El puente sobre el río Kwai

El puente sobre el río Kwai de David Lean, es un drama bélico de aventuras basado en la segunda guerra mundial. Dirigida con un ritmo pausado, es intrépida y arrojada por ser una gran superproducción propia y particular, y está realizada de un modo extraordinario y magistral, obteniendo una definición sorprendente y gloriosa que gusta ver.
La fotografía en color y cinemascope, está estéticamente trabajada al detalle, y gusta por ser naturista y sensacional, con imágenes estimulantes y soberbias, que son idóneas a la trama e inspiradoras por su gran labor e importancia. Y la música, es inconfundible e inolvidable con el mítico silbido de los militares con la marcha del coronel Bogey, y con sonidos cautivadores tanto de los soldados con sus marchas militares, como de la misma naturaleza que les rodea.
Las actuaciones son con carácter, personalidad propia y brillo. Con Alec Guinness con integridad y determinación en un papel por el que obtuvo el oscar y William Holden auténtico y genuino en una oportuna y apropiada interpretación. Y con destacables interpretaciones de Jack Hawkins, James Donald y Sessue Hayakawa. Usando vestuarios y caracterizaciones sugerentes y alusivos a la época y al lugar, en una notable dirección artística que muestra con acierto tanto la ropa militar, como las vestimentas míseras y carentes de los soldados esclavos.
El guion, aún siendo belicoso no tiene muchas escenas de batallas, y la acción se centra más bien en el trato inhumano a los esclavos militares, y en la construcción del famoso puente por parte de estos, con tintes apasionantes y sustanciosos que penetran en el público por su excelente argumento y su arrolladora puesta en escena. Llevada a cabo con una narrativa clásica y equilibrada, típicas y sugestiva de oficiales por su respeto intachable.
Por último, cabe destacar los efectos creíbles y admirables, que sorprenden por la extraordinaria hazaña de construir un puente de 250.000 dólares, solo para dinamitarlo en su filmación. Y unos planos y movimientos de cámara panorámicos, de reconocimiento, travellings, planos generales, americanos y primeros planos cuidados estéticamente en una gran labor técnica que mejora y da gran realismo a las imágenes del film.
En conclusión, la considero una obra imperecedera y esencial en la filmografía bélica clásica, por ser grandiosa y soberbia, con 7 oscars entre ellos el de mejor película, con escenas y música inolvidables que quedaron para la posteridad. Recomendable por su experta dirección, guion adaptado, excelentes actuaciones, fotografía alusiva, música indeleble, notable montaje, efectos sorprendentes para la época, vestuarios y caracterizaciones sugerentes y narrativa, que hacen de ella un film clásico y necesario para los amantes del género bélico.

Bajo la agobiante atmósfera y el sol abrasador de la jungla, en el campo de prisioneros japonés del general Saito, el mayor Shears parece ser el único que conserva algo de cordura. Un lugar en mitad de la nada en el que se ha olvidado porqué se estaba luchando, en el que la amistad y la enemistad están separados por una línea más bien difusa. O mejor dicho, por un puente de madera. David Lean bendice a Holden, Guinness y Hawkins con una obra maestra del cine de aventuras, El puente sobre el río Kwai.

Un general japonés déspota.

Un coronel británico con delirios de grandeza.

Un puente que destruir.

Un silbido para la eternidad.

Junto con “Lawrence d Arabia” ésta cinta bélica (popular por su tema principal, a modo de marcha militar coreada por los silbidos de la tropa inglesa prisionera) podría considerarse como uno de los films más aplaudidos del director británico: muy cuidadoso siempre en localizar sus films y contando con un reparto mitad inglés, americano y japonés, representando así a los prisioneros y opresores en ese rincón de la selva tailandesa ocupada por los soldados del Sol Naciente, capitaneados por el rígido y doctrinario comandante Haito (Sessue Hayakawa), obsesionado en la construcción inmediata de un puente que traiga a sus tropas provisiones y armamento para asegurar su posición en ese lugar de importancia estratégica.

Siguiendo el ritmo habitual de ésta clase de películas, Lean enfatiza una historia sobre la dignidad del ser humano cuando es sometido a toda clase de limitaciones. Así vemos a un caracterizado Alec Guinness como Coronel Nicholson negándose a unas ordenes que no cumplen las convenciones de Ginebra y, posteriormente habiéndose incluso ganado la confianza del enemigo, capaz de demostrar cuán leal y honrosa puede ser la contribución del Imperio Británico para construir un puente firme, sólido con las manos y ganas de centenares de los prisioneros confinados en el campo.

La parte heroica la añade, evidentemente para realzar la acción, un oficial americano interpretado por William Holden con planes de huida en su haber y cuyo rol jugará un papel fundamental de aventurero, truhán y arquetipo de tipo duro en la película.

Basada en una novela de Pierre Boulle que se hizo mundialmente famoso por ser el autor de “El Planeta de los Simios”, la película ganó siete Óscar de la Academia de Hollywood. La firma de Lean ya quedaría compensada en sus futuras y épicas superproducciones.

Es una poderosa historia de orgullo y honor; y una lucha con los propios principios de un hombre. Está realizada con ingenio y contada con la fuerza de una genuina epopeya. Las actuaciones son abrumadoras y la adaptación me parece absorbente. Secó mis labios y me dejó sin aliento. Su tratamiento arrollador e impredescible deja al borde de una tensión que busca ser liberada de manera satisfactoria, y así resulta ser. Esta película es asombrosa.

Película galardonada con 7 Oscar, entre ellos los principales, película, director (David Lean), actor principal (Guinness), actor de reparto, y entre otros el obvio de fotografía y a la mejor banda sonora, de todos conocida con el sonoro y prolongado silbido mientras desfilan los hombres.

A pesar de sus numerosos oscars, no es una película de 10 para nada, ni una obra maestra, ni mucho menos.

Dos partes claras la diferencian, ambas protagonizadas por Alec Guinness en uno de sus mejores trabajos sin duda; la primera donde pasea su obstinación y su orgullo insano de oficial inglés no dudando en poner en peligro la vida de sus hombres y la propia porque el también obstinado coronel japonés del campo no acata los Acuerdos de Ginebra sobre prisioneros de guerra.

La segunda, cuando atacado por el "Síndrome de Estocolmo", construye como es debido el puente y va contra todo sus deberes como oficial e incluso contra el bienestar de sus propios hombres, y sobre todo contra su propio honor por su insano orgullo de haberlo construido, aunque le cueste la vida una vez más.

A pesar de ello, y de que quizás se hace demasiado larga siguiendo las aventuras y desventuras de William Holden, es una notable película que debería estar siempre en nuestras videotecas. Un 8.