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España España · Málaga
Críticas de Lukas
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Críticas 135
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
16 de marzo de 2024
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Anoche estuve viendo una peli que me gustó mucho, En la playa de Chesil, basada en la novela de Ian McEwan (él mismo fue el guionista). No me llegué a leer la novela, solo la empecé…, pero la peli me ha encantado. Está ambientada en 1962, en esa famosa playa inglesa. Los protagonistas, una pareja joven de recién casados. Ella es de clase media-alta (Florence), y él de clase media-baja (Edward). A ella le da vida esa actriz extraordinaria llamada Saoirse Ronan, a la que empecé a seguir desde que la vi en un suplemento inglés, el Culture del Sunday Times. Es la mujer perfecta, desde luego: rubia, bueno, casi pelirroja, ojos azules, piel muy blanca, muy educada, sensible… Encima, ella, su personaje, es una violinista que toca en un cuarteto de cuerda, ¡mi formación de cámara favorita! En fin, todo ocurre en la noche de bodas, como quien dice. Están ahí, en ese hotelito rural, cerca de la playa, y llega el momento crítico, tener relaciones sexuales… Y ahí viene el lío…., ya no puedo contar más… Claro, eran otros años, entonces la educación sexual no era la que hay ahora. Ahora es una pena, porque los jóvenes se “educan” con la pornografía que pulula por internet, lo cual hace más daño que la falta de info que había entonces… Es una peli muy delicada, en donde los silencios importan casi más que lo que se dice. Y en donde se pone de manifiesto, que por una “tontería” se puede romper un matrimonio reciente, por no saber lidiar con el asunto sexual.

El director debutante, que antes trabajó en teatro, junto con el guionista-novelista McEwan, construyen un relato clásico, con constantes flashbacks, que aunque pareciera en un principio que ralentizan la acción, por el contrario, la potencian. En el presente, tenemos una parálisis de la voluntad, del Acto mismo del sacramento que han contraído. A través de esas miradas retrospectivas, el espectador es llevado al pasado, para que conozca a nuestros personajes, el inicio de su hermosa historia de amor. Que, como toda historia de amor, y más en plena juventud, es la más hermosa, la más bella. Todo amor es joven, y más si es en la hermosa Inglaterra, y más si se ambienta en los años 60. Porque la película se sitúa, muy propiamente, en la frontera entre los Tiempos de la Inocencia, y los Tiempos de la Maldad, de la Pérdida de las Inocencia. Esta transición tuvo lugar justo en esos años, entre los 60 y los malditos 70. Los actores están espléndidos, sobre todo la ya citada SR, pero también Billy Howle, así como todos los secundarios, sobre todo Anne-Marie Duff como Marjorie Mayhew, la trastornada madre del chico. No es por ser pesados, pero la lección que da la actriz irlandesa es de antología. Realmente, esta mujer nació para ser actriz.

Pero lo que de verdad es de elogiar, es la capacidad de todos (todo el equipo técnico: el director de fotografía, el compositor, Nick Fenton en el montaje, etc.) para emocionar al espectador. Esto es algo que se espera de cualquier película medianamente solvente, pero que pocas logran. Aquí se consigue, mediante breves giros de diálogo, más bien gestos, movimientos del corazón, reacciones de la mente y del cuerpo, y hasta el canto solitario de un pájaro es necesario, y hasta ese lunar en la pierna, en el muslo izquierdo de ella, es necesario para la emoción. No hay cálculo, sólo movimientos erráticos de dos espíritus románticos, que se aman, pero no saben que el amor es un verbo terriblemente difícil de conjugar, sobre todo cuando la carne terrible aplasta al espíritu, que vuela sobre las aguas.
Lukas
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5
11 de marzo de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de esperar un tiempo, a que la pusieran en las plataformas, por fin me puse a ver esta cinta, que ha recibido muy buenas críticas, tanto de profesionales como de aficionados. Resulta que ayer domingo día 10 de marzo la estrenaron en Filmin, así que me dije de verla. También me di cuenta, navegando por la web de Movistar Plus, que está en el operador azul, pero bueno…

