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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
15 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en 1921. Son tiempos de posguerra y en el callejón Melchior vive la gente más humilde de Viena. En el sótano de una de estas casas, habita la familia Lechner: La hacendosa madre, el esposo lisiado, y la hija, Marie, con quien el hombre descarga su resentimiento con la vida. El primer piso lo ocupa el consejero judicial, Hofrat Rumfort y sus hijas, Grete de 21 años y, Mariandl, la niña de 10… que de nuevo se resiente por comer repollo casi a diario sin otro complemento. En el sector, la gente guarda la esperanza de que, al día siguiente, habrá carne, y por eso, desde la noche hacen una fila de largas horas en la carnicería de F. Geiringer, la suerte de comerciante que deja mucho que desear.

Al frente del callejón, hay una elegante tienda de ropa, administrada por, fraulein Greifer, una mujer de pocos escrúpulos y harto de ambiciosa… y no lejos de allí, el Hotel Carlton, adonde llega gente como el cónsul don Alfonso Canez, con 10 mil dólares en el bolsillo que espera multiplicar muy rápidamente mediante acciones non sanctas. Otros personajes son, el director del Banco Central Europeo, su esposa y su hija Regina; su secretario privado, Egon Stirner… y otros tantos privilegiados, cuyo ascenso lo han logrado algunos a costa de patrañas y la moral por el piso, como veremos a continuación.

Este contraste social y las consecuencias de los actos de cada uno, es lo que veremos en esta brillante y emotiva película con la que el director, Georg Wilhelm Pabst, consiguiera consagrarse como uno de los grandes del cine europeo. Se parte de la cruda novela, “Die freudlose Gasse” (1924) firmada por Hugo Bettauer (1872-1925), un prolífico escritor austriaco de origen judío que, con sus valientes obras severamente críticas de la conciencia burguesa, generó tan agudas polémicas que terminó siendo asesinado por un antisemita nazi en una calle de Viena.

Trasladada a guion por Willy Haas, la historia dio para cerca de tres horas de película, pero, la censura alemana, al igual que la de otros países europeos, la cercenó cuanto pudo… y solo en años recientes, utilizando copias que subsistían en otros continentes, se logró restaurarla, aunque siguen faltando cerca de 600 metros (media hora aprox.) de como la concibiera, G.W. Pabst.

Claramente emparentada con el expresionismo alemán en su técnica de iluminación con claroscuros lúgubres, la película también apunta a señalar las desigualdades sociales y las penosas jornadas de ciertas mujeres que las ponen al punto de tener que vender sus cuerpos… en contraposición de los excesos y placeres de otros, hasta el punto de ser capaces de vender sus almas.

El reparto lo encabeza, Asta Nielsen (como Marie), legendaria actriz danesa quien se hizo famosa al lado de los directores, August Blom y Urban Gad, y quien pasó a la historia por éste y otros títulos como: “Fräulein Julie”, “Hamlet”, “Hedda Gabler”, y muchos más. Jaro Fürth, actor descubierto por F.W. Murnau, es el orgulloso Herr Rumfort; y la sueca, Greta Garbo, con cierto carisma, pero aún sin grandes dotes como actriz, es Grete, la chica que tendrá que encarar, a como dé lugar, las infortunadas decisiones de su padre.

Adenda: Para zanjar la reiterada afirmación de que, Marlene Dietrich es Else, la chica que, repentinamente, decide hacer justicia por su mano, en realidad es la actriz, Hertha von Walther, quien tiene un cierto parecido con la legendaria actriz.

Título para Latinoamérica: <<LA CALLE SIN ALEGRÍA>>
Luis Guillermo Cardona
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8
29 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El novelista (y guionista) inglés, Philip MacDonald (1900-1980), tenía tan clara intención de demostrar que podía escribir una novela de detectives a la altura de Arthur Conan Doyle, que, desde el mismo título: The Nursemaid who Disappeared (1938), ya nos alentaba sobre un grave caso de secuestro que algún sabueso tendría que resolver. Con algo más de thriller que de historia detectivesca, la trama empieza con un ‘detective por casualidad’, Sheldon Garrett, quien escucha a dos personas tramar algo que él considera claramente delictivo… aunque luego la policía lo desestime. Aliado, entonces, con el coronel Antony Gethryn, Garrett se dispondrá, contra todo riesgo, a llegar hasta el final.

