Salida directamente a DVD a pesar de contar con un buen reparto, Paul Walker, Laurence Fishburne, Olivia Wilde, Keith Carradine, Joaquim de Almeida, precisamente por que la película se muestra endeble en su apuesta por el thriller de acción. Basada en la novela de Don Winslow, "La muerte y la vida de Bobby Z", se caracteriza por su desenfado, con un estilo moderno y molón que aunque se deja ver, principalmente por sus peleas y tiroteos, argumentalmente resulta poco creíble. Si al menos el verdadero Bobby Z (Jason Lewis) hubiese sido interpretado también por Paul Walker pues tendría un pase. Pero no, es otro actor, así que a ver cómo nos van a colar la suplantación de personalidad.

A partir de esta premisa, el largometraje se tambalea. ¿Nadie se da cuenta de que no es Z? Por si fuera poco, el protagonista le coge tanto gusto al camelo que nada más ver al crío, lo trata como si en realidad fuera su hijo. No, no finge, es que lo siente como tal, hasta el punto de que se lo lleva en su intento de fuga. En fin, la trama es inverosímil y el plan del malo, porque lo hay aunque no lo parezca, estúpido, pero la acción es potable, si nos olvidamos del final. Además se beneficia del carisma de Paul Walker, a raíz de su muerte, de tal nivel que hay por ahí bulos que se aseguran que continúa vivo. Además tenemos a una atractiva, incluso sexy, aunque demasiado delgada para mi gusto, Olivia Wilde.

Tres nominaciones al Oscar en el 2003, a Mejor actor de reparto (Djimon Hounsou), actriz (Samantha Morton) y guión original (el clan Sheridan, Jim Sheridan y sus hijas Naomi y Kirsten), pero tampoco es que sea una gran película, ni mucho menos, sobre todo si lo comparamos con su obra maestra, "En el nombre del padre" (1993). Se ve que el hombre cuando se sale de la temática irlandesa-terrorista no rinde igual. Sea como fuere, el relato mezcla el drama con algo de comedia y fantasía pero lejos de ser la odisea de una familia irlandesa en los Estados Unidos, responde a las heridas interiores que produce la muerte de un hijo/hermano pequeño. Sin ser especialmente emotiva, sí que logra llegar con su mezcla de cotidianidad y sufrimientos acumulados.

Al principio he aclarado lo de los nombres de los nominados porque sorprende que las verdaderas protagonistas del relato pasen a un segundo plano, según la Academia. No son otras que las hermanas Bolger, Sarah y Emma, que dan vida en la ficción a las también hermanas Sullilvan. La más pequeña me sonaba de haberla visto antes, pero su filmografía casi se ve reducida a "Heidi" (2005). En cambio, Sarah, en ese momento muy mona y con diez añitos, sí ha tenido más recorrido en televisión y cine, casi siempre interpretando a figuras con mucha fuerza, clase y señorío. Aquí se las sabe todas y además canta. En fin, obra tierna que tiene el añadido de ser en buena parte autobiográfica del propio Jim Sheridan: también perdió a un hermano llamado Frankie.

Confieso que mi único aliciente para ver "La pareja del año" es el de presenciar el enfrentamiento entre estas dos actrices, Julia Roberts y Catherine Zeta-Jones, por las que siento algo así como una relación antagónica una respecto a la otra: lo que estimo a la segunda, me cae mal la primera. Claro que bien mirado, no hay color, ni duelo posible. La norteamericana parece más fea de lo que es al lado de la belleza y la clase de la galesa. Así, la primera hace de patito feo, porque no puede hacer otra cosa y la segunda interpreta a una diva porque es lo que le pega. Para completar el cuadro tenemos a Billy Cristal, que es también productor, a John Cusack, más los siempre secundarios Hank Azaria, Stanley Tucci o Christopher Walken, entre otros.

