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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dobles vidas

No puedo evitar sentir auténtica adoración por esa mujer, icono ya e inevitable referencia del cine francés, que es Juliette Binoche. Y no olvidaré jamás que mi platónico flechazo ocurrió de manera instantánea cuando la vi por primera vez, hace ahora 28 años, en “Los amantes del Pont-Neuf”, paradójicamente el más antiguo de los puentes de París, cuando era una joven venteañera exultante
de descaro, vitalidad y talento. Entonces, tuve la seguridad de que asistía al nacimiento de una gran actriz y más adelante en la prodigiosa triología “Azul”, “Blanco” y “Rojo” del director polaco Kieslowski, prematuramente fallecido, confirmé esta certeza. Mi incondicional admiración nunca disminuyó sobre todo después de que una cautivadora y audaz forastera acompañada de su hija se presentara en Lansquenet, un encantador pueblecito francés perdido en alguna página olvidada del tiempo, para endulzar la vida de sus habitantes.
Ahora, el director Olivier Assayas, la incluye (no es primera vez) en “Dobles vidas”, junto a un selecto grupo de formidables actores entre los que se encuentran Guillaume Canet, Olivia Ross, Christa Theret y Antoine Reinartz. Y, una vez más, me maravilla la elegancia, tanto argumental como la puesta en escena, de muchas de las películas del cine francés, su muy particular y desenfadada forma de concebir la vida, el civilizado razonamiento que les permite trocar el drama en comedia y, en general, esa sofisticada e inteligente manera de resolver muchos de los conflictos domésticos que inevitablemente se nos presentan a lo largo de nuestra existencia.
Me toca muy de cerca, por razones de mi andadura profesional, la excitante historia que nos cuenta Assayas en “Dobles vidas”. Entre editores y autores anda el juego, sus tormentosas relaciones y constantes desaveniencias, las muy humanas y comprensibles diferencias entre la rentabilidad y el valor intelectual de la obra con las que frecuentemente colisionan los interes de ambos dejando al descubierto sus numerosas contradicciones. Una película donde el interés de lo que se dice, por su abrumadora actualidad, a través de unos diálogos que se suceden a velocidades endiabladas, solapa, sin llegar a opacarlo, el indiscutible atractivo de la trama; nos somete a un estimulante y necesario ejercicio de reflexión, el mundo cambia a tal velocidad que nos sorprende con el paso cambiado, las nuevas tecnologías nos obligan a plantearnos nuevas estrategias si queremos sobrevivir en cualquiera de las actividades -y la edición y publicación de libros tal y como las hemos conocido hasta ahora no son una excepción- que ocupan y exigen nuestros mejores esfuerzos.
Y entre la espesa niebla que nos rodea, siempre nos quedará Juliette Binoche, que vuelve a brillar con ese incandescente fulgor que siempre ilumina a las estrellas, aunque este último párrafo, mis improbables lectores, resulte insultantemente cursi.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
26 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le Mans ‘66

A veces tengo serias dificultades para calificar una película. Porque cuando me entretiene, emociona y durante dos horas y media de metraje permanezco hipnotizado, pasmosmente aislado del mundo que me rodea, como cuando era un niño viendo cortos de Tom y Jerry, pierdo mi capacidad de análisis. Y este es el caso de “Le Mans ‘66”, un apasionante relato que firma el director neoyorkino James Mangold.
Y no puedo evitar evocar un par de maravillosas películas del mismo género que permanecen adheridas a mi memoria como un recién nacido al pecho de su madre. Una de ellas es la inolvidable “Grand Prix”, con un estupendo James Garner al frente del reparto y a pese haber transcurrido 53 años desde su estreno aún puedo tatarear la notas de su formidable banda sonora; y la otra “Las 24 horas de Le Mans”, de 1971, en la que el mítico actor Steve McQueen al volante de su espectacular Porche 911S, nos hace revivir toda la emoción y dramatismo que transmiten las carreras de coches.
“Le Mans ‘66”, sustentado en un sobresaliente guion, reproduce la fascinante historia en la que la pionera y poderosa empresa Ford, que acusaba una sensible caída de sus ventas en la década de los 60, decide fabricar un coche capaz de competir con la imbatible casa Ferrari en los circuitos internacionales, y tratar de superar así su impensable atonía.
Sorprende su didactismo, lo que añade mayor interés al relato, porque Mangold nos descubre las interioridades de un universo casi siempre impermeable y hermético; nos descubre la tremenda presión que sufre un piloto, sus dudas y arriesgadas decisiones, la gran responsabilidad que conlleva conducir al éxito una máquina prodigiosa en la que ha volcado todo su talento, tiempo y esfuerzo un excepcional equipo de diseñadores e ingenieros y en cuyo proyecto se han invertido muchos millones de dólares; y, finalmente, el conocimiento exhaustivo que el timonel requiere de un vehículo tan delicado y complejo como una pieza de relojería para sentir su respiración, atento a cada ruido o quejido del motor como si fuese una prolongación de su propio organismo a sabiendas de que el más mínimo error lo puede llevar al desastre.
Las altas esferas del poder empresarial, más inclinadas, en ocasiones, a mantener su estatus que a resolver los verdaderos problemas que dificultan el proyecto, la incondicional y casi heróica entrega del equipo técnico ajeno a cualquier otro interés que no sea el de culminar su ambicioso objetivo y las copiosas dosis de adrenalina que liberamos en cada trepidante secuencia de las carreras, forman el trípode en el que se sostiene esta espectacular película.
Y dos reconocidos actores de la talla de Matt Damon, siempre contenido y creible, y Christian Bale, histríonico e indisciplinado, en los papeles de Carroll Shelby y Ken Milles respectivamente, derimen sus diferencias para afrontar unidos el reto, prácticamente imposible, en su épica cruzada.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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McQueen
Documental
Reino Unido2018
7,1
687
Documental, Intervenciones de: Alexander McQueen
8
14 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
McQueen

