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Críticas de Sergio Berbel
Críticas 868
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
2 de agosto de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que reabren los cines para convertirse en el único refugio de solitarios y desencantados del mundo y de la vida entre los que me incluyo por derecho propio, ahora que vuelve a ser el último rincón propicio para perdedores, era el momento de recalar en “La rosa púrpura de El Cairo”, la gran carta de amor al cine y a la cinefilia como droga para poder escapar de la cruda realidad que firmara Woody Allen.


Otro supuesto de ese Allen fabulador que, como en “Midnight in Paris” o en “Sueños de un seductor” (esta última dirigida por Herbert Ross con guión suyo y protagonizada por él mismo), utiliza la ciencia-ficción de la sensibilidad cultural para trascender una oscura y triste realidad y dar una salida a la desesperación de sus personajes.


En este caso a Cecilia, inmortal creación de Mia Farrow que, en plena época de la Gran Depresión, trabaja en condiciones miserables como camarera, está casada con un maltratador vago que vive de ella y culmina un vacío existencial absoluto que solo puede rellenar acudiendo cada noche al cine, a ver una y otra vez la película que proyecten esa semana.


En este caso, se trata de “La rosa púrpura de El Cairo”, hasta que un día, Tom Baxter, uno de los personajes de la cinta, trasciende la pantalla y se presenta ante ella en carne y hueso para salvarla de su anodina e insoportable vida. Como el Tarantino de “Érase una vez en Hollywood”, Woody Allen rompe todas las reglas del cine para contar una metahistoria imaginaria con la que redimirse de la miserable vida real que tan sólo conduce a la desesperación. La imaginación como refugio de la realidad. Por eso y por tanto amor al cine, Woody Allen siempre la ha señalado como su película favorita entre todas las que componen su extensa filmografía.


No deja igualmente de atesorar referencias a “Frankenstein o el moderno Prometeo” de Mary Shelley, por cuanto las criaturas se rebelan contra sus creadores para aspirar a crear una vida propia decidida por ellos mismos.


Con muchos elementos autobiográficos, como también ocurre en la magistral “Días de radio”, Woody Allen bucea en lo peor de su existencia y en la importancia de refugiarse en el cine en este drama fantástico donde la comedia no puede acabar de despegar por la amargura que destila cada una de sus perfectas y medidas escenas, yo diría que afortunadamente.


Un amor al cine que se expande sin control desde sus siempre reconocibles créditos, esta vez no acompasados por jazz, como es habitual, sino por el “Cheek to Cheek” con el mismísimo Fred Astaire a los mandos.
Sergio Berbel
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6
2 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Legado en los huesos” es la segunda película basada en la “Trilogía del Baztán” de Dolores Redondo. Un thriller canónico siguiendo expresamente la senda de la saga Millennium del que debes seguir sin esperar ninguna sorpresa anteriormente no vista, en este caso no sobre un asesino múltiple de niñas como en su primera entrega, sino de una secta criminal de adoraciones extrañas, entroncando con todo un subgénero de este tipo de literatura. Hasta ahí, demasiado poco nuevo bajo el sol, pero que comienza a elevarse un poco sobre el bostezo general conforme de nuevo hace acto de presencia la subtrama familiar de la inspectora Amaia Salazar, en esta segunda entrega aún con un porcentaje mayor de tintes terroríficos respecto a la primera, y también con una Marta Etura aún más descomunal, deslumbrante y perfecta que en la primigenia. Lo reitero, Marta Etura es una de las más grandes actrices de este país y esta trilogía, que es exclusivamente suya, es prueba palpable de ello.

Fernando González Molina ni deslumbra ni llama especialmente la atención en la dirección, cumple con oficio de artesano sabiendo manejar todos los resortes del género con solvencia, entregando un thriller nada innovador pero correctoy funcional. En esta ocasión, con inundación incluida, la cual acaba muy bien resuelta técnicamente y dejando algunos planos impactantes.

Por lo demás, la climatología del Baztán sigue siendo un personaje más, y la sempiterna lluvia “fincheriana” continúa empapando casi todas las escenas de la cinta, aunque en esta ocasión los bosques navarros tengan un papel secundario y no protagonista como en la primera entrega, lo cual no es positivo.

Y lo de Marta Etura sigue siendo inconmensurable. Una actriz portentosa, tocada por los dioses, que eleva todo producto en el que trabaja y que protagoniza de nuevo absolutamente todas las escenas de esta película de una forma magistral. La cinta ES Marta Etura, ella lo sabe y derrocha posibilidades para llevarla adelante, y eso que en esta segunda entrega mi idolatrada Susi Sánchez quiere cobrar más terrorífico protagonismo en el evento.

