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La muerte de Stalin

Comedia La noche del 2 de marzo de 1953 murió un hombre. Ese hombre es Josef Stalin, dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. Y si juegas tus cartas bien, el puesto ahora puede ser tuyo. Una sátira sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
9 de febrero de 2018
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Armando Ianucci es principalmente conocido por la adaptación cinematográfica de “In The Loop” que en 2009 fue nominada a los Óscar al mejor guión adaptado. En esa ocasión no lo ganó pero nos permitió ver características de lo que en La Muerte de Stalin asienta como su estilo, algo visceral y con una cámara que recuerda al estilo británico establecido con la serie “The Office“. Cámara en movimiento continuo y algo torpe, predominante en escenas con planos secuencia largos que reflejan ese estilo casi documentalístico pero que, en este caso, deja respirar tranquilamente a sus actores.

Y es que “In The Loop” sacaba algo de la propia narración debido a esto, mientras que en La Muerte de Stalin parece haber aprendido y se ha disminuido con ese estilo saturado. De hecho le ha dado cierto gusto a la película que aportaba al mundo que intentaba construir. Este escenario ancho, con mucho aire en la cámara pero al mismo tiempo claustrofóbico, estresante y acalorado pese al frío de la estepa rusa, no es una tarea para nada fácil y si claramente loable por parte de la dirección de Iannucci.

El ritmo por otro lado es apropiado y la dirección de los actores parece realmente cuidada y bien guiada, nada espectacular pero todo bien en general y sin tacha particular.

Steve Buscemi interpreta a Nikita Khruschev. Un personaje interesante, y aun más intrigante actor que está acostumbrado a ser un personaje que libera tensión, divertido y casi una parodia del personaje que interpreta. Aquí sigue con esa tónica pero dando rienda a un papel más serio donde, en determinadas ocasiones, puedes ver a un hombre de acero de la madre Soviética.

El personaje de Jeffrey Tambor aparece más bien poco y tiene una relevancia mínima en general en todo el film. Ahora bien, es un personaje que de la falta de atracción resulta su carisma y acaba por ser una de las mejores partes que el celuloide contiene. Su papel como Malenkov, hombre destinado a ser el sustituto de Stalin, es de los más sutilmente geniales que he visto en una comedia británica.

En general está escrito con esa acidez que caracteriza a los británicos, pero sin convertir a este en el pináculo sobre el que gira toda la estructura de la película. Que Malenkov no esté en gran parte de la película o que se encuentre siempre en el fondo, que cada vez que hable su voz sea menos profunda y más temerosa que la de los demás son decisiones de caracterización brillantes por parte del actor. La mejor manera que puedo definirlo es como el personaje secundario de su propia historia.

Simon Russell Beale da vida a un personaje interesante pero difícil de tratar. Alguien con una capacidad para hacer acto de presencia de una manera realmente llamativa e imponente que choca directamente con las últimas imágenes suyas en la película. Aunque a veces este tono falla, por lo general es loable su gran esfuerzo por recrear a este, más que difícil, personaje. Si esperas ese toque de humor negro será en él donde lo encontrarás de forma más acertada.

Aparte de estos hay que analizar el trabajo de Andrea Louise Riseborough que se pone en las botas de la hija de Stalin y Rupert Friend que interpreta al hijo de Stalin, son dos figuras que simplemente se ven fuera de la narración (por muy históricos que sean) y en general tienen una participación mucho más parecida al ritmo y la actuación teatral que a la cinemática. Una decisión interesante cuanto menos pero que no ha llegado a convencerme en lo más mínimo generando un humor algo banal que, de haber contexto, podría haber sido interesante pero que al no haberlo cae en saco roto. No hacen nada especialmente malo pero frente a los demás se les ve algo flojos y en ocasiones sobre-actuados.

Ya he comentado con anterioridad determinados detalles como el uso de la cámara pero aquí me gustaría insistir en otros detalles que son simplemente fantásticos. A lo mejor no del todo originales pero que forman un conjunto de decisiones que acaban por dar una vuelta refrescante a La Muerte de Stalin.

Aquí la edición no siempre está en sus mejores momentos con escenas que entre ellas no están conectadas como cabría esperar, pero hay un detalle, un simple detalle que me pareció simplemente genial. La escena se presenta, los personajes entran en parejas o uno por uno dependiendo siempre de su importancia con una frase que les define. Acompañando esa frase una puesta en escena que termina de desarrollar aun más el perfil del personaje. Finalmente un pequeño texto inferior explica su nombre y por otro lado su puesto dentro del régimen.

Es una manera eficaz de introducir a tu personaje y mostrar que en las blancas estepas rusas todos los hombres del poder tienen bajo si una gran sombra sangrienta. No hay ángeles aquí. Idea que se refuerza cuando en la escena funeral aparecen los “hombres de Dios” y actúan como vampiro frente a ajo. Todos eran hombres con una clara tendencia por la violencia desmedida encerrados en caros trajes.

Al final son solo humanos. Y es que parece a veces complicado humanizar a hombres así, pero La Muerte de Stalin encuentra la forma de hacerlo tratándolo de una manera un tanto particular. Todos se tratan como amigos, ves claramente las relaciones que les unen. Aquí el diálogo y las interpretaciones hacen un gran trabajo en convencerte de ello. Todo te lleva a verles de otra forma en algunas ocasiones, casi como si fuesen críos en un patio de colegio. Estas situaciones siguen con una línea ingeniosa y oscura que te devuelve a la realidad de la Unión Soviética. Una fluidez del chiste basada en la contraposición de dos géneros completamente diferentes (técnica predominante en el cine de Sam Raimi) generando una risa de lo más placentera.

