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Críticas de Kyrios
Críticas 1.330
Críticas ordenadas por título de la película
3
9 de abril de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta Jason Zinomann en su libro, Sesión Sangrienta,[1] obra que analiza las principales películas de terror en los años setenta, que seguramente durante su carrera universitaria en California, en la UCLA, John Carpenter pudo haber visto un cortometraje realizado por un estudiante, que influiría posteriormente cuando el director realizara una de las primeras películas slasher, la Noche de Halloween. En aquellos tiempos, en la UCLA, era habitual que cada semana los estudiantes vieran con ojos de críticos los cortometrajes que sus propios compañeros realizaban durante la carrera (se pueden imaginar cuan furibundas eran las críticas), y que eran exhibidos semanalmente. Uno de estos cortometrajes, contaba un argumento muy parecido al que retomaría posteriormente Fred Walton en una de sus únicas películas célebres, conocida en castellano como Llama un extraño (1979).

El cortometraje, al igual que los primeros veinte primeros minutos de la película de Walton, seguía una leyenda urbana que empezaba a forjarse en los Estados Unidos durante aquella época. Dicha leyenda contaba que una joven canguro (mayoritariamente de sexo femenino) era asaltada por acosadoras llamadas telefónicas, hasta que harta del molesto individuo decidía llamar a la policía. Finalmente le avisaban de que marchara rápidamente de casa, porque el acosador se encontraba en la misma casa que ella. Aún resulta más curioso saber que la carrera de Walton ha discurrido casi plenamente en tratar un tema muy parecido al de su primer film (este mismo). Un cineasta menor, que no volvería a conseguir nunca un éxito semejante, y que incluso volvería a retomar una secuela de Llama un extraño, con la llamada de un extraño, en el 1993.

Efectivamente, los primeros veinte minutos de Llama un extraño son los que nos muestran en imágenes esta leyenda urbana. Y sin duda son los únicos minutos del metraje, que sin ser excelsos, valen la pena. En ellos Walton es capaz de mostrarnos una intriga interesante, con una economía de medios espectacular (únicamente necesitamos una actriz y un teléfono para conseguir asustar al espectador) que explota los miedos más básicos con una escenografía simple pero efectiva (la oscuridad de la casa donde transcurre la acción, los planos que nos muestran indefensa a nuestra joven protagonista). Sin duda, esta primera parte de la película bebe del éxito comercial de la película de Carpenter, la Noche de Halloween, rodada un año antes y que había sido un grandísimo éxito comercial.

Por eso la película acostumbra a englobarse dentro del subgénero Slasher, aunque realmente las características de este tipo de cine no son cien por cien compatibles con esta película (por ejemplo los asesinatos están contados y el concepto de Final Girl es discutible). Además, la película de Carpenter había demostrado que se podía conseguir dinero fácil con películas de bajo presupuesto, que sin embargo funcionaban bien en taquilla.

La segunda parte de la película es netamente inferior a la primera. En ella el argumento se centra en la búsqueda del asesino, que ha conseguido fugarse del centro psiquiátrico donde residía. Aquí los problemas de producción se resienten mucho mas, demostrando las costuras de un producto que está incluso por debajo de lo que conocemos popularmente como serie B. El casting de actores es horroroso (a quien se le debería ocurrir la genial idea de conseguir para el papel de actor principal a un actor como Charles Durning, ya mayor por aquella época, y que resulta cómico verlo en secuencias de persecución), y por si fuera poco Walton no sabe que nunca hay que revelar la identidad del Boogeyman hasta mucho más avanzado el relato, con tal de poder crear un efecto de misterio en el espectador. Nuestro asesino es en la película un simple actor malo que no sabe ni tan siquiera darle un sentido a sus frases, y que pone cara de loco en cada secuencia de la película.

El guión sin duda tiene agujeros que convierten a la película en un juguete roto. Sólo hay que fijarse en la secuencia en la que nuestro asesino se cuela en la casa de una supuesta víctima. Un ejemplo de cómo no se debe construir el suspense. La música empleada en la película resulta ser un anticlímax que destroza las posibilidades de cualquier secuencia, creando un efecto cómico totalmente involuntario en la gran mayoría de ocasiones. En definitiva, un film sólo aprovechable en sus primeros minutos.

http://neokunst.wordpress.com/2014/04/09/llama-un-extrano-1979/


[1] Jason Zinoman, Sesión Sangrienta, Ed. T&B, Barcelona 2012
Kyrios
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6
15 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Blanco del ojo (1987) es una de aquellas películas que para los que estamos muy curtidos en cine nos devuelve la fe en el séptimo arte. No porque sea una gran película, que no lo es, sino porque te demuestra que cuando pensabas que lo habías visto todo, encuentras algo que te descoloca totalmente. Eso es la película que dirige Donald Camell, una obra que no tiene parangón y en la que se mezcla talento e incompetencia a raudales. La película se puede ver en Filmin.

