Cristo se detuvo en Éboli

Interesante adaptación del novelista Carlo Levi, de como durante la dictadura fascista de Mussolini, es exiliado a un remota region del sur de Italia, a la Italia profunda vaya,alli toma conciencia , el , un italiano del norte rico y prospero de las condiciones de vida miserables y atrasadas en las que viven estas gentes, pero también unas tradiciones ancestrales y una forma de ver la vida que le abren los ojos a esa realidad.Pelicula muy entrañable y con trazos de comedia y drama muy bien intercalados, magnifica interpretación del gran Gian Maria Volonte.

Lo decía Mario Benedetti en uno de sus poemas, que luego cantó Serrat. Esta película me ha recordado esa estrofa que dice: ”Con sus predicadores, sus gases que envenenan, su escuela de Chicago, sus dueños de la tierra, con sus trapos de lujo, y su pobre osamenta, sus defensas gastadas, sus gastos de defensa, con su gesta invasora, el norte es el que ordena….”. Recomiendo su lectura encarecidamente, o escuchar la canción de Serrat que viene a ser lo mismo, sí amigos, ese trovador catalán que por manifestarse contra las estupideces del nacionalismo excluyente, ahora incluso le llaman fascista, a un tipo que se jugó el pellejo por la libertad y la cultura catalana. Siempre me he preguntado, porqué la pobreza económica y el atraso histórico, siempre anida en el sur, ya sea de España, el sur de Europa, el sur de EEUU, el sur del continente americano, en este caso el sur de Italia.

La sinopsis de su ficha técnica lo explica meridianamente, el film recrea el subdesarrollo existente en las zonas campesinas y la explotación directa e indirecta que sufrían sus moradores sin prestar tanta atención al tema político del confinamiento del intelectual, pintor y médico que es castigado por no ser fiel al régimen imperante. La figura alegórica de ese perro abandonado en la estación de Éboli, refleja la orfandad de la zona, cuando su protagonista, Carlo Levi (excelente G. M. Volonté) en su libro autobiográfico escribió “Cristo se paró en Éboli), lógicamente utilizaba un eufemismo, por supuesto, no es Cristo el responsable directo de la situación, como queda reflejada en la elocuente charla que mantiene el alcalde fascista con Levi sobre los problemas que padece el país. Ese gobierno que les esquilma con unos impuestos injustos, cuando no les da nada a cambio, esa tierra olvidada por la historia y la civilización que sólo la visitaron los conquistadores, es lógico que ese recaudador de impuestos se sienta odiado y recibido de forma hostil, pero naturalmente se debe al jornal, mientras expulsa sus penas tocando su clarinete.

El cotidiano devenir de unas “tierras sin pecado ni redención”, más extrañas para Levi que era turinés, acentuado por una premeditada austeridad formal en su puesta en escena, con gran aroma de aliento poético en la vida de esa gente sencilla que acoge al intelectual y se encomienda a una medicina que estudió pero no ejercía, el pueblo prefería su trato humano a la experiencia de los médicos oficiales del régimen. Las tierras áridas, las estrechas y sinuosas calles de Aliano que recorre nuestro deportado conociendo sus míseros enseres, su costumbres ancestrales y su ignorancia supina. Que él acepta con ternura y cariño ante unos personajes pintorescos pero nobles y sin doblez moral que conquistan su alma dejando una huella imperecedera.

El cineasta napolitano nos ofrece un cine desnudo y nada estilizado, un fresco rural que recrea la vida cotidiana de sus moradores y el fluir cadencioso de sus peripecias. Obligando a renunciar al espectador, al menos en principio, a la fantasía, a la fascinación y a la espectacularidad, para ser atrapado por la fuerza irresistible de sus imágenes naturalistas acompañadas de la música folclórica de la zona, la preciosa banda sonora y su bella fotografía. Una mirada realista y alejada de toda énfasis hacia aquellos ciudadanos olvidados que refleja las crudas condiciones de vida del pueblo campesino en 1935, en plena efervescencia del fascismo de Mussolini. Sobre la austera vida espartana, reflexionando con una semblanza sobre la naturaleza humana. Un film hermoso y contemplativo, sereno, pero no indiferente. Francesco Rosi sufrió la etiqueta de ser un cineasta político, allá por los años 60 y 70 en el país transalpino, cuando él solo pretendía hacer buen cine, sin jugar ningún papel político. Su intención en este emotivo film era aportar un testimonio de denuncia en un momento de la historia de Italia. Por lo tanto, yo no la consideraría una película política sino un fresco histórico, en un momento en que el cine italiano se volvía hacia sus raíces campesinas, dentro de un tono agro que había despertado films como “El árbol de los zuecos” de Ermanno Olmi el año anterior.

Médico, pintor y escritor, Carlo Levi (1902-1975), fue fundador y activo participante de grupos antifascistas italianos; y por sus contradicciones con el régimen que, a partir de los años 30 comenzaba a tomarse el poder, estuvo un tiempo en prisión… y en una nueva ocasión, fue confinado (desterrado) en dos pequeños pueblos de la provincia Matera, en Lucania. Su estancia, allí, lo marcaría para siempre, pues, conoció de primera mano las enormes carencias y el terrible olvido en que vivían sus moradores, y al tiempo pudo encontrar y sentir los grandes valores que aún latían en sus corazones.