El éxito de la novela, motivó su primera adaptación cinematográfica al año siguiente y, bajo la dirección de, Arthur B. Woods, se rodó con el mismo título, pero el resultado no consiguió gran trascendencia. Al ser publicada la novela en los Estados Unidos de Norteamérica con el título “Warrant for X”, su mercado creció… pero deberían pasar casi dos décadas para que surgiera de nuevo la idea de llevarla al cine.

Adaptada a guion por Nigel Balchin, y puesta en manos del calificado director, Henry Hathaway, de nuevo se quiso exaltar la cercanía de la novela con las historias de Sherlock Holmes y por eso se optó por el título, “23 Paces to Baker Street”, en homenaje a la dirección, 221B Baker Street de la ciudad de Westminster, donde ‘vivirá por siempre’ el celebrado detective.

Para justificar el título, en una ocasión se hace mención de dicha calle, y luego la trama dará prueba de que realmente logra ser tan envolvente como lo firmado por Conan Doyle. Balchin ha cambiado todos los nombres de la novela (excepto el de Janet Murch); el detective que acompaña a Garrett (ahora, Phillip Hannon) será su mayordomo Bob, y la historia de amor entre el reservado escritor y la adorable Jean Lennox, tendrá puntos muy acertados, con elementos psicológicos que explican claramente sus actuaciones.

Al ser producida por la Twentieth Century Fox, todos los interiores se rodaron en Los Ángeles y los exteriores en Londres para mantener la autenticidad geográfica. La producción es de primera línea y en sus aspectos esenciales es bastante calificada. Como protagonista se eligió a, Van Johnson, quien resulta muy auténtico como detective de ocasión, aunque siento que faltaron dos o tres detalles que lo calificaran como escritor. A él lo acompaña un estupendo, Cecil Parker, como el fiel Bob Matthews; y la muy bella, Vera Miles, de nuevo con ese carisma y esa distinción que la hacen maravillosa.

Esta suerte de trama, en la que una conversación grabada, una secuencia de sonidos… o unas fotografías, se convierten en el leitmotiv para clarificar un hecho criminal, ha sido bastante recurrente en el cine (“Blow Up”, “The Conversation”, “Blow Out”…), y considero que, <<A 23 PASOS DE BAKER STREET>>, es una de las más efectivas. Fue hecha para trascender.

Título para Latinoamérica: 23 PASOS AL ABISMO
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habiendo sido uno de los principales líderes de la Revolución Mexicana, José Doroteo Arango Arámbula (05/06/1878 – 20/07/1923), quien se hiciera conocer como Francisco Villa, o mejor aún, Pancho Villa, es un ícono de México a quien ya nadie le cuestiona su enérgica y decisiva participación en la derrota del régimen tirano que encabezaba el dictador, Victoriano Huerta.

Villa se desempeñó como Comandante de la División del Norte, al que la riqueza mineral del estado de Chihuahua le permitió obtener cuantiosos recursos para sostener a su ejército. Por otra parte, se ayudaba expropiando a los grandes hacendados que abusaban de sus trabajadores, cuyas tierras entregaba a los campesinos y soldados para que las sembraran… y cuando lo creía necesario, asaltaba bancos o trenes si se enteraba de que contenían importantes remesas.

En 1910, Pancho Villa se unió al movimiento maderista (cuyo líder era, Francisco I. Madero) y, en ese entonces, hacía las veces de Robin Hood, robando a los ricos para dárselo a los pobres. De Madero, obtuvo Villa la educación que le haría interesarse con otros ojos por el mundo de la política… y entonces, se dedicó a engrandecer sus tropas, con las que aplicó, su ingenio y su capacidad estratégica, para dar duros golpes a las fuerzas del Estado.

Cuando sólo contaba 11 años, Rafael F. Muñoz, conoció personalmente a Pancho Villa, y fue tal la impresión que el jefe guerrillero le causó que, tan pronto se hizo periodista decidió acompañar a Villa, publicando luego numerosos folletines sobre los hechos de su revolución. En ellos narraba la bravura, la lealtad y los sacrificios de los combatientes… hasta que un día surgió la novela “¡Vámonos con Pancho Villa!” (1931), en la que, con un estilo de admitida ficción-documental, recrea aquel eterno evento revolucionario.