La tarea del crítico ante esta película es difícil. ¿Cómo podríamos describirla? La película arranca como una especie de Giallo, en la que rápidamente el director enseña sus cartas: El preciosismo y la virtud del plano esteticista van a acompañarnos durante todo el metraje. En el asesinato inicial somos totalmente conscientes de una puesta en escena en la que se intenta presentarnos una serie de planos que tienen muy en cuenta como se han distribuido sobre ella los diversos objetos

Son cuadros pictóricos (se cita el cubismo, que podría tener cierto sentido en cuanto este estilo era una recomposición de los diversos planos visuales que componían la realidad). Pero el lenguaje de Donald Camell no es el cine, y esto se nota, porque la película es un despiporre en cuanto tiene que dejar los planos estáticos. Un sobreabuso de la Steady cam a la que continuamente se recurre parece ser el único recurso útil del director en las escenas que tienen lugar en exteriores. 

Podríamos pensar que después del asesinato inicial con el que se abre la película nos encontraríamos con un Giallo en el que lo interesante recae en el descubrimiento de la identidad del asesino. O un slasher, en el que lo importante fueran las secuencias de asesinatos y su espectacularidad visual. Ni una cosa ni la otra. El Blanco del Ojo tira por un camino propio en el que a pesar de que el terror y la repulsión están siempre muy presentes, no nos encontramos con un rumbo claro y delimitado.

Por momentos la película se sumerge en la vida de una comunidad, muy al estilo de Twin Peaks, con sus secretos y entresijos que bordean lo sobrenatural. Pero también nos encontramos con una subtrama semierótica en la que las obsesiones se retratan de una manera muy turbia y efectiva.

La policía empieza a investigar el asesinato, y parece que de algún modo, el personaje que interpreta a David Keith está implicado en este. Seremos pues testigos de las andanzas de este personaje, que parece que mentalmente no es demasiado estable. Ya de primeras el filme nos presente una secuencia en la que este personaje parece tener algún tipo de poderes extrasensoriales, que por otra parte nos descoloca totalmente, por la manera bizarra en la que está rodada la escena. 

La película se adentra en temas como el salvajismo, unido a la mentalidad atávica del hombre, muy patente en las comunidades norteamericanas en las que aún hay un enorme contacto con la naturaleza y la caza de animales es aún un acto totalmente cotidiano. Ese salvajismo florecerá con los asesinatos, que parecen dar rienda suelta a una especie de cacería humana. Sin embargo la película no se constriñe a dar explicaciones, sino que prefiere ser más sensible y simplemente ofrecer una panorámica. 

A veces se generaliza diciendo que David Lynch realiza películas que son sueños plasmados al cine. No estoy de acuerdo con ello. A pesar de la más que evidente genialidad del cineasta, incluso en las escenas más "oníricas" de su filmografía, la sensación que tiene el espectador no es la de estar en un sueño. Porque precisamente el talento del cineasta entre en escena, para dotar a la película de un particular lenguaje cinematográfico. Dentro del aparente caos, hay un orden en el que Lynch organiza como director de orquestra. De ese "orden" externo a lo que es la obra, pero que la constituye, somos siempre conscientes.

Sin embargo, El blanco del ojo si podría ser una "pesadilla" hecha película. Porque a pesar de las evidentes intenciones estéticas del cineasta (Qué para más Inri, cita diálogos en los que se menciona a artistas como Picasso), que además, tiene formación como pintor, sus carencias como cineasta no presentan un orden externo o interno. Todo parece un caos en el que lo único que puede hacer el espectador es dejarse llevar por el desorden y la aleatoriedad. 

