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Críticas de Brian Edward Hyde
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Críticas 20
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
24 de octubre de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2001 todo el mundo se aproximó al problema del mal de Alzheimer a través de la ventana de Juan José Campanella y la extraordinaria interpretación de Norma Aleandro. No obstante, y aunque El hijo de la novia fue un éxito tremendo, muchos criticaron la visión edulcorada y condescendiente que ofrecía de la enfermedad. Y digo yo: señores, esto es arte y hay que permitirse licencias, pues el cine es también una fuente de esperanza para los afectados por éste u otro mal. Probablemente la aproximación más acertada es la que logró Ferzan Ozpetek con La ventana de enfrente, más cruda en cuanto a la enfermedad y la esperanza que se desprende. En España tampoco somos nuevos en esto: desde la comedia poco afortunada ¿Y tú quién eres? de Antonio Mercero a la muy emotiva La luz prodigiosa (aunque la enfermedad sea secundaria).
En un año en el que el cine turco parece abrirse al resto del mundo, nos llega La caja de Pandora. Tres hermanos ya adultos, rondando los cuarenta años, se ven en la obligación de volver de Estambul a su pueblo natal a buscar a su madre, que ha desaparecido. El primer acto, suerte de road movie, sirve como presentación de todos los personajes principales. Él es un dejado, el más joven que no ha llegado a nada en la vida, la mediana vive una vida amargada que intenta suplir con sexo esporádico, y la mayor es una madraza que actúa como tal: el conflicto es inminente; lo que entre niños serían pullas inofensivas, entre los hermanos cuarentones se transforman en Finalmente encuentran a Madre Nusret, una octogenaria que deambula por el bosque perdida no entre los árboles, sino entre la niebla de la memoria.
La aparente demencia obliga a los hijos a tomar una decisión precipitada, alejar a Nusret de su casa y su poblado, de su montaña, donde vive sola y llevarla a vivir con ellos. A partir de aquí tenemos un acto central en el que se nos muestra que Nusret sufre demencia, una enfermedad degenerativa e irreversible, por lo que necesita la ayuda constante de alguien.
El realismo que impregna esta parte, con los hermanos tratando de quitarse a la vieja de encima, es con ganas la parte más dura, aunque se disfraza con tintes de comedia. La revolución que supone Nusret para sus hijos y la enfermedad en sí desencadenan el conflicto, la tensión, las peleas, los reproches guardados durante años. Es excelente comprobar cómo aún se puede prescindir del manido flashback para narrar toda la vida de esa mujer de mirada inocente y perdida. Nos volcamos con ella, tratamos de reírnos de sus miserias para hacer la tragedia más llevadera. Tsilla Chelton, la actriz que le da vida, es sin duda alguna el motivo por el que ir a ver la película y el motivo de que obtuviera la Concha de oro a mejor película en el Festival de San Sebastián.
(concluye en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Brian Edward Hyde
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8
9 de octubre de 2009
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mayor festival de la Historia quedó perfectamente reflejado en el documental homónimo de Michael Wadleigh. Ang Lee vuelve de su dramón homosexual, olvidado por el puritanismo hollywoodiense, y en este caso nos cuenta la historia no oficial del festival del 69 en clave de humor. Por supuesto, las expectativas eran altas.
¿Funciona? Funciona, sí. Porque aunque uno pueda entrar en el cine con ganas de ver a todos esos rockeros legendarios en plena actuación, no es lo que vamos a ver. De hecho, la historia pasa por lo alto todo el concierto y se centra en las vidas del joven Elliot, sus padres y los vecinos del pueblo donde se celebró el festival. ¿Pero qué hace que funcione? Más allá del protagonista, que hace un trabajo irreprochable, aunque él no es el blanco de la parte cómica sino de la revelación, del cambio que impone el espíritu Woodstock, el bicho al que el público observa evolucionar ante lo que se le viene encime. No obstante, se rodea de un enorme elenco de secundarios descojonantes, empezando por una inmensa Imelda Staunton, pasando por Emile Hirsch, totalmente entregado en su papel de hippy de espíritu, hasta un colgadísimo Paul Dano, que nos entrega una de las partes más entrañables del film. Atentos al número del teatro y a cada aparición de Liev Schreiber como Vilma. Impagable.
