Historia de amor

Maravillosa historia de amor, tan real y creíble como la vida misma. Realmente crees y disfrutas de ese amor, que atraviesa prejuicios y se salta todas las barreras impuestas, para ser felices. Muy buena interpretación de ambos actores, que te meten de lleno en sus vidas. Con una gran banda sonora, una de las grandes que ha dado el cine. Es imposible quedarse indiferente al acabar de ver la película. Una verdadera historia de amor.

El fenómeno que supuso, y supone, «Love Story» es una de esas cosas que no me entran en la cabeza.

Puede que se deba a la época, de acuerdo, a que fue algo distinto e inesperado, no sé; pero es que aun así me sorprende que de verdad una historia como esta nos conmueva hasta convertirse en clásico del género romántico. Romántico, ¿de qué? Que el lema de esta historia sea eso de «no decir nunca lo siento» ya nos da una idea de qué visión romántica tienen. Un romanticismo acomodaticio en la que, oh, casualidad, es ella la que más tiene que soportar, aguantar, sacrificar y «perdonar», y ese «perdonar» va con muchas comillas, puesto que si cuando se ama no hace falta pedir perdón, entonces no hay nada que deba ofenderte ni puedas reprochar a tu enamorado: como si el mero hecho de que te quieran justifica y compensa cualquier herida o error de tu pareja. Muy mal. El amor se demuestra precisamente pidiendo perdón a quien amas, demostrándole que te arrepientes de haber hecho o dicho tal cosa, que te duele su dolor, que sientes lo que él siente. Eso es lo romántico.

Aparte de todo esto, la verdad es que «Love Story» es una historia fea. Feísima. Para empezar esta Jenny te cae gorda en cinco segundos, lo que tiene un mérito enorme. La imagen que te da en cuanto aparece es de empollona repelente, sabelotodo, narcisista a quien ningún hombre en su sano juicio invitaría a tomar un café tratándolo como lo trata. Digamos que Oliver es muy bueno y le va la marcha, ¿no? Vale, le van las chicas repelentes. Luego Jenny demostrará que es graciosa y tiene mucha sensatez, y de hecho le da buenos consejos a Oliver, solo que él es demasiado orgulloso y lleva la competitividad con su padre hasta extremos incomprensibles que nos quieren hacer pasar por románticos. Pero no es romántico que por un mal entendido orgullo y una idea obcecada del amor hagas que tu pareja sacrifique sus sueños y tenga que pasar penalidades.

Lo mejor es la banda sonora, por supuesto, y lo divertida que está Jenny en la conversación crucial que mantiene con Oliver en la cocina, «que es mi sitio».

Cada vez que veo esta película pienso fríamente, esta vez no me va a emocionar, esta vez ya me la sé de memoria y no voy a sentir lo mismo que aquella noche de viernes cuando con 12 años vi esta maravilla.
Cada vez que veo Love Story pienso que no va a suceder, que no va a entrarme por la garganta ese nudo que lleva un mar de lágrimas, esperando desbordarse sin cesar.
Cada vez que la veo pienso, esta vez no, esta vez me defraudará y entonces veo a Ali McGraw con esa soltura con la que se desenvuelve en la película, veo a Ryan O'Neal que ya no ha vuelto a estar mejor en ninguna otra. Escucho esa maravilla de melodía y me convenzo de que por muchas veces que vea Love Story siempre acabaré irremisiblemente con lágrimas en los ojos.

Película que creo que con el paso del tiempo ha perdido fuelle, la historia resulta simple. Chico conoce chica, la invita al hockey y a parir de ese momento, van dando pasos en su relación, con la superación de varios problemas surgidos por las clases sociales a las que corresponden sus familias.

No hay mucho diálogo, la película se nutre de una melodía delicada y pegadiza, acompañada de una serie de secuencias idílicas, para transmitir muchos de los pensamientos y sentimientos que están viviendo los protagonistas.

Indudablemente lo que perdura en el tiempo de este drama romántico, es: su banda sonora.

'Love Story' fue un bombazo comprensible en su ya lejano año, y es sin duda uno de los grandes éxitos populares del cine romántico de siempre, ademas de ser posiblemente la historia de amor de la pantalla que más se recuerda, y a la que más gente ha marcado y provocado manar lágrimas en abundancia.

Y todo esto aunque tenga sus defectos y sea algo facilona en conjunto. Pero no se puede negar tampoco que sabe embriagar al espectador en numerosos momentos, y emocionar incluso, sí, aunque no queramos que se nos emocione a base de esa música bonita pero algo empalagosilla de Francis Lai y otros recursos semejantes que nos hacen sentir algo incómodos. Pero cuando lo consiguen hay que admitirlo, ya que no todas las películas que lo intentan son capaces de hacerlo.

Y bueno, la belleza de Ali MacGraw y el atractivo de Ryan O'Neal no fueron ajenos precisamente a este megaéxito coyuntural, pero que décadas después puede seguir funcionando, y más cuando (como apunta en su crítica mi amigo cassavetes), te llega esa "llamada" -telefónica o no; metafórica o no-, que te produce mariposillas en el estómago y todas esas cosas...