El hecho de que Camell no tiene demasiada idea de cinematografía lo demuestra la fotografía del filme. Las localizaciones del filme (El desierto de Arizona) tienen una luz natural muy potente, que llega a quemar totalmente la fotografía de la película. En ocasiones es tan llamativo el deslumbramiento que parece estar viendo una película que no tiene una factura terminada, sino una copia de una prueba de rodaje. El blanco domina prácticamente todo el metraje como en un sueño celestial. 

La música, compuesta por un miembro de la banda Pink Floyd, Nick Mason. Está fatalmente seleccionada y provoca auténticos quebraderos de cabeza. 

Conclusión

El Blanco del ojo es un accidente de tráfico sobre el que uno intenta pero no puede apartar la mirada. Recomendada para todo aquel que sepa apreciar categorías que van más allá del bien o del mal.
Kyrios
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2
25 de octubre de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie duda de que el planteamiento de Would You rather (¿Qué preferirías?) pueda permitir una gran película, pero cualquier pretensión que el espectador pueda hacerse en los primeros minutos de arranque se desvanece en cuestión de segundos. El argumento es sencillo, una serie de protagonistas se verá obligada a tomar una serie de decisiones despiadadas, de manera forzada, en la que habrán de anteponer su integridad o la de sus compañeros. Lo que viene siendo un argumento muy parecido al de la Saga Saw, que influye en casi todos los fotogramas de la película. Las coincidencias con la saga no son gratuitas y la película acude constantemente a la visión de la torturada y explotada saga para sacar adelante y sin personalidad el desarrollo de la trama.

Una cinta en definitiva, que aparte de tener unos referentes a los que sigue de manera bastante evidente, no aporta nada nuevo en el género. La presentación de los personajes en la habitación de los invitados ya es el punto culminante para que la película vaya soltando cliché tras cliché sin que nunca se detenga. Los personajes, apenas meros estereotipos con los que el director se sirve para jugar a hacer el payaso un rato, contienen una gama de personajes arquetípicos y que no se prestan a ayudar a elevar el nivel de la película. Por enumerar alguno de ellos, June Squibb interpreta al personaje típico que no sirve más que como carnaza para las cruentas torturas de la película, a Sasha Grey se la caracteriza como la típica tía dura que se supone que hace lo que sea por sobrevivir pero que realmente lo único que hace es demostrarnos que Grey como actriz no vale absolutamente nada y alguna nota de comicidad al ver los gestos de altanería con los que interpreta el personaje. El personaje racial, para hacer más amena la historia, no podía faltar, viendo en Lawrence Gilliard Jr. la culminación de un proyecto monstruoso.

Poco más hay que destacar de la película. El desarrollo de la trama es absolutamente lineal y previsible, tan previsible que se puede adivinar nada más la primera secuencia en la que el metraje se encarga de darle la titularidad principal a la protagonista femenina interpretada por Brittany Snow. El juego sádico avanza prueba por prueba a medida que se van descartando por eliminación a los diversos personajes. Sin más, la película se dedica a mostrarnos una versión de Saw que intenta suavizar su contenido violento (nunca apuntando a los momentos más escabrosos y sangrantes de la película, en este sentido podríamos decir que más que Gore, lo que ofrece la película es una poca imaginativa galería de torturas) y que en ningún momento hace algún alarde de originalidad o de consistencia.

Por otra parte, la mínima crítica social que se intuía en un principio de la película, se diluye a medida que la obra sigue su paulatina tortura. Es muy cierto que se podría haber planteado una obra que como en Saló o 120 días de Sodoma de Passolini nos mostrará la corrupción de los altos estamentos, y precisamente la película parece tomar ese rumbo en los compases iniciales de la película (de hecho, la única secuencia remarcable de la película se puede inscribirse en este ámbito, cuando el multimillonario personaje encargado de las torturas aún no se ha desvelado como tal y simplemente se inclina a hacer degradantes proposiciones ofreciendo dinero a sus comensales a cambio de que las lleven a cabo) pero inmediatamente, a ruido de pistolas, la película cambia para convertirse en un thriller simplón que no sirve ni como película de crítica social, ni muchísimo menos como un thriller entretenido y agobiante.

