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Voto de Alvy Singer:
6
Terror. Intriga Una noche, mientras vuelven a casa, Franco Arno, ciego de nacimiento, y su sobrina Lori son testigos de una siniestra discusión entre un ladrón y un chantajista, que acaba en asesinato. A pesar de su invalidez, Franco colaborará con el periodista Carlo Giordani para desentrañar el misterio que se oculta tras una enrevesada trama de espionaje industrial y crímenes brutales. Ambos parten de una teoría según la cual las tendencias ... [+]
20 de enero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"-Qué bien ahora somos profanadores"
- Qué otra cosa sino"

La segunda película de Dario Argento es la mejor, aunque no sé si la más mitificada por los aficionados de terror que, año tras año, han reglamentado, no sin sus argumentos, el culto a 'Suspiria' (id, 1977) entre las esotéricas y a Rojo Oscuro (Profondo Rosso, 1975) o El pájaro de las plumas de cristal (1970) entre lo que llamamos giallo, que eran versiones amplificadas del terreno que Hitchock descubrió o reveló en "Psycho" (Psicosis) y antes había delineado con su estilo de los cincuenta.

Eran, definitivamente, otros tiempos. Argento aquí cuenta con un trío de estrellas muy en la línea de las coproducciones europeas, oh Europa animosa. Sumad a eso un diseño de producción ultra-cool de Carlo Leva y una banda sonora de Ennio Morricone sublime (conducida por Bruno Nicolai) y encontraréis una compañía inigualable con la luz de Enrico Menczer (un pintor que trabajó para el primer Fulci o gente tan audaz como Bellochio, Luciano Salce, etc.)

El gato de las nueve colas es la historia de un ciego (Karl Malden) que, acompañada de su sobrina, ayudará a un reportero llamado Carl Giovanni (James Franscisus) a resolver unos asesinatos cuyo origen está en un opaco instituo de genética. La bella heredera del instituto (la estrella del italopop Catherine Spaak) tendrá la clave de todo esto.

Es difícil hablar mal de este Argento. Uno comprende la inspiración que ha supuesto para directores como Pedro Almodóvar o Quentin Tarantino (los tarantinófilos de muchas generaciones reconocerán Paranoia Prima entre los compases rescatados).

Pero si Almodóvar selecciona el kitsch, Argento lo crea y eso no está mal: su giallo son asesinatos encadenados y si en Tenebrae le preocuparía una sociedad post-liberación sexual donde se forman nuevas identidades, en El gato de las nueve colas aparece un instituto de la genética como caldo de un asesino perfeccionista.

No tiene demasiado sentido si uno es lector de la inteligencia que urde crímenes, pero ¿sabéis qué? Esta vez es bastante divertido, entrañable y felizmente colorista. Pese a que Franciscus y Malden doblados pierden punch, Argento no sabe qué hacer con sus misterios más allá del esquema general de acumular crímenes y sugerir (a lo loco) posibles sospechosos.

Pero, lo habéis adivinado e incluso suspirado, pueso eso no importa porque sí, me encanta (en-can-ta) que Catherine Spaak se pasee en modelos cada vez más maravillosos y setenteros, me encanta que Argento mueva la cámara evocando expresividad, énfasis, y movimiento, me encanta que sea un ciego (por accidente) El que tenga claro que todo es cuestión de estilo y me encantan esos planos seceuncia desde el punto de vista del asesino que seguro que se empolló John Carpenter, me re-chifla el club Saint Peter's lleno de los mejores gays y trans de la época y los personajes que echan de menos a sus chulazos o mueren para que éstos los contemplen extrañados. Hasta la familiaridad de ver al ciego y a su compañero inefable periodista resolviendo crímenes a partir de crucigramas o cocina de huevos hace de este giallo casi un plato mediterráneo, inusualmente cercano.

Y por supuesto, como siempre en Argento, el humor es algo que aparece casi de sopetón (¡tropezón!) o en líneas de diálogo como "Pobre Esson! Me he negado por centésima vez ser su amante" seguido de vulgaridad y exceso.

La resolución, como siempre, absurda, apresurada y violentísima. Argento era un pésimo narrador y dialoguista, pero aquí quedan los relámpagos.
Alvy Singer
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