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España España · Calafell
Críticas de kakihara
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Críticas 35
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de octubre de 2018
28 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran S. Craig Zahler, que ya sorprendiera con su ópera prima "Bone Tomahawk" (2015), western Frankensteiniano donde se cuela el cine de caníbales y el ritmo crepuscular en clave de cine de autor, y posteriormente nos regalara la maravillosa "Brawl in Cell Block 99" (2017), esta vez subvirtiendo el Grindhouse de los 70 y respetando su ya característico ritmo de videojuego indie de 2 horas, nos trae en esta ocasión, y tras el enorme hype incubado durante un año, su última aberración genérica, y es que en esta "Arrastrado a través del cemento", le ha tocado el turno a las Buddy movies, que nuevamente se encarga de tergiversar como si no fuera Mel Gibson el de la pantalla, y lo hace con una genialidad intermitente a la que le pasa factura su conocida vena de novelista, pues la duración excesiva del film, la abundancia de gags de relleno, o excesiva presencia de lo absurdo, la forzada descripción de ciertos personajes con la voluntad de lamentar sus posibles desapariciones de escena, o la extraña decisión de invertir el rol del hombre negro en el cine ex(blax)ploitation de los 70, no logran ponerla a la altura de sus anteriores películas, dejándonos para el recuerdo, todo hay que decirlo, un maravilloso y largo clímax donde reaparece otro de los elementos que han marcado (y marcarán) el estilo de este genial realizador: el desconcierto del "no saber qué coño pasará".
kakihara
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6
20 de enero de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largo de Patrick Asté (quien se hace llamar Diastème), y que en nuestro país han titulado "Sangre Francesa" en su estreno en plataformas de VOD como Filmin. Caso curioso, el que nos ocupa; película que ha generado polémica allá donde se ha exhibido (En Francia se estrenó en 60 de los 150 cines previstos debido a las amenazas de muerte al director y a su equipo). El film narra las peripecias de un skinhead francés en el extrarradio parisino. ¡Y de qué manera! El arranque nos desvela de inmediato la obsesión de Diastème por convertir la cámara en la mochila de nuestro protagonista Marco Lopez, siendo estricto en el punto de vista y en los largos seguimientos de personaje que generan una brillante simbiosis entre la aparente sencillez e hiperrealismo de los hermanos Dardenne y la brutalidad de Gaspar Noe. Porque son varias las secuencias que nos recuerdan a la falta de concesiones de "Irreversible". El magnetismo del contundente arranque sobrevive durante prácticamente la mitad de la película, con una representación de la violencia por momentos explícita y visceral, con un cierto eco de lo subversivo y lo siniestro, en ese retrato de unos jóvenes desgraciados con mentes embutidas de odio y rabia, que se desfogan apaleando inmigrantes y homosexuales; y siempre la nuca rapada de Marco López en el centro de cada nueva secuencia.

Pero cuando Marco Lopez ha sacado toda la rabia y odio que llevaba acumulando en su interior desde la niñez y decide, por cuenta propia, dar el cambiazo a su personalidad, la película decae en un ritmo cada vez más lento y depresivo, y el discurso empieza a padecer signos de corrección política que a un servidor le molestaron en cierta medida. "Un Français " acaba revelando una de sus tesis de fondo de forma demasiado explícita: una alerta por el ascenso de la extrema derecha francesa y la irrupción en la escena política de grupos neo-nazis que tienen las manos manchadas de sangre (empleando imágenes reales de archivo en la recurrente pantalla de TV). Sin duda, un escenario en sintonía con la situación que vive Francia en los últimos años en relación a su creciente inmigración, y que adquiere una dimensión aun mayor tras los pasados atentados de París.

Lo que sí logra Diastème en esta segunda mitad más discutible y anestesiante, es representar la soledad de un personaje de forma eficaz. Marco Polo puede optar por el buen camino, por la redención; pero si lo hace, deberá atenerse a la Ley de Murphy: Todo cuanto le rodeaba estaba podrido, así que, en el instante en que quiera prescindir de las manzanas podridas, deberá aprender a saborear la verdadera soledad. Una soledad que podría amortiguar algún personaje sacado de la manga que no encaja demasiado en esta historia....