Tampoco ayuda que haya muchas situaciones de la película que parezcan olvidadas o trazadas con muy poco rigor, como si el guión hubiera cambiado reiteradamente su estructura. Por ejemplo el protagonismo que se le da a un personaje que parece estar enterado de las torturas y que parece huir de la mansión pero que de un momento a otro es fulminado. Tampoco las relaciones entre los protagonistas que sufren las torturas tienen mucho sentido y parece nadar en un mundo de irrealidad que no se ajusta a ningún canon de verosimilitud. Por si fuera poco, el desenlace final trata de ensalzar la película como una obra original, rechazando de manera absurda el happy end (cuando precisamente se ajustaba bastante bien con el desenlace de la película, o por lo menos mucho más que con el giro final que toma la película). No hablemos ya de cosas como puesta en escena, porque sería una reiteración de lo mismo. Destacar para mal, la utilización de una banda sonora poco inspirada que simplemente se dedica a subrayar el mal gusto de la película-.

En definitiva, una obra hecha para ser olvidada lo más rápido posible. No crea nunca alguna secuencia memorable ni tiene ningún rasgo de personalidad que haga intuir que hay un talento en bruto detrás de la cámara. De hecho poco futuro auguro al director de la película, David Guy Levy, como siga en esta senda.

http://neokunst.wordpress.com/2013/10/25/would-you-rather-2012/
Kyrios
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7
13 de abril de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya Khudeyu (traducida al español sería algo así como estoy a dieta) se trata de una rara avis dentro del cine comercial ruso. Por los primeros tráilers que salieron sobre ella se podía esperar más de lo mismo, una estúpida comedia basada en estereotipos de las que tanto abundan en el cine comercial ruso. Pero la película es en realidad todo lo contrario: Un soplo de aire fresco que sin renunciar al sentido de la comercialidad afronta temas de importancia en la sociedad rusa y lo hace desde una óptica valiente. El director del filme es Aleksei Nuzhnyy, quien presenta sus credenciales en el cine comercial después de haber dirigido diversas películas (como Petuj, 2015).

Ya Khudeyu nos presenta a nuestra protagonista, Aleksandra Bortich, una joven que trabaja en una pastelería y que tiene de pareja a un atractivo Roman Kurtsin haciendo de entrenador personal y con un físico espléndido. Sin embargo, este le deja y rompe la relación porque según él: “Está demasiado gorda”. Ya con esta premisa nos adentramos en uno de los temas sociales cuya problemática afrontan muchas mujeres rusas, a las que la sociedad les exige estar siempre perfectas y guapas para sus parejas. ¿Qué hace ella? Se apunta a una asociación de “gordinflones” anónimos donde conoce al personaje de Evgeniy Kulik, que a pesar de ser mucho más corpulento que ella, tiene mucha confianza en sí mismo. El objetivo: volver a adelgazar para recuperar el amor de su ex.

Es una obra muy amable, no lo vamos a negar. Todos los personajes acaban cumpliendo sus sueños. Es quizá por eso que la película tuvo tanto éxito el pasado año 2018 en Rusia, donde consiguió estar entre las películas más taquilleras del año. Pero lo más interesante no es el desenlace, sino precisamente el camino amargo que nos presenta la película.

El personaje femenino principal de la película empieza siendo un personaje totalmente atado a su pareja, sin la que es incapaz de vivir. Pero gracias a la ayuda de sus amigos es capaz de comprender que para que los demás te quieran, primero uno debe amarse a sí mismo y respetar su cuerpo, independientemente de como sea uno mismo. Precisamente el mensaje del filme choca de manera frontal con la superficialidad de una sociedad (especialmente en la capital moscovita) donde la imagen que uno da a los demás es prácticamente fundamental y más si hablamos del género femenino.

Precisamente ese precioso mensaje que atesora el filme debe tomarse ya como un logro, teniendo en cuenta el punto de partida de la comedia actual en el cine ruso. Pero además, la película tiene un savoir faire especial al motivar a sus personajes y a hacerlos relacionarse entre sí. La relación de “pagafanteo” que se establece entre el personaje de Kulich y el de Bortich alcanza cotas de ternura suprema. Quizá porque no son meros clichés, sino que el guión pone mucho empeño en darles una humanidad nada artificiosa. El final, es capaz de emocionar a cualquiera, y no utiliza ningún truco que sea tramposo para ello.

Responden al mismo tiempo unos actores que están perfectamente en su papel. La jovencísima actriz rusa de tan solo 24 años Aleksandra Bortich le da perfectamente el toque de patetismo que requiere el personaje justo al inicio de la película, pero consigue moldearlo a medida que avanza la película. Qué decir de Evgenyy Kulik, quien a pesar de su físico (aparentemente tan poco cinematográfico) tiene más carisma que muchos de los actores que trabajan en Hollywood. Y para rematar, tenemos a actores secundarios de gran nivel como Irina Gorbachova, actriz ya clásica en este cine ruso contemporáneo (con actuaciones grandiosas como la del filme Arrhytmia, 2017) o Sergey Shnurov, otro actor solvente.

