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Críticas de Víctor Taranilla
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
8
2 de febrero de 2017
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M. Night Shyamalan ha visto mucho Hitchcock. Digo más, a Shyamalan le encanta Hitchcock. Y es que el director hindú, “a hombros” del gigante inglés busca confirmarse como un director de género. Muy lejos, por supuesto, de 'Airbender' o 'After Earth', el mejor Shyamalan vuelve con 'Múltiple'.

Para esta película, el director toma una base científica y le da un primer aporte ‘hitchcockniano’. Para el gran creador de imágenes del siglo XX, las películas no debían ser sobre la vida. De una forma perversa, estaba convencido de que tienen más fuerza que el realismo. Y así como a Hitchcock sus maestros jesuitas le enseñaron una lógica que le permitiera demostrar lo improbable, como la existencia de Dios, Shyamalan aplica la misma lógica sobrenatural en la creación de Kevin.

Es en Kevin donde encontramos la mezcla entre ambos directores -la afición de uno por los personajes marginales y la del otro por lo improbable-. Afectado por el síndrome de personalidad múltiple, conviven en el cuerpo de este personaje, ni más ni menos, que 23 personalidades.

Barry, Dennis, Patricia, de nuevo Kevin… El actor James McAvoy sale de su registro para dar vida a todos ellos. Si bien no conoceremos a los 23, McAvoy hace una gran exhibición expuesta en unos primeros planos de esos que tanto gustaban a -sí, otra vez- Hitchcock. Según él, los primeros planos son golpes de platillo, la puntuación dramática de la historia, pero McAvoy lleva esta afirmación a un nuevo nivel, tal vez al prodigio.

La trama comienza cuando una de las personalidades de Kevin secuestra a tres adolescentes (Anya Taylor-Joy, Jessica Sula y Haley Lu Richardson). Al parecer algo está pasando en la cabeza de Kevin, algo que ni su psiquiatra (Betty Buckley) ha sabido ver. Como en 'La mujer solitaria' o en 'Psicosis' -ambas de Hitchcock-, los miedos aparecen al saber que llegan las sorpresas.

Sin duda estamos ante una buena obra de suspense, bien grabada y en la que el director juega hábilmente con la incertidumbre del espectador. Estamos ante la vuelta a los orígenes y la redención de Shyamalan.
Víctor Taranilla
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7
7 de abril de 2017
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En la actual mecánica de adaptaciones con personajes de carne y hueso de sus clásicos de mayor éxito, Disney nos trae la menos radical de estas nuevas versiones hasta la fecha. Y más allá de lo debatible que pudieran ser las declaraciones de parte del reparto acerca del cuestionable carácter reivindicativo de la película, lo destacable es que la obra elegida para ser desempolvada es, ni más ni menos, que la que supuso la confirmación de la segunda era dorada del cine de animación de Disney -acompañando, por supuesto, a la segunda época dorada del cine mundial-.

La vocación de fidelidad de esta versión, lejos de la radicalidad del cambio de perspectiva que fue ‘Maléfica’ (2014) -dentro de esta corriente de renovaciones-, no ha sido tal. Pues Disney ha vuelto a demostrar que no tiene reparos en retocar sus clásicos (unas veces con mayor acierto que otras) para volver a colocar sus títulos como éxitos en taquilla pero, irremediablemente, siempre a la sombra de su muy superior reflejo animado. Puede ser un loable intento de no hipotecarlo todo a la nostalgia de estos clásicos, sin embargo, hay aportaciones que no sólo no suman, sino que restan.

El director, Bill Condon, y los guionistas Stephen Chbosky y Evan Spiliotopoulos, son los artífices de estas pequeñas traiciones a la obra original que, además de hacerse con 2 Oscars (mejor banda sonora y mejor canción original), estuvo nominada, ni más ni menos, que a mejor película. Esta adaptación no recibirá tales honores, pero el el resultado final no es del todo desdeñable. Conserva buena parte del encanto y la magia primigenios, está cargada de humor y cuenta con un lujoso diseño cuyo resultado es un gran espectáculo audiovisual.

Por último, las muy buenas interpretaciones de Emma Watson, de Luke Evan en la piel de un Gastón menos insoportable que el animado y el encanto de los personajes animados ayudarán a hechizar a los nuevos fans y a convertir esta película en un gran intento por despertar la nostalgia de los antiguos -el éxito del mismo dependerá de cada uno-.
Víctor Taranilla
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8
9 de mayo de 2017
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejar huella en tierra virgen, llegar donde nadie ha llegado, hoy día ha sido llevado a límites insospechados. Bien sea por nuestro propio pie, o a través de cachivaches de nuestra propia invención, cada paso supone el ensalzamiento de la raza humana más allá de fronteras tan difíciles, e incluso “divinas”, como nuestra propia atmósfera. Para que tales locuras fueran desenmascaradas por su propia definición, y la aparente falta de juicio fuera vencida por el uso mismo de la razón, para que de verdad se pudiera dejar constancia de nuestra existencia más allá de nuestro propio planeta, hubo que dar unos primeros pasos. Y, precisamente, el espíritu aventurero que dejó huella en los rincones más remotos del mapa es el alma de ‘Z, la ciudad perdida’, la adaptación de la novela homónima que relata la ambición de Percy Fawcett, militar y cartógrafo británico, por encontrar una ciudad perdida en la Amazonia a la que llamó Z, “la última pieza del puzzle que es la raza humana”.

