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España España · L'Hospitalet de Llobregat
Críticas de arrébola
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Críticas 17
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
4 de mayo de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se estrena en el largometraje exhibido en salas el cineasta gallego Simón Casal bajo el negruzco e inquietante título de Lobos Sucios. La historia, inspirada en hechos reales ocurridos dentro de un pueblo gallego en plena Segunda Guerra Mundial, buscará seducir en este inicio primaveral a través de las interpretaciones de dos de las actrices más en forma del momentum de nuestro cine: Marian Álvarez y Manuela Vellés son el eje femenino y protagónico de un filme humilde pero ambicioso, fundido en la negruzca mina pero dotado de un pulso singular y combativo.

Y a través de la pluma y mente de Carmen Abarca, Paula Cons, Noelia del Río y Felipe Rodríguez, la historia moldea la ambición de los nazis por importar el preciado y no tan conocido wolframio, un elemento químico presente y abundante en las zonas mineras de esa zona fronteriza entre Galicia y Portugal. Por los lóbregos túneles de extracción, Miguel “el Músico” lleva el candil más iluminado del grupeto de esclavos apresados en ese campo de trabajo minero y en sus manos y mente recaerá la decisión y habilidad de forjar una salida a tal opresión. Eso sí, el precio de “el Músico” habrá de cargar con la tensión emergente entre su superior y arquitecto nazi, y la de Manuela (Marian Álvarez) la mujer viuda por la que estallará una química inusual…y hermana de la joven y problemática Candela (Manuela Vellés).

Simón Casal dirige con pulso narrativo y logra arrinconar y oxigenar una historia a partes iguales logrando, en consecuencia, aquel resultado tan buscado y no tantas veces logrado en el séptimo arte que no es otro que el de mantener pegada la atención del espectador desde el minuto 0 hasta el último. Deslizante entre las buenas dosis musicales que Sergio Moure aporta al film, éste se sujeta ante y sobre todo gracias a las contundentes y generosas expresiones que tanto Marian Álvarez como Manuela Vellés son capaces de otorgar entre tanta penuria, miseria y angustia. Podríamos debatir y discutir si la película termina por tapar de forma unitaria los socavones estético-narrativos que la misma realiza por su ambición inherente, pero sería un juicio si más no banal quedarse únicamente en sus escollos cuando cualquiera puede disfrutar sin desencanto de una cinta con la suficiente dosis de entretenimiento como para no querer ensuciarnos las manos con el dichoso wolframio.

Lobos sucios no es ninguna obra maestra, ni seguramente la mejor película de los últimos años en el género y subgénero bélico social, pero sí es una accesible e interesante ópera prima de Simón Casal, un director gallego que demuestra saber con esmero lo que cuenta y que dirige con mimo pero sin adornos a dos de las actrices más en forma del momento. El juez supremo entre tanto wolframio es, como siempre, el espectador.
http://apetececine.com/lobos-sucios/
arrébola
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1
28 de septiembre de 2013
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¿El despropósito? Una película (eso si no desahuciamos la valía del término película) turco-alemana de un director de nombre y apellido tan poco sugerente como su producto: Mahmut Fazil Coskun-Yozgat Blues .

Intentaré dejarla lista en pocas líneas. Para situarnos en esta acción ausente de significado, la trama intenta plasmar en, Yozgat, el corazón de la Anatolia algo así como la historia de un tándem de music hall formado por Yavuz y Ne. La historia pretende dar un giro sin conseguirlo, en el momento en que aparece en escena Sabri, un barbero de la ciudad el cual se irá sintiendo a la vez que poco realizado lleno de afecto por la mujer, recordemos Ne. El resto es un complejo tejido roto de algo que pretende ser una historia a contar.

Hablando de la estructura narrativa, ningún plano en sucesión funciona con el siguiente dentro del laberinto triste que supone el mal rollo de los personajes, la cueva inhóspita de las ideas que estos se supone que tienen y la tristeza del ambiente turco de la Anatolia. En cuanto a la técnica asistimos a numerosos planos mal filmados en los que la cámara se mueve como si vibrara o temblara en un mal soporte. Desconozco si este “nuevo director” pretendía demostrar algo con este juego pero más allá de un dolor de cabeza a los más jaquecosos no obtiene ningún otro resultado.