"Sangre Francesa" es una película recomendable que no hay que dejar de ver, con un arranque marcado por la LUCIDEZ (con mayúsculas) , pero también, todo hay que decirlo, empañada por una sensación de irregularidad que convierte la propuesta en un “pudo haber sido y no fue”.
kakihara
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8
10 de mayo de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
///¡¡Atención, SPOILERS!!///

Sublime película del director turco de Estambul Reha Erdem que aborda el conflicto kurdo desde una seriedad y originalidad encomiables. No vemos en ella un cúmulo de atrocidades, como de costumbre. Ni un discurso centrado en lo político. Ni una exaltación patriótica de ninguno de los dos bandos (kurdo o turco). Apenas hay diálogo. Lo que vemos es un retrato bello y evocador de una joven de 17 años llamada Jîn (que significa “vida” en kurdo), y que ha pasado su adolescencia conviviendo con la guerrilla del PKK en las montañas del Kurdistan.

El film de Erdem abre con un prólogo de casi 7 minutos en el cual se describe la fauna y vegetación del Kurdistan de Turquía (o Kurdistan del Norte, como lo llaman los nativos). Tortugas, lagartos y ciervos son bellamente fotografiados, acompañados de un tema de violloncello que es dual como el mismo pueblo kurdo: bello y triste. De pronto, nos encontramos con un plano que resume toda la película: un entramado de frondosa vegetación inunda el cuadro, y en el fondo del mismo, en el pequeño espacio que separa una hoja de la otra, apreciamos un ojo, inmóvil durante unos segundos. Tan inmóvil que no reparamos en él hasta que desaparece lentamente. Se trata ni más ni menos que de la presentación de Jîn (bellísima y carismática Deniz Hasgüler), la joven que, debido a la naturaleza del conflicto en el que se ve sumergida, vive integrada en esa naturaleza salvaje. Forma parte del paisaje, como un auténtico camaleón. Pronto veremos caer las bombas sobre esas tierras vírgenes y recónditas. Un desvirgamiento en toda regla. Al parecer, el paisaje idílico que Erdem nos invitaba a visitar, se trata en realidad de un campo de batalla. Pero la cámara sigue allí, fiel a lo que le interesa mostrar: vegetación. Fauna. Y la sombra de Jîn. Todo lo demás es supérfluo, percibido de modo distante: la invisible fuente que origina las bombas (del lado turco), o el anónimo deambular de unos guerrilleros kurdos cuyos rostros no atinamos a reconocer.

La noche empieza a abrazar las montañas. Vemos a los guerrilleros kurdos apostados en una cueva situada en lo alto de una montaña, junto a una hoguera (el fuego, elemento clave en esta cultura desde los tiempos de Zaratustra). Oímos una de las canciones más bellas de la cultura kurda; “Daye” (“Madre”). La canción la canta una compañera de guerrilla de Jîn y, con tono triste y nostálgico, versa sobre la añoranza por un padre y una madre; sobre lo difícil que es separarse de ellos para emprender el camino hacía una probable muerte (no en vano, los guerrilleros kurdos son más conocidos como “Pêshmergas” –“los que se adelantan a la muerte”-). En este preciso instante, esa canción capaz de remover cielo y tierra, parece indicar el final de la empresa de Jîn, que se abraza a su compañera y, escoltada por la negrura de la noche, escapa de su grupo montañas abajo.

