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Críticas de David Dunn
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de noviembre de 2017
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Si la hiperestilización de los enfrentamientos entre bichos gigantescos que ofrecía “Pacific Rim” se entendió como un perfecto traspaso a cine de las largas batallas entre juguetes preferidos que los niños construyen a base de imaginación mientras pasan el rato en la moqueta del cuarto, “Colossal” podría juzgarse como la visión de un adulto que contemplara desde la puerta esos ratos de juego: movimientos torpes, hostilidades ridículas y recompensas primarias a flor de piel. En vez de niños, algo parecido: treintañeros borrachos e incapaces de madurar.

Pero tampoco. Porque Nacho Vigalondo nunca permite que el elemento kaiju eiga se imponga a lo demás. “Colossal”, aunque también constituye un cariñoso homenaje a este género nipón, se plantea mayormente como una comedia dramática indie en la que todos sus actores, y en especial Anne Hathaway, están magníficos. Una película que subvierte, de manera muy aguda, tanto el componente romántico propio de este tipo de cine como la manida idea de que la vida en pueblos pequeños transcurre más placentera y allí uno se encuentra a sí mismo.

No obstante, se trata de un título al que no hubiera venido mal, en este predominante nivel de personajes, algo más de chispa en la narración y un humor menos artificioso -dudo que muchos conecten con secuencias como la del petardo- para dinamizar el visionado. Pese a estos pequeños defectos, la inclusión en “Colossal” del citado elemento fantástico, no exento de cierto sentido de la maravilla gracias a una destacable banda sonora que recuerda a J.J. Abrams, permite a Vigalondo plantear un producto de enorme riqueza conceptual y, por tanto, amplia variedad de lecturas.

Entre ellas, cabe destacar la dificultad para asumir responsabilidades que encuentran los millenials, el perjuicio que ocasiona a terceros nuestra conducta autodestructiva, la dominación de la mujer por parte de hombres -como mínimo- mezquinos y una reflexión acerca del poder e impunidad que los avatares nos ponen en la palma de la mano. Porque, a causa de Internet, este concepto ya no es sólo cosa de la ciencia ficción. Ni tampoco debiera ser tomado como un juego de niños.
David Dunn
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7
31 de enero de 2017
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Como thriller de secuestros con toques de terror, Múltiple carece de la emoción necesaria para mantenernos siempre al borde del asiento...o del llanto. El ritmo pausado con que se desenvuelven los acontecimientos, un humor que sólo funciona en la mitad de las ocasiones y el esfuerzo que es preciso invertir para lograr que un personaje tan extravagante como el magistralmente interpretado por James McAvoy funcione, hacen de Múltiple una propuesta más cerebral que emotiva. Sin embargo, una vez aceptado que este no es el mejor Shyamalan -aunque se le parece bastante-, la película se revela como una experiencia fascinante y cautivadora de principio a fin. En lo técnico, sobresale esa dirección milimétrica, una banda sonora capaz de guiar a la perfección nuestras emociones y un montaje presumiblemente más complicado que el encaje de bolillos. Mientras que en lo actoral, destaca también la jovencísima Anya Taylor-Joy, quien ejecuta un trabajo excelente como ancla del respetable. Además, todas estas bondades vienen complementadas por una reflexión valiente sobre lo constructivo de, incluso, nuestros traumas más abyectos, lo cual termina de redondear una película a todas luces estimable. Un filme cuyo giro final brinda aún mayor solidez al quitarle, paradójicamente, hierro al asunto.
David Dunn
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6
16 de enero de 2015
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Las principales líneas estéticas de Boyhood (Richard Linklater, 2014), y también algunas de sus éticas, pueden resumirse perfectamente apelando a Norman Rockwell. Nos encontramos, por tanto, ante un filme soñador, delicado y conmovedor. Una película cien por cien americana, de vocación naturalista y acompañada por una acertada selección de temas pop/rock indie/alternativo. La arrebatadora hermosura de su fotografía, provista de colores vivos, brillante luz blanca e inclinación por elementos y paisajes naturales, contrasta poderosamente con la difícil situación de la familia protagonista. Una familia de cuatro miembros a la que seguiremos durante doce auténticos años de su existencia gracias al inconmensurable e irrepetible ejercicio de perseverancia sobre el que se asienta el filme.