Además atendemos a unas reiteraciones horrorosas en el lenguaje fílmico que simulan muy poco afecto para un espectador (el tenaz que quede sentado en la butaca) al que nunca se le ha de tratar como si fuera un memo: en una escena en la que Sabri y Ne hablan sobre belleza facial, ésta le pregunta a él si conoce alguna máscara para los granos. En el plano, en el que siempre vemos a la cajera y el diálogo de los protagonistas, se ve claramente como la cajera ya va dispuesta a buscar esa crema tras escuchar las palabras de Ne, pero aún así Sabri (insisto, todo en el mismo plano sin que cambie nada), vuelve a preguntar “¿Tiene una máscara para los granos?”. Sinceramente, no entiendo estas reiteraciones fatigosas, tan simplonas y torpes que exponen los límites muy limitados de un director al que (si no cambia radicalmente su obra) le viene grande esto del cine.

Por si todo lo expuesto fuera poco, los personajes están acartonados. En sus rostros tan sólo se percibe aburrimiento y amargura ante todo y todos, más que algún sentimiento justificado de insatisfacción personal. Si he de salvar algo, por decir, diría la primera escena en la que canta el protagonista Yavuz en un centro comercial vacío un Adagio romántico-precioso que popularizó Toto Cutugno, pero que de tanta repetición musical hasta lo estropea, en una canción soporífera a lo largo del metraje. En esa primera escena la sensación es que parece que uno va a asistir a “algo diferente”, a, efectivamente, el cine nuevo de un nuevo director, pero qué ilusos… tan sólo asiste a una sucesión de planos aburridos de un ritmo lentísimo que duerme hasta al espectador más terco por intentar salvar ésto.

