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Críticas de Sibila de Delfos
Críticas 4.419
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de mayo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sherlock Holmes: Juego de Sombras.... ¿o será juego de disfraces? Porque no será por disfraces que luce Robert Downey Jr, como si de Kevin Kline en Wild Wild West se tratase...
El que no se disfraza es Guy Ritchie. Esta secuela es exactamente lo mismo que la primera parte de la ya futura trilogía (y quién sabe si tetralogía... o pentalogía...): mucha acción, poco o ningún interés por respetar las fuentes, pirotecnia, mucho entretenimento y mucha confusión. Es todo éso, pero multiplicado por dos o tres, que para eso se trata de una secuela y hay más dinero para rodarla. Y la cosa sale ciertamente bien, porque es mejor película que su antecesora, y lo es porque la confusión es lo único que se ha reducido considerablemente. esta vez, es posible seguir la historia sin demasiados problemas, puesto que el guión está mejor estructurado y no hay tantas cosas sucediendo a la vez. Sí es cierto que a veces se pierde el hilo, con tanto baile de viajes por Europa que a veces no se sabe muy bien por qué eran necesarios, ni por qué los personajes hacen ciertas cosas, pero se le puede perdonar gracias a otras tantas secuencias simplemente arrebatadoras, como la presentación de Simza, la secuencia en el tren, el final en Suiza, la tortura (ahí lo dejo), y algunos momentos de humor ciertamente brillantes (ver la boda de Watson o todos los momentos en que aparece el perro del doctor). Lástima que en ningún momento el libreto se tome nada en serio ni profundice en los conflictos dramáticos que podrían haber tenido los personajes. No se trata de que reciten soliloquios a lo Hamlet, pero algo más de pausa y reflexión no habrían venido mal. Pero, ¡no hay tiempo! La acción apremia y, parece, no puede detenerse ni para aportar algo de complejidad a los personajes.
Y qué decir de los actores... Jared Harris aporta sutileza a una película que es de todo menos sutil, Noomi Rapace demuestra una vez más su personalidad y energía en un personaje bastante plano en el libreto y con poco que hacer, un Stephen Fry al que se podría haber sacado algo más de provecho aporta las mayores dosis de humor y presencia escénica (muy teatral, él), Kelly Reilly extrae verdadero petróleo de su rol secundario como Mary Watson, y Rachel McAdams se muestra mucho más cómoda que en la primera parte en la piel de Irene Adler (lástima que tenga tan pocos minutos en pantalla y que el guión se olvide de ella incluso en la conclusión; no hay explicación sobre dónde o cómo está su personaje). Jude Law sigue paseando su elegancia y excelente hacer, aportando una necesaria serenidad a la locura general que lo rodea. Y Robert Downey Jr.... pues se podrían escribir cientos de páginas sobre él, pero se puede resumir su aportación diciendo que ocurre lo mismo con él como con Johnny Depp en la saga Piratas del Caribe. Está tan exagerado, tan pasado de rosca, tan simpático y tan genial a ratos que sólo se puede adorarlo u odiarlo profundamente por ser tan irritante. Da lo mejor y lo peor de su repertorio, cabiendo sus miradas, silencios (qué bien hace los silencios) y sus cara a cara con Harris en lo primero, y sus muecas y gestos en lo segundo.
En definitiva, una secuela superior a la primera parte, que sigue sin subir del notable bajo porque no hay manera de que el guión se calme, respire un poquito y deje pensar y reaccionar a los personajes. Pero muy recomendable para entretenerse y pasar un buen rato de la mano del mago de los trucos circenses, Guy Ritchie.