Y cuál no fue mi decepción. Aguanté bien la primera media hora, o cuarenta y cinco minutos, pero luego ya sucumbí al sueño. Sueño que es un indicativo de que algo no marcha bien. Pero no en mi cerebro, que está regular, sino en la pantalla, en lo que estoy viendo. La película es coreana, y está hablada en dos idiomas, primero en coreano, claro, y luego en inglés, pues la protagonista migra con su familia, primero a Canadá, y luego a Nueva York, para estudiar teatro y escribir. No me gustó ese rollo new age, esa idea de que hay que viajar a la capital del Imperio, para ser algo en la vida. Ayy sí, que en Corea del Sur, en Seúl, nunca ganará el Premio Nobel (aunque luego la chavala lo que quiere es el Pulitzer). Estas rendición a Occidente, primero; y ese tufillo a filosofía oriental, luego, tan odioso, son añadidos para que al final mi mente dijera, ¡basta!

Y fue lo mejor que podía pasar. Tendré que verla de nuevo, no vaya a ser que fuera una mala pasada, una mala noche. Pero no creo. He leído todas las reseñas negativas que he podido, y me quedo sobre todo con la de Javi McClane, que bien titula: “Una de las películas más pretenciosas, sobrevaloradas y aburridas de los últimos años”. Coincido casi al cien por cien con su crítica, por lo que poco más tengo que añadir. Detesto este tipo de películas, sentimentaloides, con actores malos, fotografías arty, planos gilipollescos y estética minimalista. Por no hablar de un guión para tarados. No soporto este cine de autor, si es el que domina ahora. Prefiero una y mil veces el cine comercial, o bien, la inmersión en los clásicos, benditos sean…

Dios mío, y resulta que hay espectadores que la han visto en versión doblada… Si ya es mala en el original, no quiero ni imaginar, la pesadilla que tiene que ser con las voces impostadas…
Lukas
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8
10 de marzo de 2024
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No la vi en su momento, así que anoche aproveché la ocasión, ya que la daban en Drama por Movistar +. Me gusta el cine de Adrian Lyne, denostado por efectista y comercial. Y quería saber un poco de esta peli, verla por fin. Y la verdad es que me sorprendido positivamente. Hasta el punto de que me parece un peliculón, de ésas que ya no se olvidan. Todo en ella es perfecto, de principio a fin. Y la cosa es que iba ya un poco maleado, porque leí algunas reseñas aquí, por la mañana, y no veas qué críticas (y Carlos Boyero, que la puso a parir en su día).

Estamos ante una obra maestra, aunque ya sé que ahora, quien me lea, me pondrá a caldo, a mí también. Todo en ella funciona a la perfección, desde el magnífico reparto (casting perfecto) hasta el montaje, la música maravillosa de John Barry, o la fotografía de Howard Atherton. El guión adapta una novela de Jack Engelhard, y la historia no puede ser más simple y atractiva: una pareja de clase media y mediana edad, que se arruinan con la recesión, que pierden la casa de sus sueños (él es arquitecto, la ha diseñado y todo), y que a la desesperada, se largan a Las Vegas en busca de una postrer fortuna. La presentación de esa pareja es rápida y esquemática, lo justo para que nos metamos en la acción. Ahí ya vemos que David Murray (Woody Harrelson) y Diana Murray (Demi Moore) tienen una química especial, y que esto es pura dinamita, para lo que viene luego. Tengo que confesar que Demi Moore fue mi actriz secreta de los 90, una de esas actrices “menores”, que me encandiló por su belleza, no tanto por sus actuaciones. Es la cosa más bella que se ha visto nunca en una pantalla: ese pelo cortito, media melena negra fatal; esos ojos con heterocromía (el izquierdo verde, el derecho más bien avellana); esos labios rojos y entreabiertos, ese cuerpo que respira sensualidad por todos los poros… Cómo no se va a enamorar de ella el donjuán multimillonario que interpreta Robert Redford (John Gage), en uno de los mejores papeles de su carrera (sí, así es, un papelón, que él borda, con su habitual maestría). Los otros dos actores a tener en cuenta son Seymour Cassel, como su guardaespaldas, Señor Shackleford; y Oliver Pratt como Jeremy, abogado de la pareja protagonista.