Yozgat blues te deprime si estás de buen humor y si estás de mal humor aún te deja más chafado. Es un desastre. Un intento fracasado de crear sentimientos que se pierde en el espacio sideral de la basurilla del cine. Una pérdida de tiempo. Una gilipollez insufrible.
arrébola
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7
2 de octubre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gusta escribir críticas pasionales, pues una de las valiosas normas de los sabios dice que hay que evitar el exceso de fogosidad al realizar cualquier tipo de crítica (y en el mundo cinéfilo más todavía), pero en esta ocasión me voy a conceder una excepción.
Para mí, juntar a Woody Allen y a la radio, es como juntar a dos columnas imprescindibles en mi forma de ser. Y por ello, este film no sólo logra gustarme sino que lo he visto como si de un regalo se tratase.
Este film de finales de los 80 en la obra de Allen, lo encuentro más biográfico todavía que la cinta "Recuerdos" que filma Allen 7 años antes. Lo digo porque se centra de un modo más claro y preciso en una etapa del genio de Manhattan: su infancia, y la importancia que tiene la radio en esa estadio de su vida. En efecto, la radio es el elemento de unión entre los diferentes personajes que se nos presentan en esta cinta. La radio que no solamente escuchan cada uno de los presentes sino que, este "aparatejo" da sentido a las vidas de los mismos, a su forma de pensar y ver las cosas, al tiempo que va desnudando a cada uno de los protagonistas. Esta película nos da una idea de las influencias que Allen pudo recibir de este fantástico medio que luego plasmaría en sus obras mediante sus ideas y dialéctica.
Por supuesto, en medio de todo ello, no faltan los diálogos "allenianos" y ese exclusivo sentido del humor que no muere pese a los años, en un Allen que continúa haciendo películas que valen mucho la pena ver.
Me quedo con la escena en la que están presentes, el niño protagonista, sus padres y su profesor rabino, en que por inercia de la situación, discuten sobre quién tiene la autoridad explícita y mejor posición para atestar al pequeño, mientras éste va recibiendo continuos azotes. Es una escena sencillamente fantástica.
"Días de Radio", es una obra inconfundible del maestro neoyorquino, que lleva plasmado en cada escena su ADN, el ADN de la radio.
arrébola
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6
29 de septiembre de 2010
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allen continua internándose en la década de los 80 con pequeños "caramelitos" para cualquier cinéfilo, y aunque Hannah y sus Hermanas no es el mejor film de Allen (ni de largo), sí es uno de esos caramelitos.
He visto una obra buena y con pinceladas de inteligencia "alleniana" pero en ningún caso una obra maestra o la obra cumbre de Allen, como alguno se ha atrevido a afirmar. Al film le falta una chispa que Allen sí consigue en otros films como por ejemplo en Manhattan, y creo que el maestro no acabó de encontrar en esta cinta la meta que buscaba. Hannah y sus dos hermanas son el nexo de las diferentes subtramas que podemos encontrar en este film, que eso sí, acaban enlazándose y entretejiéndose a la perfección. En esta ocasión, Allen no tiene un protagonismo tan sólido como en anteriores cintas pero, lo cierto es que él necesita muy poco para seducir al espectador en su papel de hipocondríaco agudo. El genio neoyorkino decide apostar por un seguro de vida como Michael Caine, y para mí es el mejor de todo el elenco, quizás porque es el que mejor representa la complejidad sentimental que muestra este enredo. El problema que le veo a este film es que los personajes no acaban de ser redondos por mucho que pasan las escenas y es como si se quedasen a mitad de camino entre lo que buscan conseguir y lo que son. Pero como he dicho, el film tiene pinceladas que valen mucho la pena, y el momento en que se reúnen en un restaurante las tres hermanas a cenar es uno de ellos.
El punto fuerte de la película es la presentación de los personajes, con sus diálogos interiores que describen al espectador la forma de ser de cada uno de ellos y sobre todo de pensar. Ahí sí que a Allen no le pesan los años en ese lenguaje fílmico, pues él es el mejor exponente de tal virtud cinematográfica.
Hannah y sus hermanas es una película con altibajos y vacía de alma, de magia y redondeo, pero no deja de ser uno de los films más famosos alabados por la crítica del bueno de Allen, que sigue buceando en las aguas del enredo sentimental sin ahogarse.
arrébola
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7
27 de septiembre de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos a un Allen "madurado al sol", o, lo que es lo mismo, en su pleno esplendor de ideas e innovación. Su relación cinematográfica (y biográfica) con Mia Farrow, continúa solidificándose y asentándose, y prueba de ello es esta cálida y simpática comedia de mediados de los 80. Esta vez, en cambio, el genio de Manhattan se limita a quedarse al mando de las cámaras, y prefiere elegir a Jeff Daniels y Danny Aiello (actores en alza por entonces) para "dar vida" a sus personajes (y nunca mejor dicho en este film).
El guión está lleno de una creatividad e innovación que sorprende incluso por su obviedad. La presentación de los personajes y, básicamente, la de la protagonista (Farrow), es muy personal y a la vez inteligente. Pues se nos presenta como una auténtica adicta al séptimo arte, esto es, que sin el cine la vida de Cecilia (Farrow) no podría existir, o si existiera sería un auténtico suplicio. Daniels y Aiello resuelven bien sus papeles, aunque hay que decir que no llegan a la altura de una Mia Farrow que hace trizas la pantalla. En la expresión de Farrow, vemos al instante y de una forma modélica, sus continuos cambios de ánimo, y hago mención especial a las escenas en que ella está sentada en las butacas del cine. También es digno de elogiar el trabajo de Allen con la fotografía, en la que consigue combinar el B/N con el color, de un modo tal, que logra inmiscuirnos perfectamente en los dos mundos que propone este film: la vida real (en color) y la vida fílmica o irreal (en B/N).
Allen nos regala un verdadero homenaje al cine como sólo él es capaz de hacer, transmitiendo la importancia que llega a tener en cada uno de nosotros este fantástico arte.
arrébola
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