Lo mejor: Lo entretenida que es, las conversaciones entre Holmes y Mycroft y algunos momentos ciertamente divertidos (ver la llegada de Watson y Holmes a la boda del primero)
Lo peor: Las lagunas del guión, francamente confuso a ratos, y la sensación de que se han pasado tres pueblos con todo.
Sibila de Delfos
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6
11 de mayo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Downey Jr. es un extraordinario actor. Lo ha demostrado en multitud de ocasiones, como Chaplin, Ally McBeal, Tropic Thunder o El solista. Es capaz de dar vida a muchos tipos de personaje, y tiene un carisma y una personalidad arrolladoras, que por sí solas salvarían una película mediocre.
Es un extraordinario actor... éso sí, cuando quiere. Porque desde hace unos años (dicen las malas lenguas que desde que se casó con su mujer, Susan Levin, que es quien lleva las riendas de su carrera), el americano parece haber decidido pasar a ser lo que quien esto escribe gusta de llamar un "antiactor". Lo que Downey ha hecho y hace en las pieles de Tony Stark /Iron Man o este Sherlock Holmes es lo contrario de lo que es la naturaleza de una interpretación actoral. En vez de desaparecer él tras el personaje y ceder a este todo el protagonismo, todos sus esfuerzos van encaminados a que nadie olvide que él, el protagonista de la película, es Robert Downey Jr., ese tipo simpático con esa personalidad que nos encanta, a medio camino entre el encanto y la sinvergonzonería (un poco como George Clooney, pero con menos elegancia). En esta primera Sherlock Holmes, como en la primera Iron Man, este defecto es menos grave que en otras ocasiones, pero aun así uno se pregunta por qué insiste el actor en tanta mueca y tanta tontería cuando sabe recitar sus diálogos con convicción y energía, poner un buen acento británico, y hacer esos silencios tan buenos, acompañados de miradas profundas y más elocuentes que cualquiera de sus chistes.
Dicho ésto, ¿qué ofrece este Sherlock Holmes de Guy Ritchie? Pues Guy Ritchie en estado puro. Puristas, abstenerse, por favor (y de paso, vayan comprando tila ante tantísima revisión de sus clásicos detective y doctor en los últimos tiempos, con tanta Elementary, Sherlock y hasta Holmes y Watson: Madrid Days por ahí). Este Holmes es una película de acción, con dos protagonistas victorianos pero adaptados a los nuevos tiempos (y como tal, luchan que da gusto) y un estilo visual muy personal del realizador, salvaje, desbocado y ciertamente nervioso que cuenta con tantos fans como detractores. Es lo que es, no se avergüenza de ello y tampoco esconde sus pretensiones, así que no hay nada que criticar porque sea poco o nada fiel a las novelas de Conan Doyle. Lo que sí se le puede y debe criticar es que, tras un comienzo excelente y unos primeros cuarenta minutos ejemplares, el ritmo cae en picado, la historia se vuelve confusa como ella sola... y cuando quiere recuperarse, media hora después, ya es imposible saber quién es toda esa gente malvada que pulula por ahí, por qué hacen lo que hacen, qué pretende el villano o por qué se acumulan persecuciones y peleas por doquier. Es lo que viene a llamarse un guión flojo, algo que no puede solucionar ni la entrega de Ritchie, que al menos anima la función con sus entretenidos trucos de cámara.
Menos mal que por allí aparece Jude Law, muy digno entre tanto caos (¿se le reconocerá algún día su grandísimo talento?), el siempre excelente Mark Strong y Rachel McAdams, un poco contagiada, sin embargo, por la algarabía del guión y menos atinada a la hora de brillar como acostumbra.
Con todo y con éso, una propuesta entretenida, bien rodada, de gran factura técnica y con ciertos elementos interesantes.

Lo mejor: Jude Law, Mark Strong y los primeros 40 minutos, excelentes.
Lo peor: ¿Qué demonios pasa en la última hora de película? ¿Era necesaria tanta confusión?
Sibila de Delfos
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8
20 de abril de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no fuera por los actores, esta sería una película más de boxeo y redención.
David O. Russell lleva las riendas con pulso, y saca petróleo de las cuidadas escenas de diálogo más intimista. De igual forma, el guión presenta unos personajes atractivos y un ritmo muy decente, pero todo caería en saco roto si no fuera por el inmaculado reparto. The Fighter tiene un olor a dejà vu que no se le quita en todo el metraje. Quizá porque ya hemos visto muchas veces la historia de joven de familia disfuncional, amenazado por el crimen y las drogas, que busca salvación en el amor y el deporte, la historia verídica de Mickey Ward y Dicky Eklund no acaba de emocionar y entusiasmar como se supone que debería.
Menos mal que están ahí Mark Wahlberg y Christian Bale para aportar emotividad (el primero) y complejidad (el segundo) a sus roles de hermanos conflictivos, y las excelentes Melissa Leo y Amy Adams cubriendo la cuota femenina. Leo protagoniza con sus hijas cinematográficas el mejor momento de la cinta, cuando las mujeres del clan Ward-Eklund visitan a Charlene. Es ahí donde reside el mayor atractivo de la cinta, en el retrato de esos Estados Unidos que a veces dan tanto miedo, de esos clanes cerrados dispuestos a casi todo por salirse con la suya y defenderse unos a otros de supuestas agresiones.... sólo cabe decir que, viendo el pollo que le arman a la novia de Mickey, no resulta sorprendente que luego pasen las cosas tan graves que pasan en este país... Adams, por su parte, sigue demostrando a pasos agigantados que hay que tenerla muy en cuenta, y que vale para un roto y un descosido. Puede con lo que le echen, y éso es siempre digno de verse.
Una película entretenida, sin más, con algunas escenas poderosas y un grupo de actores que la elevan a un nivel vedado para otros telefilmescos dramas sobre el deporte y la superación.