Mediante esta curiosa forma de plantear el proyecto, el realizador refuerza de manera rotunda los temas principales de la obra: el sentido de la vida y su inexorable transcurrir. Pero este truco, que tan bien consigue capturar el fluir del tiempo, termina pasando a Boyhood una factura demasiado alta. Más allá del tramo inicial, donde la creciente sombra de un villano atrae toda nuestra atención, el director se decanta por una suerte de verismo cinematográfico que nos deja a solas con los actores principales en medio de un argumento donde, desde el punto de vista melodramático, ocurre poquita cosa. Además, a estas alturas, los actores juveniles ya no muestran la energía ni el saber hacer necesarios para sacar adelante el filme. Ethan Hawke y Patricia Arquette, ambos magníficos, acuden al rescate evitando la catástrofe, pero la película se desinfla en su parte media y termina percibiéndose como un producto desigual.

Afortunadamente, Boyhood recupera vuelo suficiente en el segmento final para considerar que Linklater ha salido razonablemente bien parado de su particular odisea. El guión permite de sobra nuestra identificación con los personajes, estos aparecen enérgicamente perfilados a base de saltos temporales de puntada finísima y dichos cortes contribuyen decisivamente a mantener vivo nuestro interés durante las casi tres horas de metraje. Así, de la manera más complicada, el director texano consigue que vivamos una vida entera en una única tarde. Lástima que esta bonita experiencia no resulte tan memorable como su gran esfuerzo de filmación merecería. El mencionado bache central constituye una losa muy pesada.
David Dunn
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6
19 de agosto de 2022
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El cine de Aaron Moorhead y Justin Benson (¡qué ganas de ver "Something in the Dirt"!) te entra o no te entra. Y, pese al reparto mainstream, lo mismo sucedía con "Synchronic", situada en el mismo universo que "Resolution" y "The Endless", aunque mucho más tangencial a éstas que ellas mismas entre sí.

En su cuarta película, este tándem DIY muestra una admirable madurez formal. La cámara se mueve, con gran precisión, de manera desasosegante, inquieta. La fotografía, alienante, pero bella, recuerda a Villeneuve ("Enemy", "Arrival"). Los efectos visuales son sencillos, pero chocantes, con filo sobrecogedor. Y la música suena evocadora, hostil. Todo ello construye una Nueva Orleans mundana, deprimente —pero dotada de cierta poesía—, que vemos desde un par de amigos, paramédicos, con los párpados cargados de sueño y la mente nublada de insatisfacciones, traumas, desengaños, yoquesés.

El guion, ambicioso por la cantidad de platillos que mantiene más o menos girando en el aire, propone un high concept de ciencia ficción. Pero dicha premisa, como es habitual en los directores, no ahoga en absoluto el tono íntimo de este relato sobre, una vez más (salvo "Spring"), amistad masculina. Jamie Dornan y Anthony Mackie dan una medida adecuada de estos personajes perdidos, poco comunicativos. Aun así, su relativa opacidad (en festivales se probaron varios montajes) a menudo priva a la película de un gancho emocional lo bastante recio para captar a un público más amplio.

Tomada en su conjunto, el mérito de la carrera de Moorhead y Benson consiste en haber otorgado, con creciente sofisticación película a película, perturbadoras resonancias de horror cósmico a las preocupaciones del mumblecore. En este caso, a la crisis de la mediana edad, cuya angustia reside en constatar que las dudas y la inestabilidad nunca se van. Esto, especialmente cierto en un mundo marcado por la crisis de 2008 y posteriores, reverbera en varios niveles dentro y fuera de la película: en el nivel laboral, romántico, político...hasta llegar también a la pérdida personal, que sufrió uno de los directores y que tomó como inspiración para el filme.