Ahora bien, Joe Roth quiere que empaticemos con Kiki (Julia Robert) y le cojamos tirria a la superficial estrella hollywoodiense, atención a cuando va de enfermera, Gwen (Catherine Zeta-Jones), mediante un personaje neurótico, despótico y megalómano. Pero sí esto es ya discutible peor aún es que lo haga de una forma tan fácil y carente de chispa. Es verdad que por momentos "La pareja del año" es graciosilla, pero también que en conjunto se la ve forzada. Las situaciones no son creíbles, ni el desarrollo de la trama, ni la evolución de los personajes, que cambian de apetencia en cuestión de segundos para un final que ves venir a los 15 minutos. Por lo menos constataremos que Billy Cristal se ha transformado en... Hector Elizondo.

Antes de comenzar, ¿es esta historia verdad? Tampoco soy un experto, ni me he documentado pero rotundamente no. Ahora bien, ¿existe algo de verdad? Es decir, por ejemplo, ¿hay algún caso de una persona que no pueda dormir y le aceche una lechuza? Pues puede que sí. Sea como fuere, mi recomendación para "La cuarta fase" es que se vea sin conocer absolutamente nada de la trama. Así nos meteremos en un misterio que engancha de inmediato pero sobre todo presentado con mucha originalidad, tanto que al principio sale Milla Jovovich diciendo algo así como "Hola. Soy Milla Jovovich, actriz, e interpreto a la doctora Abigail Tyler...". Nos asegura que lo narrado está basado en hechos, grabaciones y testimonios reales y para demostrarlo nos van poniendo supuestos documentos donde salen los verdaderos protagonistas.

Por supuesto, es un truco pero he de confesar que no estaba del todo seguro hasta los últimos veinte minutos. Mientras tanto tenemos una película de terror que aunque no llega a generar miedo, sí resulta inquietante por su rareza y algún que otro momento, a pesar de que la dirección de Olatunde Osunsanmi no me ha gustado mucho, sobre todo al principio, dónde le cuesta construir la atmósfera adecuada para lo que nos está contando. Eso sí, la fría ambientación de Alaska, aunque muy parca, me ha parecido decente. Del argumento no quiero decir completamente nada para mantener el misterio así que hablaré de otras cosas más ligeras. Para empezar, con esta doctora, no me extraña que los pacientes se amontonen, incluso que no puedan conciliar el sueño. Lo que sí es más raro es que con semejante madre le haya salido un niño tan feucho.

Esta semirrevisión de títulos comerciales del pasado más inmediato me ha deparado alguna sorpresa que otra. Por ejemplo, "La momia" (1999). Eso mismo pensé que sucedería con "Noche en el museo 2" pues aunque le había dado un cuatro, la recordaba lo suficientemente divertida como para merecer más nota. Afortunadamente no es así, no porque le tenga manía ni nada de eso sino porque me confirma en el criterio original y no parecer una veleta que va cambiando de parecer allí donde sople el viento. El caso es que la continuación de aquella de igual título del 2006 es una película mala con algún que otro gag gracioso suelto en medio de sus 105 minutos llenos de personajes, romance forzadísimo, carreras y diálogos simplones.

Repasando un poco el elenco, Ben Stiller, que es el que obviamente lleva el peso, aunque pasa un poco desapercibido, cumple por los pelos, si nos gusta su estilo de humor. Amy Adams es mona, sobre todo con gafas, nada ver con la verdadera Amelia Earhart, no lo niego, pero es un estorbo al completo, incluso cargarte con ese feminismo de postín. Por cierto, que sobre esto hay mucho autobombo políticamente correcto con Earhart, Lincoln, los Estados Unidos y los pilotos negros. Peores aún son Owen Wilson y Steve Coogan no aportan absolutamente nada y ni siquiera hacen gracia. Al menos hay un gran villano, Kahmunrah (Hank Anzaria), que te deja los momentos más divertidos y una secuencia genial (SPOILER).