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Críticas de Blanch
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
Sr. Link
Estados Unidos2019
6,2
2.620
8
3 de junio de 2019
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que el estudio de animación Laika estrena nueva largometraje sufro un microinfarto. En parte se debe a la emoción de estar ante otro joyita en stop motion por parte de los responsables de' Los mundos de Coraline' (2009), pero también porque experimentan una evolución decreciente de rendimiento en taquilla que me preocupa muchísimo. Porque Laika es ante todo necesaria, pues por muy bien que suelan estar las películas de Disney y Pixar, necesitamos otro tipo de historias, técnicas y perspectivas que enriquezcan el cine de animación. El estudio alcanzó su mayor cumbre artística hasta la fecha con 'Kubo y las dos cuerdas mágicas' (2016), y aunque su nuevo trabajo, 'Mr Link. El origen perdido', no sea tan sorprendente ni rompedor como aquel, reúne suficientes alicientes como para dejarse cautivar y disfrutar como un enano.

La película tiene una estructura clásica de aventura alrededor del mundo en el que el trío protagonista se embarca en un viaje en busca de una civilización perdida mientras unos villanos les pisan continuamente los talones, aunque en realidad, lo que en realidad ansían estos héroes es ser aceptados y reconocidos, ya sea por parte de los colegas de profesión, de congéneres o de uno mismo tras haber permanecido años a la sombra de otra persona. Como todos los films de animación para toda la familia, 'Mr. Link' tiene moraleja, pero brilla por la ausencia de conservadurismo al apostar por la amistad y el individualismo como repuesta ante el rechazo y el elitismo ejercido por los demás. Los tres personajes principales son carismáticos, están muy bien definidos e interpretados, al menos en la versión original, que cuenta con las voces de Hugh Jackman, Zach Galifianakis y Zoe Saldana.

Buena parte de la comedia que contiene el film proviene de Mr. Link, un auténtico y peludo ser de luz, cuya ingenuidad y nobleza absoluta le juega alguna que otra mala pasada a lo largo de un viaje que empieza en el noroeste del Pacífico y concluye en el Himalaya, dando lugar a una gran variedad de paisajes que Laika aprovecha para llenar de luz, color y detalles. Puede que el periplo vaya escaso de sorpresas y emociones fuertes, pero es algo muy digno de ver y admirar por lo indudablemente hermoso que resulta su artesanía visual. Así pues, 'Mr. Link. El origen perdido' combina tradición y modernidad para dar lugar a una encantadora película de espíritu idealista y empoderado; otro reluciente tesoro de Laika, de la que esperamos con los dedos cruzados que en dos o tres años pueda regresar con uno más.
Blanch
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7
14 de enero de 2009
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las diferencias entre ingleses y americanos van más allá de un distinto acento. A pesar de hablar el mismo idioma, son una serie de factores culturales e históricos los que han marcado la divergencia, que a pesar de que en la actualidad ya no esté tan en boga, ha tenido repercusión a lo largo de la historia de ambos países.

Este es el punto de partida de Una familia con clase (Easy Virtue), una nueva versión de la obra teatral de Noël Coward que ya tuvo una versión cinematográfica de la mano de Alfred Hitchcock. Pero que nadie ponga el grito en el cielo, porque el director Stephan Elliot se desmarca de la versión del histórico cineasta acentuando la comicidad de la historia ,en contraposición al dramatismo que imperaba en la cinta del director de Los pájaros.

Stephan Elliot se sirve del choque entre el refinamiento el inglés y el desparpajo americano para contarnos una historia sobre el juego de las apariencias: el cómo una persona decide no ser ella misma con tal de agradar a los demás; sobre la gente que de cara a la galería parece felizmente perfecta cuando en realidad no lo es; del miedo que podemos llegar a sentir si alguien es capaz de descubrir lo que hay detrás de la fachada. Para ello Elliot se sirve de diálogos llenos de ingenio, cinismo y sutil ironía y de planos en los que los personajes se reflejan en dispares superficies mientras se lamentan (o no) del papel que les ha tocado interpretar en sus vidas.

El reparto inglés de la cinta es bastante acertado: Kristin Scott Thomas borda su rol de estirada inglesa snob, así como sus trastornadas hijas encarnadas por las actrices Kimberley Nixon y Katherine Parkinson. Colin Firth aporta misterio y galantería a su torturado personaje que en manos de otro actor hubiese quedado bastante plano. Ben Barnes no lo hace mal, simplemente está correcto.

