La bestia de la guerra

Y así queda reflejado en "La bestia de la guerra", esa historia acerca de un tanque que se desvía de su trayectoria durante la invasión soviética a Afganistán, y por cuyo camino va sembrando muerte, odio, sangre y más muerte. Jason Patric reproduce al soldado responsable, el más humano de todos, o el que al menos intenta serlo, aquél que, desoyendo las órdenes del Partido 'piensa por sí mismo'. Buena interpretación de ese hombre que conoce de primera mano los horrores de una guerra sin sentido, horrores practicados por él mismo, hasta que se da cuenta de que siempre hay otra elección, y es la que adopta. George Dzundza en un papel apocalíptico, memorable, de premio, vamos, como el superior curtido en miles campos de batalla (le llamaban 'el niño de los tanques' por su participación en la II Guerra Mundial) y obsesionado con salir del laberinto en que él había metido a sus hombre a bordo de la bestia. Los secundarios complementan un plantel bastante coordinado y completo, dando el carisma suficiente para tomar en serio una historia lo suficientemente desagradable.

Mejorando lo dicho, la ambientación y la música. Brutales. Por todo esto, "La bestia de la guerra", una joyita del cine ochentero dirigida por Kevin Reynolds, se merece un buen sobresaliente.

Buena e interesante película de guerra con un planteamiento original. La presencia de los paisajes desérticos y rocosos y otros aspectos de la trama me hicieron pensar en un western mientras la veía. El guión te va sorprendiendo a dosis exactas durante el desarrollo de la trama, y las tensiones que se manifiestan entre los integrantes dentro de los grupos que se enfrentan (guerrilleros afganos y tanquistas rusos) enriquecen y dan mayor interés a la película. La presencia de las mujeres afganas da un contrapunto que tiene mucha fuerza. La película también está plagada de efectos visuales atractivos, como cuando el tanque dispara dando una vuelta sobre sí mismo, el papel que tiene el polvo del desierto en varios momentos, o la forma en que acaba con el protagonista por los aires, etc. Pienso que es una película muy redonda y original que se ve con mucho placer. Una pequeña joya.

Film bélico ochentero que nos muestra la crudeza de la guerra de Afganistán en tiempos de la ocupación soviética.
Somos testigos de las atrocidades que comete el ejercito ruso al atacar una aldea de supuestos rebeldes, el problema vendrá al perderse uno de los tanques del batallón y ser perseguido por Muyahidines que quieren venganza. Para darle más empaque a la acción tenemos un "motín a bordo" y un traidor que se unirá a los rebeldes, dando una vuelta de tuerca muy interesante a la trama.
Hay pocas pelis bélicas de tanques, el reducido espacio interior de los vehiculos acorazados limita bastante el escenario y por eso se decantan por submarinos , dando lugar a un subgénero muy apreciado.
Kevin Reynolds es el director de una de las mejores versiones del arquero de Sherwood, "Robin Hood ,Príncipe de los Ladrones" y de la ruinosa "Waterworld".

Genial film antibelicista que muestra las miserias de la guerra y sus consecuencias.

Ví esta peli, gracias a mi amigo Jesús, y me he quedado de piedra. Desde el principio hasta el final no he podido mantener mis retinas alejadas de la pantalla. Esta peli me ha destrozado el cerebro, ha cambiado para siempre mi percepción del cine bélico. Es una película bélica, sí, pero ante todo es una peli antibélica, es diferente, es moral, es realista, es una pesadilla, es una joya.

La bestia, es como denominan a un tanque los pobres aldeanos afganos cuyo pueblo es destruido por las tropas soviéticas. La bestia, en concreto, es un tanque soviético que se pierde en el desierto en una zona sin escapatoria.

Y ahí empieza la aventura del cazador cazado. La aventura casi surrealista de cómo el tiránico capitán del tanque (George Dzundza), por cierto con una interpretación genial, hace lo imposible para dar caza a los rebeldes muyahidines, sacrificando incluso la vida de sus hombres.

Cómo la locura de la guerra, personificada ejemplarmente en la figura de George Dzundza, arrastra a los inocentes soldados a la desesperación y a la barbarie.

La premisa es similar a la película Das Boot, pero en este caso, pasamos de la claustrofobia de aquél submarino alemán a la de un tanque ruso en plena guerra de Afganistan.

La interpretación de Jason Patrick también es bastante buena, pero la palma se la lleva el capitán del tanque. Jason Patrick representa el alma antibelicista, es la moral hecha fisicidad de acabar con el absurdo de la guerra, de acabar con la maldita bestia de la guerra, que en fin de cuentas es el tanque ruso.

Un conflicto ruso sin sentido, una invasión rusa de un territorio, como décadas atrás hicieron los nazis con muchos países europeos. Y hay un momento de confrontación entre Konstantin y Daskal, en que le dice el sinsentido de esta guerra, en la que se están comportando como nazis.

El capitán del tanque –el niño de los tanques- aunque perturbado, es el personaje que a fin de cuentas llena la pantalla, con una fuerza y una locura descomunales.

El sinsentido o locura del capitán ruso contra la cordura y la humanidad del soldado Konstantin.

Si no la has visto, véla, es una joya.
 

Una película casi desconocida, que alguna vez han puesto por televisión, a horas intempestivas, y trufada de cortes publicitarios. Y es una lástima, porque merece la pena. Tuve ocasión de verla en cine allá por los ochenta, y me causó muy grata impresión. Esta tarde he decidido recuperarla de mi baúl de viejos DVD’s. Sigue conservando la mayoría de sus alicientes.

Entre ellos, su elaborada puesta en escena, tanto en la composición de planos, nada gratuitos y algunos realmente logrados, como en la hermosa fotografía, que convierte al paisaje afgano –aunque en realidad creo que se rodó en Israel- en componente esencial de la película, casi tanto como los propios personajes. Entre ellos destacaría algunos, no por arquetípicos, menos fascinantes, como el hijo de puta que comanda el tanque soviético; o el cabecilla de los moteros muyahidines, una especie de tarado a medio camino entre un fundamentalista islámico y un Mad Max adicto al opio.

La narración roza lo inverosímil, pero Reynolds logra que uno se crea la historia de venganza y redención en medio del desierto. Solo reniego del minuto final, con un desenlace que, a mi entender, desentona con el resto de la película. La verdad es que Reynolds da en el clavo. Ahora mismo, no recuerdo una película, de las muchas que he visto ambientadas en las guerras de Irak o Afganistán, que dejen atrás a ésta. Pero es sólo una impresión. Pasajera. O no.