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Girl

Drama Lara es una joven transgénero de 15 años que sueña con convertirse en bailarina.
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
28 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Girl” es una película perfecta. “Girl” es un sueño para el cinéfilo. Con “Girl” hay tiempo para llorar, para reír, para emocionarse, para sentir, para empatizar, para enfadarse. “Girl” es la dirección perfecta y, sobre todo, la interpretación más impresionante que pueda verse: la del joven belga Victor Polster.

La ópera prima del belga Lukas Dhont, a través de una nerviosa cámara al hombro que la dota de una verosimilitud inaudita, nos cuenta una historia tan simple, y a la par tan compleja, como la vida misma: la de una chica adolescente atrapada en un cuerpo masculino, Lara. Aún no lo sabes si no la has visto, pero te vas a enamorar de ella para siempre.

Lara tiene más valor que una legión de espartanos juntos. Ella quiere ser la mejor mujer del mundo por encima de las demás. Y quiere ser la mejor bailarina clásica que haya existido nunca. Para ambas cosas se esfuerza de forma sobrehumana día y noche sin descanso. Y no es fácil. Porque nunca fue sencilla la adolescencia, y mucho menos si además viene con una operación quirúrgica de cambio de sexo y un largo periplo para hormonarse previo de por medio.

Jamás la vida de una chica transgénero fue tratada con tal delicadeza y sensibilidad. Superando con creces a sus predecesoras, la película belga se eleva sobre el resto, sobre el mundo y sobre tu conciencia, para atraparte. Nunca te vas a librar de ella tras haberla visto.

Pero también es un testimonio sobre lo dura que es la paternidad. Porque ese padre ejemplar que apoya constantemente y sin desaliento a su hija, que se entrega a su felicidad en cuerpo y alma, que no tiene vida más allá que la de sacar adelante a sus vástagos en absoluta soledad (nadie nos aclara durante todo el metraje qué ha pasado con una madre ausente, lo cual no deja de ser una elipsis prodigiosa), nos logra hacer empatizar con él hasta dotarlo de vida propia en nuestro consciente. Todo padre debiera ser ese padre.

Y Lara tiene también un hermano pequeño de 5 años, al que no le es fácil tampoco la vida en un nuevo colegio con una hermana tan especial. Pero con todo y con todos puede Lara, porque Lara es mucha Lara. Lara es una diosa.

“Girl” también nos asoma, ya de paso, a la dureza del ballet, con un realismo crudo nunca visto desde “Cisne negro” de Darren Aronofsky. No es oro todo lo que reluce en la danza, y la extenuación y el extremo al que se somete al cuerpo humano está muy bien reflejado a través de Lara.

Y luego está ese final. Que te desborda en lágrimas de alegría y de tristeza, de esperanza y de dolor, de amor hacia Lara.

“Girl” es profunda, muy profunda, y te cala huesos y alma para siempre. “Girl”, insisto, es PERFECTA.
Sergio Berbel
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2 de febrero de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay grandes diferencias entre el cine europeo según su procedencia. En este caso, Girl está a medio camino entre sus vecinos franceses, el cine alemán y el nórdico. Melodrama intimista basado más en las emociones que trasmite la/el protagonista que en los diálogos. Correcto. Pausado pero con un ritmo coherente y compás bien empleado.
El problema reside en si es una representación real de una transición adolescente. Incluso teniendo en cuenta las distancias entre los jóvenes en el norte de Europa y los del sur, Lara es una adolescente atípica independientemente de sus conflictos de género (que sí parecen un buen reflejo y bastante cercano a algunas realidades).
La segunda pega, transcendental, recae en la idea de presentar el desenlace final como válido. De acuerdo que puede ser interpretado como una simple metáfora del sufrimiento, pero el punto de vista es demasiado permisivo.
En realidad entiendo que se ha premiado la temática pero, por muy necesaria que sea la visibilidad transexual, no es suficiente motivo para una valoración un punto por encima de la calidad artística.
Esquecendo
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3 de octubre de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mérito del director es centrar la historia en el sentir del protagonista todo fluye a través de sus ojos y sus miradas sin ahondar en lo que le rodea salvo la presencia del padre.
Y consigue transmitir todas las sensaciones de un adolescente encerrado en un tubo. Y la angustia del espectador que en cada escena augura un sufrimiento que no se expone.
Y todo rodeado por las clases y los ensayos de ballet marcado por la exigencia de una vocación que implica una dedicación física y mental absoluta.
Víctor Polster está perfecto, hablando tan poco durante todo el metraje transmite todo, lo mismo que Arieh Worthaler haciendo de su padre. Juntos intentan llegar a un destino que ni la complicidad de la familia hace más sencillo.
Maria de las Mercedes
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6 de octubre de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En principio, ir a ver una película sobre un fenómeno tan personal, singular y difícil de interiorizar como el de la transexualidad en un adolescente me parecía muy arriesgado, sobre todo cuando el director, Lukas Dhont, que se atreve, en su primer largometraje y valientemente, a ello, reitera en las entrevistas que es gay [?], tendencia sexual tan respetable como otra cualquiera pero que en modo alguno tiene nada que ver con la identidad transgénero. Pero los premios obtenidos y el aplauso unánime a la labor del protagonista, Victor Polster, bailarín del Ballet Vlaanderen, fueron motivo más que suficiente para sacar la entrada.