Os cuento la historia: Elliot trabaja en el hotel de sus padres; se encuentran hasta las cejas de deudas, pero el espíritu emprendedor y optimista del joven no se amilana ante ningún obstáculo. En otra parte, la ciudad que va a acoger el festival se echa atrás en el último momento, pero da la casualidad de que Elliot y uno de los organizadores del evento estudiaron juntos, así que el joven aprovecha la situación y, tras no pocas desavenencias, logran que Woodstock ’69 sea una realidad en ese pueblecito desconocido al que comienzan a afluir/ peregrinar/ocupar cientos de miles de asistentes, en su mayoría hippies con ganas de dar a conocer su mensaje de paz y amor a la humanidad a través del arte, en este caso la música. Música que, más allá del festival, inunda la película en los instantes oportunos, donde podemos encontrar las notas lejanas de cualquier participante del concierto hasta un vinilo de Judy Garland. Música que transporta ese mensaje, sí, pero que ante todo cautiva al espectador hasta hacerlo partícipe de uno de los instantes más culturales más determinantes de la Historia: no olvidemos las protestas por Vietnam, la defensa del maoísmo y, en definitiva, la proclamación de que la igualdad, de que la paz es el único camino. Cabe mencionar las múltiples referencias gay que planean sobre toda la cinta, algunas meros matices de actuación, otras toda una declaración de intenciones. En los sesenta y setenta, recordemos, la comunidad hippy predicada el amor libre, cierto, pero ante todo predicaba con el ejemplo.
¿Cuál es el mayor acierto de la película? (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Brian Edward Hyde
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Coraline y la puerta secreta
Estados Unidos2009
7,1
52.013
Animación, Voz: Dakota Fanning
8
6 de junio de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuántas coincidencias, cuántos nexos estúpidos (o maravillosos) nos depara esto del séptimo arte. En una semana en la que Terminator intenta quitar del medio a los Illuminati y a los suecos de Larsson, parece que la taquilla se ha convertido en una zona de guerra entre los grandes de los grandes, pero por ahí hace su aparición una niña pequeña que tiene más de artesanía y de buen hacer que de efectos especiales y explosiones (tanto en la narración como en las formas), la pequeña Coraline. Y sigamos con las coincidencias. El director de Los mundos de Coraline, Henry Selick, ya trabajó en dos películas de culto como son James y el melocotón gigante o Pesadilla antes de Navidad, pese a que muchos le siguen atribuyendo el éxito de las cintas a Tim Burton. Hablando de Tim Burton, un director que yo tengo bastante atragantado porque me parece repetitivo y sobrevalorado, actualmente se encuentra con la posproducción de su particular visión de Alicia en País de las Maravillas, el clásico de Lewis Caroll. Podría decirse que Los mundos de Coraline es la historia de Alicia, pero extrapolada a un universo no menos rico y excéntrico que Wonderland.
Coraline (¡¡no, no es Caroline!!) es una niña de once años que se acaba de mudar, el comienzo típico para cualquier historia. Llega un personaje a una atmósfera extraña: así pues, en los primeros minutos conocemos la casa, los vecinos, la familia de Coraline y la acompañamos en las preocupaciones de una niña de su edad. Sentirse sola (recordemos que ha dejado atrás a sus amigos) y aislada de una familia, su padre y su madre, que no la entienden. Conoce a un amigo extraño que le regala una muñeca con botones en lugar de ojos. Más adelante tendrá lugar el descubrimiento de ese mundo al otro lado del espejo, en este caso al otro lado de una puerta minúscula, a un mundo fantástico hecho a la medida de Coraline, el mundo real sin todas las cosas malas, con dobles que le hacen sentirse feliz y única, como querrían sentirse todos los niños (este mundo paralelo es, pues, una suerte de Nunca Jamás, de laberinto del Fauno en el que la inocencia infantil permite evadirse de la dureza del día a día). Pero tal y como sucedía en el País de las Maravillas, lo que en principio era el mundo perfecto, lleno de personajes carismáticos y situaciones extraordinarias, se va volviendo cada vez más oscuro. Aquí no piden que le corten la cabeza, pero exigen otro sacrificio igualmente duro.
(concluye en "spoiler")
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Brian Edward Hyde
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8
19 de marzo de 2009
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de la excelente Volver vuelve Almodóvar con un cambio de registro, pero con el listón igual de alto. Y es que siempre que haya un Almodóvar en cartelera es una alegría para la taquilla nacional, y últimamente su cine se hace más accesible sin por ello acomodarse. Su estilo sigue ahí, totalmente reconocible, cosa que es de agradecer.
Los abrazos rotos se mueve en dos tiempos, 1994 y 2008, con el personaje de Lluis Homar (¡inmenso actor!) como hilo conductor y absoluto protagonista. Podría decirse que, en realidad, Homar interpreta a dos personajes, el director de cine Mateo Blanco (1994) y su pseudónimo/álter ego Harry Caine (2008, fonéticamente en inglés, “huracán”), guionista ciego. A ambas partes de la misma persona las une el rodaje de una película, Mujeres y maletas, protagonizada por la bellísima Lena (estupenda Penélope Cruz).
