Un policial atípico, donde lo importante no es el caso ni la resolución del mismo, sino el procedimiento. Diálogos muy bien escritos, absorbentes, algunas interpretaciones soberbias y ninguna concesión a los habituales trucos narrativos para atrapar la atención del espectador. Te mete en el bolsillo, sencillamente, por lo buena que es.

Personalmente Friends me ha convencido de que un producto de entretenimiento puede estar al nivel de las mejores producciones artísticas. Su princpal objetivo es entretener, sí, pero lo hace con un humor brillante e inteligente, apoyado en unas interpretaciones exquisitas que elevan el texto a la décima potencia. Malacostumbrados a tanto humor mediocre, más basado en lo visual y el gag efectitista que en otra cosa, el humor de Friends, basado en la brillantez de sus diálogos, recupera la comicidad de la vieja escuela hollywoodiese, donde las réplicas y contrarréplicas trenzaban situaciones cómicas incomparables.
Hoy por hoy no me atrevo a catalogarla de obra maestra, quizás dentro de otros diez años sí lo haga.

Hay dos formas de ver Deadpool: Una, como el espectador desprevenido que se topa con una peli de superhéroes casi de serie B, bizarra, zafia, con gags más o menos bien resueltos que te harán gracia si sintonizas con su sentido del humor, algún que otro golpe de genio en las escenas de acción y mucha, mucha mala baba. La otra es como el espectador objetivo de la película. Entonces podrás sacarle todo su jugo, pues pillarás las referencias y metareferencias que se suceden como una matrioshka, te maravillarás de la infinita capacidad de los guionistas y de Ryan Reynolds de reírse de sí mismos (¡esas escenas postcréditos!), aplaudirás cada vez que Deadpool rompe la 4ª pared exactamente igual que en los cómics, y te darás cuenta de que estás ante la adaptación y, al mismo tiempo, parodia definitiva de un género que se ha convertido en el western de nuestro tiempo. Si este es el nivel, brindo porque esto se prolongue hasta Deadpool 10.

Tras ver la trilogía al completo y revisitar La Comunidad, uno se da cuenta del mimo y la devoción con que Jackson filmó esta trilogía. En su primera parte, en lugar de apabullar al espectador con FXs (hubiera sido el recurso habitual en Hollywood ante la necesidad de que la primera cinta funcionara en taquilla), opta por una historia tranquila, fundamentada en los personajes y en su fe en la historia que cuenta. Introduce al espectador en un mundo extraño (ajeno para el no iniciado en Tolkien), sin ningún tipo de concesiones al espectador ni a la productora, manteniéndose pegado a las líneas escritas por el genial literato británico. El espectador no tarda en sumergirse en la propuesta del director neocelandés, sin necesidad de grandes explosiones ni de macroejércitos en pantalla, enganchado por un gran guión y una narración deliciosa.

El resultado es una película inspirada, la menos espectacular de las tres, pero en la que se advierte con más facilidad el genio de Jackson para crear escenas y personajes maravillos con las herramientas tradicionales del cine. Toda una lección para aquellos que sucumben a la tentación de entregarse a las escenas digitales (¿verdad Lucas?).

Simplemente, el mejor espectáculo cinematográfico de los últimos tiempos. Inconmensurable.
A pesar del raudal de FXs ni por un momento la técnica desborda a los personajes, verdaderos motores de la historia. Tiene escenas que rayan lo magistral (ver la carga de los guerreros de Gondor sobre Ithilien, intercalada con la lastimera canción de Merry?, con unos personajes forjados con el material del que se hacen las leyendas.

Ni en mis sueños más optimistas pensé que Peter Jackson fuera capaz de realizar esta maravilla del cine.