Como protagonistas, Muñoz escoge a un grupo de cinco amigos que se hace llamar, Los Leones de San Pablo, en honor a su valor y al pueblo donde nacieron. Liderados por Tiburcio Maya, Melitón Botello, Máximo Perea, Miguel Ángel Del Toro “Becerrillo” y Rodrigo Perea, viendo la dura situación del país y el mal trato que les da el capitán Medina que manda en su pueblo, un día deciden de común acuerdo: “¡Vámonos con Pancho Villa!”

Así comienza una historia de intensa amistad, de lucha encarnizada contra la tiranía, pero, sobre todo, una demostración de lealtad a una causa y a un líder, que durará hasta la muerte… o hasta que sea el momento de hacerse aparte.

El guion, escrito por Xavier Villaurrutia y el también director Fernando de Fuentes, está muy bien matizado sin idealizar a personaje alguno; contiene pausas de humor y exalta muy bellamente la amistad… y al final, uno siente que, Pancho Villa, fue un ser humano como otro cualquiera: con grandes aciertos y una que otra decisión equivocada, pero, como Líder fue un ser inolvidable, pues, contribuyó enormemente a una causa justa que reclamaba a gritos el pueblo mexicano.

Con, << ¡VÁMONOS CON PANCHO VILLA! >>, el renombrado director, Fernando de Fuentes, completaba su, Trilogía de la Revolución, la cual había iniciado con, “El Prisionero 13” (1933), a la cual siguió, “El Compadre Mendoza” (1934).
Luis Guillermo Cardona
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9
14 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los 14 años que duró la Guerra de Independencia de la Argentina (1810-1924), tuvo lugar lo que se conoció como La Guerra Gaucha, con la cual se hacía referencia a la lucha que sostuvieron las milicias y guerrillas que, en la zona norte, se enfrentaron contra los ejércitos realistas, concentrados, sobre todo, en la Provincia de Salta, pero extendida también a Jujuy y Tarija, territorios aledaños que hacían parte de la provincia. Estos grupos rebeldes estaban conformados por los llamados gauchos (del quechua, huachu > huérfano, vagabundo), los cuales provenían de éstas y otras zonas del país (muchos de ellos, en realidad, labradores y obreros) y fueron comandados por el general, Martín Miguel de Güemes, hasta que fue herido de muerte el 17 de junio de 1821. “He jurado defender la independencia de América y sellarla con mi sangre. Estamos dispuestos a morir primero que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable”. Éstas son palabras suyas que hicieron historia.

El término gaucho -puesto en principio con afanes despectivos- terminó gustándoles para caracterizar a la gente del pueblo y por ésto su guerra contra los invasores se denominó, La Guerra Gaucha, más cuando el escritor socialista, Leopoldo Lugones, eternizó esta gesta revolucionaria en su célebre libro que lleva el mismo nombre, “La Guerra Gaucha” (1905), el cual comienza así:

“La Guerra Gaucha, no es una historia, aunque sean históricos su concepto y su fondo. Los episodios que la forman intentan dar una idea, lo más clara posible, de las luchas sostenidas por montoneras y republiquetas contra los ejércitos realistas que operaron en el alto Perú y en Salta desde 1814 a 1818”.

Adaptada a guion por, Ulises Petit de Murat y Homero Manzi, la película que dirigiera, Lucas Demare, podría considerarse el primer western argentino, y su valor patriótico y revolucionario está fuera de toda duda. A, Demare, se le admite que desmarca la historia del liderazgo que desempeñara el general Güemes –a quien sólo se cita una o dos veces- y la lucha es aquí abocada por modestos capitanes de cuadrilla y por el propio pueblo anónimo que es, en definitiva, el verdadero generador de los cambios sociales.

En una ambientación realizada casi totalmente en exteriores; con una dinámica fotografía del estadounidense, Bob Roberts; y con mucha acción donde veremos a los gauchos luchar a punta de rústicas lanzas, improvisadas boleadoras, sables oxidados… y unas cuantas carabinas de las llamados tercerolas, el director argentino, consigue forjar personajes tan valiosos como, el Capitán Miranda (Francisco Petrone); el sacristán don Lucero (Enrique Muiño); la viuda Asunción (Amelia Bence); el teniente Fernando Villarreal (Ángel Magaña), y otros que pondrían su empeño para que, un día no muy lejano, la libertad llegase a la tierra argentina.

