Cuando los malos son tan escandalosamente malos que son incapaces de razonar absolutamente NADA de lo que hacen, a eso lo llamo yo imparcialidad. Y cuando digo nada es nada. Los Japoneses actúan por instinto como si de animales se tratara.
Que no quiero decir que no sea verdad que pasara lo que pasó pero, ¿en serio? ¿Ningún sentimiento? Ira, rabia, venganza, locura, desgaste... yo que se, algo. Todo es porque sí, porque somos incapaces de pensar que es lo que estamos haciendo.
Hasta da la sensación de que no hay general ni alto mando que organice al ejército, tenga algo que decir o que pensar sobre algo. Absurdo.

Muerte, violación, te quito algo, muerte, violación, te quito algo... y así durante dos interminables horas.

De esas películas que empiezas a ver y ves claro que no, que no te va a gustar nada pero esta tan bien hecha, la fotografía, alguna batalla que tal... de esas que el dinero invertido en ella te hipnotiza. Lo malo es que te hipnotiza hasta medio camino nada más; el tiempo suficiente como para acabar pensando que ya que has llegado hasta aquí la terminas de ver. Pero nada. Drama y más drama y más drama porque si y solo deseas que se acabe ya semejante bodrio. Nada que aportar a parte de una mala exposición de unos hechos históricos.

Fastidia, porque es para olvidar.

Todo es drama.

Plagada de detalles y llevada al límite de la confusión y la resolución. Una obra con un entramado muy elaborado en la que la falta de chispa se acaba por agradecer.
Al principio puede llegar a parecer una obra más pero al poco uno acaba inmerso en una historia que te acaba por dejar algo más que buen sabor de boca; te la llevas puesta.