También, y contrariamente al inicio generalizado de gran parte de las críticas, en mi opinión se trata de la historia de un adolescente de 15 años, que se siente chica, quiere ser bailarina de ballet, repudia su cuerpo de chico, quiere cambiarlo cuanto antes y, por si algo faltara, no tiene su inclinación sexual definida. Y una historia así, donde se evidencia que cada persona es un mundo, tratar de narrar un periodo clave para el desarrollo biológico, psicológico, sexual y social, como es la de una pubertad tan enrevesada, resulta sumamente complejo.

La opción de Lukas Dhont, director y coguionista, y del guionista Angelo Tijssens, es, pues, sumamente acertada: hay que hablar muy poco porque el protagonista, aunque sienta mucho, tiene poco que decir. En consecuencia, es la imagen, la maravillosa gestualidad y mirada de Polster, la que contando parte de lo que ocurre, porque el resto no lo conoce ni el propio personaje. De ahí la gran importancia de la sensible y penetrante fotografía cromática de Frank van den Eeden, aunque en algún momento recuerda excesivamente a David Hamilton, en su fría y teatral belleza.

También resulta clave a habilidad de Dhont con la cámara, que acaba literalmente bailando con la bailarina, como si de otro cuerpo humano se tratara. Qué menos cuando la historia trata un dramático periodo adolescente en el que el personaje lucha contra su propio físico, tratando de trasformarlo con el baile y con la ayuda de la medicina. En tal sentido, resulta fantástica la coreografía elaborada por Sidi Larbi Cherkaoui, acompañada por una banda sonora de Valentin Hadjadj, ajustada al propósito.

De modo que estamos ante un relato cinematográfico intimista, personal e intransferible, con profundas implicaciones familiares y sociales, hasta el punto de que el mundo femenino al que lucha por llegar tampoco es exactamente el suyo y aquél no pierde ocasión para recordárselo. Y no sólo ante la elemntal evidencia de que los movimientos de un bailarín no son los mismos que los de una bailarina, ni siquiera en este caso.

Así pues, Lukas Dhont transmite muy hábilmente al espectador la tensión, empatía, angustia y perturbadora soledad que sufre el protagonista, con graves dificultades para comunicarse, algo que facilita también con la proliferación de planos cortos, silencios, miradas y la irremediable distancia con el padre, Arieh Worthalter, quien realiza un formidable trabajo en su tarea de arropar a su hijo desde la complicidad del que sabe que cualquier decisión pertenece, en exclusiva, a su hijo, aun cuando se equivoque, si ello sucediera, por aquello de la irreversibilidad de procesos de esta naturaleza.

Y, por tanto, flotan en el aire también las reflexiones en torno a la capacidad de decisión de un adolescente de 16 años, contemplada por el familiar que legalmente le tutela.

Comparto con otros críticos la absoluta innecesariedad tanto del final como de la ya mencionada complejidad añadida consistente en que a sus ya graves problemas de concordancia se le sume que todavía no tenga un deseo sexual definido. Pero ello no impide valorar muy positivamente la delicadeza y autenticidad que rezuma esta película con sabor a intimista cine francés, alrededor de un impactante retrato psicológico que, aun dejando algunas lagunas en el aire de la incertidumbre, emociona, engancha y acerca al espectador a aspectos frecuentemente ignorados por la sociedad.

Sorprendente interpretación y realización en torno un adolescente con indudable vocación trans [7 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2018/10/06/girl-berlgica-2018-de-lukas-dhont
elquicio
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10 de diciembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna, fue una de las grandes revelaciones en la última edición del Festival de Cannes hasta la fecha, donde arrasó en la sección Un Certain Regard, plataforma creada para lanzar hacia el reconocimiento internacional a directores que apuestan por un cine diferente.
Lukas Dhont no desaprovechó su oportunidad, presentando su oda al cuerpo en una obra que trata un tema tan actual como la transsexualidad, la problemática psicológica y social que existe en torno a ella y el arduo camino que supone todo el proceso.
Se vive intensamente en primera persona tanto las alegrías como las angustias del personaje protagonista, que interpreta de forma portentosa un Victor Polster que difícilmente se borrará de las retinas del espectador. Una obra necesaria para pediatras, personal académico y cualquier persona que quiera concienciarse de un tema que cada vez se va haciendo más público.
Álvaro Navarro
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