Al comprender que la malaria estaba afectando seriamente a los pobladores y que no había allí ni siquiera una farmacia donde obtener medicamentos, Levi se siente presionado a asumir la medicina que nunca ejerció… y con el apoyo incondicional de su hermana Luisa -también médica- quien le proporciona algunos implementos para poder ejercer, asume una labor humanitaria que dará un gran sentido a su existencia.

En este punto, es donde comienza la historia que basada en su novela homónima, “Cristo si è fermato a Eboli” (1945) -con la cual iniciaría su etapa de escritor-, y con guion de Francesco Rosi, Tonino Guerra y Rafaelle La Capria, sería llevada al cine por el propio Rosi, logrando uno de esos filmes que tienen ya el sello de la perennidad.

Se afirma, en su desarrollo, un precedente esencial para nuestra propia existencia: Nunca juzgues a los demás por opiniones ajenas. Cada quien habla según guía a su mente y a su corazón... y por sus propias experiencias que no han de ser necesariamente las nuestras, pues, de lo que cada uno da, cada uno recibe.

Cuando llega a Gagliano (así figura el pueblo en la novela) en plan de desterrado, las opiniones -no pedidas- que Levi escucha sobre sus habitantes de parte del alcalde y de los médicos, son de este estilo: “Aquí hay mucha gente mala”, “Mejor no haga amistades, para que se evite problemas”, “Tenga cuidado con las mujeres, no les acepte nada”… pero, la formación socio-política del médico sin duda lo advierte de escuchar, pero no creer, y queriendo formarse su propio sentir, hace justo todo lo contrario de lo que le dicen y ya veremos a que lo llevarán sus propias experiencias.

Con una preciosa fotografía de, Pasqualino de Santis, y con magníficas interpretaciones de Gian Maria Volonte’ (Levi), Irene Papas (Giulia), Paolo Bonacelli (Luigi, el alcalde) y Alain Cuny (el cura), entre otros, Rosi desarrolla una historia que pareciera recrear un amanecer: Empieza con la oscuridad del destierro y con la imagen sombría que se crea de aquel pueblo que, como lo describe Levi en su libro, es “una civilización ajena a la historia y a la razón progresiva, una civilización de sabiduría antigua y paciente dolor”. Pero, luego y lentamente, la luz comienza a asomarse en el horizonte… y quizás en algún momento veamos un día de esos que es imposible olvidar.

El director, cuida de matizar a su personaje y lo muestra descuidado en algunos detalles; también pinta con fino tacto a sus “rivales”… y al final uno siente que, es una visión madura, sensible y pulcra la que queda reflejada de una sociedad que sigue teniendo mucho que aprender, pues, la gran meta de la Unicidad, aún se advierte bastante lejos.

Título para Latinoamérica: <<CRISTO SE DETUVO EN ÉBOLI>>

Película basada sobre el libro y la experiencia vivida por el escritor Carlo Levi, escritor y pintor proveniente de Turín, que militando en partidos antifascistas es confinado en pueblos del sur de Italia. En la obra el pueblo es Eboli, que da nombre a la película " Cristo se detuvo en Eboli". En este caso el protagonista es Médico pero con poca confianza en sí mismo y con afición a la pintura que en compañía de Barone, su perro, durante su confiamiento conoce las costumbres del lugar, la extrema humildad e ignorancia en que viven estos pueblos del sur de Italia y en numerosas charlas con los representantes de la autoridad fascista local pero que siempre lo tratan amablemente y con condescendencia debido a su amplio conocimiento e inteligencia van trascurriendo los meses hasta que el fin de la guerra le concede la Amnistía y la libertad. Película de un tinte melancólico sostenido, con un inmenso Gian María Volonté, que transita entre aquellas almas y por pedido unánime pasa a ser el médico de referencia del lugar hasta que la Amnistia le devuelve la libertad. Es otro ángulo para ver la italia dividida y su sintomatología, pero creo que lo que destaca en la actuación de Volonté por sobre todo, en el marco de la música adecuada y melancólica también de Piero Piccioni.

En estos inicios del siglo XXI hay una Colombia profunda donde hay villorrios que parecen el pueblo gemelo de Aliano. Es la Colombia abandonada por todos los dioses, de todas las religiones, y el Estado. Por eso mezclan los más prehistóricos rituales con los más modernos métodos (la aspirina, que es lo único que los servicios de salud dan por estas tierras).

Están todos los personajes prototípicos de un pueblo triste como ese, de una soledad infinita como los grandes planos que nos muestra Rossi... Quizá por falta de tiempo, no obstante la duración de la cinta, faltó desarrollar más el barón con el que comparte una noche en el cuarto donde está hospedado, expresión de la opresión de los grandes propietarios sobre los campesinos.

Y aunque pareciera muy larga antes de verla, realmente su gran metraje pasa volando. Uno se pregunta al comenzar: ¿Qué puede llenar tanto tiempo? Pues hay historias por montones.

Espléndida.

En el spolier una pregunta que no avanza hacia el desenlace.