La Muerte de Stalin es un conjunto de aciertos y desaciertos. Con detalles muy ........

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Escrito por Guillermo Alonso Vaello
https://cinemagavia.es/critica-la-muerte-de-stalin-pelicula/
Cinemagavia
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19 de enero de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, tanto como morir no, pero sí te eches varias carcajadas. Los británicos tenían que ser los que nos sirvieran una comedia negra que satiriza el comunismo, en concreto el estalinismo soviético, motivo por el que no gustará a los progres. De hecho ha ofendido a los gobernantes de la Rusia actual hasta el punto de prohibir la película, lo que indica que Putin y compañía se sitúan ellos solos en la izquierda al hacer suyo este régimen y a estos personajes, aunque algunos despistados lo ubiquen erróneamente a la derecha del espectro político. En cualquier caso, tanto como británica, la obra debería considerarse como europea, si tenemos en cuenta que se basa en el cómic homónimo de los franceses Fabien Nury y Thierry Robin. El hecho continental ha sido reconocido con el premio del Cine Europeo a la mejor comedia que se llevó en el 2018. Volviendo a "La muerte de Stalin" su punto fuerte, además de en su reparto coral, está en la parodia que realiza del estalinismo final. Pero aquí el humor se complica porque para cogerle la gracia se necesita conocer, como mínimo, medianamente la realidad de la Unión Soviética del 1953 y los peces gordos del partido que aquí salen. Si te cuentan chistes de toreros debes conocer el toreo, sino no los pillas, y si lo hacen de comunistas vasallos de Stalin hay que estar informado para lo mismo.

La obra siempre es incisiva y aunque demasiado "americanizada" en su lenguajes y actitudes, algo ruda en su análisis, la crítica retrata la tiranía pero esta no enlaza con el marxismo, es simple violencia, arbitrariedad y oportunismo sin que la ideología juegue ningún papel, y descendente en su nivel humorístico y más convencional en su trama, resulta interesante. Algunos han criticado su exageración en algunos pasajes pero se trata de una comedia y en este campo debemos ser más permisivos con la rigurosidad histórica, que en todo caso es elevada, más allá de algunas inexactitudes. Otra cosa es que para uno de izquierdas no pueda ser posible lo que se describe, aunque en realidad era todo bastante más siniestro, paranoico y alucinado hasta supuestos difíciles de concebir, el tono cómico le rebaja crudeza a quintales, porque no encaja en su visión de las cosas. La verdad no es para ellos la adecuación con la realidad sino con su pensamiento. Por ejemplo, he leído que es "mentira" que murieran 1.500 personas durante el funeral de Stalin cuando precisamente esa es la cifra oficial que dieron las autoridades, como recoge Jean Meyer en su, por otro lado, magistral libro de "Rusia y sus imperios" (1894-2005), página 363. Me parece que hay tener más reparo para decir que algo es falso o no lo es, así a la ligera.
Reaccionario
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3 de febrero de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo falla en esta obra de Iannucci que no consigue que el aceite balsámico de la risa llegue a los engranajes que articulan estos 106 minutos repletos, eso sí, de buenos actores, que manotean desesperadamente en un guión a cuatro manos y media: asfixiante, nada creíble y farragoso.

Ví, en su momento, la película, rodeado por jóvenes estudiantes que asistían completando una actividad cultural, y regresaron decepcionados a sus centros educativos sin tener nada claro en qué género cinematográfico embolsarían esta peculiar ficción, que nos habían vendido como comedia política y que resultó ser una amalgama poco digerible. Tal vez se les fue la mano, a sus responsables, en el tono oscuro de las tintas que utilizaron para dibujar el estalinismo y sus dislates. Su exagerado celo emborronó, como el calamar en su huida, la patética ceremonia de la sucesión, que sin duda tendría lugar; porque el poder no conoce de decoros y si hay algo de lo que carece es de sentido del ridículo.

Lástima, ocasión fallida. La caricatura pierde su valor si el artista se sobreexcede en los rasgos.
Sinhué
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17 de febrero de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por el título creí que iba a ser una película seria que nos contaría la transición de la URSS tras la muerte de Stalin y nada mas lejos de la realidad.

Se trata de una comedia, que seguramente con ese toque de humor cuente muy bien la historia, pero es un humor muy a la inglesa.

Al que le guste este tipo de humor fantástico, pero yo no lo concibo, por lo tanto a mi no me ha gustado, aunque entiendo perfectamente que a otra gente le haya encantado.
Kike
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11 de enero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Sobre qué no se puede hacer humor? Con la fría estadística en la mano, las purgas estalinistas duraron bastante más que las nazis y, si se suman las hambrunas del Holodomor (el «Holocausto ucraniano») o la represión a polacos, alemanes del Volga y otras nacionalidades de la esfera soviética, probablemente superan el número de victimas. No recuerdo ninguna película humorística ambientada en lo más oscuro de la época nazi, por mucho que nos riamos con la magnífica «Ser o no ser», o con «El gran dictador», o incluso con el corto animado «El rostro del Führer». Vale, son películas contemporáneas a Hitler, pero incluso las posteriores, cuando ya se era consciente de la magnitud del Holocausto y de la represión nazi, han pasado de puntillas por los hechos más escabrosos si se trataba de hacer humor. «La muerte de Stalin» es enorme porque no esconde nada, y acabas riéndote mientras algo en tu interior te susurra que no está bien que lo hagas. En esta incomodidad, que yo no sentía desde que vi «Cuatro leones», divertidísima sátira sobre el terrorismo islamista, y en el acierto de no haber caído en una caracterización esperpéntica de los personajes, residen el principal acierto de esta obra. 8/10
#thedeathofStalin #lamuertedeStalin #stevebuscemi
Parnaso
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