Las soluciones a que llega "Synchronic" para estas crisis pueden sonar baratas. Pero, aparecen revestidas de una delicadeza, de un modesto lirismo, que consuelan no sólo en los días tontos. La física de pacotilla y las analogías bobas pueden recordar a Nolan —incluso hay un plano de una ambulancia marcha atrás, cual "Tenet"—, aunque con mejores resultados. Sobre esta vistosidad, repito, se impone lo personal.

"Synchronic" trata la familia elegida y la camaradería sana (con sus altibajos) como opuesto del venenoso enfrentamiento trumpista, recordándonos, en golpes cómicos bien medidos, que los viajes en el tiempo, la nostalgia, siempre resultan muy cálidos y divertidos en pantalla. Al fin y al cabo, todos hemos soñado alguna vez vivir aventuras a través del tiempo, ¿verdad? Sin embargo, bien haríamos en recordar, como hace la película, que quienes consideran actualmente con más fervor la nostalgia y el pasado como algo sumamente precioso, suelen ser aquellos han nacido, merced a una mezcla absurda e intranscendente de sucesos aleatorios, suerte y casualidad, en el lado auténticamente privilegiado de la historia. Ya me entendéis.
David Dunn
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Hostage to the Devil
Documental
Irlanda2016
4,6
60
Documental, Intervenciones de: Malachi Martin, John Zaffis, Art Bell, Karla Lyons ...
3
4 de diciembre de 2017
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Aunque esta producción comparta título con aquel best-seller setentero que recogía cinco casos de posesión demoníaca pretendidamente reales, en modo alguno puede ser contemplada como una adaptación. Por tanto, quien esté interesado en conocer los detalles de esos casos, así como la descripción de los exorcismos correspondientes, deberá acudir al libro. Lo que ofrece el documental “Hostage to the Devil” es un repaso a la vida de Malachi Martin, autor de dicho best-seller. Un jesuita irlandés afincado en El Vaticano que llegó a colaborar en la traducción de los pergaminos del Mar Muerto. Descontento con las profundas reformas surgidas en el Concilio Vaticano II, Martin abandonó la iglesia en 1965 y se trasladó a Nueva York. Allí reveló al público su faceta de exorcista y compaginó críticas furibundas hacia las posiciones más progresistas de la institución eclesiástica con tratados de demonología que contribuyeron en la instrucción, junto con otros gurús de lo sobrenatural como la ínclita Lorraine Warren, de la siguiente generación de caraduras: Ralph Sarchie, Jimmy Petonito, John Zaffis, etcétera.

El acercamiento a la figura de Martin que compone “Hostage to the Devil” es fundamentalmente acrítico, de modo que el grueso de las entrevistas incluidas en el documental provienen de sus acólitos. Aquí también encontramos algunos testimonios de personas -periodistas o editores- que si bien no parecen comulgar necesariamente con las ideas de Martin, ganaron dinero con él e impulsaron en este proceso el negocio del exorcista. Por su parte, las poquísimas voces críticas que se incluyen en la cinta pueden ser fácilmente entendibles desde el conflicto de intereses. Además, como un modo de legitimar los exorcismos de Martin, “Hostage to the Devil” dedica bastante espacio a trasladar la posición actual de la iglesia católica respecto a este particular ritual, aspecto que se cuenta entre lo más interesante del filme...junto con el apresurado recuento de su etapa como empleado vaticano.

Por otro lado, aunque veamos en la película recreaciones que se mueven entre lo hortera y lo cutre, el director de “Hostage to the Devil” hace buen trabajo a la hora de otorgarle dinamismo. Para ello, echa mano de recursos tan lucidos como planos de transición llenos de movimiento, un misterioso trayecto en coche o una utilización efectivamente tramposa del suspense que incluso logra hacernos morder las uñas mientras esperamos un desenlace increíble. Por fortuna, “Hostage to the Devil” se conforma con el único anticlímax razonable, cosa que devuelve con brusquedad al espectador a una realidad imposible de esconder tras un fanatismo tan auténtico: Hay espíritus, sofisticados y reales, que están aquí para lastimarnos. Pero no deben buscarse en las vaporosas huestes demoníacas, sino entre las inacabables filas de individuos increíblemente seductores. Malachi Martin es sólo un ejemplo.
David Dunn
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