Jîn iniciará así su particular odisea (no lo olvidemos, estamos ante una road-movie pura y dura), que se prolongará durante la hora y media de metraje restante. En su camino hacia los poblados donde pueda abastecerse de ropa que no la delate como “Terrorista” (así llama el ejército a la guerrilla) y coger un autobús para abandonar esa remota región que limita con las fronteras de Siria, Irak e Irán (se mencionan pequeñas aldeas pero nunca se aclara la localización de la historia), Jîn se encontrará con nuevos y peligrosos animales (un oso o un lince), resultando estos sorprendentemente inofensivos para la guerrillera. Un hecho a tener en cuenta, pues cuando la joven entre en contacto con los humanos, vivirá un auténtico infierno (desde hacer cientos de kilómetros a pié y sentirse una inmigrante en su propia tierra, hasta sufrir intentos de violación, agresiones y encarcelamientos). La parábola en la que nos sumerge Erdem es sumamente perturbadora: El mundo que hay allí abajo, deprimente y solitario, lleno de turcos que fueron recolocados en esas tierras durante los procesos de turquización de los años 60*, es para Jîn, incluso más hostil que las propias montañas y la cruenta guerra que se libra en ellas. La joven hará uso de su olfato de superviviente (detectando a leguas aquellos desconocidos de los que desconfiar) y su instinto de supervivencia la llevará de un lado a otro hasta que se percate de que su verdadero hogar, desgraciadamente, se encuentra en las mismas montañas de las que huyó. Pero no junto a la guerrilla, a la que no podrá regresar debido a su “delito” de deserción. Sino junto a aquellos animales que la ven como a una igual; una de los suyos.

Mención especial para ese extraño y evocador plano final, con una mirada a cámara que nos obliga a interactuar con la joven Jîn; a hacernos partícipes de esa imagen-símbolo final.

Una pequeño y extraño diamante a descubrir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kakihara
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8
18 de abril de 2014
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta famosa cita de Miguel Ángel podemos resumir esta brutal película que se ha sacado de la manga el británico Sean Ellis. Una película que el director de “Cashback” se vió obligado a autoproducirse, tras la negativa de las majors norteamericanas a dar un duro por ella. Una película que supera las expectativas de cualquier gourmet del cine. Una película que redefine el concepto de “cine de guerrilla”. Una película rodada en tagalo. Una película cuya pareja protagonista, esa que sigue al pié de la letra la frase de Miguel Ángel, rezuma verdad por los cuatro costados. Una película de ritmo inquieto y enervado. De ambientación atroz y asfixiante. Una película que es al mismo tiempo tremendamente bella. Que es también un poema y una canción, la de los mercadillos humeantes de Manila cuyo hedor casi casi podemos olfatear. La de la sobreaglomeración de coches, autobuses y triciclos abarrotados de buscavidas y maleantes. La de los perros trasquilados y abandonados a su suerte. La de las duras jornadas de trabajo recompensadas con un bocadillo de mierda. Un bocadillo a reservar para más tarde. Una canción de cuna para calmar el insufrible dolor de muela de una pequeña recién llegada a la gran ciudad. Una película fotografiada por el propio Ellis con un perfeccionismo y un rigor que tan sólo 30 días de rodaje nunca demuestran. Una película que nos habla del momento atroz que estamos viviendo en el mundo, perfectamente ejemplificado en la infernal Manila, esa ciudad cuyo turismo va a descender drásticamente cuando el film logre difundirse como se merece. Una película sobre deseos tan simples y familiares para nosotros como el de encontrar un trabajo (digno o no digno). Sobre ilusiones hechas añicos. Sobre la pérdida de la inocencia. Sobre el fin de la fe en el otro. En tu vecino. En tu compañero de trabajo. Sobre el sacrificio personal en pro de la familia. Una película que pide a gritos que la vean unos ojos limpios, sin prejuicios, sin expectativas. Tan sólo demanda coger de la mano al joven Oscar Ramirez y su preciosa esposa Mai Ramirez para acompañarlos, junto a sus dos pequeños, en un viaje hacia el infierno. Hacia el submundo.

Al fin y al cabo, una película que no merece ser muy spoileada. Que dentro de su pequeñez, merece una oportunidad. Que exige una crítica breve. El sentido de lo que váis a ver en ella, no requiere de mucho análisis. Es cristalino, directo, sencillo. Como un cuaderno de caligrafía. Déjense emocionar como lo he hecho yo. El resultado, salta a la vista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kakihara
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10
25 de enero de 2014
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una ocasión, se organizó un cineforum en el cine Christine de Paris, donde asistieron algunas de las personalidades más relevantes que ha dado la Humanidad. El film que se proyectaba, “Los Amantes de Pont-Neuf”, suscitó tantas y tan intensas emociones, que el cine-forum no se llevó a cabo. Los asistentes salieron de la sala, uno a uno, en silencio, interiorizando todo aquello que habían sentido a lo largo de los 125 minutos de metraje. Al cruzar la puerta de salida, empezaron a tener la imperiosa necesidad de expresar sus impresiones más inmediatas:

Marc Chagall: “Amigos míos, el arte es sobretodo un estado del alma, y el alma de Leos Carax está loca de amor”.