Excepto grandes marcas como Chanel, Armani, Balenciaga, Dior o algunos renombrados diseñadores como Valentino, Lagerfeld o Galliano, pocas luces más me alumbran sobre el fascinante universo de la moda. Y no por falta de curiosidad o porque considere esta disciplina carente de interés sino, sencillamente, porque otras cuestiones han ocupado mi tiempo que, desgraciadamente, siempre resulta insuficiente. Y ahora, atraído por el señuelo de una excelente crítica, me asomo, no sin cierto recelo, a un extraordinario documental sobre Lee Alexander McQueen, el malogrado modisto londinense que alcanzó fama internacional durante las casi dos décadas que nos preceden.
De esta forma descubro a este joven británico -el menor de seis hermanos- nacido en el seno de una modesta familia. Dotado de un talento excepcional, abandonó sus estudios con apenas 16 años para dedicar toda su voluntad, tenacidad y esfuerzo a su única y gran pasión: el diseño de ropa. Muy pronto llama la atención su desbordante imaginación y, sobre todo, su inagotable capacidad de trabajo. Muestra un carácter rebelde e independiente, transgresor y que sólo obedece a la fuerza incontenible de su genialidad. Posee un genuino instinto, casi animal, para captar y anticiparse al deseo siempre cambiante y eternamente insatisfecho de una sociedad sofisticada e instalada en el confort de su propio ego.
Crea su propia marca, con la que obtiene notable prestigio y sin renunciar a ella y con sólo 27 años, firma un contrato millonario como Jefe de Diseño de la marca francesa Givenchy, quien lo lanza al estrellato. A partir de ahí la fama, el dinero, el envanecimiento y el no siempre saludable mundillo de la moda, harán el resto. Llegarán a su vida como un vendaval para arrastrar los ya de por sí muy inestables soportes de su temperamento, marcados desde la infancia por la humillación y el maltrato del que fueron víctimas tanto él como su madre -a la que idolatraba-, por la abyección intolerable su propio padre.
La sensibilidad, espontaneidad, dramatismo y veracidad que expresan los testigos hábilmente entrevistados imprimen al documental una carga emotiva demoledoramente efectiva. Los directores Ian Bonhôte y Peter Ettedgui exprimen con inteligencia el material que tienen en sus manos a través de una extensa documentación y múltiples grabaciones de una gran calidad haciendo del espectador desolado rehén de sus propósitos.
Y como en otros muchos casos en los que la genialidad anida, McQueen, a los 40 años, en la plenitud de su vida, se suicida en su domicilio londinense un día después del fallecimiento de su madre. Y tal vez, para su desgracia, fuera ese el detonador que precipitó la huída sin retorno de una existencia que, incomprensiblemente, ya no soportaba.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
29 de octubre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las furias