Esta película nos hará testigos de la victoria de un hombre derrotado de nacimiento. Como dejó caer uno de los personajes de la película, Fawcett fue un hombre “desafortunado a la hora de elegir a sus antepasados”. Buscando restablecer el buen nombre de su familia, Fawcett aceptó la misión de cartografiar la frontera entre Bolivia y Brasil a fin de evitar un conflicto entre ambas naciones. Paradójicamente, un primer viaje emprendido para levantar una frontera dio pie a muchos otros cuyo fin era derribar los muros de la ignorancia y la arrogancia de quienes se llamaban a sí mismos “civilización”. Cada paso de Fawcett abría su mente, cada paso derribaba un muro, cada pisada quebrada un horizonte, cada una de sus huellas, era una victoria. ‘Z, la ciudad perdida’ es aventura, en todo y por todo.

Un sorprendente Charlie Hunnam da vida a un Percy Fawcett que, buscando el camino del reconocimiento, perdido y condenado a la esperanza, encuentra el destino de su vida. Y así como éste buscaba algún destello luminoso entre la vegetación de una jungla más paisaje interior que exterior, capaz de proyectar su caos y de exudar sufrimiento sobre los mismos personajes, James Gray, guionista y director de esta cinta, la conduce hacia esa luz. A la que es, hasta la fecha, su mayor obra. Además, todo esto ha sido posible gracias a la “mano ejecutiva” de Brad Pitt, quien acertadamente confió en Gray para dirigir esta gran pieza de cine de aventuras que quedará para el recuerdo de los espectadores.

Pitt y Gray narran la historia de forma que proyectan auténtica admiración. Juntos, han conseguido elevar la historia de tal forma que, en realidad, es posible que no haya nada más allá del ensueño del cine.
Víctor Taranilla
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8
5 de mayo de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los antihéroes están de moda. Unos más oscuros, otros, como éstos, gamberros -aunque con encanto-, pero todos ellos están siendo agradecidas bocanadas de aire fresco para los fans del género y, por otro lado, un interesante y divertido serial -efectivamente, esto aún no ha terminado- al que dar una oportunidad para quienes no puedan con tanta capa.

Vuelven, por lo tanto, los Guardianes, para nuestro deleite y alivio, pues conservan lo mejor de su precuela: espectacularidad y chifladura. Pero no a partes iguales, pues el delirio, las arbitrariedades y el ridículo inundan la sala para no dejar indiferente a nadie. Eso es, aunque los interesados gamberros muestren en esta ocasión su faceta más heroica, los sacrilegios que se ganaron los aplausos y las carcajadas del público siguen ahí.

La “panda de pringados” estrecha lazos, no sólo entre ellos. Quill y su padre, Gamora y su hermana, la custodia compartida de Baby Groot, un mayor acercamiento a Yondu… la trama se vuelve mucho más personal y familiar en esta segunda entrega. Para colmo, la banda sonora, el ‘Awesome Mix Vol. 2’ recorre la misma longitud de onda que la historia: sentimental, divertida y delirante a partes iguales.

P. D. sin prisa, tras el final, les aguardan hasta 5 secuencias post-créditos.
Víctor Taranilla
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7
21 de diciembre de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
<<Hasta el último hombre>> narra la historia de Desmond Doss, el primer objetor de conciencia condecorado en EEUU. El mérito reconocido fue su participación como médico militar -desarmado- en la Batalla de Okinawa durante la Segunda Guerra Mundial. Es una historia de esas que cuesta creer, pero el propio Mel Gibson se encarga de disipar toda duda. Lo principal ocurrió, y lo hizo tal y como se cuenta. Heroicidad en estado puro. Una honra cuyo tinte hollywoodiense parece real, hay poco truco. Y como era de esperar, a través de su gusto por la sangre, Gibson deja su reconocible aunque no particular firma.

El director toma una historia y la cuenta, de forma cruenta en las escenas de acción, pero es un relato sin mayor ostentación. Con esa sencillez deja que sea la espectacularidad del relato la que hable por sí misma. Sin florituras, Gibson se cura en salud a través del convencionalismo. Y es que, con acierto deliberado o por accidente, lo acaecido en Okinawa, esa memorable historia, hace por sí misma de esta película también algo impresionante.

Pero entonces esta obra supuestamente pacifista, en la cual la fe mueve al protagonista a no contribuir a la destrucción de este mundo y sí a su reparación, se torna contradictoria. Al parecer, es el ejemplo de Doss -el de la no violencia- el que inspira a sus compañeros a culminar la tarea y luchar con determinación. Resulta desconcertante pero, de nuevo, lo grandioso de la historia deslumbra en una película elemental. No por eso deja de rechinar. La contradicción de la película desmerece la contradicción de la historia.
Víctor Taranilla
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