En cuanto a la elección de Jessica Biel como protagonista de la historia, podría haber sido un riesgo, pero en realidad es todo un acierto, pues lleva todo el peso de la película con mucha clase (si me permiten el juego de palabras). Entre otras cosas, Biel ríe, llora, se enfurece, se preocupa, seduce, se marca un tango y canta en los créditos iniciales de la película, y no lo hace nada mal. Esperemos que esto suponga un punto de inflexión en su carrera y que ahora en adelante todo sea a mejor.

Una familia con clase es una comedia que gustará mucho a los que tengan un gran sentido del humor inglés. Tiene momentos muy acertados y otros en los que habría sido necesario algún gag para que el ritmo de la película no se desvirtuase un poco, pero aún así es una elección acertada para pasar un buen rato, sin sentirse avergonzado y riéndose de (y con) los burgueses, que no es poco.
Blanch
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7
12 de octubre de 2019
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la primavera de 2011 llegó a los cines españoles 'Pequeñas mentiras sin importancia' bajo el eslogan de “la película del año en Francia”, que no deja de ser una variante de ese chiste recurrente en el que se ha convertido la frase promocional de “la comedia francesa del año”. La película destacó por la habilidad de su director y guionista, Guillaume Canet, de alternar drama y comedia al contar lo que ocurría con un grupo de amigos cuando se iban de vacaciones a la playa pese a que uno de ellos se encontrase grave en el hospital tras sufrir un accidente de tráfico. Inmadurez, inseguridades, miedo al compromiso y demás estigmas de la crisis de la mediana edad se daban cita en un film que, pese a durar dos horas y media, entraba muy fácil y concluía con un lacrimógeno final. Nueve años después de su exitoso estreno galo, nos llega su secuela, titulada 'Pequeñas mentiras para estar juntos' (Nous finirons ensemble). Puede que nadie la pidiese, pero cualquier fan de la película original la acogerá con los brazos abiertos.

Toda la banda original está de vuelta y aún así, parece que la cosa no fluye durante los primeros minutos. Probablemente sea algo deliberado, porque poco después descubriremos que se han producido más desencuentros que encuentros entre ellos durante los últimos años. Igualmente, Max (François Cluzet), el atento anfitrión, no recibe con alegría a sus amigos porque esconde un secreto que no quiere compartir con ellos. Las mentiras, verdades a medias, rencores y confabulaciones vuelven a marcar la dinámica de esta cuadrilla, que esta vez además tiene que descubrir si la amistad que les une sigue siendo sincera y valiosa pese a las distancias físicas y emocionales que les separan. Tras superar la incomodidad inicial, la película no tarda en encauzar la comedia y el drama con tanto tino como su precedente, con el impulso de un elenco cómplice y con química que genera ese sentimiento familiar que se produce en los reencuentros con viejos amigos en los que parece que no ha pasado el tiempo.

No obstante, aunque Canet ha conferido de una evolución inesperada pero coherente a la mayoría de los personajes, no resuelve la mayoría de las tramas de forma satisfactoria. Mientras unas se quedan en el aire, otras, como la de Marion Cotillard, se valen de situaciones forzadas para provocar un desenlace obvio al que se podría haber llegado de una manera más honesta y menos “peliculera”. Con todo, Canet ha conseguido sacar adelante una continuación de su mayor éxito profesional como director que no se siente ni gratuita ni hueca de contenido. Continúa profesando amor por sus personajes y por los actores que los interpretan mientras se aborda la crisis de una mediana edad más madura, volviendo a celebrar la amistad como bálsamo de todos los golpes que da la vida.
Blanch
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5
17 de enero de 2016
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando empecé con el blog, allá por el 2007, recuerdo haber publicado una noticia sobre La chica danesa… con Nicole Kidman y Charlize Theron como protagonistas. Desde entonces, el proyecto ha ido dando tumbos, con constantes cambios de director e intérpretes, hasta que por fin se ha materializado en largometraje, tal vez gracias a que es ahora, por fin, cuando el tema de la transexualidad está empezando a derribar tabúes y a ganar visibilidad, con producciones de calidad como 'Transparent' o casos tan mediáticos como el de Caitlyn Jenner. 'La chica danesa' llega en el momento oportuno, pero ojalá fuese una película más sugestiva que la que ha firmado Tom Hooper.

