Con cinco palabras y utilizando el nombre de un podcast de cine que oigo con cierta frecuencia (menos de lo que debiera, todo se ha dicho), he definido lo que he sentido al salir del cine. Fui, en parte porque sabía que detrás tenía a Distrito 9, y delante a Matt Damon, pero ni casi lo uno, ni desde luego lo otro.
La dirección y la forma de contarte una historia, aunque dicha historia no haya por donde cogerla, es salvable, el movimiento de cámara, los primeros planos, la puesta en escena y la fotografía, De lo demás..., de lo demás casi nada se salva. Me entristece y me fastidia que con una buena historia, hagan un mal guión, definan unos malos personajes, y acaben machacando dichos personajes con un mal casting. El mal guión es casi lógico pues detrás tiene a una historia casi absurda. Pero el guión es malo porque tiene además errores de bulto que te hacen sonreír en el asiento. La alegoría de los buenos y los malos, de los ricos y los pobres, de los explotadores y los explotados ya la he visto, y se me ocurren muchas películas dónde se cuenta mejor dicha historia.

Ya lo he dicho en el título.
Desde que Clint Eastwood dirigió y protagonizó “Sin perdón” no se había hecho nada parecido. Ahora lo tenemos en una miniserie de siete episodios en la que me resulta imposible reconocer en ella nada negativo; salvo como mucho la interpretación de Jack O’Connell, un punto por debajo de la de los demás actores y actrices, aunque apenas perceptible.
Es violencia por violencia, pero vista desde dentro como en “Sin perdón”: un oeste duro, difícil, sin ley. Personajes con recorrido, con vida; escenas perfectamente rodadas, acompañadas de un magnífico guión que las ensalza aún más si cabe. Sorprende desde el principio hasta el final, y si te gusta el wéstern no deberías perdértela.
SrMorra.