Desde niño soñé con ver mundos arder más allá de Orión, soñé con ver extraterrestres y soñé con ver vida alienígena en algún punto lejano de la galaxia. Duna 2 hizo realidad una parte de ese sueño en una sala de cine.

En la parte uno de Duna el relato era introductorio y un poco mesurado pero se veía que era la antesala de algo más grande. Esta segunda parte no solo redobla la apuesta sino que propone la inmersión en un universo pocas veces visto en el último tiempo.

Un universo plagado de gusanos de cien metros, de angroginia y linaje salvaje. Los que hemos tenido un orgasmo visual con Game of thrones sabemos que este tipo de producciones no se hacen a raudal, se requiere de un gran equipo y un don de innovación. La imaginería visual es brutal y se aprovecha cada fragmento de la pantalla, por eso la recomendación es verla en la pantalla más grande posible.

Floja en casi todos los aspectos:
- No tiene una buena narrativa
- Es inconexa
- Sus personajes no concitan interés alguno
- Mala iluminación
- Mala dirección
- Parece una miniserie editada para ser presentada como película


Los barcos encantados ya no dan miedo.

Corto de iniciación sobre una niña que jura y perjura que está poseída por el mal.
Más allá de los obvios parentescos con la obra suprema del subgénero "exorcismo" (El Exorcista de Friedkin), hay algunos toques distintivos.
Ejemplo de ello es la excepcional banda sonora y las locaciones. El miedo se trasluce a través de los arboles y la niebla del bosque.
Da la sensación de ser el comienzo de algo más (un largometraje, quizás).

Hong Sang Soo, reconocido director coreano, con presencia en festivales mundiales y con un promedio de películas por año superior a la media (llegó a estrenar tres películas en un mismo año) da un paso en falso.
Sin defenestrar su carrera, por cierto brillante, acá se ve un Hong mínimo y disminuido.

In Water tiene poco del verdadero Hong, no hay risas, ni personajes interesantes, ni situaciones hilarantes o peculiares, mucho menos esas clásicas escenas de plano secuencia que suelen ser propias de su cine.
Una historia nula, una cámara fuera de foco (supuestamente con un meta-significado) y unos personajes apáticos reafirman el punto más bajo de su carrera.

Tal como su protagonista principal, se está buscando una película que yace por su ausencia.

Mordaz, impredecible, visceral, plurilingüe y, por encima de todo, bien francesa.
Ver esta pequeña flor (que de pequeña no tiene nada) es toda una experiencia.
Para los que creían que el cine había muerto después de la pandemia. Y para las parejas muertas en la rutina. El brindis se propone para Mitre y su notable incursión en el cine europeo.