Eso sí, comparte el mismo defecto con la primigenia, y es que, como toda adaptación literaria, adolece de una cierta precipitación en el desarrollo de los acontecimientos, que imagino que nos deja un tanto huérfanos de explicaciones a los que no hemos pasado previamente por las novelas. Sobre todo, existen dos tensiones sexuales nada explicadas y peor resueltas de la protagonista con su compañero policía y, aún más interesante, con el juez instructor, encarnado en el siempre solvente Leonardo Sbaraglia que hubieran merecido más espacio en su metraje para que hubiesen tenido algún sentido.
Sergio Berbel
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10
1 de agosto de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adoro a Woody Allen. Lo idolatro hasta límites insospechados. Si no existiese, hubiera habido que inventarlo. Es colosal, es perfecto, es necesario para la sociedad, es un genio imperecedero. Por eso cuando, entre los lógicos vaivenes e irregularidades propias de quien firma un film al año sin descanso, nos deja una obra maestra, mi corazón estalla de la amarga felicidad romántica y contenida que derrocha “Café Society”. Otra perfecta y exquisita comedia dramática donde, con los años, el humor se va atemperando para dejar hacer a una melancolía descreída maravillosa en la que se ha perfeccionado el Allen de los últimos tiempos.


“Café Society” es sencillamente maravillosa. Mágica. Quizás menos una comedia dramática que un drama con algún breve momento cómico. Quien afirme que está últimamente en un bache creativo le recomiendo que se deje caer por sus últimos dramas con toques de comedia como “Midnight in Paris”, “Blue Jasmine”, “Wonder Wheel” o “Irrational Man” y, sobre todo y muy especialmente con “Café Society”, donde el maestro sigue demostrando que su estado de forma es excelente.


“Café Society” es una maravilla a la altura de “Manhattan” o “Poderosa Afrodita”. Nadie hace comedias dramáticas románticas como el genio de New York. Nadie es capaz de helarte una sonrisa con un golpe dramático de guión. Nadie es capaz de recrear los años 30 como él. Nadie tiene su capacidad para conmover, ni para crear diálogos maravillosos que cuestionan el ideal romántico preconcebido. O para hacer impulsar la trama a través de una voz en off que, paradójicamente, nunca molesta sino que complementa y que lleva él mismo, como demiurgo, como dios absoluto de esas criaturas a las que ha dado vida en sus sólidos guiones.


Pero en “Café Society” el genio va mucho más allá: ya no solo nos deja un guión de los grandes, es también una dirección portentosa (el plano secuencia inicial ya marca un camino de excelencia estética impresionante a la altura de la demostrada en “Midnight in Paris”) y una de las mejores direcciones de fotografía de la historia del cine (los colorines cálidos y dorados de Vittorio Storaro embelesan y enamoran por derroche). Esa sociedad constituida en los últimos años entre Allen y Storaro están legando a la historia del cine una belleza estética que deja boquiabierto al cinéfilo más exigente.


Y, sobre todo, “Café Society” es la creación de nuevo de una mujer que encandile y enamore a toda una generación, especialidad de la casa de Allen, y que ha vuelto a hacer con Kristen Stewart, un mito instantáneo ya para siempre. Sólo ella podría sostener esta historia amarga de amores imposibles y deseos insatisfechos, de vidas frustradas y destinos volcados, de felicidades imposibles y sueños destrozados. La tristeza que expresa con sus ojos esta diosa deja algunos de los mejores planos de la película y del cine de los últimos años. La trama gira alrededor de ella porque ella hace girar el mundo en un personaje absolutamente antológico y eterno por definición.


“Café Society” es perfecta, porque es fruto del mejor Allen, del Woody más en forma posible. Es lo que tienen los genios, que siempre saben estar a la altura. Y a genio le ganan pocos.
Sergio Berbel
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6
1 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El guardián invisible” es la primera película basada en la “Trilogía del Baztán” de Dolores Redondo. Un thriller canónico del que no debes esperar ninguna sorpresa anteriormente no vista sobre un asesino múltiple de niñas que, sin aportar elementos nuevos, se beneficia de una subtrama familiar apasionante con ciertos tintes terroríficos y de una Marta Etura, deslumbrante y perfecta como siempre, que protagoniza prácticamente todos los planos de la película y que es pura magia. Marta Etura es una de las más grandes actrices de este país desde que apareció deslumbrando a nuestro cine y que merece mayor reconocimiento. Para mí, junto con Bárbara Lennie, son dos pesos pesados de la interpretación femenina.

Es difícil hacer en la península un noir sobre un asesino de niñas después de “Plenilunio” de Imanol Uribe, obra maestra absoluta basada en la novela homónima de Antonio Muñoz Molina que hizo tocar techo en el género a nuestra literatura. Pero Fernando González Molina cumple con oficio de artesano sabiendo manejar todos los resortes del género con solvencia, entregando un thriller nada innovador pero correcto, funcional y entretenido, cumpliendo su misión.

Una de policías marcada por el paisaje y por Marta Etura. Para un andaluz, asomarse a una historia que transcurre en la ribera del Baztán puede resultar más exótico que si lo fuese en una calle de Nueva York. La climatología (siempre llueve en la película, como si de “Seven” de David Fincher se tratase) y lo agreste de los bosques navarros se acaban convirtiendo en un personaje más de la película e imprimiéndole un sello indeleble.

