eficaces sobreimpresiones, magníficos claroscuros y significativos difuminados… logrando así un ejercicio cinematográfico que es arte puro en todos sus aspectos formales y narrativos.

<<LA SONRIENTE MADAME BEUDET>>, se define claramente como un drama emocional donde la vida de cientos, miles, quizás millones de parejas, queda perfectamente reflejada. Es de esa suerte de cine que te golpea en todo el plexo solar.

¿Hay esperanza?
Luis Guillermo Cardona
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