Lo mejor: Los actores, en especial Christian Bale y Amy Adams.
Lo peor: No es nada del otro jueves y está más vista que el tebeo.
Sibila de Delfos
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7
3 de abril de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guste o no guste, hay algo que no se le puede negar a Almodóvar, y es que tiene la capacidad de sorprender, provocar y polarizar hasta el extremo. Todo lo que hace está rodeado de polémica, y éso siempre es signo de que hay algo interesante que contar detrás.
En La piel que habito, el cineasta manchego va un paso más allá, porque propone algo que es una prueba de fuego incluso para sus propios fans. Aviso: si usted, lector, no puede soportar normalmente las películas del director (no vale con que haya disfrutado de Volver o Mujeres al borde de un ataque de nervios), y muy especialmente las de su primera etapa, directamente ni lo intente con La piel que habito. Le horrorizará. Y si es fan... pues prepárese para un descenso al infierno.
No sé si esta es la película más dura de Almodóvar. Quizá no. Pero sin duda, sí es hardcore. La piel que habito es una historia con absolutamente de todo, que lleva la sordidez, la tragedia, la locura y el crimen hasta extremos prácticamente inaguantables, que producen algo cercano al asco en ciertos momentos. Es una película dificilísima de ver y de soportar, que inquieta, incomoda y sacude a cada segundo. Es malsana, sádica, incluso, con sus personajes. Pero con todo y con éso, ahí sigue el toque inconfundible del manchego, ahí está esa fascinación que siempre produce su cine, esa sensación de que esa pasión con la que filma y narra (ciertamente desmedida, no hay por qué negarlo, pero el suyo siempre ha sido un cine de excesos) deja en el espectador un poso. Sus películas nunca acaban sin más. Permanecen ahí, obligando al espectador a rumiarlas, a revivirlas, a pensarlas de nuevo. En La piel que habito, todo éso está multiplicado por mil, y ya dice mucho acerca de Almodóvar... mucho más que lo que puede decirse de otros que se creen importantes. El suyo,entusiasme o asquee, es puro cine, como lo entendían Hitchcock, Murnau o Argento. ¿Se le ha ido la mano en esta ocasión? (una más, dirán muchos). Pues quizás un poco sí. éso ha de decidirlo cada cual. Pero de lo que no cabe duda es de que es puro cine, y que Alberto Iglesias, José Salcedo y José Luis Alcaine vuelven a ser los mejores socios de Almodóvar, con esa música arrebatadora, ese montaje que va atrás y adelante en el tiempo con soltura, y ese juego de luz, color y sombra con que el director pinta la historia de terror de Robert Ledgard.
El trabajo de Antonio Banderas desconcierta. El malagueño, que no es precisamente el mejor actor del mundo, tiene momentos de cierta brillantez y otros ciertamente horribles (ver la famosa secuencia en que habla a Vera desde lo alto de la escalera, o la escena de la conferencia... no se cree ni él lo que está diciendo). Así, no queda sino alabar las maravillosas presencias de Elena Anaya y Marisa Paredes, la sorpresa de Jan Cornet (ver su rostro cuando Robert le da una noticia que parece imposible...), el impresionante tour de force de Roberto Álamo (siempre sorprendente, siempre brillante) y el interminable desfile de cameos de actores y actrices conocidos.
Quién sabe... quizás dentro de unos años sea considerada como la obra maestra de Almodóvar. Quizás hagan falta más visionados para acabar de comprenderla y apreciarla. Aquí y ahora, La piel que habito es un viaje fascinante, aterrador y a ratos casi imposible de digerir al mundo creativo de un autor inclasificable que siempre fascina. Para bien o para mal.

Lo mejor: La fascinación. Es como ver un tren descarrilando. Horroriza, pero resulta imposible apartar la mirada. Y el trabajo de Anaya, Paredes, Álamo y especialmente Cornet.
Lo peor: Es tan difícil de ver... hay tanto sadismo, tanta tragedia, tanto dolor que casi duele terminarla.
Sibila de Delfos
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7
2 de abril de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arte.... porque Alejandro González Iñárritu tiene mucho, la verdad. Y Guillermo Arriaga también.
Con Amores perros empezaba la sociedad más fructífera del moderno cine mexicano, que ponía en órbita la cinematografía del país norteamericano, y a la vez daba a conocer al mundo el estilo propio de la dupla Iñarritu-Arriaga. El suyo es un cine de excesos, de mucha tragedia, de dolor, de los recovecos más oscuros e impredecibles del alma humana. Decididamente salvaje, primario y brillante. Un poco a lo Tarantino (por aquello de las historias cruzadas), pero cambiando el sentido del humor del realizador de Pulp Fiction por unas sacudidas emocionales que barren a los personajes como sólo la vida, inmensa y trágica, sabe hacerlo. Amores perros no es una excepción a esta regla, y ahí reside gran parte de su brillantez. El resto del encanto está en descubrir a un Gael García Bernal bastante novato, pero ya un excelente actor, o en las excelentes presencias de Emilio Echevarría y Goya Toledo (muy sorprendente, la verdad).
Y ensayo porque efectivamente Amores perros es el ensayo de dicha fórmula, perfeccionada después hasta el extremo en Babel, obra cumbre de Iñárritu. Aquí el ritmo pierde el paso demasiadas veces, el metraje resulta excesivo y las historias no llegan nunca a emocionar como las de la película con Brad Pitt y Cate Blanchett.
Aun así, una película digna de verse, representante del mejor cine mexicano, hecho, al fin, para el mundo entero y totalmente alejado de los culebrones televisivos que tanta fama han dado a la nación azteca.

Lo mejor: La historia de Octavio (genial Gael García Bernal), la fuerza del guión de Arriaga y la poderosa realización de Iñárritu.
Lo peor: Es demasiado larga e irregular en su interés.
Sibila de Delfos
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