Lo bueno empieza a partir de Las Vegas. Como en la peli de Mike Figgis, que vi no hace mucho, la ciudad del desierto, puro juego y juergas, las veinticuatro horas del día, es sinónimo de escape, de desesperación, de última estación en el infierno terrestre. Allí desembocan Diana y David, y entre ellos aparece la mirada aviesa, de cazador presto, de John Gage, que la cámara capta tan bien. Toda esta parte de la cinta está rodada con un brío inusitado (igual que ocurría en Atracción fatal, otro peliculón), mostrando de forma sutil y a la vez contundente el deseo, el poder del dinero, capaz de comprarlo todo, o casi todo. ¿Qué no puede comprar? Ese intercambio entre el millonario y la pareja, mientas echan una partida de billar, es antológico. Redford está como nunca, como sagaz depredador, con la finura de un caballero antiguo. La proposición que da título a la cinta, todo lo que viene después, está rodada con una fuerza expresiva, que te deja pegado al sofá. ¿Cómo quedarse dormido, ante una película así? El duelo erótico entre la chica vulgar y corriente, pero hermosa, y el galán con medios, está filmado con una delicadeza y un savoir faire, como pocas veces he visto en una pantalla. La secuencia en el yate, la noche de marras, es sencillamente apabullante, en su romanticismo pasado de rosca. Herbie Hancock aparece tocando el piano: ya estamos todos…

Es cierto que el final es algo que decepciona, como bien han dicho muchos. Pero a mí no me parece tan malo…, lo que pasa es que uno ya se ha hecho su propia película en la cabeza, y le gustaría que la cosa terminase de otra forma. No obstante, ese final también está bien, y uno se encuentra de repente pronunciando las palabras, las mismas palabras que ellos van a decirse, como su acto de amor secreto. Es el cierre perfecto, tal vez, para una cinta que mezcla romanticismo y cinismo, que retrata muy bien el capitalismo tardío. Todo se puede comprar, hasta los sentimientos. Uno puede tener la girlfriend experience, si paga lo suficiente. Quien ve la peli, tiene la mejor experiencia posible: ver a la mujer más hermosa del mundo, Demi Moore, ¡gratis!
Lukas
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9
7 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que conste que la vi hace ya casi dos años, en abril de 2022, y esto que aquí escribo son unos breves apuntes que tomé tras su visionado.
Es de esas películas que he visto antes, pero malamente, en versión doblada, con anuncios tal vez, quedándome dormido. Ahora sí la pude disfrutar, en VOSE, como tiene que ser. [En Filmin, en el ordenador… En ese tiempo, aún tenía el televisor cascado]
Y me ha encantado, esta historia de cómo un hombre gris acaba echándose a perder del todo, por culpa de una mujer, que lo maneja como un pelele. Una mujer (magnífica Joan Bennett) que sólo quiere a Johnny (estupendo también Dan Duryea), el chulo que sabe cómo tratarla. La historia discurre con un ritmo ágil, y cada vez se enreda más —todos atrapados en una espiral de mentiras. Obra maestra absoluta.
Lukas
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6
3 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado viernes, 1 de marzo, fue el estreno de esta película, en Movistar Plus +, a las 22:30 h. Y ayer día 2, sábado, a las 22:00 h., la pusieron de nuevo, en el canal pop-up Woody Allen por M +, que creo que termina hoy domingo, día 3. Precisamente la razón de poner en marcha este canal temporal fue el estreno de esta peli, junto con el documental-entrevista de David Trueba, al director neoyorquino (Un día en Nueva York con Woody Allen). Así que nada, tenía que verla, era inexcusable. Dicen que es su última película, con la que celebra sus bodas de oro, ejem, en el mundillo del cine. Cinta número 50, y…, una vez vista, ¿qué me parece? Decepcionante.

Ya imaginaba, leyendo por aquí otra reseñas, que una mayoría de espectadores iba a darle las máximas calificaciones,

Es un muchacho excelente, es un muchacho excelente
Es un muchacho excelente..., y siempre lo será.
Y siempre lo será, y siempre lo será.