Sobre la inmensa soledad de un gran océano aparecen de cuando en cuando algunos pequeños islotes que, como aislados oasis, renuevan mi casi extinguida esperanza en el cine español. El otro día reseñaba aquí “Diecisiete”, una bonita historia del santanderino Sánchez Arévalo y, bendita casualidad, veo ahora “Las furias”, de Miguel Del Arco, un madrileño que debutó en la profesión como director y guionista hace ahora tres años con esta más que dignísima película para desaparecer de nuevo, como ya viene siendo habitual, por las oscuras tragaderas de nuestra menesterosa industria cinematográfica.
“Las furias” se sustenta en la larga tradición de la tragicomedia familiar, historias dolorosas, amargas, donde afloran los fantasmas del odio, el resentimiento y la frustación que durante años han sido cobardemente ocultadas bajo las gruesas alfombras de su existencia. La familia entendida como un núcleo indisoluble por mor de una infortunada herencia histórica arraigada en lo más profundo de nuestra conciencia nos condena, en ocasiones, a sufrir un insoportable calvario por el resto de nuestras vidas. Los ecos chejovianos de “La gaviota” sobrevuelan en círculos a lo largo del metraje en el que los personajes son encerrados entre los muros de un solitario caserón sin posibilidad de escapatoria como ya hiciera también Buñuel en su claustrofóbica y turbadora “El ángel exterminador”.
Del Arco muestra cierto virtuosismo en un comienzo nada expícito y en que los personajes van encajando con naturalidad haciendo que las piezas del puzzle se acoplen suavemente. Mezcla hábilmente humor y dramatismo sin que perdamos por un instante el interés de lo que vemos en un crescendo que podía haber sido mucho más escalonado si el muy comprensible arrebato de un novel director no lo hubiera acelerado. La fotografía es diáfana y la cámara se mueve con espontaneidad, tanto en exteriores como en interiores.
Además, interviene una nutrida nómina de afamados, experimentados, maduros y reconocibles actores de nuestro cine como el incombustible José Sacristán bien acompañado de Gonzalo de Castro, Emma Suárez, Carmen Machi o Mercedes Samprieto, entre otros.
“La furias” no es una extraordinaria pero sí una buena película. Tal vez, Del Arco comete el exceso de introducir demasiados elementos pertubadores en la atormentada familia que nos muestra y el más patente de todos se hace visible en la descontrolada y caótica catarsis final, poco creíble y más propia de un vodevil que de una obra con pretensiones de mayor calado.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
5 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La profesora de parvulario - The Kindergarten Teacher

Sara Colangelo es una directora de cine estadounidense afincada en Nueva York. Y eso se nota en la forma en que fotografía esta ciudad que ha hecho suya. Reconozco el ferry -pues lo he tomado algunas veces- que cada día transporta a Lisa, la protagonista de su película, de Manhattan a Staten Island, en donde ella trabaja como profesora de un parvulario. Tanto de ida como de vuelta, las vistas de la Gran Manzana son grandiosas. La silueta que conforman los edificios se transforma constantemente. Aquellos rascacielos que tanto me impresionaron hace 45 años, yacen hoy, salvo excepciones, prácticamente sepultados bajo la sombra de otros muchos aún más colosales, que apuntan como agujas hacia los cielos cambiantes de una ciudad que se obstina en crecer más allá de lo imaginable. Y reconozco también la implicación de Lisa en su trabajo, su responsabilidad en lo que hace y en ella la forma como entienden la vida muchos de los habitantes de esa insólita metrópoli.
Una extraordinaria Maggie Gyllenhaal, pletórica, rebosante de sensibilidad, delicadeza y carisma, se mete en la piel de Lisa Spinelli, “La profesora de parvulario”, para ofrecernos lo mejor de sí misma en una interpretación que yo calificaría de prodigiosa. Ama su trabajo y adora a los niños. Sabe que de ella depende la formación y buena parte del futuro de esas criaturas. Asume con convicción el enorme compromiso que supone la educación y convierte su tarea en un vivificante ejercicio de imaginación que estimula la curiosidad de la clase. Un día descubrirá que Jimmy, uno de sus alumnos, posee un inusual talento para la poesía, impropio para su edad. Y será a partir de ese momento cuando la vida de Lisa tomará un rumbo impredecible. En su obsesivo afán por alentar el precoz potencial de Jimmy, descuida aspectos fundamentales que afectan directamente el equilibro de su vida familiar y olvida los preceptos que regulan una sociedad siempre al acecho y dispuesta a censurar comportamientos poco covencionales. Tampoco percibe que con su proceder quebranta las fronteras de lo razonablemente permitido, provocando así el malestar de otros; y sobre todo, en su vehemente obstinación, ignora imprudentemente las íntimas necesidades, anhelos y fantasías de Jimmy, un niño incapaz de comprender todavía lo que sucede a su alrededor.
Colangelo consigue, en un hábil y progresivo aumento de la tensión, un clima tan absorbente como angustioso para desembocar en un inesperado y brillante final que nos deja absolutamente apesadumbrados. Sin embargo, a pesar del no siempre estimulante espejo que refleja a una sociedad ajena a la belleza y poder liberador del arte y la literatura, nuestra directora logra suavizar esta amarga e indesable realidad con un toque de exquisita sensibilidad y ternura.
Y, para terminar, en una acertadísima selección, la banda musical desgrana deliciosas piezas de piano entre las que destacan las evocadoras sonatas de Mozart, así como algunos cadenciosos y dulces nocturnos de Chopin.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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