Los mejores años de nuestra vida.
Ríete tú de Pedro Sánchez y el Ministerio de Igualdad y el sursum corda, en los sesenta se meaban en todo/s estos/s, Franco se cagaba en ello/s, liberales, la censura se carcajeaba de nuestra miseria moral, de nuestra marchito, tibio, pacato, acojonado ahora, si de algo peca esta obra señera, es de virtud, es demasiado o excesivamente feminista a toda hora, si eso fuera posible o en verdad nunca suficiente, sea, mujeres follando y fornicando a diestro y siniestro vade retro sin casarse siquiera vergüenza, trabajando a destajo fuera de casa sin descanso ni remedio, fumando como carreteras, como pecadoras, entrando, saliendo, maltratando física y psicológicamente, para variar, a sus parejas por el mero hecho de ser hombres y considerarlos inferiores, de hecho se lo dicen a la cara constantemente, no disimulan a este desgraciado respecto, tonto, feo, inútil, pura manía, matriarcado, controlando su dinero y sus vidas, la cartilla, la soldada, hasta su país de residencia, y ahora hablan del móvil jajaja, yendo desnudas por la calle, literalmente, y aquí no ha pasado nada, y un infinito etcétera de oprobio lleno, lo digo siempre, citando a los clásicos, y no se me hace el suficiente caso ni se me caen los anillos ni los palos del sombrajo, la raza degenera y cada vez está todo peor, ya quisieran las féminas actuales poder viajar en el tiempo y poder disfrutar del aquel chollo, de tantas prerrogativas, libertades (sobre todo sexuales) y privilegios.
Lo único muy malo es que doblan a algunos actores, pecado de lesa majestad, imperdonable. A la Gimpera, que no conoce Barcelona, valga la broma autorreferencial, y al Galiardo para empezar a hablar.
Qué decir más, que nada, que puta envidia cochina de nuestras madres y abuelas que tuvieron la increíble suerte de nacer justo en el momento idóneo en el lugar adecuado, que gozaron tiempos superiores, quién los pillara, con Franco, obvio, no hay que haber ido a Oxford para verlo, se vivía, y follaba, mucho mejor, por una mujer firmado.

Tribu presbiteriana.
Una pintora de mediana edad y un agricultor de tubérculos.
Película fullera y completamente ridícula que convierte la sórdida y cutre realidad tan llena espantosamente de atroces crímenes (más si cabe en este malhadado horroroso caso) en un Leyendas de pasión propio de la señorita Pepis y a Toro Sentado nada menos en un gavilán apasionado de melena al viento y cuerpo tan esbelto, un fucker capitidisminuido a falta de una hembra como dios manda que le levante... el alma, solo hay que ver a ese santo respecto cómo la mira agradecido tras plantarse por primera vez en mucho tiempo ante los gringos, gracias, mía hembra, sin ti no soy nada, tú me has dado el valor que me faltaba, sea, la fantasía femenina erótica más básica, primaria o primitiva y eternamente repetida, El piano y Cincuenta sombras de Grey, El amante de Lady Chatterley, es decir, de cómo vivir una aventura exótica y peligrosa con un malote machote que en el poco fondo es un buenazo como pocos al que no le cabe el corazón en el pecho y al que tú domas y/o controlas y sacas su mejor parte, toda la simiente duramente acumulada por largos y tortuosos años de tanta pena, rabia y abstinencia preñados, pero aquí como a medias, puritana/profilácticamente, calienta pollas, interruptus coitus, una pena, ni un puto mal polvo nos echan o regalan, castos, los cabrones, Lost in Translation, follan telepáticamente, como la Bullock y el Stallone en Demolition Man, Deseando amar, llora despiadada desconsoladamente (como hace una empoderada mujer) lo que no supiste arramplar rapiñar (como/con un hombre).
La traducción de la realidad más desgarrada y salvaje y fea al lenguaje baboso sentimentaloide salva patrias de un culebrón rosa yanqui estupefaciente que hasta para denunciarse a sí mismos, mea maxima vulva, utilizan o recurren al espectáculo más frívolo y a la banalización más folletinesca.
De risa. Y de pena. Tanta.
Pija chocha, será por pasta, me sobra, no otra cosa, Juliette Binoche en Nadie quiere la noche, burguesa aburrida insatisfecha jeta calenturienta a falta de breva, que se mete en camisa de once varas y que a su (tonta) manera hace o provoca que aquello se convierta en el puto apocalipsis ahora, de La casa de la pradera a Holocausto caníbal, mujer tenía que ser, empoderada, liberada, ahí es nada, ahí está la puerta de Alcalá, mírala, mírala.