El director de 'El discurso del rey' y 'Los Miserables' hace lo que se espera de él, vistos los antecedentes: cuidar la escenografía, enfatizando el preciosismo con encuadres cortacuellos y esquinados marca de la casa. Encaja perfectamente con un guión completamente academicista, que trata, eso sí, con elegancia y respeto el tema de la transexualidad, pero sin profundizar en él, dejando que unos diálogos muy explicativos hagan todo el trabajo; se contenta con enfatizar la feminidad de Lili y su buen gusto para el vestuario, que por otra parte es exquisito y viene firmado por el nominado al Oscar Paco Delgado. Sin embargo, el mayor problema del guión proviene de su enfoque: dirigir el foco de empatía hacia la esposa, Gerda, en vez de a Lili. Tal y como está concebida la película, se siente más lástima por esa esposa que asiste a la desaparición de su marido sin retirar nunca su apoyo incondicional, que por este último, al que se retrata como una persona muy confundida y desdichada, sí, pero también muy egoísta, que nunca tiene en cuenta los sentimientos de la persona que más se preocupa por él.

El problema de empatía se subraya ante el trabajo de la pareja protagonista: la interpretación de Eddie Redmayne es excesivamente afectada, sobreactuada, haciendo uso y abuso de la amplia y tímida sonrisa, del movimiento de las manos y de la exclamación femenina. Cuando ha concluido su transformación, nunca ves a una mujer, sino a un hombre haciendo el papel de dama de principios del siglo XX. Todo lo contrario a Alicia Vikander, la falsa secundaria de la película, pues es igual de protagonista que Redmayne y hace un trabajo mucho más natural, menos forzado y más emotivo, sin tener tantas escenas escritas para su lucimiento como su partenaire. Amber Heard, Ben Whishaw y Matthias Schoenaerts tan solo son satélites en torno a la pareja protagonista con nula entidad propia.

'La chica danesa' tenía todos los ingredientes para convertirse en una de las películas del año, pero su falta de riesgo la reduce a otro plato cocinado para cosechar los premios de la temporada, impoluta en forma pero tan calculada que su capacidad para emocionar se ve mutilada, lo que repercute en que las dos horas de metraje se tornen pesadas y arrítmicas, especialmente hacia el final. La historia de Lili Elbe merecía ser contada, ésta y muchas más, pero la visiblización no debería pasar por tratar el tema como otros tantos melodramas de época, con demasiada autocompasión y escaso espíritu subversivo.
Blanch
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7
28 de diciembre de 2011
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas cosas por las que los canarios podemos decir eso de ‘¡Qué suerte vivir aquí!’, tal y como reza la famosa frase promocional de una marca de cerveza. En lo que respecta al cine sí que nos podemos quejar de que las entradas están por encima de la media de coste del país pero no del aumento de nivel de producción cinematográfica que hemos experimentado recientemente, pues en los últimos años hemos acogido rodajes internacionales como el de Furia de titanes y secuela y los de varias películas españolas como Los abrazos rotos o Una hora más en Canarias. Seis puntos sobre Emma, debut en largo del lanzaroteño Roberto Pérez Toledo, ha sido una de las más recientes, y los canarios hemos tenido la suerte de verla en primicia antes que el resto de España, donde se estrenará a lo largo del 2012.

Seis puntos sobre Emma es una pequeña película cargada de buenas intenciones y sentimientos, que no de sentimentalismos. Uno de sus grandes aciertos es el abordar el tema de la discapacidad sin forzar el drama, sino con mucha humanidad. A través de las experiencias de los integrantes del grupo de terapia al que asiste la protagonista, descubrimos que una discapacidad puede ser o no un problema a la hora de entablar relación con otras personas, porque los puede haber mucho peores, como la soledad autoimpuesta por Emma, que ha creado una muralla a su alrededor motivada por su necesidad de ser libre y autónoma sin tener en cuenta su ceguera, convirtiéndose su necesidad de ser madre en su máxima prioridad para poder reafirmarse a sí misma.

Emma cobra vida gracias a la vigorosa interpretación de Verónica Echegui, una de las actrices más camaleónicas de la actual cantera del cine español. Su interpretación se siente muy natural tanto al nivel físico como al emocional, si conectamos con la historia y con su personaje es en gran medida gracias a ella. Álex García y Fernando Tielve conforman los otros dos vértices del peculiar triángulo amoroso en el que se centra la película, cada uno aportándole cosas diferentes al personaje de Emma. Los secundarios, al tener muchos de ellos relación directa con el ámbito de la discapacidad, aportan verismo y autenticidad al conjunto con sus intervenciones.

La sencillez y modestia de Seis puntos sobre Emma puede jugar tanto a su favor como en su contra, pero sin duda debe valorarse como un soplo de aire fresco ante tanto drama afectado y con pretensiones de trascender. Esta película no las tiene y se nota, así como el pasado como de su director en el mundo del corto por el realismo y la naturalidad en los retazos de vidas cotidianas que plasma en el filme. Y además, con Tenerife como incomparable emplazamiento de la acción, con la única función de servir telón de fondo a la narración, sin recurrir a innecesarias imágenes de postal. Todo un lujo.
Blanch
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