Pero sí, vale, es Woody Allen, tiene 88 años, todos lo queremos muchos, ha hecho grandes películas, algunas entre las mejores de la Historia del Cine. Pero ahora lo que tenemos aquí es una obra muy menor, que tampoco se puede comparar con Match Point, por favor, que es su última obra maestra. Ambientada en París, rodada en francés, no parece una peli suya, realmente, sino de un grupo de franceses acartonados y snobs. Allen, sin embargo, escribió el guión, en donde demuestra una vez más que le van los pijos, la alta sociedad, ya sea la de Londres, Barcelona o París, como es el caso. Este gusto por el glamour, los ambientes de la alta sociedad, desde luego da más juego que si ambientas la película en un polígono industrial, claro, el tío no es tonto. Nunca saldrá una buena película de entre las clases trabajadoras, con chonis y macarras de protagonistas. Eso a él no le va, neoyorquino de pro. Allen es un pijo disfrazado de intelectual, que aquí crea el típico triángulo, mil veces visto, de una mujer entre dos hombres, mujer entre perro y lobo, qué bueno. Se supone que Fanny (muy guapita y muy bien Lou de Laâge) está casada con un lobo, Jean (estupendo en su papel de super pijo siniestro, Melvil Poupaud). Pero un día encuentra por la calle, Avenue Montaigne, a un tal Alain (muy bien también el guaperas Niels Schneider), compañero suyo cuando estudiaban. Y pasa lo que tenía que pasar, que ella poco a poco se siente atraída por él, tal vez le recuerda a su ex, un músico drogadicto, con el que terminó fatal. Alain lleva muy bien, de manera muy natural, su plan de seducción, y consigue llevársela a la cama, claro. Vamos, que ahí en su buhardilla, tan bohemia, hasta parece un remedo de Hemingway, en París:

“Así era París en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices”. Es la frase que cierra el capítulo en el que se despide de la ciudad, después de la ruptura de su matrimonio. 

(Ernest Hemingway, París era una fiesta).

Al parecer, este libro de recuerdos del escritor norteamericano, sirvió al genio neoyorquino como inspiración para otra película maravillosa, que vi en el cine hace años: Medianoche en París.

En fin, el planteamiento es bueno, y hasta ahí todo bien. Pero claro, lo que viene luego es un poco previsible, y tenemos la sensación de que hemos visto esa película, cientos de veces. Pero bueno, a pesar de todo, no está mal, y se pasa un rato agradable, siguiendo los movimientos de los cuatro personajes principales (el otro es Aline, la omnipresente madre de Fanny, interpretada por Valérie Lemercier). En fin, la película se deja ver, y poco más. Tiene una fotografía espléndida de ese mago de la luz que es Vittorio Storaro, en donde destacan esos tonos amarillos y anaranjados, en el exterior; y en los interiores, en el apartamento de la pareja protagonista, por ejemplo, realiza también su particular magia, haciendo que en una habitación haya un tono cálido, y en la otra un tono frío, azul pálido. Este juego de colores, en donde domina la paleta otoñal, hace que la peli parezca mejor de lo que es. La dirección artística y el vestuario también están muy conseguidos. Pero luego está esa cansina música de jazz, que acompaña a todas las secuencias, y que se torna insoportable. Y mira que me gusta el jazz. Y no es una banda sonora mala, es el jazz suave que le gusta a Allen…, pero tanto rato, todo el tiempo, harta. Como comer todos los días pasta, o arroz…

Como ya he leído en otra reseña, aunque la película va sobre la suerte, el azar tal vez, en la película no se reflexiona profundamente sobre esto, son sólo pinceladas: el billete de lotería que ella compra, incitada por el amante, y que el marido le critica/ reprocha, amargamente. “La suerte no existe, se provoca…” Conforme avanza la trama, entenderemos por qué Jean dice esto, qué tejemanejes lleva a cabo, para conseguir su status. Aquí realmente el guión da en el clavo, en su incisiva crítica a la alta sociedad: alta sociedad, alta suciedad, sí. ¿A qué se dedica tu marido?, le pregunta Alain. Ella no lo sabe muy bien. “Hace más ricos a los ricos”, creo que le dice, o algo parecido. La película, con este triángulo fatal, con estas escenas en el cogollo del cogollo parisino, en la más repugnante de las pijolandias, nos viene a decir: no hay riqueza limpia, legal, legítima. Y el amor verdadero, auténtico, “feliz”, no existe. Son sólo momentos, en un parque, compartiendo un bocadillo…, en una cama, entre una manta, con la luz ambarina cayendo sobre su rostro…
Lukas
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