Como comedia tenía sus buenas posibilidades, de hecho, un par de momentos apuntan a ello, como película de terror o lo que fuera apenas da risa, no. El planteamiento es ya tan ridículo que con tomártelo a broma, seguir la línea, la senda, ya bastaría, pero nada, hay que cumplir el cupo, seguir el juego, la rutina, la tontería, la inercia, la marea, la tendencia, el expediente, la regla. Una pena.
Sí, tenían que haber aparecido grillos navajeros y mosquitos saltimbanquis y vampiros gitanos cojitrancos y algunas malditas fieras del norte y también brujos del monte, aquelarre, maravilla, perpetua, orgía, la liga de la justicia, la logia de la baba, lo que se mueve en el fondo, y que las babosas fueran ladronas de cuerpos y que se transformaran en humanos raros, Hidden, y que procrearan los unos con los otros hasta dar lugar a una nueva raza de medusas con hipo, tartamudas, de pirañas hidrocefálicas, rasposas hipervitaminadas, larvas cantoras de Viena, arenques hermafroditas, ciempiés en formaldehído, sanguijuelas facinerosas, cucarachas tatuadas hasta los dientes, escarabajos con piercings y prejuicios, serpientes con dentadura postiza, muerde, alimañas ecologistas en tercero de carrera, gusanos sandungueros, y que atacaran Normandía en comandita al grito de viva españa, el desembarco de nuevo, y que montaran un circo, y un cirio, y un casino, en Salinas, o en Sausalito, por ejemplo, que me da lo mismo.
Es muy gracioso y divertido, como en los espagueti chorizo de cantimpalo morcilla western, ver a actores españoles como yanquis, Mike o Jaimie, lo que hay que hacer para ganarse la vida las habichuelas, traicionar a la patria, por un puñado de dólares o de lentejas, no somos nada, escupidera, pisar la bandera.
Lo mejor el principio y las dos o tres bromas o chistes. También las explosiones sanguíneas, chorros rojos, y hasta la foto turbia tenebrista. Es Twin Peaks y Terciopelo azul, es la enormidad en las sombras, la muerte que acecha y se levanta en armas.

Dice:
- El patriarcado es indudable y empírica científicamente cierto, no es de hecho un invento para lerdos, es un troll, demostrado, abominable repulsivo monstruoso que se arroga el derecho de pernada, lo que a estas, y a aquellas, alturas nos faltaba, ya.
- El visionario se disfraza de torpe para pasar desapercibido, el héroe, de alcornoque para no llamar la atención.
- La droga mala es la manzana de la ceniza del paraíso, no la pruebes por lo que más quieres, di no siempre.
- Al hombre le interesa mucho más la comida, carne cruda, que el sexo, las ninfas, la duda ofende, cuestión de prioridades o jerarquías, todavía hay clases.
- Los enanos son malos y ridículos, el príncipe y el mendigo, aléjate de ellos, los gordos solo ridículos, también algo simpáticos o tontos.
- Deja propina a las camareras, solo por si las moscas, el mal está en todas partes, a la vuelta de la esquina.

Espantosa escena de drama familiar en la que la mujer cambia de estado de ánimo en una décima de segundo; de comprensiva a loca de atar en un zas, igual que los niños que entran en trance psicótico al ver a su padre calado hasta los hueso hecho un ecce homo no llores como una mujer lo que no supiste defender como un hombre.
Fíate de la virgen y no corras. ¿Dónde va Vicente? Donde no va la gente. Todo es una comedia.
François Truffaut tiene la nariz de Daniel Auteuil, plagiador, y al revés tenía también.
Metáfora clara sobre lo que supone el acceso al conocimiento o la verdad. Todas las trabas, mentiras y obstáculos que te pone el poder y que hay que superar y cómo solo unos pocos elegidos lo lograrán tras no tragarse la versión oficial que es para todos los demás la única posible pausible realidad, así les va, de bien, el mar, la mar.
Contact. Madre Santa. La llamada. La llegada. La montaña sagrada. Einstein fue uno de ellos, de ahí ese pelo, por supuesto.