Quizá, siendo quisquillosos, la película intenta tocar demasiados temas, como por ejemplo la relación paterno filial de la protagonista femenina (el padre abandonó a la hija cuando esta era pequeña y ahora ella quiere volver a encontrarse con su padre), y ya era suficiente con el tema central de la película, pero de todas maneras es perdonable en cuanto a en cierto sentido está relacionado con el propio mensaje principal de la película: Aceptarse uno mismo.

Conclusión
A pesar de que no es una película perfecta y quizá la película trata de abarcar demasiados temas, es sin duda alguna una de las obras más frescas que ha dado la cinematografía rusa en los últimos años.

https://cinemagavia.es/ya-khudeyu-pelicula-critica/
Kyrios
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7
4 de enero de 2024
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yannick (2023) la última película de Quentin Dupieux, se estrena en Filmin el 5 de enero y como viene siendo habitual en el director, condensa en tan solo una hora de metraje todos los temas más habituales del cineasta: La metaficción, el debate sobre el arte y el papel del espectador pasivo/activo en la propia obra artística. Y por supuesto, ese humor tan característico del director francés, que riega toda la producción, que a priori podría tomarse como un entremés entre películas más importantes del cineasta, por los escasos medios que se ha rodado, pero que en realidad encierra grandes dosis del buen hacer de Dupieux. 

En el teatro de Shakespeare o en los corrales de Lope de Vega, lo más habitual del mundo era la participación del espectador, en muchas ocasiones reaccionando de manera negativa si la obra que estaba contemplando era una auténtica porquería. De ahí vienen las expresiones de tirar tomatazos (e incluso cierta web conocida popularmente en el mundo cinéfilo como es Rottentomatoes recoge el título de ahí). Con el ensalzamiento del arte a lo largo de los siglos, este ha sufrido una serie de transformaciones que lo han convertido en prácticamente en el centro de un episodio religioso, alejado tanto de la crítica como de la participación del espectador. No es momento de hablar ahora de obras como El cubo blanco de Brian O'Doherty y demás obras fundamentales de la posmodernidad, pero lo cierto es que todos hemos tenido una sensación muy similar a la que sufre nuestro protagonista principal en la película, Yannick, cuando hemos ido a una ver una obra de teatro y hemos sentido auténtica vergüenza ajena. Sin embargo, y a diferencia de siglos pretéritos, nosotros tenemos la obligación social de sufrir en silencio. 

¿Porqué no podemos quejarnos de una película, pintura u obra de teatro? La crítica del espectador (no la del crítico profesional o amateur) ha sido silenciada totalmente. Como mucho, queda relegada a un plano marginal, el de la conversación privada. ¿Pero de qué sirve la queja si esta no es escuchada por los propios creadores? La opinión del público queda sepultada ante la perspectiva con la que se acoge cualquier arte. Esto es precisamente lo que reflexiona en su película Quentin Dupieux en su primera mitad de metraje, utilizando para ello grandes diálogos así como secuencias realmente brillantes.

No es la primera película del director francés donde el papel del espectador es clave. Ya en una de sus primeras películas como era Rubber (2009) el público aparecía de manera coral, como un personaje más. Es una de las obsesiones del director y que aparece reflejada en el guion de la película. En esta ocasión por partida doble (o triple si se quiere, teniendo en cuenta que nosotros somos un elemento más de la película). Por una parte tenemos al propio público de la obra de teatro, que asiste a la primera función. Y por otra, tenemos al mismo público, que se ve "secuestrado" durante la segunda mitad del rodaje. Aprovecha Dupieux para hablarnos también en este segundo viraje de la propia idiosincrasia del espectador, quien una vez es "retenido", cambia totalmente de personalidad, convirtiéndose en un elemento adulador.

Café para los más cafeteros, Yannick es una película de Dupieux al cuadrado. Esto significa que solo es recomendable para los que ya sepan de antemano quien es tan singular director. Y para estos, les espera una buena sesión del que para un servidor es uno de los directores más importantes del siglo XXI. Simplemente, un genio.

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Kyrios
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