Encontramos un (permítanme el juego) laberinto de pasiones desencadenante de una historia que se extiende a lo largo de 14 años. En esta red amorosa donde convergen celos, pasiones, mentiras, violencia, secretos… interceden los personajes de Blanca Portillo, José Luiz Gómez, Rubén Ochandiano y Tamar Novas, entre otros. Como podéis ver, un reparto insuperable en el que sorprenden las apariciones, casi anecdóticas, de rostros famosos como Alejo Sauras, Kira Miró o Dani Martín, que se alternan con chicas Almodóvar que funcionan como homenaje a la filmografía más alocada del director manchego: Rossy de Palma, Mariola Fuentes, Chus Lampreave, Carmen Machi (de lo mejor de toda la película, cuyo personaje dio lugar al cortometraje "La concejala antropófaga"), divertidísima Lola Dueñas, Kity Manver, sin olvidar una más que convincente Ángela Molina.
Almodóvar construye un mapa de personajes bien escritos en un ejercicio metacinematográfico que sirve de homenaje no sólo a su filmografía mediante al rodaje dentro del filme con Mujeres y maletas, sino a otros clásicos como muestra del conocimiento y buen hacer de nuestro mejor director. En este caso la acción se desplaza de la mancha o el Madrid más psicodélico a Lanzarote a partir de la fotografía que dio la idea para toda la historia, según palabras del propio realizador. Todo, por cierto, con muchísimo poderío visual, como cabe esperar en una película de Peeeeedrooooooooo.
En pocas palabras, un drama romántico noir con grandes interpretaciones, una banda sonora envolvente y acertada, y toques de humor almodovariano que relajan la tensión de esta historia de amour fou. Nos deja momentos inolvidables, cómicos como el guión sobre la película de vampiros, la aparición de Machi, la lectora de labios (“no labio”), o dramáticos/intensísimos como a Lluis Homar abrazando la pantalla del televisor o a Lena doblándose a sí misma. Y una frase que cierra la película, muy apropiada si tenemos en cuenta que la pronuncia un director ciego reconciliado con su pasado: “Las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas”. Fundido a negro. FIN.
Brian Edward Hyde
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7
18 de febrero de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juego del ahorcado se trata de la última película, incursión en el drama, de Manuel Gómez Pereira, director que, como bien sabemos, se mueve especialmente bien en el campo de la comedia. Ya resulta mítica en nuestro cine alguna de sus comedias.
No obstante, El juego del ahorcado supone un nuevo punto de inflexión en su carrera por el cambio de género tras Reinas y por lo novedoso de toda la propuesta. Por una vez los protagonistas son adolescentes que ponen toda la carne en el asador. Se tratan de una Clara Lago y un casi desconocido Álvaro Cervantes que cumplen con creces las expectativas.
La historia podría definirse como thriller pasional, si es que se puede encuadrar en un género concreto. Sandra y David se conocen desde niños, cuando comenzaron a compartir juegos y secretos. Ahora, en plena adolescencia, es inevitable que su amistad vaya un paso más allá y los lazos se cierren apresándolos. No obstante, no es hasta que se da un suceso trágico que marcará sus vidas cuando realmente se dan cuenta de lo que se necesitan y de la relación que se forja paulatinamente entre ellos, basada en la confianza y en el sexo, ambos aspectos mero maquillaje para ocultar el secreto que los atormenta. La película funciona muy bien gracias a elementos como la elipsis, flashbacks muy oportunos y el transcurso del tiempo. Durante gran parte de su metraje el film se mueve sobre todo en el género del thriller con gran soltura, así como a la hora de narrar la relación de despertar sexual y romántico de la pareja.
Poco a poco, estos sentimientos se deforman y se hacen obsesivos, sobre todo por parte de David, que se transforma en el arquetipo de hombre machista y posesivo cercenando la libertad de Sandra. También los separan los proyectos de ambos con respecto al futuro: ella es buena estudiante y sueña con viajar a Dublín en Verano; él quiere dedicarse al mundo del motor y para ello aspira a convertirse en mecánico mientras echa una mano en el restaurante familiar. Los actores se salen a la hora de representar esa relación y pasar del romanticismo al drama en cuestión de minutos; pena que el director no se entregue con las mismas ganas… Hasta los secundarios están excelentes y sirven de apoyo a la historia central, ya que muestran otras perspectivas alejadas de la adolescente y romántica visión del mundo.
Mientras Sandra y David llevan la relación en secreto, con sus juegos (palabras deletreadas como en el juego que da nombre al film, encuentros sexuales, mensajes escritos sobre la piel), todo funciona, pero hay un momento, veinte minutos hacia el final, en el que todo se desinfla y pierde la fuerza de una historia que prometía y que podía haber dado mucho más. Así pues, una película digna que adolece de un tramo final anticlimático que no logra hacernos olvidar que lo que hemos visto hasta ahora vale mucho la pena. Tal vez el fallo sea que Manuel Gómez Pereira está más habituado a la comedia que al drama, y siempre es más difícil cerrar una historia trágica.
Brian Edward Hyde
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