Alejandro Dumas: "El arte necesita o soledad, o miseria, o pasión, pero el film de Carax está cargado de las tres: dos míseras almas en pena cuyos caminos se cruzan en un puente en construcción. Uno busca el amor y la otra, huye de él".

Kant: "Y yo que creía que la belleza artística no consistía en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa... Pero tras ver Los Amantes de Pont-Neuf y ver reunidas tal amalgama de cosas feas, me pregunto por qué tengo la sensación de haber presenciado algo tan bello...".

Goethe: "Pues muy sencillo Immanuel: si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte; pero Carax logra pintar dos personajes como Alex y Michele, absolutamente únicos e irreconocibles. No conozco a un vagabundo como Alex, y tampoco a una pintora bohemia como Michelle".

George Bernard Shaw: "Pues yo creo que los espejos se emplean para verse la cara, para ver el deambular errático de Alex y Michelle en medio del asfalto parisino teñido de negro y luces de neón; pero el arte se emplea para verse el alma, para escarbar en aquello profundo e inexplicable que los mueve en su paseo nocturno".

Hipócrates de Quios: "La vida es breve, como lo es la de Alex y Michelle; el arte, largo como lo es la huella que deja el film de Carax; la ocasión, fugaz como lo es el danzar de los amantes bajo una explosión de colores o la decisión de saltar a las profundidades del río Sena y elegir entre la muerte y pasar el resto de sus vidas juntos en La Havre. Y todo, en una fracción de segundo".

Helen Rowland: "Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad; a buen seguro, Alex no tiene nada que lamentar".

Pablo Neruda: "En un solo beso de Alex, Michelle descubre todo lo que ha callado; en una sola carrera por la playa, desnudos y alegres como críos, con la flauta de Alex apuntando al cielo, Michelle descubre todo lo que les queda por recorrer".

En ese preciso instante, Nietzsche, el último en salir de la sala, se acerca meditativo al grupo de contertulianos.

Friedrich Nietzsche: (sin mirarlos) "En el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón, pero nunca imaginé que en Los Amantes de Pont-Neuf existiera tanto amor, tanta locura, y tanta sinrazón".

Goethe: "Pero amigo Nietzsche, la locura de Alex no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma".

Friedrich Nietzsche: "¿Y a no permitir que Michelle pueda volver a ver, lo llamas razón? ¿A arriesgar su vida arrastrándola al río junto a él, lo llamas razón?
Y que conste que yo no soy, en absoluto, tu amigo..."

Goethe: (tembloroso): Tranquilícese sr. Friedrich, no era mi intención contrariarle.

Nietzsche le propina un fuerte puñetazo a Goethe, que cae inconsciente en la acera del nº 4 de la Rue Christine, a escasos metros del Pont-Neuf. Los carabineros se acercan para dispersar a los intelectuales. Suenan las ambulancias. Nietzsche se escabulle entre la multitud y cruza hacia la otra acera. De pronto, junto al Hotel Relais Christine, Nietzsche presencia cómo un cochero castiga brutalmente a latigazos su caballo. Nietzsche se acerca conmocionado al carruaje y se abraza fuertemente al caballo. Todo el mundo queda atónito ante tan sublime instante. La secuencia resulta del todo emotiva. Los intelectuales empiezan a aplaudir desde el otro lado de la calle. Los carabineros intentan sin éxito calmar la euforia. Goethe, sentado en el suelo y aun sangrando por la nariz, se une a los aplausos. Ahora el que recibe los latigazos es Nietzsche, que resiste, abrazado al caballo.

La escena resulta intensa, loca, absurda, imprevisible y conmovedora. Como lo ha sido la obra maestra de Carax. Como lo es y siempre será, el Séptimo Arte.
kakihara
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