Y lo de Marta Etura es inconmensurable. Una actriz portentosa, tocada por los dioses, que eleva todo producto en el que trabaja y que protagoniza absolutamente todas las escenas de esta película de una forma magistral. La cinta ES Marta Etura, ella lo sabe y derrocha posibilidades para llevarla adelante, junto con un plantel de secundarios poderoso. Ojo a mi idolatrada Susi Sánchez que aparece poco, pero… ¡cómo aparece cuando aparece!. Porque cuando la cinta escarba en el drama familiar es cuando realmente apasiona y atrapa.

Como toda adaptación literaria, adolece de una cierta precipitación en el desarrollo de los acontecimientos, pero cada vez que los flashbacks nos trasladan a la infancia de la protagonista, la historia crece exponencialmente.

Interesante muestra del género que, sin hacerme levitar, me deja ganas de continuar con “Legado en los huesos” y “Ofrenda a la tormenta”, que completan la trilogía.
Sergio Berbel
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10
31 de julio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Madre” es una de las mejores cosas que le han pasado a nuestro cine en los últimos tiempos. Y Rodrigo Sorogoyen, divinidad autóctona del plano secuencia cautivador directamente heredado del Dios Padre Paul Thomas Anderson, del que ha bebido ante embriagarse, se confirma como un nombre imprescindible para hablar de cine en el planeta, un creador privilegiado con una capacidad hipnótica tanto en el planteamiento argumental como, muy especialmente, en lo visual.

Nos conmocionó a todos con su ópera prima “Stockholm” (una de mis películas favoritas) con un poder de perturbación ilimitado, nos aferró al brazo de la butaca con sus thrillers “Que Dios nos perdone” y “El reino” y se plantó (ni más ni menos que) en las nominaciones de los Oscars con un corto rodado en un solo plano secuencia (con una coda) cargado de virtuosismo y una tensión psicológica que se hace irrespirable llamado “Madre”.

Recogiendo la senda del medio camino entre el thriller psicológico y el drama romántico como ya lograra en la PERFECTA “Stockholm”, Sorogoyen arranca la película con su corto para, una vez visto-sufrido, desarrollar en “Madre” la historia y los personajes 10 años después. Ese milagro del plano secuencia (lo que más me cautiva del cine) de su corto se va repitiendo como un eco en determinados momentos del largo, sabiamente administrado por una mente preclara como pocas, logrando una unidad estilística absoluta entre ambos y un goce inenarrable para el espectador, alguno de una genialidad técnica apabullante que embelesa y hace levitar como el de la “visita” a la casa familiar o la reunión en el restaurante.

En realidad, la absoluta perfección de “Madre” se sostiene en una mezcla insuperable de dos películas distintas según la visión del personaje que se prefiera mirar: el thriller psicológico que de forma aterradora nos acerca al desequilibrio mental de una madre que perdió a su hijo cuando apenas contaba con 6 años de edad y que, una década después, cree reconocerlo en un adolescente al que sigue por el pueblo de playa francés en el que desapareció el menor una década antes; pero a la vez la película es el magistral y apasionante drama romántico de un adolescente que ve que una mujer adulta lo sigue y que experimenta un primer amor arrasador que todo lo puede pensado que esa mujer se ha enamorado de él, a lo que él corresponde con una entrega total (y quién sabe si sólo él experimenta esas sensaciones…).

En la confusión de ambas perspectivas respecto a lo que allí está ocurriendo habita una de las películas más complejas mental y psicológicamente que he visto en los últimos años, un acierto absoluto, la guinda del pastel en la filmografía de Sorogoyen, excelsa toda ella. Una cinta que me hace levitar cada vez que me acerco a ella con la reverencia que merece.

Todo lo cual, por supuesto para que el artefacto pueda funcionar con semejante éxito, sostenido por unas interpretaciones antológicas de Marta Nieto (ella nunca defrauda) y del joven Jules Porier, ambos inconmensurables, mágicos, etéreos, maravillosos.

Pero no es menor la genialidad de su diseño de sonido, que logra perturbarte en sesión continua creando una sensación malsana constante, especialmente a través de un amenazador ruido del mar, el más inquietante que se haya logrado en toda la historia del cine. La obra maestra lo es la mires por donde la mires y la analices por donde te parezca más oportuno.

Un film que te atrapa de principio a fin, que te cautiva, que te tensa, que te permite revivir el primer amor adolescente (especialmente intenso por cuanto se entrega a quien menos conviene) o la obsesión maternal insana, depende de por dónde lo quieras ver. Una amalgama de sentimientos a flor de piel que hace que las dos horas de metraje de la cinta pasen como un mero suspiro, un susurro en el oído de un creador tocado por los dioses para hacer el mejor cine. Un genio, porque al fin y al cabo, de eso se trata el caso de Rodrigo Sorogoyen, de ser un genio.
Sergio Berbel
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