La adolescencia, la Universidad, las novatadas, el despertar del sexo, todo ello elementos comunes a un sinfín de películas y todo ello está en Crudo componiendo un ejercicio de virtuosismo en el que, quede claro desde el primer momento, Julia Ducournau obtiene un más que notable resultado. Estamos ante una primera de una directora que desde el primer plano nos deja clara su vocación de autoría y que con su propuesta nos invita a transitar por un complejo estado de impulsos, sensaciones y afectos que nos van a permitir descubrir aquellas zonas oscuras que dormitan en el ser humano.
La vegetariana, retraída y virgen Justine, con todo el significado de ese nombre, llega a la Universidad para estudiar Veterinaria, contando con el teórico apoyo de su hermana, quien ya está allí, para afrontar esa nueva etapa. Empieza la metamorfosis y si Justine no se despierta como Gregorio Samsa convertida en un monstruoso insecto, sí se encuentra con un cuerpo, con una piel que se desprende y que prefigura una nueva identidad hasta ahora oculta. Tras afrontar la vulgaridad y humillación a la que es sometida por los veteranos, participar en las fiestas en las que el exceso es mostrado de forma implacable a los ojos de la inocente Justine, su transformación en un nuevo ser va a dar lugar a la secuencia más delirante, salvaje y dolorosa en la que la carne y la sangre llegan para formar parte de esta nueva criatura.
A partir de este momento, la virginidad es una anomalía, cuya pérdida es fruto de ese encuentro en el que el placer y el dolor se confunden, con unos cuerpos que llenan el plano y donde el impulso de esa nueva naturaleza no se puede contener, provocando un dolor que Justine ya no puede evitar causar, aunque su mirada pueda recabar nuestra piedad.
Para transitar por este complejo escenario, Ducournau se vale de un guión que dibuja de forma precisa este descubrimiento de su otra personalidad y que sólo en su desenlace da un giro para buscar un sentido hereditario al devenir de Justine, todo ello con una puesta en escena que permite pasar de una secuencia gore a un primer plano de un absorbente rostro o a la falsa serenidad de los inquietantes planos de una carretera.
Sería una lástima que de la lectura de alguna sinopsis de la película o del propio trailer promocional se extrajeran conclusiones erróneas. Crudo contiene el suficiente cine para convertirse en una de las sorpresas de la temporada, más allá de su pertenencia a un género u otro.