<<LA GUERRA GAUCHA>> es, con muy notorios méritos, uno de esos filmes que han logrado la trascendencia.
Luis Guillermo Cardona
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9
12 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abogado de la Universidad de Chile, pero, de poco ejercicio porque prefirió luego dedicarse a la literatura, Federico Gana (1867-1926). Se inició con la publicación de algunos cuentos en revistas (“¡Pobre vieja!”, “Un carácter”, “La Casa”…), después participó en un concurso de cuento con: “La Señora”, “En las montañas” y “La Maiga”, y con éste último dio lugar a la corriente del criollismo rural que luego proseguirían, Baldomero Lillo y otros.

Habiendo vivido, durante su niñez, muy cerca de Linares y con sus muchas visitas vacacionales a las zonas campestres, el conocimiento adquirido le daría al escritor para inspirarse en diversas ocasiones. En 1897, Gana publica, “La Maiga”, y tal fecha se señala como el comienzo del criollismo literario chileno. Aunque leía a Émile Zola, Gustav Flaubert y otros, Federico Gana fue, sobre todo, un ferviente lector de los escritores rusos, Lev Tolstói, Fiódor Dostoyevski e Iván Turguénev, quien influencia profundamente su estilo y, al publicar después, “La Señora” y “Paulita”, la calidez narrativa y el sencillo estilo que impregna su estructura, llevaron a muchos críticos a considerarlos como los mejores aportes a la literatura que alguna vez hiciera el escritor chileno.

Por iniciativa de su gran amigo, Pedro Prado, en 1916, se optó por recopilar los cuentos de Federico Gana bajo el título, “Días de campo”, y dos de ellos, “La Señora” y “Paulita”, fueron los que tomó el director, Raúl Ruiz, para su personal adaptación cinematográfica que incluirá toques de imaginería (surrealismo, visiones, metáforas, situaciones atemporales…) hasta lograr una original narración muy del especial talento de este director chileno.

Se parte de dos viejos amigos conversando en un bar: Federico Encina y don Luis. El primero de 90 años, sin poder terminar su novela; y el segundo, su confidente de unos 60 años. Ambos están muertos… eso creen… o eso creen los demás, ¡vaya a saberse!... En algún momento surge hablar de Paulita y, entonces, regresaremos en el tiempo cuando Federico, escritor de oficio, tiene 60 años y pasa parte de su tiempo en el feudo (finca) donde tiene como empleada del servicio a la leal, Paulita. Así se irán concatenando las historias, mientras una gotera fantasma -que veremos desde los títulos de crédito- y que viene de ninguna parte, se convertirá en metáfora del paso del tiempo, ya que la historia se volverá atemporal al llevarnos del presente al pasado, y luego a un pasado- presente donde todo parece una sola cosa…

Las situaciones que se van entrelazando en, <<DÍAS DE CAMPO>>, son preciosas y conmovedoras, y Ruiz añade sus toques personales: valiosos diálogos y sus propias resoluciones, tomando así la historia un rumbo muy auténtico que, al final, resulta memorable, dejándonos para el recuerdo a un puñado de personajes: Don Federico, Paulita, la señora Carmen, Daniel Rubio, Cecilia Chazal, Guacho Payo… que reflejan las singulares e inolvidables historias que se viven en los campos y en los pueblos.

Marcial Edwards, tiene a su cargo el estupendo rol del ‘frustrado’ escritor, Federico Encina, quien, a sus 60 años, será quien viva las experiencias que constituyen el grueso de la historia. Bélgica Castro, resulta adorable como Paulita, la empleada ‘a punto de morir’ según dictamen médico y quien se debate entre, viajar o no, para ir a despedirse de su ‘adorado’ hijo. El resto del reparto -salvo ciertas limitaciones que nos ofrece su lenguaje campechano y su vocalización-, también logra sensibilizarnos, pues, estamos ante una historia colmada de sentimientos y de poesía tan silvestre como humana.
Luis Guillermo Cardona
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