Demonlover

Olivier Assayas es el típico caso del auteur plasta francés, un chico que se cree muy listo y, por lo visto, encuentra gente que financie sus delirios. La verdad es que sólo he visto la que nos ocupa, Las horas del verano (un auténtico coñazo), Finales de agosto... (una agonía), el episodio de Paris je t'aime (irrelevante) y Carlos, la serie, que tiene más cara y ojos, pero a veces se pierde en su errático recorrido. Demonlover es... mala, qué le vamos a hacer, enrevesada, fallida y presuntuosa (todos sabemos cómo y dónde va a terminar la Nielsen). La segunda mitad es un descenso a los avernos de la mediocridad cinematográfica muy reñido con las pretensiones autorales de Assayas.
A destacar la presencia de la suma sacerdotisa felatriz Chloë Sevigny (y si no, que se lo pregunten a Vincent Gallo).

No aburre, ni está mal hecha, más bien es la mejor arcada del cine, una historia donde cualquier ética desaparece, no como crítica a la nueva sociedad de la información, que más bien es una escusa para plantear un grupo de personas que no causaran ningún tipo de empatía al espectador, es más bien un insulto al ser humano. Tras torturarte, te convencerá de que lo mereces.
Uno por uno, todos los personajes dan asco, ninguno de los instintos o motivaciones básicos del hombre se ven reflejados, es más, la amistad, el amor o la justicia son machacados hasta provocar en el espectador una gran vomitona.
La película más asquerosa, psicológicamente hablando, que he visto.
Assayas debería dedicarse al snaff.